CUENTOS PARA LULÚ
Siesta y fantasía.
En una ciudad perdida entre cerros y
árboles vivía una mujer con sus tres hijas.
Una tarde, mientras su madre trabajaba, las
tres niñas fueron a investigar los escombros de una vieja casa que acababan de
demoler.
Corrieron hacia la casa acompañadas por
el trino de los pájaros que en ese pueblo eran libres, pues los hombres habían
entendido que nadie tenía derecho a enjaularlos.
A Betina, la mayor, le gustaban los
vidrios de colores, los miraba y, con la ayuda del sol, decía que veía cuadros,
figuras, cosas que nadie podía ver.
Mabel se burlaba de la imaginación de su
hermana; mientras Lulú, aseguraba que era verdad, que se veían cosas, porque
ella había visto un burro.
-¡Chicas, chicas, miren lo que
encontré!-
Gritó Mabel.
-¿A ver?-
Preguntaron curiosas.
Betina dejó caer la bolsa con los
vidrios adentro de la palangana vieja y abollada, lo que Mabel había
encontrado.
-¡Betina, Lulú, somos ricas!- volvió a
gritar Mabel, enarbolando un patín oxidado con tanto orgullo como si fuera una
bandera.
-Ahora, volvamos a la casa, antes que
regrese mamá-
Mabel, se puso la palangana a manera de
sombrero, Betina cargó la bolsa de vidrios al hombro y Lulú se había puesto
como collar, el asiento de un inodoro gris, que se negó rotundamente a dejarlo.
Al otro día, las chicas realizaron sus
pequeñas tareas domésticas más rápido que de costumbre., volcaron los vidrios
en el jardín y comenzaron a ver películas en colores, mientras de fondo les
llegaban golpes de martillo, ruidos de latas.
Betina le preguntó a Mabel que estaba
haciendo.
“Algo para vos, ya vas a ver que lindo”.
-¿Puedo verlo?-
-No vengas Betina, porque si venís,
desaparece. Esperá un poquito-.
Mabel, luego de unos instantes, llamó a
sus hermanas y les mostró la palangana convertida en flamante auto.
Las niñas, la siguieron, no muy
convencidas de “la invención de Mabel”, quien había agujereado la palangana y
con una cuerda había sujetado el patín con dos nudos bien fuertes, que servía
para llevar a su hermana de paseo.
Al llegar a la esquina, trotando como un
caballito pony, dio la vuelta y se detuvo en la puerta de la casa, donde Lulú
esperaba su turno.
Después que pasearon a Lulú muy
despacito para que no se cayera, a Mabel se le ocurrió una idea genial…
“Irían a la bajada del puente y de ahí
se largarían…”
-¿Cara o seca?- dijo Mabel.
-Cara- respondió Betina.
-Entonces a la palangana, te corresponde
bajar a vos-.
-Sós
tramposa Mabel-.
-La tramposa sos vós-.
Rezongando y rezongando Betina se metió
en la palangana. Con un empujoncito que le dieron sus hermanas, el auto salió
rodando con tanta velocidad que Betina comenzó a gritar: “¡Tengo miedo
Mabelita!” “¡Frená Betina, sacá un pie y frená!”
Al fin, chocó con una piedra y la
palangana se detuvo en seco.
Betina saltó por el aire, pegándose un
buen revolcón; tenía la nariz con tierra y las rodillas raspadas.
-¡Tonta! ¿Por qué no frenaste con el
pie?-Dijo Mabel.
-Porque no podía además vos me empujaste
muy fuerte-.
-¡Mentirosa! ¡Nunca más invento algo
para vos!
Llegaron arriba y se le ocurrió otra
“idea genial”. Subirían las tres a la palangana acompañándose cabeza con cabeza
y rodilla con rodilla. Las hermanas grandes sacaron un pie para impulsarse y,
haciendo fuerza con la panza, la palangana se puso en movimiento y se echó a
correr con una velocidad increíble.
Lulú tenía las manitos transpiradas, los
ojos de Mabel parecían dos huevos fritos. Betina sentía cosquillas en la panza.
“Nos vamos a caer gritaba Betina y Lulú.”
¡Ay chocamos! “iban a estrellarse contra
un árbol, se estaban desviando. La palangana se desviaba a la derecha, a la
izquierda, pegó un saltito y corrió como si fuera un avión comenzó a subir
dando vueltas alrededor del árbol, elevándose por encima de la ciudad.
Las hermanas estaban mudas de asombro.
“Es mágica” dijo Mabel muy despacito.
Cuando pasaron por la plaza, la gente al
observar su objeto tan extraño dijeron: “¡un plato volador!”. No OVNIS. Los
periodistas trataban de captar la imagen con sus cámaras “quiero hacer pis”
dijo Lulú,
“Hay no Lulú, aguantá un poco”,
“Ya aguanté mucho, quiero hacer pis”,
“¡Cantá así te olvidás!”,
“Esta nena chiquitita tiene un gorro azul con la boina roja…”
¡Bum…! La palangana aterrizó
ruidosamente, en el techo, de la casa de Juancito, no sabía a donde habían
llegado, Mabel salió del auto volador para reconocer el lugar y con gran
sorpresa vio a Juan que jugaba la pelota con su perro. Juan, “Juan ayudános a
bajar, estamos con Lulú”.
Pero… ¿están locas? ¿Qué hacen en el
techo de mi casa? Acercó una escalera y bajaron.
Lulú fue al baño corriendo y las
hermanas le contaron a Juan con lujo de detalles la aventura que acababan de
vivir.
Juan miraba la vieja palangana con
codicia ¡se las compro! ¡No! Contestaron las hermanas “se las cambio por el
juego de dominó y la pelota roja” ¡No! ¡Yo se la regalé a Betina y los regalos
no se venden ni se cambian!
Llegaron a la casa con hambre y las
manos muy sucias, se bañaron y no se acordaron más de la palangana y de la
aventura de la siesta.
Al otro día, después de cumplir con
todas sus obligaciones quisieron jugar y fueron a buscar la palangana; pero no
estaba, Lulú se puso a llorar entonces Betina para consolarla la llevó al jardín
a mirar películas con los vidrios.
Mabel corría por la calle rumbo a la
plaza “dame la palangana Juan, es mía. ¿No te da vergüenza?” tenés un montón de
juguetes ¿y les sacás una palangana vieja a tus amigas?
¡Quien te sacó nada nena! Lo único que
quería era ponerla en alquiler, a un peso la vuelta.
Como el caballito pony. Con esa plata
podemos comprarnos muchas cosas. Chicles, caramelos, el triciclo de Lulú, ir al
cine… ¡pensá un poco nena!
¡No Juan! ¡Dame la palangana!
¡”No te la doy y se acabó”!
“¡Le voy a decir a tu mamá que nos
sacaste la palangana!”.
“¡sos una bocina nena!”.
¡Ahí tenés tu palangana!
“Le pegó una patada y la palangana dio
un saltito y comenzó a volar por encima de la cabeza de Juan.
La palangana voladora subía y bajaba
entre los ojos asustados del chico y como los aviones escribió en el aire:
Era para jugar
No para pelear.
Y se perdió entre las nubes.
Mabel se durmió chupándose el dedo como
cuando está muy triste.
Juan tuvo pesadillas. Cuando los
pajaritos comenzaron a cantar Juan se levantó y fue directamente al dormitorio
de su mamá:
“Buen día mamá, quería pedirte permiso
para regalarle la patineta a Mabel y a sus hermanas, yo me porté muy mal con
ellas mamá. La mamá le dijo que sí y que se alegraba de que reconociera sus
errores.
Cuando Mabel vio la patineta en la
puerta de su casa se puso tan contenta que le dio un abrazo a Juan.
“Chicas vamos a la bajada del puente”
les propuso Juan.
¿Cara o seca? Preguntó Betina, a ver
quien bajaba primero; pero en ese momento sintieron una cosquillita que los
hizo mirar al cielo. Vieron con la boca abierta que la palangana volaba por
encima de sus cabezas y vieron a muchos duendecitos vestidos de colores
brillantes que los saludaban.
Colorín colorado este cuento ha
terminado. Me voy por un caminito y encuentro un zapato roto y a lo mejor les
cuento otro.
Autora: betty Capella. Lanús, Buenos
Aires, Argentina.