ENCUENTRO EN LAS ALTURAS

 

                   A lo largo de un brillante día de enero fueron llegando los acampantes al punto de reunión, donde la natural belleza alucinaba a cada uno de ellos. Con sólo girar la cabeza desde las elevaciones podían admirarse a vista de pájaro las originarias tierras mapuches. Estábamos a 1320 metros de altura sobre el nivel del mar en el valle del Challhua-Co, y a unos 20 km del centro cívico San Carlos de Bariloche.

Sobre mis hombros pesaba una enorme responsabilidad que me había asignado la Asociación Scouts de Argentina, como Jefe de Campo del “Encuentro Andino”. Me reconocían como “Halcón Creativo”, tal mi nombre de tótem, y ese evento me significaba un gran desafío como Maestro Scout. Bajo el lema “Tratemos de dejar el mundo en mejores condiciones que lo encontramos”, ocho grupos scouts con unos seiscientos varones, niñas y adultos, convergían en la cordillera de los Andes.

Mientras se establecía el campamento, los jefes de grupos nos reunimos a fin de recalcar la seguridad y coordinar las diez jornadas que duraría esa campaña. Organizamos la caminata de reconocimiento del lugar, siguiendo el cause de uno de tantos arroyos formados por los deshielos que se derraman hacia el valle en una sucesión de saltos hasta desvanecerse en los lagos.

Durante el anochecer, mi compañera “Ardilla Inquieta” les explicó el origen de la palabra Bariloche; contándoles que cuando llegaron los conquistadores españoles la denominaron San Carlos, y los nativos que eran de regular estatura, llamaron “vuriloche” (gente gigante) a esos hombres más altos que ellos. Luego fue San Carlos de los Vuriloche hasta ir popularizándose y llegar al término actual. Seguidamente, “Tigre Sincero” les habló del lugar y su historia: Ustedes han visto, -comenzó diciendo- que tras las llanuras y empinadas ascensiones, hoy es muy difícil imaginar batallas en estas comarcas tan tranquilas. Algunos enfrentamientos de la Campaña del Desierto se sucedieron aquí, cuando la zona tenía tolderías y era dominada por el cacique Calfucurá. Aún hoy, en sus descendientes encontrarán resabios de esas repetidas historias. Les advirtió que para estos aborígenes el General Roca y el diablo, les representan la misma cosa. Finalmente, ante la saturación de preguntas de los jóvenes, la charla se suspendió con la promesa de continuarla en días siguientes. Eso apresuró el encuentro previsto con la comunidad mapuche del lugar. Después de un desayuno, caminamos dejándonos guiar por la corriente del arroyo, una especie de barrera en el tiempo que separa la urbe con sus pintorescos caseríos de madera y piedra, y que a la inversa pareciera trepar montaña arriba buscando al mismísimo cielo, y por allí los encontramos. Nos hicimos presentes cargando bolsas de ropas y calzados, elementos tan necesarios ante sus carencias. El lonco (cacique) nos recibió seriamente y con mucha hospitalidad, resultando un encuentro interesante ya que su gente y la nuestra pudieron intercambiar conocimientos de ambas culturas. Trabajaron juntos en telares, manualidades, y oyeron leyendas. Los scouts les enseñaron a realizar variados nudos en sogas y tientos, la construcción de muebles aprovechando las cañas colihues del lugar, y a preparar el “pan de cazador”, típico alimento de los acampes. Les ofrendamos un pañuelo de cuello, nuestro símbolo scout, y el lonco me honró llamándome “Peucoalhué”, Alma de Halcón en su lengua.

Al fin llegó el tiempo de los campamentos volantes, en los cuales se ponían en práctica todas las teorías del adiestramiento. También se establecía un juego que consistía en la “Búsqueda de lo Insólito”, algún elemento natural o artificial que resultase extraño, con el fin de incentivar la observación. El equipo verde de los Scout, de 11 a 13 años, haría su caminata iniciándose en el trekking, para lo cual debía cumplir el objetivo de trepar una picada hasta llegar al refugio de montaña, ubicado en lo alto del cerro López. El dirigente “Pantera Veloz”, reunió al grupo junto al arroyo en el acceso a la picada que asciende a los 1620 metros de altura, con la intención de comenzar la salida. Les reiteró las medidas de seguridad recordándoles que La senda estaba señalizada con pintura roja. La algarabía de los chicos manifestaba diversión y ansiedad. Marcharon entre las piedras hasta el refugio Roca Negra, donde se detuvieron a comer huevos duros y naranjas, para luego seguir adelante. Se admiraron con el sobrevuelo de los cóndores, al igual que cuando atravesaron un bosque de árboles coihues, lengas y cañas colihues hasta llegar a la cumbre. Los integrantes de 7 a 11 años, o sea el equipo amarillo de los Lobatos, realizó sus actividades en las adyacencias por ser lo ideal para la manada. Fueron guiados por “Akela” en su caminata andina de bautismo hasta cumplir el objetivo, llegar al refugio Neumeyer en el mismo valle del Challhua-Co. A partir de allí pudieron hacer varios recorridos de baja dificultad a través de sendas señalizadas, llegando a elevaciones como el mirador del valle, la laguna Verde y el mirador del Ñirihuau. Desde el refugio, la vista resultaba espectacular: podía apreciarse el lago Nahuel Huapí con sus islas y la ciudad de Bariloche.

Quienes integrábamos la jefatura, tomamos posición base en una carpa grande, siguiendo paso a paso los desplazamientos, turnándonos en la atención de los “handie talkie” y los teléfonos satelitales, algo indispensable para esa zona.

El equipo celeste de los Caminantes, de 14 a 17 años, al mando de “Lince Legendario” se encaminó hacia el refugio Emilio Frey al borde de la laguna Toncek, a 1700 metros de altura. El guía les indicó a los jóvenes que se encontrarían con un lugar imponente, con paredes y torres de granito muy ambicionadas por los escaladores, causa suficiente como para extremar las medidas de precaución. Al final marcharon los Rovers de 18 a 21 años, como equipo rojo. Guiándolos iban “Tigre Sincero” secundado por “Leopardo Tenaz” y “Ardilla Inquieta”, organizados en tres patrullas. Se reunieron en el punto de partida para iniciar la picada que desemboca en el refugio San Martín, a orillas del lago Jakob, a 1570 metros de altura. Desde ahí, la vista de los picos barilochenses más altos es imponente. La labor de los guías de montaña se coordinaba para diferentes actividades, entre ellas, el acceso al glaciar ubicado en Laguna de los Témpanos y otras travesías hacia Tronador y el refugio Manfredo Segré. La dirigente “Ardilla” les recordó a sus scouts que estas excursiones sólo pueden realizarse en verano, pues cuando la nieve cede un poco, las opciones para vivir el contacto directo con la naturaleza se multiplican. Por lo tanto debemos aprovechar este trekking al máximo –les enfatizó.

Las comunicaciones eran fluidas y cargadas de ansiedades, pero todo marchaba muy bien… hasta que, horas después, un llamado del equipo amarillo nos indicó que una niña de 9 años sufrió una leve caída y habiéndose lastimado una rodilla no podía proseguir. Coordinamos la evacuación, una ambulancia se aproximaría al pie del cerro mientras bajaban a la lobata. Así llegó el “Oso Baloo”, acompañado por dos jóvenes mapuches, trayendo sobre un caballo a la pequeña con la pierna entablillada preventivamente. Curaciones y reposo fueron remedios suficientes. Al otro día en la mañana, el dirigente “Lince Legendario” del equipo verde, se comunicó en emergencia indicando que uno de sus caminantes resbaló y se fue deslizando en bajada hasta una pequeña meseta. Su guía de patrulla, “Cóndor audaz”, había descendido en su ayuda y verificó que las heridas no eran graves, pero que resultaba imposible subir debido a los desprendimientos de piedras. O sea que en ese momento teníamos a dos scouts aislados y sin salida. El pedido de auxilio llegó hasta el Puesto de Gendarmería Nacional próximo a la laguna Toncek. Unas cuatro horas más tarde habían sido rescatados por los uniformados.

De vez en cuando se cruzaban en la frecuencia, cánticos de rivalidad entre equipos con el fin de alentar sus éxitos. También nosotros los incentivábamos al juego de la Búsqueda de lo Insólito, y todos respondían que ya tenían lo mejor.

El tercer día comenzó el regreso al campamento base. Cada scout cargaba su cansancio, agotamiento, satisfacción y mil historias para contar. Los últimos en arribar serían, conforme a la distancia, los Rovers del equipo rojo. El bullicio del retorno se interrumpió con la recepción de un mensaje de auxilio: mientras volvían del glaciar de Laguna de los Témpanos, un desprendimiento aisló al Maestro Scout “Tigre Sincero”. Le resultaba imposible unirse al equipo, y guiado por su astucia tomó un rumbo alternativo, pero como el teléfono satelital quedó en manos de “Ardilla”, se carecía de contacto con él. Lo habían perdido de vista y además de rezar, todos confiaban en su entrenamiento de supervivencia. La situación era bastante grave y el campamento se conmovió. De inmediato dimos aviso a las instituciones especializadas, y así el Club Andino alistó a rescatistas con perros idóneos para la búsqueda. Nos urgía hallarlo antes del anochecer, pues caso contrario se complicarían las cosas. En el sector del accidente hace muchísimo frío y existe un entorno protegido como Reserva Natural; y de la misma forma que significa una seducción para las aventuras de andinistas y senderistas, también puede resultar una trampa altamente peligrosa. El personal de Gendarmería Nacional nos informó que el lugar era de muy difícil acceso, y por lo tanto tomaría tiempo localizarlo y su posterior rescate. Ordené el retorno al resto del equipo, ya que no se justificaba su permanencia y además habían consumido la totalidad de los víveres. Llegado el atardecer se temía lo peor y, más aún, cuando los gendarmes nos dijeron que tenían la noche encima por lo cual harían un alto en la búsqueda… hasta el otro día.

Recibimos la promesa que por la mañana contaríamos con el apoyo de la Fuerza Aérea Argentina, la cual enviaría un helicóptero lama, apto para esa tarea… Pero siempre y cuando la meteorología lo permitiese. La noche en vela fue muy difícil, todos rezábamos y agradecíamos al Gran Jefe Jesús, que el accidentado no hubiese sido un niño, dado que la experiencia y la capacidad del “Tigre” en cierta forma nos tranquilizaba. Supongo que el eco de tantos ruegos en las cumbres andinas hizo posible el brillo del sol al amanecer. Al rato recibimos la noticia de que estaban sobrevolando el área en cuestión, y un par de horas más tarde un grito del piloto sacudió nuestras almas: ¡Ya lo vimos! ¡Está haciendo señas, está bien! Con paciencia e inquietud fuimos formando un gran círculo humano en el campamento, el cual le dio la bienvenida al helicóptero que dejó entre nosotros al apreciado “Tigre Sincero”, sano y salvo. Aunque fue inevitable que debiera soportar unos mil doscientos brazos que lo aprisionaban con afecto y emoción.

Los días fueron pasando y como todas las cosas un día se terminan. Las carpas se desarmaron, las mochilas rebalsaban y todos aportaban leñas para el gran fogón. Mientras, cada uno meditaba lo vivido, sus alegrías, lo compartido, el haber conocido el alma de sus hermanos scouts, sus nostalgias y esperanzas, cosas que generalmente al entrelazar los brazos para interpretar la Canción del Adiós, esos sentimientos se tornan tan emotivos hasta convertirse en incontenibles lágrimas.

Formados en círculo y bajo la mirada de los invitados mapuches, se inició la ceremonia de cierre. Aún no se habían definido los premios del gran juego de la “Búsqueda de lo Insólito”. Entonces fueron exhibiendo sus hallazgos: piedras extrañas, algunos fósiles, plumas de cóndores, objetos raros y muchísimas cosas más. Y cada uno exclamaba que lo suyo era lo mejor y pugnaban el trofeo, pero antes de que el jurado lo decidiese, en medio de la algarabía, “Akela” pidió permiso y se colocó en el centro de la formación como protegiendo a Malena, una lobata de 7 años visiblemente emocionada y que juraba haber hallado lo mejor… El silencio fue espontáneo y la niña entre sollozos, mostrando curiosamente sus manos vacías, dijo: “No me interesa ningún trofeo, pero yo subí esa montaña tan, tan alta y casi llegué al cielo… todos tuvimos mucho frío… y de pronto alguien me abrigó y esa fue mi mamá que como dice mi papi, ella me cuida desde el cielo… ¡Ahí estaba!, ¡ahí la encontré! ¿Alguien pudo haber encontrado algo mejor?”

¡SIEMPRE LISTO!

 

Autor: Edgardo González. Buenos Aires, Argentina.

ciegotayc@hotmail.com

 

 

 

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