300: Frank Miller, falsificado

 

Después de estar esperando como agua de Mayo la adaptación cinematográfica de la espectacular, inolvidable, elevadora y magnífica novela gráfica o historieta (“Comic”, como le llaman los gringos), al final resulta que nos endosan dos horas de vídeo-clip. Todo, en esta «300» es una concatenación de video-clips deslavados; a veces a cámara lenta, ahora con grandes angulares, pero que al final no conforman una película. Y eso a pesar de que la historia que cuenta a priori es muy buena y podía haber dado muchísimo juego, ni más ni menos que: la batalla de las Termópilas, donde 300 espartanos (más unos cuantos miles de hoplitas de cuyo nombre no quisieron acordarse) se enfrentaron al mayor ejército del mundo, el ejército persa, que contaba, según se dice, con 300.000 hombres.

 

Así, lo que podría haber sido una obra maestra, como lo es el mencionado comic (con sus licencias creativas), en este «300» cinematográfico se convierte en un verdadero despropósito. Para empezar, la perspectiva histórica se la pasan por el arco del triunfo, ya que resulta que los espartanos luchan por los hombres libres, cuando la sociedad espartana era perfectamente esclavista. Por supuesto, los dos esclavos ilotas que cada espartano llevó a la guerra (y en el comic tienen su importancia) aquí ni se asoman, quizá por miedo a que les arruinen el discursito de los hombres libres. Y es que Esparta, según esta película, era más o menos el paradigma de la democracia. Y un huevo duro, añado yo.

 

Luego, las mejores frases del comic pasan por la película totalmente desapercibidas (ese: “Y un hombre que se cree un Dios siente por su espalda un escalofrío muy humano”, o “Él te pidió que te levantaras, yo sólo te pido que te arrodilles”), con lo que pierde en profundidad y emoción. Para más, la personificación del mal en el comic, un personaje realmente ávido de poder, ególatra y cruel, el rey persa Jerjes, en la película nos lo presentan con un grotesco disfraz de índole travesti, como la peor de las reinonas del Carnaval de Texcoco (hasta se escuchaban risas en el cine cada vez que aparecía). Y esa voz engolada suya, como diciendo: «Leónidas, te voy a comer todo». Eso no es un error perdonable, resulta un crimen.

 

Pero no se piense que aquí acaba el desliz, agárrense que vienen curvas, a su director Zack Snyder le debió gustar tanto “El señor de los anillos” que sin importarle el plagio, sin ningún recato, se le ocurre meter orcos en la película. Tal cual como se oye. Ya me imagino la escena con el productor:

 

- Pero que yo quiero meter orcos…

- Pero, Zack, que locura. ¿No ves que los persas eran un gran ejército y, además, la gente sabe que eran humanos?

- No, no y no. O meto orcos en la película o no filmo. Y hobbits también quiero meter. Y elfos…

- Venga, va. Te dejamos que el cuerpo de élite persa, Los Inmortales, sean orcos pero cedes en lo de los hobbits y los elfos.

- Bueno, vale…

 

Y claro, de esta manera los espartanos no luchan ya contra un gran ejército preparado, no, luchan contra todos los monstruos del mundo, contra Saruman, contra Jumanji y contra la madre del topo a la vez, a ratos con fondos de música clásica, a ratos con música “tecno” (aquí todo vale, que se acabó la miseria, hay presupuesto de sobra) y por supuesto convirtiéndose por momentos, los espartanos, en luchadores de Matrix, rodarán cabezas, que quien no utiliza el truco de la acción ralentizada en una película no es moderno, ni es nada.

 

Ah, y no hay que perderse el detalle final que también es de chunga, no sé si se lo debemos al director o al traductor: cuando los espartanos encomiendan sus almas a Hércules, que quien conozca un poco de mitología sabrá que era un Dios romano (el griego se llamaba Heracles).

 

En fin, resumiendo: decepción por la nostalgia que genera el comic original. Sé que mi recomendación caerá en saco roto pero mejor sería comprar la novela gráfica de Frank Miller por un poquito más de dinero. Mucha mejor inversión y emociones mucho más fuertes guardan sus páginas.

 

Perdonen el sarcasmo, no es mi forma habitual de hablar del cine. Pero no pude tomar en serio esta sarta de despropósitos. La moda de hacer películas obtenidas de los comics, es válida. Mi infancia estuvo repleta de revistas, de historietas que todos los niños leíamos con avidez. Un mundo poblado de fantasías desmesuradas, saturado de super-hombres (Batmanes, Supermanes, Himanes y todos los “desmanes” posibles) construidos a partir de una cultura gráfica y visual que fue calificada “de evasión”. Y que sin embargo poseía coherencia, destreza y virtuosismo. En el cine ha encontrado, esta expresión netamente gráfica, directores que retoman la fantasía y la sensualidad del comic, con la capacidad de recrear universos feéricos con profundo sentido crítico y aspiraciones estéticas elevadas y creando paralelismos actualizados con la problemática moderna. Esta 300 desvirtúa el afán de contar cuentos y bellas historias, por una pretensión comercializadora, con una intensa campaña publicitaria y, el colmo: falsificar la fantasía. Perdonen ustedes, no me gustó, a secas.

 

Autor: Rafael Fernández Pineda. Cancún, Quintana Roo. México.

fernandezpr@hotmail.com

 

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