BENDITOS SEAN

 

Benditos sean aquellos que entiendan lo torpe de mi caminar y la poca firmeza de mi pulso.

 

Benditos sean aquellos que comprenden que ahora mis oídos se esfuerzan por oír las cosas que ellos dicen.

 

Benditos sean aquellos que parecen comprender que mis ojos están empañados y mi sentido del humor es limitado.

 

Benditos sean aquellos que disimulan cuando derramo el café sobre la mesa.

 

Benditos sean aquellos que con una sonrisa amable, se detienen a charlar conmigo unos momentos.

 

Benditos sean aquellos que comprenden mis fallas de memoria, y nunca me dicen: “ya has repetido dos veces la misma historia”.

 

Benditos sean aquellos que saben despertar recuerdos de un pasado feliz.

 

Benditos sean aquellos que me hacen saber que soy querido, respetado y que no estoy solo.

 

Benditos sean aquellos que saben lo difícil de encontrar fuerzas para llevar mi cruz.

 

Benditos sean aquellos que con amor, me permiten esperar tranquilo el día de mi partida.

 

Autor: Anónimo.

 

Es de nuestra obligación recordar, que debemos respeto a los ancianos; ellos nos han dado lo mejor de sus vidas y lo menos que se merecen es que les demos el mayor cariño, amor, protección y valoración para devolverles en parte todo el esfuerzo que pusieron para criarnos y cuidarnos durante nuestra niñez y juventud.

 

¡No olvidemos jamás eso!

 

Enviado por: Elsa Graciela Antogninie. La Plata, Argentina.

antogninie@trabajo.gba.gov.ar

 

 

 

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