EL DIAMANTE DE MI INFANCIA

 

Yo tengo muchas y breves reminiscencias de mi niñez, a las que han contribuido mis padres y mis hermanos y desde luego, y en gran medida, mi entrañable y limpia relación con mi Padrino Israel, él tuvo sin duda un gran protagonismo en mi infancia y en la de mis dos hermanos.

 

Hoy, contemplando mi vida transcurrida, me conmueven vivencias saturadas con nostalgias de mi infancia. Siendo muy pequeña falleció mi padrino Israel y sin que nos uniera parentesco alguno, me brindó el cariño y ternura que solo un padre y abuelo puede prodigar. Desde aquel instante significó para mí los cimientos de los valores éticos y morales que hoy determinan el accionar en mi vida. Irra, como le llamaba fue un ser especial, de principios profundamente religiosos y cristianos, fumador de su tabaco en su pipa de aroma densa, el pastoreo a Manuela y Estrella que eran las vacas a las que cuidaba por su sabrosa leche y quesos caseros, con un semblante rugoso lleno de paz, de manos toscas, la sabiduría a flor de piel, de ojos tristes intensos y profundos.

 

Este extraordinario ser ejemplar residía en las afueras de Capira, en una modesta casa dedicado al ordeño, cargada de árboles frutales, cría de aves de corral con un ancho río de aguas cristalinas; representó el padre que me hizo falta en mi infancia, llenó mis vacíos de la niñez, me cuidó en la enfermedad, me dio aliento cuando me invadían los temores, me enseñó a avanzar y crecer.

 

Hoy que soy una mujer hecha y derecha debo aceptar la valía del esfuerzo y del sacrificio, pues Irra me hizo comprender que yo acumulaba sabiduría para toda la vida. Otro recuerdo de los más agradables que guardo en mi memoria de este capireño que nunca olvido, y es que pasaba gran parte de sus días dedicado a las faenas agrícolas y avícolas, también elaboraba los quesos que luego vendía y de vuelta a casa siempre llegaba con víveres y golosinas. Así un día compró una muñeca especialmente para mí, nunca otras demostraciones de amor podrán superar y remplazar las que Irra imprimió en mi ser.

 

Eran épocas difíciles, Irra nació con la entronización del siglo pasado, fue un hombre compasivo, padeció muchas carencias, apenas había cumplido mis diez años mi padrino querido del alma, una triste mañana de enero se durmió para siempre y quedé sola, todo fue más difícil después de tanto amor junto a este campesino al que le debo tanto, aunque todavía tengo mucho que hacer debo continuar tejiendo mi historia.

 

 En el discurrir de esta rutina han pasado los años, soy una profesional, sigo recordando la bruma del tabaco, su ausencia la he sentido hasta los tuétanos de mis huesos, lo que sí tengo claro es que soy privilegiada de las circunstancias por haber contado con este capireño que siempre me aconsejó el buscar la verdad y la bondad en el alma de los demás.

 

Todos, absolutamente todos, tenemos un recuerdo inefable ligado a alguna -o a muchas- anécdotas de la infancia, un padre, amigo o pariente como parte de esa familia extendida que poseemos todos. Y a medida que se alejan en el recuerdo, parte también de los recuerdos más entrañables de nuestras vidas.

 

Hoy atesoro estas vivencias como la huella indeleble de un ser ejemplar que marcaron e identifican mi vida, lleno de tanta bondad y arrugas en su rostro, no me cansaré de agradecerte Irra los años de felicidad, supiste cubrir con afecto el vacío del que adolecí, protegiéndome con cariño, cuidándome, siempre te amaré gracias por conocerte, seguirás vivo en mi memoria.

 

Autora: Elodia Magdalena Muñoz Muñoz. Panamá, Panamá.

Comunicadora Social.

elodia_0262@yahoo.es

 

 

 

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