retratodeunabrazo.html.
Cierro los ojos y siento tu abrazo. Me invade
tu olor a campo, tus brazos fuertes me estrechan.
Entonces, de a poco, vuelvo a ser niña otra
vez. Esa pequeña somnolienta, en noches de verano, junto al farol, la radio y
tu voz entre bocado y bocado.
Después, cada día corría, soñando y buscando
caminos para avanzar.
Me parece verte, subido a las paredes que se
alzaban hasta alcanzar el techo anhelado…
Y ahí estaba la pequeña casita que nos
resguardaba de los vientos, las lluvias, las penas…
Después, tus manos ordeñando cada amanecer. Tu
tesoro blanco que a tantos niños alimentó.
Y nosotros creciendo, jugando, trepados a la
hamaca…
Pasaban los años, tus brazos seguían
guiándonos. Tu risa, tus palabras, tu visión de un futuro y mil metas que
ayudaste a forjar.
Siempre ahí, constante, sereno, poniendo en
nuestros corazones el don del esfuerzo, de la paciencia, de la aventura…
Fuiste golpeado, más de una vez creíste que no
podrías seguir, pero siempre renacías…
Cada golpe te hizo más sensible, cada tramo
del camino era siempre a tu modo…
Los vientos nunca cesaron, pero un mate, un
asado, cualquier pequeño regalo era un guiño a tu corazón.
Por eso sembraste, por eso viviste, por cada
retoño que pudimos darte, por esa alegría infantil que tanto disfrutabas…
Y así, simplemente, un día te fuiste…
Pero nunca te irás del todo, siempre
cabalgarás con nosotros, siempre tendremos en el alma tus abrazos, que todavía
nos sostienen en las horas más amargas.
Autora: Laura Soto de
Ferro. Santa Fe, Argentina.
Profesora especializada en Ciegos y
disminuidos Visuales.
laurayroberto2005@funescoop.com.ar