Tesis 5.

 LA CONCIENCIA CORPORAL Y SU DESARROLLO EN LA FORMACIÓN Y EN EL DESEMPEÑO PROFESIONAL DE CANTANTES CON DISCAPACIDAD VISUAL

 

Como ya hemos anticipado, las imágenes o representaciones mentales que configuramos a partir de nuestras percepciones del exterior y del interior de nosotros mismos son la base y el fundamento del conocimiento humano, de la comunicación y de los procesos de aprendizaje e interpretación de la música. Como estas imágenes se forjan a partir de nuestro cuerpo, su enraizamiento en éste resulta ineludible: el cuerpo percibe, el cuerpo aprende, el cuerpo canta.

De acuerdo con el neurocientífico portugués Antonio Damacio (1994), nuestro organismo está constituido esencialmente por la integración indisociable entre cerebro y cuerpo mediante conexiones bioquímicas y neurales. Esa integración permite la interacción con el ambiente como un todo. Generamos comportamientos como respuesta externa a ese ambiente y representaciones mentales o imágenes como respuestas internas. Así se origina el pensamiento y el fenómeno conocido como mente consciente (Damacio en Oyarzabal, 2011).

La formación de las imágenes, tanto al percibir algo externo como en el cuerpo, se produce por medio de señales provenientes del mismo cuerpo que son transportadas por las neuronas hasta el cerebro. Sabemos que se trata de nuestras imágenes y no sólo de representaciones aisladas generadas por nuestro cerebro, por la subjetividad, característica fundamental de la conciencia.

En el presente capítulo, veremos de qué manera el desarrollo de la consciencia del cuerpo permitirá a los cantantes con discapacidad visual conocer y apropiarse más plenamente de su instrumento para la labor que realizan.

LA CONSCIENCIA CORPORAL Y SU DESARROLLO EN LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD VISUAL

La consciencia encuentra su anclaje en el cuerpo. La consciencia corporal es el pleno conocimiento del propio cuerpo, no solo en sus partes, sino un esquema total, una unidad del cuerpo, una imagen tridimensional que cada persona tiene de sí misma. El conocimiento y dominio del esquema corporal –en consciencia de sus limitaciones y posibilidades- es el núcleo de todas las potencialidades de nuestro cuerpo, de nuestras vivencias y de las relaciones de cada quien, con el entorno, y la base de construcción de nuestros aprendizajes. Simultáneamente, el desarrollo de la imagen corporal proporciona el conocimiento de la estructura física en tanto conocimiento del cuerpo como globalidad y de los diferentes segmentos corporales, de sus funciones y posibilidades de movimiento, y de las posiciones y la gestualidad que éste adopta y expresa cuando entra en interrelación con los objetos y los demás.

Percibir el propio cuerpo no implica tener consciencia del mismo. Todos los seres vivos pueden percibir el propio organismo por medio de la información proveniente de las diversas vías perceptuales, sólo los seres humanos tenemos consciencia del mismo. La consciencia corporal se ha configurado como un fenómeno reflexivo e intencionado. El esquema corporal y la imagen corporal son vivenciados por medio de las experiencias perceptuales y motrices, presentes en toda actividad. La toma de consciencia de los mismos vendrá dada por el acto intencionado de dirigir la atención hacia aquellas experiencias, lo que resulta en un “habitar” deliberado del propio cuerpo.

Como habitamos nuestro propio cuerpo en un ambiente, la consciencia corporal, en un sentido amplio, abarca el conocimiento inmediato del cuerpo y de su relación con el espacio, los objetos y las personas que nos rodean.

La esencia de la conciencia corporal reside en “escuchar” al propio cuerpo, dado que éste “habla” a través de las sensaciones físicas, de las emociones y de los sentimientos. Mediante la conciencia corporal es posible interpretar sus señales, por lo que su desarrollo y la escucha profunda de sus mensajes resulta de vital importancia. Hacerlo repercute no sólo en la salud física y psíquica, sino también en la forma en que nos relacionamos con los demás.

Las personas con discapacidad visual suelen enfrentarse cotidianamente a situaciones que generan tensión física y psíquica. Las etapas evolutivas de pasaje que para cualquier individuo suponen un aumento transitorio del nivel de stress, implican para una persona con discapacidad una agudización de la crisis vital. Estas condiciones pueden aparejar distintas patologías que, según Paula Maciel, el trabajo sobre la conciencia corporal podría minimizar.

Maciel advierte que, para quienes han padecido dificultades físicas serias o enfermedades discapacitantes, el cuerpo propio, en ocasiones, es sentido e investido más como lugar de dolor y padecimiento que como espacio de placer y autoconciencia. Frente a ello la autora sostiene:

“Después de ese pasaje por situaciones tan traumáticas, uno de los objetivos debería ser volver a recuperar el cuerpo propio como espacio de placer y no de dolor; de encuentro y no de lucha; creador en vez de destruido, querible y querido, (…) amado y amante, disfrutado y disfrutable. Poder, en todo caso, reconocer que la esencia de su persona radica en aquello que queda, no en lo perdido, y poder, a partir de allí, instrumentar estrategias para adaptarse a la nueva situación”…

A continuación, presentamos de qué manera algunas de las consideraciones referidas se reflejada en las experiencias de trabajo de la consciencia corporal relevadas a lo largo de las entrevistas.

 1.1 Particularidades de la consciencia del cuerpo en los cantantes con discapacidad visual entrevistados

Hemos enunciado que las vivencias cotidianas y las experiencias vitales generan estrés en las personas con discapacidad visual, que tales vivencias pueden generar una experiencia dolorosa del cuerpo y la conveniencia del trabajo sobre la conciencia corporal para abordar tal inquietud. Seguidamente, veremos cómo los cantantes entrevistados han encarnado lo que acabamos de expresar.

Las vivencias de la consciencia y manejo del cuerpo entre los entrevistados son muy variadas, y se encuentra ligada a la calidad y cantidad de sus experiencias vitales. Uno de los rasgos más observados en la condición corporal de las personas ciegas en general, es la tensión o hipertonía derivada de un constante estado de alerta. En esta variación inciden diversas circunstancias personales: grado de estimulación recibida, apoyo del entorno familiar, educativo y social, posibilidades de desarrollo, entre otras.

Los rasgos de la condición corporal más frecuentemente registrados por los entrevistados son la actitud corporal (hombros caídos y cabeza gacha, no dirigir el rostro al interlocutor), los movimientos corporales (balanceos o movimientos estereotipados), la gestualidad (desconocimiento de las posibilidades de expresión facial o ademanes de manos) y la movilidad en el espacio (necesidad de mayor asistencia o ansiedad en la búsqueda de puntos de referencia para ubicarse).

La docente Alejandra Bermejillo observa que las personas ciegas tienen otro ritmo de vida, que deben aminorar por sus condiciones, lo que redunda en una frecuencia respiratoria más tranquila. Advierte también que es necesario estimularles la tonicidad muscular.

Otro aspecto relevante destacado por los coreutas, es la noción de ser vistos. Si bien este rasgo no forma parte directamente de la consciencia del propio cuerpo, sí lo es en el sentido de que forma parte de un entorno en el que se convive con otros, y a través del propio cuerpo nos relacionamos con ese entorno y esos otros. Y en tanto que el cantante se encuentra en un lugar de exposición (el ámbito escénico), más aún el cantante con discapacidad visual, deberá hacer el esfuerzo de tener presente que se lo está viendo, y que su actitud corporal, sus movimientos, sus gestos, su expresión, en definitiva, toda su presencia, condicionará esa recepción. En palabras de Anselmo:

“Primero, tener consciencia de que se me ve. Todo el tiempo. Porque, parece una tontería, pero no todas las personas ciegas tienen siempre esa consciencia. Siempre estás a la vista. Lo que sea que hagas, se ve. Entonces, tener eso presente hace que mis posturas, o mis maneras de moverme sean dentro de lo convencional, por lo menos, lo socialmente aceptado (...)”.

Respecto del abordaje de tales condiciones corporales desde el trabajo de la consciencia corporal, tanto los coreutas como la preparadora vocal refieren que existía una resistencia por parte de muchas personas a realizar estas actividades:

“Pero uno tiene que romper con el tabú que es la vergüenza y con el miedo al ridículo, porque todos lo tenemos. Es lógico, es natural que eso ocurra. Por eso digo que hay que trabajarlo, es importante. Estas obras que Osvaldo [Manzanelli] nos hace mover las manos, eso, aunque te parezca mentira, sirve, porque de a poquito, se va rompiendo con algunos patrones. Creo que la parte corporal en el coro de ciegos es importante que se trabaje mucho, se preste atención a eso”. (Julio)

Desde su rol de preparadora vocal Marilú Anselmi observa que trabajar la consciencia corporal llevó mucho tiempo, y que algunas personas lo aceptaban y otras se negaban. Señala que nunca forzó el trabajo corporal en los coreutas, era opcional; aunque quienes lo solicitaban notaban mejoras vocales y se lo hacían saber.

Alejandra Bermejillo reflexiona sobre la exposición en el espacio del escenario. La docente denomina “actos ritualizados” o “rutinas inflexibles” a los hábitos “que a veces tienen las personas ciegas (…) estas rutinas que los han ayudado a meterse en el mundo y a ser autosuficientes”. Señala la necesidad de prescindir de tales hábitos –o bien buscar otros- en relación al escenario en tanto ámbito extra cotidiano, en pos de generar una imagen distinta a la que solemos presentar en la vida diaria. Por ejemplo, podría cambiarse el bastón por otro objeto o el modo de caminar.

Por nuestra parte creemos que la reiteración de estos hábitos ofrece cierta seguridad. No obstante, coincidimos en la conveniencia de revisar dichos actos en pos de una mayor toma de consciencia del propio cuerpo y de una mayor naturalidad en la presencia escénica.

Alejandra se refiere también a la naturalidad en el escenario, relatando que “en una ocasión, habiendo sido invitada para cantar en un encuentro de música popular, una de las ex estudiantes ciegas entró al escenario acompañada por otra instrumentista, y se vio una cosa muy natural y fresca”.

Una última consideración a la que queremos referirnos es al cuerpo en tanto espacio de disfrute y autoconsciencia. Más allá de la experiencia individual –dolorosa o no de éste- los cantantes con discapacidad visual no escapan al hecho frecuente de desconexión con el sí mismo corporal. Por tanto, el abordaje que se haga desde el trabajo de la consciencia corporal -tanto durante la formación de estos cantantes como a lo largo del ejercicio de su profesión- debería considerar aspectos fundamentales tales como el reconocimiento y el juego corporal y vocal.

Desde su experiencia en los encuentros de preparación vocal, Lourdes rescata el carácter lúdico que Marilú imprimía a los ejercicios. Además, agrega que el moverse y jugar con el cuerpo y la voz le permitieron liberarse de bloqueos personales. “Yo prefiero moverme, porque eso te ayuda a sacar la voz, te libera mucho el cuerpo. (…) El soltarme, el permitirme caminar, el permitirme actuar un poco (…). Cuando le sacás el juego a las cosas, lo lúdico, ¡se convierte todo!”. (Lourdes)

Dado que, el carácter lúdico de los ejercicios posee en sí mismo la capacidad de distender no sólo las resistencias físicas sino también las actitudinales, la recreación en el abordaje corporal durante la adquisición o la práctica de la técnica vocal, resulta una aliada inapreciable para facilitar tanto los procesos de aprendizaje como el disfrute de la labor que se realiza.

En síntesis, las condiciones corporales más frecuentes en las personas con discapacidad visual, como la hipertonía o los movimientos estereotipados, se vinculan con el estado de alerta y con la constante exposición ante la vista del otro. Estas condiciones pueden atenuarse con la toma de consciencia corporal. De hacerlo así, esta conciencia le permitirá contar con la mirada de los otros, sabiendo que su modo de ser y de estar en su mundo entorno – particularmente en el ámbito escénico- condicionará el modo en que sea visto y recepcionado por esos otros.

El trabajo de consciencia corporal rompe con la resistencia inicial mediante la reiteración de los encuentros y el descubrimiento de su carácter recreativo y de disfrute del propio cuerpo y de la propia voz.

LOS CANTANTES CON DISCAPACIDAD VISUAL Y SUS EXPERIENCIAS DE TRABAJO DE LA CONSCIENCIA CORPORAL

Existen diversas experiencias de trabajo de la consciencia corporal en los entrevistados: las experiencias fuera del ámbito formativo o laboral y las actividades vinculadas al desarrollo de la consciencia corporal realizadas al interior de estos ámbitos. Mencionamos cuatro áreas diferentes de abordaje del cuerpo:

Deporte y actividades físicas: pilates, bicicleta, patinaje, correr, psicomotricidad (Mariana y Anselmo). Gimnasia, caminatas, torball, goalball (Cecilia y Héctor).

Danza y actividades artísticas: danza folclórica, teatro, escultura (Ángeles, Anselmo y Sebastián). Sebastián también practica tango. Cabe destacar también la ejecución de otros instrumentos, como en el caso de Cecilia (piano), Lourdes y Anselmo (violín) y Sebastián (guitarra).

·          Prácticas corporales: yoga, meditación, ejercicios de relajación (Julio, Anselmo y Héctor).

Técnicas corporales: sensopercepción y el método Ravine (Lourdes, Conservatorio Manuel de Falla). También a modo de ejemplo señalamos: Sistema Feldenkrais, Técnica Alexander, Bioenergética y Eutonía. Ésta última practicada por mí con recomendables resultados para el proceso de la adquisición de la técnica vocal.

Cada una de estas áreas, con sus particularidades, aporta a la toma de conciencia corporal que requieren el aprendizaje y la interpretación vocal. El deporte y las actividades físicas, así como las danzas y las actividades artísticas propician una mayor consciencia del espacio (dimensiones, distancias, entre otras), de la orientación y del desplazamiento en el mismo. El trabajo con otros sujetos, genera la conciencia de una corporeidad que trasciende la individual; una corporeidad grupal, tal como sería el caso del cuerpo coral.

Las prácticas y las técnicas corporales buscan la toma de consciencia del propio cuerpo desde diferentes enfoques. Las prácticas corporales (de origen oriental) tienen carácter meditativo, su fin primordial es la activación de las energías bloqueadas del cuerpo en pos de un equilibrio del mismo y de una armonización de todo el ser. Contribuyen a la relajación de todo el cuerpo y provocan una toma de consciencia lúcida y vívida de éste. En cuanto a la pedagogía del canto, podrían ser consideradas entre los métodos globales de relajación a los que hacen referencia Segre y Naidich (1987).

Las técnicas corporales (de origen occidental) son sistematizadas y persiguen un objetivo claro de registro intencionado y direccionado a las distintas partes del cuerpo. Se trata de los métodos de corte analítico (Segre y Naidich, 1987). Como herramienta pedagógica, permiten al cantante comprobar y comprender lo que sucede en su cuerpo durante la práctica de la técnica corporal concreta. Dicha práctica redundará en una disociación localizada y consciente de zonas musculares en tensión o relajación necesarias para la adquisición de la técnica vocal.

Respecto de las prácticas y técnicas corporales, las docentes entrevistadas apuestan a la combinación de recursos, incluso del ámbito teatral. Daniela Bajuk señala un primer momento de introyección para observar el cuerpo y la respiración. Luego de una serie de ejercicios de articulaciones a fin de mover la energía para destrabar el cuerpo, volver a observarse. Menciona ejercicios de elongación y estiramiento muscular, ejercicios de movimiento buscando distintos puntos de apoyo. Trabajar la mirada hacia un punto fijo para concentrarse en el contacto con el público, importante tanto para los cantantes que ven como para los que no.

Cuando los alumnos dominan estos aspectos, puede trabajarse otro tipo de relajaciones, como las creadas por Lee Strasberg: relajación por medio de los cinco puntos del cuerpo vinculados a la relajación mental (frente, entrecejo, pómulos y mandíbula, cuello y columna). Luego hacerlo sobre el resto del cuerpo mientras se va relajando y moviendo, con conciencia. Por último, trabajar improvisaciones cantando, crear situaciones ficticias donde poder volcar los emergentes corporales en una vocalización.

Alejandra Bermejillo refiere la utilización de técnicas corporales sutiles, vinculadas al uso de la voz hacia un objetivo interpretativo: mover el esternón, sentir qué sucede cuando el esternón se va adentro y qué sucede cuando se va hacia afuera; distribuir el peso del cuerpo en distintas piernas, alternando; constatar qué ocurre cuando llevamos la cabeza hacia atrás o el mentón hacia adelante, o el ejercicio consciente que requiere trabajar la lengua.

Los ejemplos brindados por ambas docentes apelan a la identificación y registro de las sensaciones propioceptivas más profundas al interior del cuerpo y del aparato fonador en concreto. Por lo cual entendemos que la incorporación deliberada de las técnicas corporales como recurso pedagógico en apoyo a la adquisición de la técnica vocal, colaborará en gran medida a que los cantantes logren profundizar en aquellas sensaciones internas más sutiles que toman parte en el ejercicio del canto profesional.

 2.1 Experiencias de consciencia corporal en ámbito formativo o laboral

Mariana Palomo señala, respecto de la clase de técnica vocal, que realizaban ejercicios corporales que no considera pertinentes a la técnica vocal. En su opinión, el desarrollo de la consciencia corporal en el ámbito de la clase de canto es un trabajo que excede a la técnica vocal y que debería trabajarse personalmente.

Ángeles Asensio recuerda que las actividades vinculadas al ámbito teatral resultaban muy útiles para el cuerpo, pero no tenían que ver con lo vocal, a diferencia de las actividades con elementos externos y movimientos propuestas por Alejandra Bermejillo, que sí encontraba relacionadas con este aspecto.

De ambos relatos se desprende el requerimiento de que los ejercicios destinados al trabajo y desarrollo de la consciencia corporal se relacionen con el objetivo vocal. De no ser así, carecerían del sentido que tienen: la mayor toma de conciencia de las sensaciones internas que intervienen en la adquisición de la técnica del canto.

En el caso de los coreutas entrevistados, todos coinciden en que los ejercicios corporales realizados en el marco de los encuentros de preparación vocal con Marilú Anselmi, estaban enfocados principalmente a la toma de consciencia a partir de la relajación y del movimiento.

Desde su experiencia como preparadora vocal en el coro, Marilú relata que trabajaba con grupos reducidos, en los que iba mostrando a cada uno los ejercicios. Luego establecía una rutina que se iba repitiendo de trabajo en el suelo, parados, sentados, trabajo de brazos, de piernas, de todo el cuerpo, siempre acompañando la respiración. Concedía importancia a la relajación, dada la tensión a la que suelen estar expuestas las personas ciegas. Además, agregó que resulta fundamental poder complementar de manera individual con actividades como natación –que ayuda a experimentar la liviandad del cuerpo- y toda actividad que contribuya a tener sensación de éste, a ir relajando y soltar.

De acuerdo con lo referido por los coreutas entrevistados, cabe señalar algunas palabras clave: relajación, soltarse, moverse y sensación del cuerpo. La relajación aparece vinculada a un “aflojarse”, asociada a la capacidad de descender el tono muscular general, especialmente cuando existen tensiones o contracturas -tal como puntualizan Segre y Naidich (1987)- aunque la relajación no implica pérdida de la tonicidad muscular necesaria para el movimiento. En tanto que moverse y soltarse parecen estar más relacionados a la expresión corporal. Moverse, además de distender, destraba, desbloquea, revitaliza, impulsa a sentirse más desenvuelto; en definitiva, hacerle lugar a la desinhibición y experimentar la sensación de libertad para expresarse.

El movimiento entraña un valor pedagógico fundamental, el de anclar los nuevos aprendizajes en el cerebro. Como hemos señalado con anterioridad, cuerpo y mente se encuentran íntimamente relacionados; tanto así que, procesos habitualmente categorizados como mentales –aprendizaje, pensamiento, creatividad, inteligencia- no son fenómenos que pertenezcan únicamente al cerebro, sino a todo el cuerpo. Sensaciones, movimientos, emociones y las funciones que integran al cerebro tienen su raíz en nuestro cuerpo. La doctora Carla Hanaford (2008) afirma que el pensamiento y el aprendizaje no sólo dependen de la cabeza, sino que el cuerpo desempeña una parte integral en todos los procesos intelectuales a lo largo de toda la vida. Los movimientos no sólo nos permiten expresarnos, sino que, sus mecanismos internos se encuentran íntimamente conectados a toda la estructura del cerebro, y son éstos los que lo hacen madurar. El movimiento físico y la seguridad emocional desempeñan un papel importante en la creación de redes neuronales que son básicas para el aprendizaje.

No obstante, observamos que no ha sido explicitado si la relajación permite a los cantantes entrevistados recrear la imagen del propio cuerpo y tener un conocimiento vívido del mismo. Por tanto, inferimos que la relajación no necesariamente implica ser o estar consciente del propio cuerpo. Creemos que la incorporación de ejercicios o propuestas provenientes de las técnicas corporales, en cambio, colaboraría a una toma de consciencia más minuciosa y profunda del sí mismo corporal, en tanto que éstas facilitan una exploración más honda al interior del propio cuerpo. A través de ellas es posible adquirir una noción cabal de aspectos no siempre tenidos en cuenta, tales como los puntos de apoyo, el equilibrio, el volumen corporal (tridimensionalidad), o los puntos de contacto e interacción ósteo-articulares y musculares que participan en la fonación cantada. Tal interiorización no sólo redundará en una actualización más acabada e integral de la propia imagen corporal, sino que, experimentándola vívidamente, el cantante encontrará en el habitar su cuerpo una certeza y un “estar a gusto” que asimismo se transparentarán en la expresión de su cuerpo y de su voz.

EL TRABAJO DE LA CONSCIENCIA DEL CUERPO Y SUS REPERCUSIONES EN EL APRENDIZAJE DEL CANTO

María Florencia Ramírez (2017) se refiere al cuerpo como instrumento córporo-vocal, su relación con la espacialidad, los movimientos en tanto modos de acceder y expresarnos en ese espacio y la individualidad de tal instrumento al interpretar.

Para una cantante resulta valioso comprender su propio instrumento, para hacer un uso a conciencia del mismo para lograr el resultado estético que desea. El instrumento es el propio cuerpo. Consideramos que la visión fenomenológica del filósofo Maurice Merleau-Ponty sobre el cuerpo puede significar un valioso aporte, dado que es el mismo cuerpo quien “comprende” cuando se adquiere un hábito o una habilidad; entendiendo esta comprensión como el experimentar una concordancia entre lo que se intenta hacer y lo que viene dado como resultado de ello.

La docente María Florencia Ramírez afirma que el conocimiento del instrumento del cantante comienza con la percepción. Puesto que percibir implica la existencia de aquello que es percibido y aquello que percibe, en este caso el cuerpo se encuentra en ambos lugares. Dada esta particularidad, es posible afirmar que la voz es cuerpo y que, por lo tanto, aprender a cantar necesariamente significa un aprendizaje corporal. Tal es la relación entre voz y cuerpo que el esquema corporal se ve afectado por el aprendizaje de la técnica vocal, y la toma de conciencia de este fenómeno por parte del cantante le permitirá reflexionar sobre el funcionamiento de su cuerpo y su relación con éste, lo cual es vital para su formación y posterior desempeño.

Citando a Merleau-Ponty, Ramírez señala que el esquema corpóreo es “una manera de expresar que mi cuerpo es del mundo” (Merleau-Ponty en Ramírez, 2017). Es decir, todas las categorías que cada quien aplica respecto del espacio parten de la relación del propio cuerpo con los objetos; el cuerpo propio marca el “aquí” desde el cual se establecen los diferentes “allá” de los objetos de alrededor. En última instancia, la percepción de la espacialidad depende necesariamente del propio cuerpo. Así, la idea merleauponteana de esquema corporal no se refiere al cuerpo aislado, cerrado sobre sí mismo, sino que éste es la génesis misma de las relaciones que el sujeto entabla con el Mundo-entorno. El cuerpo habita activamente este espacio que ya no es el espacio objetivo, absoluto, completamente independiente del sujeto, sino que es el espacio corporal, el espacio que se construye desde el propio cuerpo.

En cuanto al fenómeno vocal, Ramírez señala que, dado que la voz retiene rastros de nuestra materialidad, de nuestro cuerpo, siempre remite a un quién específico. Y añade que, gracias a su ligazón con la totalidad de la vida de un individuo concreto, no nos oímos a nosotros mismos del mismo modo en que oímos a otro: la relación que se tiene con el propio cuerpo es particular. Aun cuando dos sujetos conscientes posean organismos biológicamente semejantes, ello no implica necesariamente que en ambos se den las mismas emociones o los mismos signos. El uso que se haga del cuerpo, el modo en cual se ponga en juego dicha corporalidad en conjunción con el mundo de emociones, es lo que nos acerca a la expresividad de un sujeto u otro. Cuando nos expresamos por medio de la voz, esta expresividad no es meramente material, biológica, sino que nos presenta quién habla y desde dónde habla (Ihde en Ramírez, 2017), identidad y espacio se unen y se constituyen desde el cuerpo, que es el ancla de todo.

En la concepción que presentamos, no se recurre a una ‘función simbólica’ o a una representación en el proceso de aprendizaje, sino que todo se fundamenta en la dinámica entre el cuerpo, el mundo y la intención. Así, adquirir una habilidad es la captación motriz de una significación que es motriz. Cuando aprendemos una habilidad, el conocimiento que adquirimos sedimenta en el cuerpo, deja su marca en nuestro esquema corporal. Éste se enriquece y se expande, y por ello el modo de relacionarse con el mundo se torna distinto una vez que hemos pasado por este proceso.

De acuerdo con Ramírez (1997):

               “Volver sobre las propias experiencias, es decir, tomar conciencia del propio cuerpo tanto en instancias formativas como performáticas, permite conectarnos con aquello que como cantantes producimos. Nos permite reclamar nuestro instrumento, nuestro sonido, nuestro cuerpo completamente, demostrándonos que hay continuidad entre aquel y nosotros”.

La respiración es cuerpo. El sonido es cuerpo.

 3.1 Los ámbitos de repercusión del trabajo de la conciencia corporal

A fin de conocer de qué manera el trabajo de la consciencia corporal había impactado sobre el desempeño vocal de los cantantes con discapacidad visual consultados, puntualizamos algunos aspectos de la consciencia corporal que consideramos estructurales en la constitución del cantante. Tales aspectos fueron, entre otros, la percepción de las partes del cuerpo y su globalidad, la postura y la actitud corporal, el apoyo del cuerpo y el equilibrio (incluye el balanceo del peso del cuerpo), la consciencia del volumen corporal, la tonicidad muscular y la percepción de las sensaciones internas del aparato fonador, así como la movilidad y el desplazamiento (incluyendo la gestualidad corporal) y la noción del espacio, las dimensiones y las distancias.

A partir de sus relatos en torno a dichos aspectos pudimos establecer tres ámbitos sobre los cuales el trabajo de la consciencia corporal tuvo repercusiones: 1) individual; 2) espacial; y 3) compartido.

 3.1.1 El ámbito individual: el “yo córporo-vocal”

Cada individuo es una unidad de una intrincada complejidad de aspectos que funcionan articuladamente. Sin embargo, para su descripción, nos aproximaremos al “yo córporo-vocal” de los cantantes entrevistados desde sus dos principales componentes, lo corporal y lo vocal.

Respecto de lo corporal diremos que esencialmente el trabajo de la consciencia corporal tuvo repercusiones en cuanto que brindó la posibilidad de una mayor autoconsciencia respecto de su propio cuerpo en relación a su participación en el canto. En cuanto a la percepción de las partes del cuerpo y de su globalidad, Héctor narra el modo en que el maestro José Sícero (antiguo director del coro) les hacía tomar conciencia de cada zona del cuerpo para relajarlo: “…Y cuando hay que relajarse, yo hago eso. Me concentro en todo mi cuerpo. Recorro mentalmente todo mi cuerpo. (…)”.

Otros aspectos destacados por los coreutas son la movilidad y flexibilidad del cuerpo, próximos a la consciencia de tonicidad muscular. La percepción y discriminación de las sutilezas en el tono muscular gracias a la movilidad y la flexibilidad, es lo que en última instancia permite el registro de las tensiones y distensiones en los músculos asociados a las sensaciones internas del aparato fonador. En este sentido Cecilia relata: “Tocarse y buscar en las partes del cuerpo, percibir la vibración en la garganta hasta con el mismo tacto. (…)”.

Respecto de las repercusiones en cuanto a lo vocal, hablaremos de lo técnico-vocal y de lo interpretativo.

                En cuanto al aspecto técnico-vocal, en líneas generales, los cantantes entrevistados refieren que el trabajo de la consciencia corporal ha impactado favorablemente sobre la emisión de la voz. Principalmente señalan la relajación del cuerpo en tanto que permite evitar tensiones y sus consecuentes fatiga y desgaste vocal, así como el dar mayor dinamismo a la voz cantada. Otro tanto ocurre con la postura en cuanto incide sobre el apoyo respiratorio, y los movimientos corporales respecto del hecho de “soltar la voz”, que no suene “estática”, “fijada”.

En relación al aspecto interpretativo, veremos de acuerdo al relato de Anselmo, Sebastián y Ángeles, que las condiciones corporales afectan y se expresan efectivamente en lo vocal. Podríamos hablar entonces de una expresión córporo-vocal, puesto que, actitud corporal, movimientos y gestualidad corporal y expresión facial se encuentran íntimamente ligadas a la voz por conexiones tanto anatómicas como psico-afectivas. Anselmo se refiere así a la gestualidad del rostro: “tenemos una cara, una cara que transmite, que sonríe, que se pone triste, que transmite una emoción, que siente una emoción”.

Sebastián afirma: “cuando tocás, tu gestualidad habla mucho al que te ve (...) Te condiciona a vos y condiciona al que te está recepcionando”.

Ángeles relaciona cuerpo, gestualidad y espacio:

“Eso todavía me cuesta un poco a mí, conjugar lo corporal con lo vocal para expresar, sobre todo para hacer ciertos movimientos y cosas de las cuales uno no tiene dimensión. (...) Para eso también tenés que tener noción del espacio del que disponés”.

Constatamos lo expresado por Ramírez. El espacio ya no puede ser considerado como algo absoluto e independiente del individuo, sino que es el espacio corporal, el espacio que se construye desde el propio cuerpo. En el caso de los cantantes con discapacidad visual, cobra entonces mayor énfasis la importancia de la incorporación de recursos vinculados al desarrollo de la consciencia y la expresión corporal para salvar la carencia de información ambiental y espacial.

3.1.1.1 Empatía y háptica musical

Abordaremos dos aspectos de la corporalidad asociados a la sensibilidad musical, la emotividad y la interpretación: empatía y háptica musical. Retomamos el relato de Anselmo Ferreira: “…cuando canto, me implico completamente con lo que estoy haciendo, no siento que sea un trámite. Y creo que tengo consciencia de que tengo que acompañar eso con el cuerpo, con la expresión, con la cara (…) El cuerpo canta, la cara canta… (…) Tenemos una cara, una cara que transmite, que sonríe, que se pone triste, que transmite una emoción, que siente una emoción...”

Nuestro cuerpo se encuentra íntimamente ligado a nuestra voz por medio de conexiones anatómicas y psicoafectivas. Una de estas últimas es la ligazón emocional, fuertemente vinculada a la empatía. Según el médico argentino López Rosetti (2019), etimológicamente, el término empatía significa sentirse emocionado, específicamente, es la emoción que nos liga al mundo sensible del otro; es decir, se trata de comprender la experiencia emocional del otro como si fuera nuestra.

De la narración de Anselmo podemos inferir que el cantante también empatiza con lo que la música le suscita: “…Me pasó también cuando cantamos con nuestro coro y la Sinfónica nacional, una obra de Mendelssohn, Walpurgisnacht… Hacia el final, cuando el barítono canta que, nos robarán todo, nos robarán lo que sea, pero no nos podrán robar la fe, ¡yo casi me muero cantando eso! (…) Lo bueno es que va más allá de la creencia, lo que tenga uno. Uno se pone en la piel del personaje, del que canta, del pueblo. (…) Va más allá de las cuestiones religiosas. No es tu fe, no es mi fe, lo que sea, pero sentís lo que está pasando…”

Se trata pues de un modo de aproximación cognitiva emocional. Si bien la música usualmente plantea realidades creadas con un fin artístico, su contenido no escapa a las vivencias y sentires humanos universales. De suerte que todos tenemos nuestro mundo emocional interior y la empatía salda las diferencias entre los mundos emocionales de las diferentes personas.

La háptica musical, en tanto, se vincula con la sensibilidad y la apreciación musical, respecto de esto Anselmo añade: “Yo creo que me han enseñado de chico a sentir la música de esa manera y, me pasaba en el conservatorio, ¡aunque sea cantar solfeo!, pero por la música, la melodía, la armonía o lo que sea, yo me emocionaba y cantaba… Siempre le puse emoción a la música, y me gustaría ser capaz de contagiar eso, transmitir eso… Yo me siento muy privilegiado, porque trabajo en lo que me gusta, y el haber tenido grandes maestros que me han hecho sentir la música desde chico. Saber que la música es mucho más que notas. (…)”

Esta sensibilidad, a la que Anselmo alude, es la “háptica musical”. La sensibilidad remite al sentido del tacto que, según el filósofo argentino Pablo Maurette, no es un sentido, sino muchos. Es la sensación externa del mundo, la sensación interior del cuerpo propio y, también, el sentido del movimiento afectivo: “todo lo que nos conmueve, enardece, agita, todo lo que nos afecta con mayor o menor intensidad se experimenta como una forma de tacto.” (2015, p.44) Etimológicamente, además de contacto físico, tacto significa prudencia: “tener tacto es saber afectar, es tocar sin contacto físico”. (pp.51-52)

Sin embargo, a fin de comprender la gama de posibilidades de lo táctil y su naturaleza multifacética, resulta más apropiado el concepto de háptico. Este término de origen griego significa “entrar en contacto con, tocar o agarrar” y entraña la cualidad simultánea de afectar y ser afectado al mismo tiempo: tocar es tocarse, sentir es sentirse. En los últimos años la noción de lo háptico se ha expandido para incluir otras formas de la sensibilidad además de la exterocepción, tales como la interocepción, la propiocepción y la cinestesia, entre otras. Estas se asocian con el tacto porque son, como él, de naturaleza afectiva. (Pablo Maurette, 2015)

La afectividad es la plataforma originaria del fenómeno háptico: afección es toda sensibilidad interna y externa, y subyace a toda sensación y la vuelve posible. El concepto de lo háptico abarcaría desde la sensibilidad primaria de sentirse y saberse vivo hasta la multiplicidad de manifestaciones de lo afectivo y lo táctil, en tanto colectivo de afecciones sensoriales y constitutivas de lo sensorial. (Pablo Maurette, 2015)

En este sentido, podría hablarse de una háptica musical en tanto que la música, al ser interpretada –ya sea cantada o tocada- a la vez que la tocamos, nos toca. Más aún el cantante cuyo instrumento es su propio cuerpo, puesto que aquello que canta “le pasa por el cuerpo”, lo atraviesa: “totalmente. Porque te eriza el pelo, te eriza la piel, te mueve, se te acelera el corazón, te mueve las piernas…”

En cuanto a la apreciación estética, Maurette concluye que ésta es, al fin y al cabo, un fenómeno afectivo que se manifiesta de manera háptica, dado que existen imágenes que ingresan por la vista y melodías que entran por el oído, así como versos y palabras que nos afectan profundamente. “El súmmum del efecto artístico es la sensación de ser tocado, afectado, conmovido por la obra de arte”. (2015, pp.71-73)

Finalmente, y de acuerdo con Ramírez, la voz retiene rastros de nuestra materialidad, de nuestro cuerpo, siempre remite a un quién específico. Más aún, cuando nos expresamos por medio de la voz, esta expresividad no es meramente material, biológica, sino que nos presenta a quién habla y desde dónde habla. Por tanto, al cantar, lo que producimos no se reduce meramente a un sonido con mayor o menor calidad o virtuosismo técnico, sino que somos nosotros mismos con nuestro bagaje de experiencias tristes y alegres, con nuestros temores y esperanzas, con nuestros deseos y necesidades, nuestros sueños y anhelos, quienes nos expresamos por medio de nuestra voz.

3.1.2 El ámbito espacial: el espacio córporo-vocal

Un segundo ámbito para observar las repercusiones del trabajo de la consciencia corporal es el espacio córporo-vocal. El espacio córporo-vocal no afecta sólo a la espacialidad como dimensión física, sino como dimensión ambiental. Esto incluye el espacio físico como tal, y las relaciones córporo-vocales que en él se establecen: interacción del espacio corporal y vocal personal con el de sus colegas (coreutas o músicos instrumentistas) e ida y vuelta con el público asistente. El público no es un receptor pasivo: presencia la interpretación y es “tocado” por la obra musical.

Mencionaremos tres elementos que componen el ámbito del espacio córporo-vocal, y sobre los cuales, de acuerdo con los relatos de los cantantes entrevistados, el trabajo de la consciencia corporal puede incidir: 1) el espacio físico; 2) las interacciones córporo-vocales con dicho espacio; y 3) la presencia y actitud escénicas.

3.1.2.1 Importancia de la relación con el espacio físico para el trabajo de la conciencia corporal

Uno de los desafíos más importantes para las personas ciegas y disminuidas visuales es el conocimiento del espacio que les rodea, así como el movimiento y la orientación en ese espacio. Según Rosa y Ochaíta (1993) los aspectos relacionados con la capacidad de las personas sin vista para conocer y estructurar el mundo entorno, son la movilidad, la orientación y la representación espacial.

La movilidad requiere el funcionamiento de muy diferentes procesos de tipo perceptivo, motor, asociativo, mnésico y representacional. Las personas ciegas deben suplir con otros sistemas sensoriales las importantes funciones que ejerce la visión como sentido telerreceptor.

Al respecto Sebastián Luna destaca la importancia de llevar la atención a la diversidad de percepciones a las que se puede recurrir, además de contar con la mayor cantidad posible de puntos de referencia para ubicarse y en consecuencia desplazarse:

“…Creo que cuando perdés la vista tratás de cuidar un poco más eso, estás más pendiente de la información que te llega por otros medios. Hay algo que uno escucha distinto cuando tenés una pared al costado a cuando no la tenés. Uno está más pendiente de todas esas percepciones... Y lo mismo en moverte en un espacio tratando de buscar puntos de apoyo. Referencias que te ayuden al movimiento, a dónde estás parado, dónde tenés que ir.”

En concordancia con lo expresado, tanto por Sebastián y los autores citados, para que una persona se desplace no basta que sepa moverse, debe ser también capaz de orientarse, de conocer su posición en cada momento del desplazamiento.

En cuanto a la orientación en el espacio, Anselmo Ferreira destaca la influencia positiva que tuvo en este sentido el practicar deportes, así como las clases de psicomotricidad, para adquirir por ejemplo la noción de distancias; y por otro lado la expresión corporal, para dimensionar cuestiones como espacio total y espacio parcial.

Respecto de la orientación en el espacio escénico, Anselmo agrega:

               “Para mí son clave porque, justamente tiene que ver con la orientación. Saber hacia dónde tenés que dirigirte. Cuando uno entra a un escenario, quizás hay formaciones que te las dicen o las tendrás que preguntar. Generalmente hay cualquier indicio que te indica: nunca hay un silencio tal que no puedas saber y ponerte a cantar hacia el fondo del escenario. Alguien que tose, con el murmullo, o el aplauso al entrar. (…) Para mí es muy importante estar bien de frente y no medio torcido. Hay cosas que uno toma en cuenta de lo que puede escuchar, lo que puede percibir a través de los pies –como líneas de maderas o baldosas- que de alguna manera te dan una rectitud. (…) Son pistas que te completan una información”.

Por su parte Sebastián aporta un dato relevante en cuanto a la percepción de las distancias en relación a las características acústicas de los recintos. Advierte que, en los ambientes resonantes, se duplica la información acústica que se recibe. Para quien no ve, este fenómeno representa un esfuerzo y por ende un cansancio mental mayor para ubicarse en el espacio, y en el peor de los casos ocasionar que la persona se sienta desorientada y perdida.

En relación al contenido de las representaciones espaciales, Rosa y Ochaíta consideran que son dos las formas en que, en general, las personas con discapacidad visual pueden organizar o estructurar la información localizacional: mediante rutas y mediante configuraciones. La ruta implica información referente a las relaciones espaciales secuenciales y la organización configuracional implica informaciones de carácter dinámico.

Sobre este punto, Héctor afirma que posee un buen sentido natural de la orientación, inclusive arriba de un vehículo. Además, añade que mientras tuvo visión estudió en un colegio industrial donde aprendió a confeccionar planos. Esta habilidad le permite, en ocasiones en que se presenta una diferencia o transita un lugar nuevo, reconfigurar su mapa mental de las calles y del espacio en general.

Al preguntarle cómo crea este mapa mental en ambientes cerrados, ofrece un ejemplo que podría graficar el modo de organización de la representación del espacio en “rutas”:

“Me parece que lo creo más o menos como es, dentro de lo que voy, por donde vamos caminando, de qué lado está la puerta, de qué lado fuimos entrando, de qué lado están los lugares para acceder al escenario y después para volver a salir, me refiero. Si entramos del lado izquierdo al escenario, una vez que estás arriba salimos por el lado derecho. Ese tipo de cosas”.

Con respecto a la noción de las dimensiones en la representación espacial, Héctor añade:

“Yo le digo a la gente que, a nosotros, es como si todo nos quedara más lejos. Porque hay una cierta ansiedad al no ver por llegar a los lugares. Algo que me quedó a mí de cuando veía a cuando dejé de ver, por ejemplo, los escalones al bajar o subir, es como si estuvieran más lejos. Es una sensación propia. Cuando lo estás viendo ya sabés que está ahí. En cambio, el hecho de no saber, es como si estuviera más lejos, pero eso pasa por una cierta ansiedad. Que es lo que pasa con la gente del coro para moverse. El hecho de no ver te da cierta ansiedad y es bastante complicado para manejarla”.

En este sentido, Rosa y Ochaíta señalan que la representación que se tiene de un espacio muy familiar y conocido es mucho más completa y organizada que la correspondiente a otro apenas visitado. En ausencia de visión, el hecho de no conocer suficientemente un lugar implica un considerable grado de ansiedad y estrés. Cuando un individuo que no ve recorre un lugar desconocido, no sabe qué peligros puede encontrar en ese lugar, y si va a ser capaz de percibirlos de alguna manera para poder evitarlos.

De lo antedicho se desprende que, resulta de gran relevancia que el individuo ciego pueda recorrer y familiarizarse con un entorno, de modo de tomar conocimiento del mismo, lo que redundará en una representación y dominio espacial más desenvuelto y seguro.

 3.1.2.2. Impacto del trabajo de la consciencia corporal en las interacciones córporo-vocales con el espacio

En cuanto a la influencia del trabajo de la consciencia corporal sobre la interacción córporo-vocal con el espacio, mencionaremos: el impacto sobre la relación entre lo corporal y el espacio personal y grupal, y el impacto de lo corporal sobre la emisión vocal.

Como el espacio físico que ocupa una formación coral es compartido, los espacios corporales y vocales se superponen, convergen y se confunden en uno mayor que los abarca a todos. La interacción entre ellos requiere un delicado equilibrio entre el conocimiento y el respeto por el propio espacio y el del otro.

Sobre el trabajo de la consciencia corporal realizado por Marilú, Anselmo comenta que, quizás, no haya incidido en cuanto a los desplazamientos. Respecto de éstos comenta que incidió más su práctica del deporte y de expresión corporal:

“Supongo que también con aprender a manejarme en espacios reducidos: muchas veces, por ejemplo, a la hora de cambiarnos de lugar tenés una silla, y tenés que limitarte a ese espacio. Porque, donde termina tu espacio está el del otro y no se puede descuidar”.

Lourdes se refiere a la experiencia de cantar mezclados y aporta otro detalle: “…Por lo menos, ya no me afecta si el de al lado canta más fuerte o canta menos fuerte, porque yo ya tengo herramientas para poder emitir sin sentirme cansada o abrumada por la voz de al lado”.

El registro consciente de las sensaciones internas de su aparato fonador mientras canta le permite concentrarse en sus propias percepciones más que en lo que percibe auditivamente, para regular el sonido que produce al cantar.

Respecto de los aportes del trabajo de la consciencia corporal en cuanto a la emisión vocal en el espacio escénico, la mayoría de los coreutas coinciden en que tiene que ver con una buena postura y actitud corporal (permanecer erguido sin ser rígido, dentro del poco espacio de movimiento poder ondular, no mantener la cabeza fija, sonreír).

Recurrir a movimientos o gestos sutiles permite disminuir tensiones corporales que pueden afectar la emisión vocal en el ámbito de una presentación. Lourdes menciona mover un poco los brazos, mover los hombros. Tratar de concientizar los músculos de la cara, sobre todo la frente, relajar los brazos, los músculos esternocleidomastoideo y trapecio, de modo de evitar contracturas que puedan ser obstáculo para la emisión.

Un aspecto novedoso al que se refiere Cecilia Fiorentino, es el de la proyección vocal. Según su experiencia desde el trabajo de la consciencia corporal, “estirar, explorar, buscar a tu alrededor” contribuye mucho a poder “sentir que lo que uno hace tiene que expandirse, no tiene que quedarse en uno, es para los demás.” Señala también que la actitud de proyectarse tiene que ver con una intencionalidad de “sentirse que uno se amplifica”, tener la intención, aunque uno no lo pueda hacer físicamente. Aunque “aparentemente” uno no pueda, porque debe ser aparente. Debe haber un cambio de actitud que se siente, que es importantísimo”.

Es importante lo afirmado por Cecilia porque es posible observar en los cantantes con discapacidad visual una actitud corporal sino de apocamiento, al menos de replegamiento. Esto no sólo incide en una proyección limitada de la voz, sino que ofrece un discurso corporal que lejos de reconocer al cantante con discapacidad visual en todas sus potencialidades, lo minimiza, al tiempo que entorpece la finalidad comunicativa del canto, que no es otra que quien escucha sea alcanzado plenamente por la obra musical.

 3.1.2.3. Influencia del trabajo de la consciencia corporal en la presencia y actitud escénicas

Según los entrevistados, el trabajo de la consciencia corporal repercute en la presencia y la actitud escénica. Una de las cuestiones señaladas remite a la postura, principalmente un apoyo estable y evitar movimientos antinaturales.

Lourdes Flügel se refiere a la rigidez que percibe en la formación coral y a cómo intenta aportar flexibilidad al grupo:

“…no ayuda el contexto. Porque es todo muy duro, muy firme, demasiado estructurado y acartonado. Pero sí intento mover un poco las manos, las muñecas, mover un poquito sutilmente para que me aporte -a mí por lo menos- un poco de soltura. Nos falta mucha soltura escénica…"

Sobre la formación coral, Sebastián Luna comenta que el director del coro le pidió que ayudara a ubicarse al compañero que tenía al lado, puesto que la mayoría de las veces terminaba los conciertos mirando de costado. El coreuta con discapacidad visual debe estar atento a su posición respecto de la de sus compañeros. En este sentido, Sebastián indica que el estar presente, actitudinalmente involucrado, denota el compromiso con la tarea que se realiza.

La expresión corporal como recurso escénico enfatiza y acompaña al discurso musical. El trabajo de la consciencia corporal realizado con Marilú Anselmi repercutió sobre la expresión corporal:

“Creo que eso sí tuvo que ver con cosas que decía Marilú [gestos incluidos en obras como ‘Madre del maíz'], en ejercicios o en esa suerte de clases de gimnasia o de elongaciones que hacíamos. Eso sí creo que ha sido concientizar que a veces podemos expresarnos, no sólo con la voz, sino con la actitud corporal. Un pequeño movimiento que uno puede hacer con las manos, con los brazos, con la cabeza misma; abrir los brazos, estirar, llegar hasta arriba. Creo que eso ha sido muy importante, agregar al cuerpo como parte de lo que uno está expresando al cantar”.

Acerca de las intervenciones gestuales, Anselmo señala que algunas personas no comprendían qué se pretendía en cuanto al trabajo en conjunto.

Consideramos fundamental que los cantantes con discapacidad visual cuentan con una devolución clara y sincera de sus referentes (docentes, preparadora vocal, director, colegas) respecto de cómo su presencia, su actitud corporal, su gestualidad e incluso su arreglo personal son percibidos. Un intercambio así en un marco de franqueza y confianza, hará las veces de “espejo” que quien no ve requiere para confirmar el retorno que la mirada no le puede ofrecer, al tiempo que ganará en seguridad para expresarse cada vez con menos condicionamientos y en todas sus posibilidades.

3.1.3 El ámbito compartido: el “nosotros córporo-vocal”

Un tercer ámbito en el que, según los relatos de los cantantes con discapacidad visual entrevistados es posible constatar repercusiones del trabajo de la consciencia corporal, es el ámbito compartido, al que hemos denominado el “nosotros córporo-vocal”. Es compartido porque comprende implícitamente al “yo córporo-vocal” y al “espacio córporo-vocal”, así como a las relaciones que entre éstos se establecen. Más aún, supone la consciencia de saberse y sentirse “nosotros” tanto del cantante para con sus colegas coreutas o músicos instrumentistas, como con su auditorio, puesto que toda obra musical es concebida para ser escuchada activamente y compartida con otros.

Tendremos en cuenta las experiencias y reflexiones de Julio Arce y de Sebastián Luna sobre el trabajo coral.

Para que exista un “nosotros” es necesario que previamente se establezca la consciencia de un yo y un tú interactuando. Sebastián cómo la práctica del tango le ha favorecido en esta toma de consciencia, dado que en este baile se advierte mucho la influencia que cada bailarín tiene sobre su compañero. Explica que la tensión de los brazos y la estructura del “abrazo” son muy importantes, ya que por medio de éstas es como se establece el diálogo tácito con el otro.

“Es muy loco cuando te das cuenta de eso, y lo ponés en pos de esa comunicación en todo caso. Lo mismo pasa con esto que hablábamos de la técnica y el canto. Busco esta impostación que es lo que me homogeniza para cantar con otros. Y cuando cantás en un coro te enterás del porqué de esa cosa [impostación del canto lírico] que al principio te parecía extraña”. (Sebastián)

Podemos, pues, afirmar que la impostación funciona como la tensión en el abrazo del tango: “La impostación de coro de alguna manera te pone en esa tensión sonora para abrazar al grupo… Por decir así”. (Sebastián)

El “nosotros córporo-vocal” supone una unidad, que no es unificación, ya que cada individuo, cada cuerpo, es distinto de los otros. Sebastián acota:

“Obviamente que en un coro la idea es empastar, homogeneizar, entonces se busca eso (...) Y de pronto yo ya venía con un backup de información, entonces ¿tengo que abandonar todo lo que traje acá? No han sido todos, pero a veces pasa mucho eso en la enseñanza más tradicional. Parecería que todos los cuerpos fueran iguales, y no es así”.

Sebastián distingue entre un solista lírico, un solista de música popular y un coreuta. No todo coreuta puede ser solista. Cuenta que escuchó un coro amateur de adultos en Neuquén, en que muchos de sus integrantes cantaban folclore por fuera del coro y parecían un conjunto de solistas, no una agrupación coral. “El coro es enchufar (…) 50 tipos en una sala y que eso suene mancomunado”. (Sebastián)

La unidad requiere un cuidadoso equilibrio entre la consideración de las individualidades, al tiempo que se busca la identidad sonora del cuerpo coral.

El nosotros está dado por la unidad que se forja por medio de los vínculos; no sólo de las relaciones humanas afectivas, sino por los lazos invisibles que la música establece, en una suerte de red vibracional. Los cuerpos individuales vibran juntos, como vibran juntas las cuerdas de un violín o una guitarra, por resonancia. Así, los cuerpos de los integrantes del cuerpo coral resuenan afectiva y musicalmente. Este entramado córporo-vocal requiere de un “diluirse un poco uno para ser un todo”. (Sebastián)

Nos ocuparemos de la actitud en el nosotros córporo-vocal, tanto de la disposición interior como de la corporal. Sobre la primera Julio Arce destaca la importancia de la relajación para la concentración en la tarea coral:

“Con eso tiene mucho que ver la concentración previa. (…) Es aquietarse, tratar de pensar en el trabajo, en lo que tenés que hacer y cómo tiene que salir, cómo tenés que cantar. Tener la mente puesta en lo que vas a hacer, en lo posible en silencio, eso ayuda a la concentración en el trabajo. Cuando hay un trabajo concentrado sale mejor. No es lo mismo salir y estar a los gritos cuando hay que cantar, que antes de salir concentrarse, conectarse con uno mismo, con la música, con el grupo y salir a cantar. Es otra cosa…”. (Julio)

La relajación colabora para llevar la atención sobre la instancia artística que se ha de transitar. Si el cuerpo se encuentra tensionado se distraerá o se fijará en la incomodidad del momento. No así si cada cantante procura distender la tensión ya física, ya psíquica, a fin de disponer todas sus facultades hacia la música interpretada desde sí, con otros y para otros.

Sebastián dice que la actitud corporal debería reflejar que se está presente; es una actitud distendida pero activa.

“…Y, corporalmente, hay algo de lo que te decía esto del profe de Brasil. Vos estás en un coro, tenés que estar bien plantado. Manzanelli ha hablado muchas veces por el tema que termina una obra, y hay coreutas que se ponen a hacerle un comentario al de al lado. Uno termina de cantar, la gente aplaude y uno tiene que sonreír, estar ahí plantado dando un espectáculo. Hay que tener mucha consciencia de eso. No puedo terminar de cantar y me relajo como si estuviera en mi casa tirado en un sillón. Tenés que estar siempre con una postura, como plantado, sin ser contracturado.”

De allí que, la postura corporal en el escenario incida sobre quien escucha, puesto que, de alguna manera, el cuerpo condiciona el sonido.

Otro tanto ocurre con la actitud del “cuerpo coral”. Al respecto Sebastián comenta la anécdota de que en el coro del Comagüe el director les insistía enérgicamente para que mantuvieran una actitud corporal comprometida con lo que se estaba cantando.

Ser y sentirse nosotros implica a la totalidad de la persona, y, por tanto, también a su cuerpo. La actitud corporal expresada en el sonido de la voz también la condiciona. Más aún, la actitud del cuerpo coral habla de su grado de compromiso con la obra musical y con el auditorio. Ésta puede dejar a las claras si los coreutas “están allí” o no.

En síntesis, en este capítulo hemos abordado la importancia del trabajo de la conciencia corporal en las instancias del yo córporo-vocal, del espacio córporo-vocal y del nosotros córporo-vocal. Este abordaje se ha centrado en los coreutas con discapacidad visual concluyendo que el trabajo sobre la conciencia corporal los imposta en la conciencia del propio yo, de su papel en el espacio y de su rol en ese nosotros que es el organismo coral. Se destaca la incidencia de ese nosotros en la interrelación de los coreutas entre sí y de cada uno de ellos con la mirada de ese otro que es el público que escucha.

 

 

 

 

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