UN INFIERNO.
Introducción
Todo cuento es una narración oral o escrita,
puede ser plasmado de una fantasía – ficción que el autor se esfuerza por
crearla, o puede ser tomada de una realidad pero,
cuando los hechos se convierten en no creíbles o extreman lo real; podría
decirse que, el cuento es sacado de la ciencia ficción o últimamente ha sido
elaborado por la Inteligencia Artificial.
Este Cuento está basado en hechos concretos,
reales; ocurridos en algunos Pueblos Andinos como en Cuzco, Ayacucho,
Huancavelica y en Cajamarca, sobre todo, pero, parecería que va más allá de la
imaginación y es entrelazado con el primer verso de la obra cumbre del inmortal
Poeta Universal César Vallejo en: “Los Heraldos Negros”.
Preludio
Al parecer, el Vate se anticipa a lo que
habría de ocurrir contra las mujeres campesinas.
Efectivamente, lo que a continuación se
relata, causará asombro por el actuar de estos espíritus malévolos contra estas
indefensas mujeres de los más recónditos lugares del Ande; se les ve el
desprecio que tienen por la vida de los menos afortunados y los más desposeídos
dentro de una realidad, como la falta de educación, asistencia médica y otros
derechos a los que tiene acceso todo ser humano.
Este será el Corolario de lo que a
continuación se narra.
I
César Vallejo, nuestro Poeta
Universal, en su obra ”Los Heraldos Negros”, en su
creación poética, es como si se anticipara a hechos crudos y dolorosos que
irían a ocurrir noventa años después de la aparición de la obra, en su propia
tierra, contra humildes y pobres mujeres, madres campesinas de los más recónditos
lugares del Ande. Es decir, el sometimiento a las esterilizaciones forzadas.
Las zanjas oscuras dejadas en el rostro y en el alma de aquellas
inocentes mujeres, lo vivido por ellas, se puede considerar como UN INFIERNO,
donde sólo hay dolor, desolación, angustia y miseria y donde no habrá paz y
calma en muchas generaciones.
Prima el engaño, la felonía, la maldad, la
farsa, la mentira, la intriga, y, finalmente, cunde el desconcierto dentro de
los hogares más pobres para poder llevar adelante el Plan macabro propuesto
para exterminar a la descendencia del habitante andino.
Las mujeres, principalmente las madres
campesinas, son llevadas contra su voluntad hacia las Postas Médicas, mediante
el engaño de hacerles entrega de algunos víveres, aprovechando la imperiosa
necesidad y miseria por la que atravesaban, así, accedían a estas madres, Para
luego someterlas y cumplir su propósito de esterilizarlas forzadamente. Luego,
a partir de allí, estas humildes madres, vivirían su propio infierno.
Pasan revista médica a las parturientas. Son
tres enfermeras y un médico con su mascarilla.
Pregunta una de las enfermeras:
¿Cómo te llamas? ¿Qué edad tienes? ¿Cuántos
hijos? ¿Qué grado de instrucción?
Doctor, -dice la enfermera, esta paciente
califica.
Cada día se realizaba esta inspección, para
poder determinar quienes calificaban.
¿Qué me están haciendo? Dice la parturienta
postrada en la cama, con una criatura al costado que acababa de llegar al
mundo.
_No te
preocupes hija, todo está saliendo bien.
Pero, díganme qué están haciendo, el dolor es
a cada momento más intenso, no lo soporto.
_Calma, ya terminamos, -dice una de las
enfermeras.
Te pondremos
un calmante.
¿Y mi esposo sabe de lo que me hacen?
Un silencio sepulcral a la pregunta.
“En eso que me estaba por dormir, tomé fuerza
y me apoyé en uno de mis brazos, tomé impulso sobre la cama y con el otro
brazo, le di un puñetazo en la cara del doctor; le hice caer la mascarilla y
pude reconocer al médico”.
¿Qué me está haciendo, doctor? “No sea cruel
conmigo”.
Al ratito quedé dormida.
A otras: lo
resumo, son miles.
Las llegarían a maniatar, si no accedían por
las buenas, dos o tres enfermeras las contenían y el médico procedía. Fue una
barbarie contra estas miles de mujeres.
Una de ellas, al ver tanta atrocidad que se
estaba cometiendo, causando dolor a sus vecinas, compañeras o amigas, llegaría
a escapar lanzándose por encima de un muro por la parte trasera. Sin embargo,
como eran vigiladas, la capturaron para llevarla a rastras y someterla al
vejamen. Un cuadro de terror.
Ganaría cada médico treinta dólares por
operación…
La mayoría de
ellas tuvo problemas conyugales, rompimiento y destrucción de sus hogares;
otras sufrirían desangrado, no contaban con la asistencia necesaria para poder
contener las hemorragias, llegando a perecer. Lo que causa más tristeza, es que
luego son abandonadas a su suerte fatal, teniendo que salir a las ciudades en
busca de su recuperación sin ningún apoyo económico. Desde luego, llegando a
producirse la muerte.
“Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé… Golpes como
el odio de Dios, como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozaran en
el alma… Yo no sé…”.
Son
pocos, pero son… Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más
fuerte…”.
II
El atropello,
el abuso, la injusticia cometida con las madres del Ande, fue Un Infierno. “Las
Esterilizaron forzadamente”. “Mutilaron sus vientres”. Se quiso exterminar al
poblador de las alturas, así como se está exterminando nuestra “Habla Máter” y
sus riquezas naturales. Ahí están las zanjas oscuras, dejadas en los rostros
más fieros del alma y en el lomo más fuerte de estas mujeres, de eso habla “Los
Heraldos Negros”.
¡Libres! ¡Libres! ¡Cómo los pájaros y los vientos! Humildes
mujeres madres campesinas, felices vivían en campiñas con andenes y quebradas;
sin presumir que caerían en mentes de ideas y manos asesinas.
Mutilaron sus entrañas,
quede escrita la deshonra cometida, destrozaron nidos de futuros ideales, con
engaños, prebendas y mañas; la dignidad mancillada clama justicia por delito,
van sumisas en silencio, cual mirada vacía perdida en el infinito.
III
Parecen almas sin rumbo,
desorientadas, unas van mascullando su dolor; destruyeron sus vidas, vientres,
lo más preciado, su honor. Otras, piden audiencia a sus “apus”
“apus” de inmensas cordilleras; lúgubre clamor, el
viento se lo lleva por ser mujeres analfabetas de largas polleras.
Presentes de lo vivido, mudas han quedado las tristes moradas
donde habitaban, por el insoportable dolor sufrido, cual viejos cementerios
olvidados; ya nada les importa, cualquier castigo enviado por sus mismos dioses
o la propia naturaleza. No hay nada vivido peor que en Un Infierno.
¡Soy inocente! Grita al
mundo entero el asesino.
Aguarden con paciencia dolida, sean fuertes ante el oprobio
cometido, así espero, el cielo a su verdugo lanzará tormentosas aflicciones con
rayos, relámpagos y truenos tejidos en una jaula de acero. Y así, seguirá
gritando hasta su muerte. ¡Soy inocente!
¡Soy inocente!
Esta es una larga historia,
cargada de atropellos, abusos, ignominia y fuertes emociones, que llenaría
cientos de páginas. Ha sido compendiada en un Cuento Corto, para no causarle al
lector mayor sentimiento de dolor.
Autor: Héctor Javier Paredes Cuadros, Arequipa, Perú.