ENTRE ISLAS, PUENTES Y LA COMUNICACIÓN HUMANA

 

Como personas, somos seres únicos e irrepetibles. Únicos en nuestra alteridad en todo el universo.

Esto nos permite entre tantas cosas elegir. Elegimos nuestro camino y surcamos el presente con la certeza de que nadie más podrá ser igual a mi ser.

Desde ese concepto somos islas. Islas autónomas y solitarias que colocadas en una inmensa superficie de agua, compartimos la vida en sociedad, familia y trabajo con otras islas vecinas y cercanas.

Podemos entonces construir puentes de comunicación con las otras islas, tan independientes en sus decisiones como mi isla y tan cercano en el vínculo como para no quedar aislado.

Aquí es donde nos relacionamos con nuestro vecino, nuestro hermano, nuestro prójimo.

Vamos creando una red de puentes que nos permitirá cruzar por distintos paisajes, por tipos de personas que abren sus islas de par en par y también, por otras que tienen dificultad para la elevación de un puente que las una.

Puede ser también, que en una parte de mi isla sea más sencillo la creación de puentes y en otra, más inhóspita, la dificultad de hacer puentes sea notoria.

Al vivir en una isla la necesidad de puentes es imperiosa y la dificultad de mi vecino en crearlo puede ser mi oportunidad para empezar el puente desde mi lado.

Hacer puentes en forma constante, aunque se caigan, aunque sean endebles, aunque sea costoso. Siempre será más provechoso hacer y hacer puentes para acercarnos al otro, a esa isla que aún no contactamos. A esa isla que por un enojo se cerró y los puentes se deterioraron para poder cruzarlos.

El encuentro entre las personas, el encuentro entre las islas, requiere puentes de comunicación. Recibir la mirada de mi próximo y entregarle otro gesto abierto es, en un principio, un acuerdo para conectarse en la mitad de nuestro puente.

Literalmente ser pontífice no es nada más que eso, ya que pontífice quiere decir popularmente: hacer puentes. También, en la antigua Roma, pontífice era el cargo de quien cuidaba el puente del río Tíber.

Ambas entonces, la de hacer puentes y de cuidar el puente, son alternativas saludables para la comunicación humana.

 

Autor: Alejandro Lemos. Buenos Aires, Argentina.

alemos@epimeleia-argentina.org

 

 

 

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