LA ENSALADA TERRORÍFICA

 

El atardecer daba paso a la noche cuajada de puntitos de luz. Axel abrió la puerta de su departamento, llegaba desde su oficina, su día había sido bastante duro.

La noche se perfilaba estrellada y cálida.

Sacó una mesita al balcón, puso una maceta con una violeta africana y comenzó a prepararse una copiosa ensalada.

Lavó lechugas y las cortó finitas. Ralló zanahorias, picó cebollas, tomates y varias verduras más. Las sazonó y se sentó, estiró las piernas y cerró los ojos.

De repente oyó un extraño ruido y vio con asombro marchar con aire marcial varios pepinos, detrás llegaban, en estricta formación los tomates.

Se fueron desparramando formando un semicírculo.

De pronto surgió un gran repollo que tomó asiento en el estrado.

Se distribuyeron las zanahorias como jurado, ujieres y policías.

Sonó una estridente campanilla y se inició el juicio.

Los choclos lo acusaban de crueldad extrema ya que en presencia de la inocente y espantada violeta que veía con terror cómo asesinaban con sadismo a sus inocentes congéneres.

Axel comprobó con miedo que no había ningún abogado que lo defendiera.

Las diversas verduras fueron desfilando dando sus alegatos acusándolo violentamente.

Llegó el momento del fallo.

El jurado volvió de sus deliberaciones y el juez les pidió su dictamen. El presidente del jurado leyó la sentencia: los doce miembros del jurado lo declararon culpable sin ningún atenuante. El juez dictó sentencia: sería picado y rallado como él lo había hecho con las inocentes verduras.

Fue el juez quien haciendo sonar su campanilla dio por terminado el juicio, ruido de la campanilla que sobresaltó a Axel. De pronto el joven abrió los ojos, se encontraba sentado frente a su mesa.

El timbre sonaba estrepitoso. Eran sus amigos que venían como todos los martes para jugar su partida de ajedrez.

A Sebastián le llamó la atención la palidez del rostro de Axel, pero no dijo nada.

Él, entretanto, tomó con mucho cariño su macetita con la violeta africana y sacándola de la mesa la puso en su lugar habitual.

 

Autora: Isabel Carmen Beatriz Núñez. Buenos Aires, Argentina.

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