DE LA REPÚBLICA RESTAURADA AL TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN

 

XV

 

LA CONSTITUYENTE EN 1916

 

Las ideas libertarias que influyeron en la independencia de México tienen su origen en la compleja situación que se daba en Europa, que tenía una expresión concreta y discordante en la misma España, que sellaron tres corrientes en el liberalismo entre las que destacaban la radical representada por Javier Mina; la criolla que tenía en ella a personalidades como Ramos Arizpe o Bustamante y, finalmente una tendencia aristocrática que encarnó Iturbide y que se manifestó claramente en el llamado Primer Imperio Mexicano.

Consumada la independencia en 1821, el naciente Estado Mexicano surgía con notable debilidad, que aprovecharon los sectores más conservadores para la monarquía, y tras la derrota de los mismos la constituyente aprueba la Constitución Federal del 4 de octubre de 1824.

La Constitución de 1824, compuesta por siete títulos y 171 artículos, establecía la forma de República Federal similar a la de los EEUU. Entre otras, el poder Legislativo estaba formado por dos cámaras y el Ejecutivo se integraba por un Presidente y un Vicepresidente. Este hecho fue motivo de serios conflictos por haber sido ocupado ambos cargos por individuos de diferentes tendencias. Esta Constitución, además de no mantener el equilibrio de poderes, estaba llena de contradicciones, como reflejo de las circunstancias difíciles del país. Había una fuerte intolerancia religiosa, en contraste con la libertad de pensamiento, imprenta y expresión, así como el mantenimiento de fueros y privilegios para el clero y el ejército, al lado de la igualdad ante la ley.

Las debilidades del naciente Estado, establecido en un amplio territorio y con una baja población, amenazado por el expansionismo norteamericano (expresado oficialmente en el “Destino Manifiesto” en 1845 para justificarse, que reivindicaba para estos “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”); influyeron notablemente en los primeros 30 años de México.

De 1824 a 1854 se dan más de medio centenar de cambios de presidentes, destacando once veces en que don Antonio López de Santa Anna ocupa la primera magistratura; la Constitución federal será sustituida por la centralista; ésta por las Bases Constitucionales que restablecía (parcialmente) la de 1824. En ese lapso se pierde Texas, se da la intervención norteamericana que concluye con el gran despojo del mapa mexicano.

Al producirse la Revolución de Ayutla sus líderes consideran indispensable convocar a la Constituyente, tarea que ejecutará don Ignacio Comonfort y de la cual se promulgará el 5 de febrero de 1857, la cual aunque resultó moderada ponía las bases para abrir el desarrollo del capitalismo en México y pese a la traición de Comonfort al desconocer la Carta Magna no logrará evitar que después del triunfo de los liberales y sus leyes de reforma se amplíe el camino para este objetivo.

Posteriormente del triunfo de la República sobre el imperio de Maximiliano, al regresar Juárez a la ciudad de México e iniciar el período de la República Restaurada, quedaba despejado el camino para iniciar el proyecto liberal de establecer la vía capitalista del desarrollo económico de México.

En el primer período de Díaz están listas las condiciones para “el progreso y la paz en México” y, con ello abrir también el paso para iniciar la del desarrollo de la educación, las ciencias, las artes y la ampliación de la vida cultural como colorario del proyecto de emancipación visualizado por los reformistas mexicanos.

Al iniciar el porfiriato (o sea el período ininterrumpido, de reelecciones de don Porfirio) después del gobierno del General Manuel González, en el que el General Porfirio Díaz ocupó la Secretaría de Fomento, y de realizadas las reformas al sistema monetario, el camino está libre, pero para el desarrollo se recurrirá a la dictadura antes que cohabitar con la democracia burguesa como método para gobernar. El régimen de Díaz pese a cubrir los requerimientos constitucionales, por los intereses a los que sirvió, se convirtió en una dictadura oligárquica liberal.

Los gobiernos de Díaz en el camino para el desarrollo de México pretendieron equilibrar la presencia de los Estados con la asistencia del capital de países europeos y Japón. Díaz aconsejado por Limantour nacionaliza los ferrocarriles afectando más al capital norteamericano que a otros. Otras medidas de Díaz como el comprometer legalmente a los inversionistas extranjeros en que “no podrán recurrir a los gobiernos de donde procede el capital invertido en territorio nacional sobre las medidas y asuntos internos establecidas por los gobiernos de la república” como era el caso “del petróleo, comercio, o aquellos que sean propiedad de la nación” y que no fueron bien vistas por “nuestros buenos vecinos”.

La política exterior solidaria de Díaz con respecto a los países latinoamericanos sobre los Estados Unidos, como el caso del Presidente Zelaya de Nicaragua, que había sido derrocado mediante una invasión norteamericana, que recibió asilo de México y que fue trasladado a nuestro país en un buque de la marina de guerra mexicana, motivó que norteamericanos apoyaran a los movimientos opositores como el encabezado por don Francisco I. Madero.

El programa de gobierno del señor Madero, pese a ser lo suficientemente moderado no era totalmente bien visto por los norteamericanos. Madero no estaba dispuesto a entregar la hegemonía a las empresas del vecino país, decretó a la vez un impuesto especial para el petróleo y el despido de los ferrocarriles de todo trabajador estadounidense que no hablara español.

Pronto el gobierno del país vecino y su embajador, Henry Lane Wilson, visualizaron que la política del señor Madero sería igual a la de los últimos años del porfiriato y ello explica la participación del diplomático en la conspiración y derrocamiento del régimen de Madero. Huerta también sigue la línea de Díaz y Madero y su alianza es preferente con Europa por lo que el gobierno de Wilson se niega a reconocerlo y, bajo el también pretexto de que recibirá armas en el Ipiranga invaden México en abril de 1914.

El movimiento constitucionalista, encabezado por Venustiano Carranza contra la usurpación de Huerta, muestra con la toma de Zacatecas la necesidad de convocar a una nueva constituyente que reciclara al Estado mexicano y tomara en cuenta los cambios legales que demandaba el país.

Para legalizar su gobierno Carranza convocó a la constituyente, que se presentaba de tal manera que todo “parecía fácil” para los carrancistas. La nueva Carta Magna sería la continuación de la de 1857, pero con la diferencia que fortalecería el poder presidencial al proponer limitaciones al legislativo y ampliarlas (legalmente) al ejecutivo.

En esas condiciones el presidente será: Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Jefe Supremo de Las Fuerzas Armadas, teniendo atributos para determinar sin restricción alguna la orientación del gobierno federal, nombrar a los miembros de su gabinete como sus auxiliares dependiendo exclusivamente del titular del ejecutivo, así como iniciar, vetar y promulgar leyes. La constituyente de 1916 determinaría las formas de gobierno durante el siglo XX e influiría de manera determinante en las nuevas instituciones de México.

 

XVI

 

LA CONSTITUCIÓN DE 1917

 

En el curso de 1916 se hizo inevitable la necesidad de convocar a un congreso constituyente y para don Venustiano Carranza le brindaba la posibilidad de reconstruir el proyecto organizado en 1913, en Guadalupe, por lo que se debía introducir algunas modificaciones en la Carta Magna de 1857. Con esto se trataba de dar por terminada la lucha armada y regresar al orden legal.

La convocatoria se hizo en septiembre y desde las reuniones previas, las sesiones de debates, hasta la aprobación de lo que sería la nueva carta magna, se registraron una gran diversidad en las opiniones de los diputados, lo que permitió la formación de dos grupos extremos que algunos llamaron “las izquierdas exaltadas” y “derechas moderadas” que se alarmaban ante algunas medidas. El debate entre “obregonistas” y “carrancistas”, lo relevante que se suscitó entre unos y otros era el cómo hacer realidad el liberalismo.

En la corriente moderada que se aglutinaban alrededor de don Venustiano se encontraban como núcleo fundamental a los ex diputados renovadores, pertenecientes al período de Madero, y los que llegaron sin formar parte de alguna corriente formal que fue la que formó la mayoría “equilibradora de los extremos”. Estos en su conjunto le dieron una fuerza real al proyecto que encabezó Carranza.

Por otra parte los grupos radicales o progresistas se asociaban con el General Álvaro Obregón y muchos de estos “habían peleado en los campos de batalla y querían destruir rápidamente el pasado para entrar en el porvenir que habían soñado para México”.

Carranza había abrazado un liberalismo autoritario como fin, concebía la revolución como un cambio esencialmente político, derivado del largo mandato de don Porfirio. En la realidad buscaba restablecer la paz mediante el orden constitucional, para continuar el proyecto de desarrollo iniciado por don Porfirio, preservando el derecho del Estado de no enajenar los bienes básicos considerados propiedad primaria de nación, indispensables para el desarrollo de México y contaba con el apoyo de la burguesía y de una parte de los hacendados.

La corriente aglutinada por el obregonismo, estaba formada por rancheros, sectores de la pequeña burguesía urbana y rural, partidarios de promover por lo menos cambios sociales más profundos, si bien no todos tenían el radicalismo de los que propusieron la Convención de Aguascalientes.

El General Álvaro Obregón se caracterizó siempre por su sensibilidad política y su habilidad para negociar. Aunque no había participado en la Revolución Maderista, se sabe que tuvo contactos con los magonistas y que le hacían llegar el periódico “Regeneración”. Inició en 1911 su participación en la política como candidato a una diputación que pierde, empero después ganó la presidencia municipal de Huatabampo con el apoyo de su hermano José, (presidente interino del pueblo), del gobernador y del diputado Adolfo de la Huerta, su amigo.

Obregón, al llegar la constituyente de 1916-1917, ya había comprendido las nuevas circunstancias históricas que vivía México y que no se podría gobernar sin tomar en cuenta los anhelos del pueblo. Tuvo el cuidado de trazarse políticas de conciliación con grupos campesinos y aunque no fue partidario del ejido “pues no lo consideraba capaz de sustentar las necesidades agrícolas del país y que por eso no podía ser la principal forma de la tenencia de la tierra, sino más bien como un complemento y un paso transitorio a la pequeña propiedad”.

El invicto General sonorense pensaba más bien que lo que había que desarrollar en toda la nación deberían ser “pequeños propietarios rancheros altamente productivos para lograr el equilibrio agrícola”. Su sensibilidad le hacía ver desde luego que no podía oponerse al reparto por lo que los campesinos habían participado en la magnitud de la revolución.

Obregón creía que el joven movimiento obrero mexicano debería ser llevado bajo la conducción del Estado surgido de la Revolución Mexicana, por lo que también apoyaba la educación urbana y rural. Todo lo anterior permitió Obregón a engrosar las filas de sus seguidores.

Finalmente había otros radicales entre los que destacan Francisco J. Múgica, Esteban Baca Calderón, Heriberto Jara, Cándido Aguilar, Juan de Dios Bojórquez, Rafael Martínez de Escobar, Luis Espinosa y Froylán Manjarrés, que habían abrazado las ideas avanzadas expresadas en el Programa del Partido Liberal Mexicano, en 1906, encabezado entre otros por Ricardo Flores Magón, y que serán los que le darán un carácter social más profundo a la Constitución de 1917. Sus iniciativas incorporadas a la Carta Magna, serían años después modificadas de manera paulatina y muchas otras derogadas de manera definitiva.

El grupo obregonista estaba respaldado por el recién creado Partido Liberal Constitucionalista. La tendencia radical logró una mayoría, que se demostró en la composición de las comisiones. Del proyecto presentado por Carranza fueron aceptados los cambios en cuanto a la organización política del país, que le reafirman su carácter presidencialista. En una serie de artículos fundamentales impuso su criterio el ala jacobina. De hecho en la Constitución quedaron incorporadas las propuestas y demandas de las diversas corrientes revolucionarias.

El fuego entre unos y otros se abrió desde el primer día de las sesiones y duró hasta el último día del Congreso.

 “Sin la influencia de Obregón -reconocieron los radicales en voz de Juan de Dios Bojórquez- y sin su apoyo decidido a los diputados radicales de Querétaro, otra hubiese sido la suerte de la Constitución. No hubiéramos tenido ni artículo 3º, el 5º, 27, ni artículo 123, ni 115 ni 130. Es decir, se habría perdido lo fundamental de las reformas revolucionarias”.

La Carta Magna quedó conformada por los siguientes títulos: I. De las garantías individuales. II. De la soberanía nacional y de la forma de gobierno. III. De la división de poderes. IV. De las responsabilidades de los funcionarios públicos. V. De los Estados de la Federación. VI. Del trabajo y la previsión social. VII. Prevenciones generales. VIII. De las reformas a la Constitución. IX. De la inviolabilidad de la Constitución.

Como la de 1857, la Constitución de 1917 establecía el sistema federal, la separación de poderes, la no reelección, un Poder Legislativo en dos Cámaras, y una Comisión Legislativa Permanente. A diferencia de su antecesora, dio gran fuerza al Ejecutivo.

Siguiendo lo dispuesto en los transitorios de la Constitución, Carranza convocó a elecciones para presidente y para diputados y senadores al XXVII Congreso de la Unión. El 1 de mayo de 1917 Carranza rindió protesta como presidente constitucional.

La nueva Constitución trajo la protesta de los Estados Unidos ya que consideraban que los artículos 3°, 27 y 123 lesionaban los intereses de los extranjeros, a ella se sumó la queja de las compañías petroleras que veían afectados sus intereses pues el gobierno de Carranza trataba que los hidrocarburos quedaran bajo el dominio de la nación. El conflicto tendría sus puntos culminantes en los gobiernos que siguieron a Carranza.

Formalmente la Revolución había terminado y se vivía bajo una nueva Constitución, sin embargo la paz no se había restablecido en todo el país, lo que siguió después, conocido como la lucha de facciones, no era más el reflejo del conflicto para desarrollar el proyecto de la nueva época que se abría con el triunfo de la Revolución Mexicana de 1910-1917.

 

Autores: Casa de la cultura de Cancún, con la coordinación de Raúl Espinosa Gamboa y con la colaboración de Edith Marlene Orta Carrizales y la Fundación “José Lima Zuno”. Cancún. Quintana Roo. México.

casadelaculturadecancun@yahoo.com.mx

 

 

 

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