Lo suave.
Era aquel un tiempo
en el que me sentía muy melancólico.
No aceptaba las
realidades aparentes.
Pero en mis neuronas,
en los glóbulos rojos, en mi pensar, andaba un caballo de Troya pisando todo
sin el más mínimo respeto.
Juglares, cunas de
niño, auroras comestibles, sal, mercurio rodando por todo mi ser...
Aquella mañana tenía
los pies y la mirada fijos en el tibio mar del Adriático, ojos fijos, sin
nada...de pronto
Una ola inmensa traía
en sus espaldas, una rosa gigantesca como nunca vi...
Al acercarse la rosa
me abrió sus puertas invitándome a entrar...
Su color era de
cristal, me sonreía su boca de pétalo carnoso, era todo un hechizo inexplicable
que me atraía más y más...
Hicimos un viaje de
muchos agostos, o abriles cuajados de otoños, no sé el tiempo...
Sí sé que era un
deleite aquel perfume, aquella sedosidad de la rosa...
Nunca hice el amor
como con ella, mi rosa de amor.
Pasábamos días
copulando, increíblemente sobre el murmullo del mar.
Un día chocamos con
una roca, salí bastante herido.
Día tras día, néctar
por néctar, pétalo a pétalo me fue curando, con todo su aroma y su amor... Hoy
con la aurora en los ojos me dijo: Siempre voy a amarte... pero tú perteneces a
este lugar... La vi alejarse, nunca supe si fue un sueño o una realidad...
Autora: Olga
Triviño. Mendoza, Argentina