EL ABUELO
Y ahora viajemos a un pequeño pueblo en
España, asentado en las faldas de una montaña, donde sopla el viento frío que
baja de esta.
El nieto de seis años vestido con un
trajecito sastre oscuro, tiene en la mano una pequeña flor algo maltratada, ya
sabemos todos como son los niños, no les dura nada en las manos, este pequeño
platica con su abuelo ya bastante entrado en años con la tupida barba y el pelo
cano, vestido a la antigua con un abrigo muy viejo, pero, como diría el abuelo:
“muy calientito”, porta también su boina y un bastón que le ayuda a caminar,
amigo inseparable en los últimos años.
Mientras el viejo esta sentado en una
bardita recargado sobre el bastón con las dos manos el niño pregunta:
-Abuelo ¿por qué se muere la gente?
-Bueno, cuando somos muy viejitos el
cuerpo se cansa, ya no caminamos igual, ya no hablamos igual y el cuerpo deja
de funcionar, entonces nuestra alma se sale del cuerpo para que no nos estorbe
y así podamos seguir viviendo.
-¿Entonces la gente no se muere?
-No hijo, la gente no se muere,
simplemente nos salimos del cuerpo, la gente no muere lo que pasa es que los
adultos les gusta matar todo, empezando por las esperanzas de los demás, sus
sueños, ilusiones y anhelos y así también matan la inocencia de los niños y por
eso cuando crecen se les olvida que no morimos.
-Oye abuelo ¿Y duele estar muerto?
-¡No hijo, para nada! Al contrario, es
como estar vivo pero mejor, porque ya no te interesa si hace frío o calor y ya
no te duelen las rodillas si te caes, como hace rato que por andar de pícaro te
diste un buen porrazo y tampoco te duele esa condenada artritis, que si me lo
hubieran dicho antes habría buscado la manera de remediarlo- dijo el abuelo
esbozando una sonrisa.
Desde el fondo se oye la voz del padre
que llama al niño.
-Anda hijo, ve con tu padre que te
llama- dice el viejo- que yo tengo que ir a ver a tu abuela, ya vez como se
pone cuando llego tarde, pero ¿que le vamos a hacer? así la he querido siempre,
anda ve, que ya nos veremos después, anda.
El niño le dice adiós a su abuelo con la
manita y corre donde su padre y cuando llega junto a él le dice:
-¡Papá, papá, que he visto al abuelo y
he estado platicando con él!
-¡No digas mentiras hijo! Tu madre y yo
ya te hemos explicado lo que le pasó al abuelo. A ver ¿Dónde está la flor que
te hemos dado? ¡Pero mira como la traes! ya casi ni pétalos tiene, anda ve a
ponerla encima del ataúd del abuelo que ya lo van a bajar y ya no digas
mentiras.
Autor: Jorge Roberto Rivas Aguilar.
Cuernavaca, Morelos. México.