DE LA REPÚBLICA RESTAURADA AL TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN

 

III

 

LOS GOBIERNOS DE PORFIRIO DÍAZ A PARTIR DE 1888

 

Durante el tercer periodo presidencial (1888-1892), Díaz consolidó su poder con base a los éxitos alcanzados en el segundo: la conservación de la paz (paz del sepulcro, decían sus opositores) y la conquista de prosperidad. Sin embargo, en los últimos años de ese cuatrienio la popularidad del presidente se vio amenazada por una crisis financiera que puso en peligro la tan ponderada prosperidad: la pérdida general de las cosechas ocasionadas por las terribles sequías y la depreciación de la plata en los mercados mundiales.

Hasta 1890 la presencia de grandes compañías extranjeras dotadas de maquinaria y técnicas de producción y administración modernas le dieron un vigoroso impulso a la industria.

Como consecuencia de los anteriores, el cuarto periodo de Porfirio Díaz (1892-96) se inició en condiciones de crisis que afectaba directamente a lo social y repercutía en el ámbito político. En 1893 José Ives Limantour se hizo cargo de la Secretaría de Hacienda y logró superar la crisis, circunstancias que favorecieron la reelección de Porfirio Díaz para su quinto periodo presidencial (1896-1900).

En 1898 Limantour se propuso regular el sistema de concesiones a Ferrocarriles y al año siguiente fue promulgada la Ley General de Ferrocarriles.

En su sexto periodo de gobierno (1900-04), Porfirio Díaz manifestó su apoyo al Secretario de Hacienda José Ives Limantour para sucederlo en la presidencia, al mismo tiempo que alentaba las aspiraciones del Secretario de Guerra Bernardo Reyes con la misma finalidad. Sin embargo, la rivalidad que se generó entre ambos fue tan escandalosa y el desprestigio que se causaron tan grave, que sus ambiciones políticas los afectó y justificó la permanencia de Porfirio Díaz.

En este periodo se intensificaron los conflictos políticos a causa de la obstinada permanencia de Díaz en el poder. También ocurrieron los más graves conflictos sociales debido al alto costo que el régimen tenía que pagar al haber la justicia social en aras del progreso material.

El porfiriato, empero a todo, no pudo evitar las contradicciones. Sus métodos eran “el expediente de una dictadura disfrazada de régimen constitucional”. Ante esa situación, a iniciativa de Camilo Arriaga, en agosto de 1900 se formuló una “Invitación del Partido Liberal” firmada por 123 personas que convocaba para crear “Clubes Liberales”, los que celebrarían un congreso en San Luís Potosí el 5 de febrero de 1901. Entre sus resoluciones destacaban: defender la educación liberal; postular como principio el respeto a la ley; instruir a los obreros en la defensa de sus derechos; luchar por la autonomía municipal y la libertad de elección.

Los grupos liberales empezaron a organizarse en todo el país y además de denunciar la violación de las Leyes de Reforma, se “pronunciaron porque un verdadero liberal llegara a la presidencia de la república”, conformando la Confederación de Clubes Liberales. La represión fue la respuesta inmediata del gobierno, clausurando numerosos clubes y encarcelando a varios de sus dirigentes y sus periódicos fueron continuamente clausurados. “Estas medidas redujeron los clubes liberales de 150 en septiembre de 1901 a unos cuantos a finales de 1903”.

Las dificultades que empezaron hacer visibles y la avanzada edad del dictador permitió a los diferentes grupos políticos se conciliaran con el fin de preparar una nueva reelección y propusieron la creación de la Vicepresidencia y la ampliación del periodo de gobierno que permitiría el triunfo de la fórmula Porfirio Díaz, Ramón Corral para dirigir al país en el sexenio 1904-10.

La abrumadora presencia de intereses norteamericanos, en los cerca de 19 mil kilómetros de vías férreas en el año 1906, llevaron al Secretario de Hacienda José Ives Limantour a advertir al presidente Díaz que “esa concentración pone en manos de empresas extranjeras la suerte económica de extensas regiones, las lleva a ejercer una influencia poderosísima en política”. Y en consecuencia en 1908, el gobierno creó la empresa de participación estatal Ferrocarriles Nacionales de México en la que se fusionaron entre otras el Ferrocarril Central Mexicano (México-Ciudad Juárez), El Nacional (México-Laredo) quedando bajo el control estatal más de once mil kilómetros de vías férreas (posteriormente en 1914 Carranza decretaría que todas las líneas férreas quedaban bajo el control del gobierno constitucionalista excepto los Ferrocarriles Unidos de Yucatán que pasaron a ser manejados por el gobierno estatal, en tanto que en 1926 el presidente Calles los devolvió a quienes presentaron títulos de propiedad).

Limantour organizaría también el sistema bancario mediante la Ley General de Instituciones de Crédito de 1896 que será reformada en 1908 y que obligaba a no prestar a “una sola persona física o moral más del 10% del capital pagado” y la ley de Comercio que establecía las bases para la reglamentación de la emisión para “para respaldar el monto de lo que hicieran circular con una garantía del 33% en títulos de la deuda pública o efectivo, además de otros 33% que debía guardar el propio banco”.

Por otra parte, los liberales perseguidos en todo el país, divididos en torno a sus actividades inmediatas, el sector radical encabezado por Ricardo Flores Magón se exilia en los EEUU en 1904 publicando “Regeneración” como elemento organizador. El 28 de septiembre de 1905, en San Luís Missouri, se instala la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano (PLM) y el primero de julio de 1906 publican el “Programa del Partido Liberal Mexicano”. La insurrección “que será la chispa de la Revolución” fue planeada para octubre de 1906 y pese a la infiltración, las delaciones y la represión, se produjeron los levantamientos de grupos afiliados al Partido Liberal Mexicano.

El programa del PLM servirá de inspiración a los constituyentes más avanzados de 1917. Sus 44 puntos se verán en principio reflejados en la Carta Magna, aunque algunos serán posteriormente reformados o anulados. Entre los principales tenemos: la no reelección del Presidente y Gobernadores de los Estados; libertada de expresión y prensa; la abolición de la pena de muerte; la responsabilidad de los funcionarios públicos; el mejoramiento y fomento de la educación; la enseñanza laica, gratuita y obligatoria; la supresión de escuelas regenteadas por el clero; el establecimiento de ocho horas de trabajo y un salario mínimo; la prohibición del trabajo a menores de 14 años; la obligación a la indemnización por accidentes; la obligación prioritaria a la contratación de trabajadores mexicanos sobre extranjeros; legislación agraria avanzada; hacer práctico el juicio de amparo; y reorganización y fortalecimiento del poder municipal, entre otros. (Lamentablemente -como paradoja- el precursor más importante de la Revolución Mexicana, Ricardo Flores Magón, fallece encarcelado en los EEUU el 20 de noviembre de 1922, aunque obstinadamente algunos fundamentalistas lo hagan aparecer como un día después).

El 1 de abril de 1907 se forma la comisión encargada de los festejos del centenario. Bajo los lineamientos del General Díaz: “El primer centenario debe denotar el mayor avance del país con la realización de obras de positiva utilidad pública y de que no hay pueblo que no inaugure en la solemne fecha, una mejora pública de importancia”. El trabajo ideológico se debe en gran parte a Justo Sierra y a Vicente Riva Palacio en el ámbito de su intelectualidad: la historia nacional el primero y sobre las lecciones de civismo el segundo.

La celebración del Centenario de la Independencia, pese a suntuoso, no logró evitar que el 20 de noviembre de 1910 estallara la Revolución Mexicana.

 

IV

 

LA ENTREVISTA DÍAZ CREELMAN

 

El Decreto del 1 de abril de 1907 mediante el cual se forma la comisión encargada de los festejos del centenario, abrió otras expectativas sobre el futuro político de México, pues en efecto, para 1910 no sólo se celebraría el centenario del inicio del movimiento de independencia, sino que también, el 15 de septiembre don Porfirio cumpliría 80 años de edad y se especulaba sobre su nueva reelección.

A fines de 1907 se realiza la entrevista otorgada por el general Porfirio Díaz al periodista James Creelman, publicada en Nueva York en la revista “Person’s Magazine” en marzo de 1908 (“El Presidente Díaz: Héroe de las Américas”). Después fue reproducida en partes por el periódico “El Imparcial”, un diario favorable al régimen. Su difusión causó convulsión en México entre 1908 y 1910, pasando a formar parte de la historia de México. Dos personajes forman esta escena: James Creelman y Porfirio Díaz.

James Creelman nació en Canadá pero hizo su carrera de periodista en Nueva York, muy ligado a un nuevo tipo de periodismo de investigación que se había vuelto popular en Estados Unidos a fines del siglo XIX. Muy joven se ligó a los círculos del Partido Republicano, el cual fue transformado, primero en Nueva York y luego en el país entero, por uno de los políticos más importantes de la época en Estados Unidos, Theodore Roosevelt.

El periodista norteamericano James Creelman viaja desde Nueva York para entrevistar a Porfirio Díaz el 3 de marzo de 1908. Díaz expuso las razones de su permanencia en la presidencia, los avances de su gobierno y el deseo de abandonar el poder en las siguientes elecciones.

En 1907, el otro protagonista de la entrevista, Porfirio Díaz, ya no parecía el caudillo oaxaqueño que a través de un “levantamiento” había llegado al poder, como tantos otros caudillos a lo largo del siglo XIX. Para propios y extraños, Díaz había adquirido perfil de estadista, de hombre de Estado, aunque hubiera renegado del lema que lo llevara al poder (“no reelección”).

Creelman fue “invitado” por Porfirio Díaz, (posiblemente) por intermedio de Enrique Creel, (no confundir Creel con Creelman) político conocedor de política exterior y en especial de Estados Unidos. “Díaz esperaba que Creelman no sólo le hiciera una entrevista sino que escribiera un libro en inglés dedicado al progreso de México para así mejorar la imagen internacional de México”.

Al inicio de la famosa entrevista el editor advierte que “En este artículo notable, el prócer del Continente habla abiertamente al mundo a través del ‘Person’s Magazine’. Por un arreglo previo el señor James Creelman fue recibido en el Castillo de Chapultepec y tuvo oportunidades extraordinarias de conversar con el presidente Díaz y obtener con gran precisión el dramático e impresionante contraste entre su severo, autocrático gobierno y su alentador tributo a la idea democrática. A través del señor Creelman el presidente anuncia su irrevocable decisión de retirarse del poder y predice un pacífico futuro para México bajo instituciones libres. Es esta la historia del hombre que ha construido una nación”, acota el publicista.

Creelman escribe “El presidente contempló la majestuosa escena, llena de luz, a los pies del antiguo castillo, y se retiró sonriendo. Rozó, al pasar, una cortina de flores escarlata y la enredadera de geranios rosa vivo, mientras se dirigía a lo largo de la terraza, al jardín interior, en donde una fuente brota entre palmas y flores, salpicando con agua de este manantial en el cual Moctezuma solía beber, bajo los recios cipreses que de antiguo yerguen sus ramas sobre la roca en que nos detuvimos”.

“Es un error suponer que el futuro de la democracia en México ha sido puesto en peligro por la prolongada permanencia en el poder de un sólo presidente -dijo el gobernante en voz baja-. Puedo con toda sinceridad decir que el servicio no ha corrompido mis ideales políticos y que creo que la democracia es el único justo principio del gobierno, aun cuando llevarla al terreno de la práctica sea posible sólo en pueblos altamente desarrollados”.

Después dijo “Puedo dejar la presidencia de México sin ningún remordimiento, pero lo que no puedo hacer es dejar de servir a este país mientras viva”.

“Recibí este gobierno de manos de un ejército victorioso, en un momento en que el país estaba dividido y el pueblo impreparado para ejercer los principios del gobierno democrático. Arrojar de repente a las masas la responsabilidad total del gobierno habría producido resultados que podían haber desacreditado la causa del gobierno libre”.

“He tratado de dejar la presidencia en muchas ocasiones, pero pesa demasiado y he tenido que permanecer en ella por la propia salud del pueblo que ha confiado en mí. He esperado pacientemente porque llegue el día en que el pueblo de la República Mexicana esté preparado para escoger y cambiar sus gobernantes, sin peligro de revoluciones armadas, sin lesionar el crédito nacional y sin interferir con el progreso del país. Creo que, finalmente, ese día ha llegado”.

“No importa lo que digan mis amigos y partidarios, me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar. Para entonces, tendré ya ochenta años”. Efectivamente don Porfirio los cumpliría el 15 de septiembre de 1910.

“Cruzó los brazos sobre el ancho pecho y habló con gran énfasis: - Doy la bienvenida a cualquier partido oposicionista. Si aparece, lo consideraré como una bendición. Y si llega a hacerse fuerte, no para explotar sino para gobernar, lo sostendré y aconsejaré, y me olvidaré de mí mismo en la victoriosa inauguración de un gobierno completamente democrático en mi país”.

“El ferrocarril ha desempeñado un papel importante en la paz de México. Cuando yo llegué a presidente, había únicamente dos líneas pequeñas: una que conectaba la capital con Veracruz, la otra con Querétaro. Hoy día tenemos más de 19,000 kilómetros de ferrocarriles. El servicio de correos que teníamos era lento y deficiente, transportado en coches de posta, y el que cubría la ruta entre la capital y Puebla era asaltado por facinerosos dos o tres veces en el mismo viaje, de tal manera que los últimos en atacarlo no encontraban ya nada que robar”.

“Tenemos ahora un sistema eficiente y económico, seguro y rápido a través de todo el país y con más de doscientas oficinas postales”.

“Empezamos castigando el robo con pena de muerte y apresurando la ejecución de los culpables. Ordenamos que donde quiera que los cables telegráficos fueran cortados y el jefe de distrito no lograra capturar al criminal, él debería sufrir el castigo; y en el caso de que el corte ocurriera en una plantación, el propietario, por no haber tomado medidas preventivas, debería ser colgado en el poste de telégrafo más cercano. No olvide usted que éstas eran órdenes militares”.

“Éramos duros, algunas veces, hasta la crueldad. Pero esto es necesario para la vida y el progreso de la nación. Si hubo crueldad, los resultados la han justificado con creces… Fue mejor derramar un poco de sangre, para que mucha gente se salvara. La que se derramó era mala; la que se salvó, buena”.

“La paz era necesaria, aun cuando fuese una paz forzada, para que la nación tuviera tiempo de pensar y actuar. La educación y la industria han llevado adelante la tarea emprendida por el ejército”… justificó su dictadura. “Hemos preservado la forma republicana y democrática de gobierno. Hemos defendido y guardado intacta la teoría. Sin embargo, hemos también adoptado una política patriarcal en la actual administración de los asuntos de la nación, guiando y restringiendo las tendencias populares, con fe ciega en la idea de que una paz forzosa permitiría la educación, que la industria y el comercio se desarrollarían y fueran todos los elementos de estabilización y unidad entre gente de natural inteligente, afectuoso y dócil.

“He esperado pacientemente porque llegue el día en que el pueblo de la República Mexicana esté preparado para escoger y cambiar sus gobernantes en cada elección, sin peligro de revoluciones armadas, sin lesionar el crédito nacional y sin interferir con el progreso del país. Creo que, finalmente, ese día ha llegado”.

La larga entrevista se convirtió en casi un ensayo, empero en 1910 Porfirio Díaz incumple su promesa y (en pleno festejos del centenario) el 27 de septiembre de 1910 el Congreso hizo público el bando que declaraba la victoria de Díaz como Presidente de México y de Ramón Corral como vicepresidente, para el periodo del 1 de diciembre de 1910 al 30 de noviembre de 1916. Madero proclama el Plan de San Luis Potosí y el 20 de noviembre estalla la Revolución.

 

V

 

MADERO Y LA REVOLUCIÓN DE 1910

 

Don Francisco I. Madero nació el 30 de octubre de 1873 en la Hacienda del Rosario de Parras Coahuila, y sus padres, don Francisco Madero Hernández y doña Mercedes González Treviño, lo registraron el 27 de enero de 1874, según consta en los archivos del Registro Civil del Estado de Coahuila, (el gobierno de esa entidad, con motivo del Centenario del personaje histórico que hoy nos ocupa, lo reprodujo para conocimiento de los interesados, y no se dañara el original).

En ese documento se registra que la “I” corresponde al nombre de “Ignacio”, al igual que en el archivo parroquial del templo de Santa María de las Parras, Coahuila del lugar donde nació. En ambos casos el nombre está escrito con “Y” y con tal lo reprodujo el gobierno de Coahuila durante los eventos del Centenario del Nacimiento de don Francisco Ignacio Madero González. Francisco I. Madero perteneció a una de las más acaudaladas familias de México, estudió agricultura en Maryland, Estados Unidos; Administración de Empresas en el Hautes Études Commerciales de Jouy-en-Josas cerca de París y en la Universidad de California en Berkeley.

En 1904 comenzó a incursionar en asuntos políticos, dentro del estado de Coahuila. Pronto se le nombró presidente del Partido Democrático Independiente, el cual se oponía a la reelección del gobernador Miguel Cárdenas.

En marzo de 1908 se publicó la Entrevista Díaz-Creelman y en ella don Porfirio afirma “Tengo firme resolución de separarme del poder al expirar mi periodo, cuando cumpla ochenta años de edad, sin tener en cuenta lo que mis amigos y sostenedores opinen, y no volveré a ejercer la Presidencia” y ofrecía "Si en la República llegase a surgir un partido de oposición, le miraría yo como una bendición y no como un mal, y si ese partido desarrollara el poder, no para explotar, sino para dirigir, yo le acogería, le apoyaría, le aconsejaría y me consagraría a la inauguración feliz de un Gobierno completamente democrático”.

Lo anterior provoca una gran actividad política con miras a la renovación republicana; entre los participantes destacaba don Francisco I. Madero quien, luego de ser rechazado en la fórmula que encabezaba don Porfirio, publica “La Sucesión Presidencial de 1910” proponiendo restaurar la democracia a través de formar un gran partido político que contendiera en las elecciones presidenciales de 1910, y funda el Partido Antirreelecionista el 15 de abril de 1910, partido con el cual se postuló como candidato a la presidencia de la República. Emprendió una intensa campaña política a lo largo de todo el país para difundir sus principios democráticos, logrando realizar grandes mítines, razón por lo que crea temores en el grupo dirigente encabezado por Díaz, y es encarcelado en San Luis Potosí (SLP).

Realizadas las elecciones que declaraban ganador a Díaz, Madero es cuando elabora El Plan de San Luis en donde se llama “El día 20 de noviembre, desde las seis de la tarde” a tomar las armas y otras medidas para reorganizar el gobierno. Así se inicia la primera etapa de la Revolución Mexicana de 1910, conocida también como “La Revolución Maderista”.

En octubre de ese mismo año Madero huyó y se refugió en San Antonio, Texas. Desde allí lanzó el Plan de San Luis que provocó la renuncia del Presidente Díaz en 1911 y una guerra civil que duró diez años y costó la vida a más de un millón de mexicanos.

En Chihuahua, Pascual Orozco y Francisco Villa se unieron a la causa de Madero, a pesar de no tener preparación militar eran excelentes estrategas y fueron seguidos por gente del norte, descontenta por los latifundios ganaderos. En Morelos se unió Emiliano Zapata seguido por campesinos quienes reclamaban sus derechos sobre la tierra y el agua. En la ciudad de México hubo motines contra Porfirio Díaz.

El ejército de Porfirio Díaz no pudo contener la fuerza del descontento general por lo que las fuerzas maderistas rápidamente obtuvieron el triunfo. Madero instaló su gobierno provisional justo al conseguir la primera victoria del levantamiento. Un ataque sorpresivo dirigido por Pascual Orozco, Francisco Villa, José de la Luz Blanco y José (Peppino) Garibaldi logró capturar la Plaza de Ciudad Juárez.

En mayo de 1911 se firmó la paz en Ciudad Juárez, entre el gobierno de Díaz y los seguidores de Francisco I. Madero. Porfirio Díaz renunció a la presidencia y se exilió en Francia, donde murió en 1915.

El presidente interino, don Francisco León de la Barra convocó a elecciones y Francisco I. Madero triunfó en las elecciones para la presidencia, asumiendo el Poder Ejecutivo el 6 de noviembre de 1911 con José María Pino Suárez en la vicepresidencia.

Emiliano Zapata y Pascual Orozco se rebelaron contra Madero porque su gobierno no estaba identificado con las clases marginadas. Madero le dio órdenes al general Victoriano Huerta de combatir estos levantamientos y derrotó a Orozco. Huerta conspiró con Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz, y con Henry Lane Wilson, embajador de Estados Unidos en México para derrocar a Madero en un golpe de estado conocido como La Decena Trágica.

Un golpe de Estado iniciado el 9 de febrero de 1913 por Victoriano Huerta detuvo como prisionero a Madero y obligó su renuncia el 19 de febrero. Tres días después, a pesar de haber prometido respetar su vida, Huerta ordenó el asesinato de Madero y Pino Suárez, ejecutados al lado de la penitenciaría de la Ciudad de México.

 

VI

 

LA DECENA TRÁGICA

 

La historia de México registra como la Decena Trágica, el Golpe de Estado, cuyo movimiento se realizó del día 9 al 19 de febrero de 1913, que concluyó con el derrocamiento y asesinato del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente Pino Suárez.

En 1908, la publicación de la entrevista Díaz-Creelman, tuvo la virtud de inquietar políticamente al país. Distintos sectores de la sociedad pensaron que había llegado el momento en que Porfirio Díaz dejaría la presidencia, pues para 1910 habría cumplido 80 años. Cuando Díaz, decide participar en una nueva reelección, la vicepresidencia se convertirá en la manzana de la discordia.

El primer impulso de Francisco I. Madero fue obtener la candidatura a la vicepresidencia en la fórmula que encabezaría don Porfirio, pero al ser rechazado inicia sus actividades por constituir el Partido Antirreelecionista. En pocos meses el maderismo se convirtió en un movimiento nacional con amplio apoyo popular, así como de diversos periódicos y algunas oligarquías locales. Los norteamericanos, incluso, vieron con simpatía la candidatura de Madero, pues no representaba ningún peligro para sus intereses y pensaban que podían obtener de él “los privilegios que Díaz le regateaba”. El 15 de abril de 1910 Madero será designado candidato a la Presidencia por el Partido Antirreeleccionista, con Francisco Vázquez Gómez a la Vicepresidencia.

Durante la campaña, Díaz preocupado, ordena encarcelar a Madero a fin de intimidar a la población y reelegirse sin obstáculos. Realizadas las elecciones en esas condiciones, se declara triunfador al general Díaz. Liberado Madero semanas después, decide huir a los Estados Unidos, desde donde llama a las armas de acuerdo al Plan de San Luis, estallando la revolución el 20 de noviembre de 1910.

Iniciada la rebelión el movimiento fue creciendo y tras las victorias de las fuerzas revolucionarias se precipitan los Tratados de Ciudad Juárez, mediante los cuales Díaz renuncia a la presidencia; León de la Barra será designado presidente interino y convocará a nuevas elecciones. Parte del movimiento revolucionario quedó inconforme al ser desarmado y licenciado, sobretodo por la conservación del ejército federal. Realizadas las elecciones el primero de octubre de 1911, de 20 mil 145 votos emitidos para la presidencia, Madero obtuvo 19 mil 997; mientras que Pino Suárez obtuvo 10 mil 245 votos de 19 mil 406 que se emitieron para la vicepresidencia; de acuerdo con la ley la elección fue indirecta: cada elector representaba 500 o fracción mayor de 251 habitantes. El 6 de noviembre tomó posición de la presidencia.

Madero inicia su gobierno convencido que el país necesitaba un cambio democrático, con elecciones limpias, reconocimiento del triunfador, libertad de prensa, respeto al poder legislativo y garantías individuales. Consideraba, sin embargo, que las reformas sociales podían aplazarse y que la libertad traería el beneficio popular. Como presidente incorpora a su gabinete a destacados porfiristas y pocos revolucionarios; pensando que nada tenía que temer, actuó sin alterar las líneas de acción gubernamental en lo económico y lo político.

El distanciamiento de Madero con los revolucionarios y la falta de una política de Estado clara, había dado lugar a que los zapatistas promulgaran el 28 de noviembre de 1911 el Plan de Ayala y el movimiento de trabajadores creara la Casa del Obrero Mundial en septiembre de 1912 y facilita el crecimiento de oposición de las fuerzas más conservadoras. Los hacendados y la burguesía ligada a “los científicos” inician su ofensiva contra Madero, aprovechando las libertades que el régimen concedía. Desde la prensa y en la tribuna de la Cámara de Diputados, los representantes del porfirismo hacían escarnio del régimen maderista, ridiculizándolo y desprestigiándolo ante el pueblo; mientras buscan su derrocamiento, tratan de darle un carácter legal a ese proceso.

En tales circunstancias, el 16 de diciembre de 1911, el general Bernardo Reyes se levantó en armas en el norte del país. Derrotado es trasladado a la prisión militar de Santiago Tlatelolco, donde sería juzgado. En marzo de 1912, con el Plan de la Empacadora que prometía reformas, se rebela Pascual Orozco; será combatido por tropas al mando del general Victoriano Huerta. En octubre del mismo año, el general Félix Díaz se lanza a la lucha contra Madero en Veracruz, pero es derrotado por fuerzas del gobierno, por lo que será enviado a la capital para ser juzgado.

Las conspiraciones de los “científicos”, las campañas en la prensa, las Cámaras, las luchas campesinas y la inquietud de inversionistas nacionales y extranjeros, se conjugaron para derribar el frágil gobierno de Madero.

El 9 de febrero de 1913, alumnos de la Escuela de Aspirantes de Tlalpan, liberan a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz. El primero muere al intentar atacar Palacio Nacional y el segundo, con un reducido número de soldados se refugia en la Ciudadela, que contaba con suficientes armas y municiones como para resistir 6 meses. A partir de ese momento se llevan a cabo combates que afectaron al conjunto de la ciudad durante diez días y por eso se conoce en la historia como “La Decena Trágica”.

Durante estos, en virtud de que la situación militar no avanzaba favorablemente al gobierno pese a la superioridad de sus fuerzas, Gustavo A. Madero hizo ver Presidente que Huerta tramaba la derrota de sus propias fuerzas. Huerta juró fidelidad y el presidente corrigió a su hermano de la conducta del general desleal. Esto ocurría el 17 de febrero. En la Ciudad de México el número de decesos era ya considerable. El tránsito se había interrumpido en muchas calles y eran frecuentes los bombardeos, los cañonazos y las ráfagas de ametralladora.

En esas condiciones se consuma la traición Por celebrarse un pacto abierto entre Huerta y Félix Díaz, conocido como Pacto de la Embajada, debido a que fue firmado en la sede de la representación diplomática norteamericana, con la participación del embajador Henry Lane Wilson. Antes de que esto aconteciera, Gustavo A. Madero fue hecho prisionero en el Restaurante Gambrinus, donde el milite, general Victoriano Huerta, le ofreció una comida.

Por medio del Pacto, Huerta se comprometía a hacer prisionero al presidente y, enseguida, a desconocer al Poder Ejecutivo. La situación se resolvería nombrando presidente al propio Huerta, con un gabinete formado por Francisco León de la Barra, Toribio Esquivel Obregón, Manuel Mondragón, Alberto Robles Gil, Alberto García Granados, Rodolfo Reyes, Jorge Vera Estañol, David de la Fuente y Manuel Garza Aldape. La idea consistía en que Huerta fungiera como presidente provisional para que en las elecciones obtuviera el triunfo Félix Díaz.

La felonía se consuma con el asesinato del Presidente Madero y del Vicepresidente Pino Suárez.

 

VII

 

DIARIO DE UN GOLPE DE ESTADO (DEL 9 AL 13 DE FEBRERO DE 1913)

 

El Golpe de Estado que derroca al Presidente Francisco I. Madero y al Vicepresidente Pino Suárez, fue planificado en La Habana, por los Generales Manuel Mondragón, Gregorio Ruiz y el señor Cecilio Ocón, luego de ser internado Félix Díaz en la prisión de Juan de Ulúa, tras los sucesos de Veracruz, en octubre de 1912. Después de estudiar cuidadosamente el plan, regresaron a la ciudad de México, a donde ya había sido trasladado el General Félix Díaz, e iniciaron los sondeos precautorios entre los militares de altos grados de la plaza. Ya seguros de las probabilidades de éxito, fijaron el 18 de febrero para estallar el movimiento, pero se precipitaron al ser detectados por el gobierno. El plan consistía en liberar a los Generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, tomar Palacio Nacional, la Secretaría de Guerra y las principales dependencias, deteniendo al Presidente y Vicepresidente; decretar Estado de Sitio en la capital y establecer un gobierno militar mientras se pacificaba al país.

 

Diario de un Golpe de Estado (del 9 al 13 de febrero)

 

Domingo 9 de febrero de 1913

A las 5 AM se inicia el movimiento simultáneo en Tacubaya y Tlalpan de donde partirían los alumnos de la Escuela Militar de Aspirantes. El contingente que salió de Tacubaya contaba con más de 800 elementos, emplazaron sus cañones frente a la Penitenciaría, logrando la libertad del General Félix Díaz; el salido de Tlalpan llega a la Prisión de Santiago Tlaltelolco liberando al General Reyes. Mientras se desarrollaban estos sucesos, el Intendente del Palacio, Capitán de Navío Adolfo Bassó Méndez, se ponía en comunicación con el Ministro de la Guerra, General Ángel García Peña y con el Comandante Militar de la Plaza General Lauro Villar, para organizar la defensa de la residencia oficial del Ejecutivo.

El General Reyes, al frente de algunas tropas que se le unieron, llegó hasta Palacio, quedando muerto en la puerta principal, pues ignoraba que el General Lauro Villar, comandante de la plaza, había logrado que tropas que ya estaban del lado de los golpistas se pusieran nuevamente de parte del gobierno, debido a la enérgica actitud que asumió. En esa operación fue detenido y fusilado el General Gregorio Ruiz. Los alumnos que se habían apoderado de Palacio, fueron desarmados, formados y “quintados” pereciendo 15 de estos. Heridos los Generales García Peña y Villar, la continuación de la defensa quedó encomendada al General José María de la Vega.

El primer combate se realizó en el Zócalo, donde habían llegado personas de todas las edades y condiciones, muriendo 500. Más tarde los Generales Díaz y Mondragón emprendieron el ataque a La Ciudadela, el cual fue breve, pues después de conferenciar con Mondragón se rendía y se convertía en el centro de los golpistas. El Presidente Madero al tener conocimiento de los hechos se trasladó a Palacio acompañado por alumnos del Colegio Militar; en el camino se refugió en la Fotografía Daguerre, junto algunos diputados y miembros de su Gabinete. A las tres de la tarde se reconcentraron fuerzas leales frente a Palacio y Madero se dirigió en automóvil a Cuernavaca para conferenciar con el General Felipe Ángeles y traer el mayor número de fuerzas posible.

 

Lunes 10 de febrero de 1913

 

La ciudad se despierta “en medio de un profundo silencio”, con las calles casi sin movimientos, pues sólo pasan rápidamente vehículos de la Cruz Roja y otras instituciones de beneficencia. En diferentes edificios y las colonias se ven las banderas de las naciones amigas protegiendo a sus moradores y conciudadanos, como en una ciudad en Estado de Sitio. Todos los espacios disponibles son ocupados para atender a heridos, con apoyo de improvisadas enfermeras y los médicos de distintos lugares de la ciudad. Un reporte da cuenta de más de un mil 50 heridos en esos sitios, sin incluir los que se hayan en otros domicilios. El número de muertos sigue en aumento. Los periódicos diarios dejan de circular. Representantes diplomáticos comienzan a hacer presión sobre el Presidente, mientras el Congreso en sesión especial acuerda darle al Ejecutivo facultades omnímodas en los ramos de Hacienda y Guerra. A las 6 de la tarde Madero regresa de Cuernavaca con 2 mil hombres al mando del General Ángeles. Mientras tanto se corre el rumor que el General Aureliano Blanquet estaba a punto de defeccionar con sus fuerzas en Toluca, razón por la que le envía al Presidente un telegrama protestando por ello y reiterando su lealtad; el jefe del Ejecutivo le reafirma su confianza.

 

Martes 11 de febrero de 1913

 

A las 10 AM se inicia un fuerte cañoneo a La Ciudadela que es contestado por los golpistas, verificándose una dura batalla en el centro de la capital que dura ocho horas. Aunque se ataca por los cuatro costados, en la avenida Balderas se ven más muertos. Las fuerzas golpistas comprenden esto y avanzan a otros edificios con nutrido fuego de ametralladoras originando numerosas bajas a las fuerzas leales y apoderándose del Parque de Ingenieros en Arcos de Belén. Mientras tratan de acallar los cañones gobiernistas causan muchos daños al norte de la ciudad. El presidente, sin embargo, confía que en un día más será tomada La Ciudadela. Ese día se registraron más de 300 muertos y 400 heridos. En el Hospital Juárez ocurren varios trastornos al ser alcanzado por granadas golpistas.

 

Miércoles 12 de febrero de 1913.

 

Las fuerzas gobiernistas recuperan la Sexta Comisaría en la calle Victoria y Revillagigedo y avanzan hasta el Jardín Carlos Pacheco, abandonándolo después por el nutrido fuego de ametralladoras. Los golpistas al emplear sus cañones abren una brecha al noreste de la Cárcel de Belén, por donde tratan de evadirse los presos, que caen muertos al pretender fugarse. Los que logran evadirse se refugian en las líneas golpistas. Las fuerzas del General Ángeles responden al cañoneo, causándole algunos deterioros a La Ciudadela. El gobierno prohíbe el acceso a sus líneas de las Brigadas de la Cruz Roja, para evitar informes a los defensores de La Ciudadela, de sus movimientos. El embajador de EEUU, junto con los ministros de España, Inglaterra y Alemania se acercan al Presidente para solicitar que se establezca una Zona Neutral, pues empiezan a sufrir daños las colonias Juárez y Roma donde viven muchos extranjeros. Muchos abandonan sus hogares y se refugian en las colonias Santa María, Peralvillo y la Villa de Guadalupe. Los víveres de primera necesidad comienzan a escasear y alcanzan precios fabulosos. A la media noche los golpistas simulan un fuerte tiroteo y cañoneo para lograr introducir varios carros con pan, leche y otras provisiones. La ciudad presenta un aspecto pavoroso; las calles se encuentran sin policías y luz eléctrica, sin embargo, a pesar de la evasión de presos de la cárcel de Belén, permanece tranquila.

 

Jueves 13 de febrero de 1913.

 

El bombardeo de ese día será el más fuerte de todos los efectuados, causando graves perjuicios a las Colonias Juárez y Cuauhtémoc. El fuego golpista alcanza al club Americano y Alemán. La muerte llega a domicilios particulares. A las 4 de la tarde las fuerzas gobiernistas responden con intenso fuego sobre La Ciudadela. El Ministro de Guerra hace saber al General Díaz que el fuego de artillería está cobrando vidas e intereses de no combatientes; que están en peligro los residentes extranjeros y el Cuerpo Diplomático y que “como esta conducta es una flagrante violación de las leyes de la guerra, les previene que, si no limitan el fuego, al caer La Ciudadela, serán considerados fuera de la ley todos los que la ocupan”. Díaz contesta que no dependía de él que cesara el fuego pues era atacado y, en último término él y los suyos “preferían morir en sus puestos sin solicitar ni pedir clemencia”. El gobierno recibe refuerzos de dos millones de cartuchos para fusiles y cañón, procedentes de Veracruz, mientras un cañonazo rebelde cae cerca de Palacio causando la muerte de varios soldados.

 

VIII

 

DIARIO DE UN GOLPE DE ESTADO (DEL 14 AL 19 DE FEBRERO DE 1913)

 

Viernes 14 de febrero de 1913.

 

Después de una reunión de los senadores, un periodista entrevista al licenciado León de la Barra quién declara haber enviado una carta (el día 10) a Madero donde expresa su disposición de servir de intermediario entre gobierno y golpistas “para encontrar una solución” que evite mayor derramamiento de sangre. El Presidente, le responde inmediatamente que “no está dispuesto a tratar con los sublevados”. El día 13 de nuevo, por intermedio del General Ángeles, le vuelve a insistir en el asunto. Ese día Madero lo recibe en Palacio y es autorizado para “concertar un armisticio y se nombren 2 comisionados de cada parte para estudiar la forma de solucionar el conflicto”. Al ser expuesto lo anterior, los Generales Díaz y Mondragón, aunque tuvieron en cuenta la posibilidad de un conflicto internacional, rechazan la propuesta, condicionándola a la renuncia del Presidente y Vicepresidente. Los senadores acuerdan reunirse en la Cámara de Diputados para estudiar la conveniencia de la renuncia. El Presidente es informado que el gobierno norteamericano dispuso que salgan buques de guerra a costas mexicanas para desembarque y protección de los intereses y vida de sus conciudadanos. Madero envía un cablegrama al Presidente Taft, de EEUU, donde reitera que la vida e intereses de todos los residentes en México están garantizados y que su gobierno cubriría cualquier daño material que sufrieran sus propiedades, por lo que le solicitaba a la vez evitar el desembarco, “pues esto causará una conflagración de consecuencias inconcebiblemente más grandes que las que se tratan de remediar”. El cónsul norteamericano en Mazatlán recibe por cable información que “el Senado de EEUU acordó la no intervención en los asuntos de México.

 

Sábado 15 de febrero de 1913.

 

Hasta las 11 AM estuvieron reunidos 25 senadores que nombraron una comisión, para exponerle al Presidente de la República que “en vista de la situación angustiosa de la capital y el amago de intervención norteamericana, tanto él como el Vicepresidente y su Gabinete deberían presentar sus renuncias”. Los senadores fueron recibidos por el secretario de Hacienda, por encontrarse el Presidente en las líneas de fuego, manifestándoles que el jefe del Ejecutivo no estaba dispuesto a renunciar y que “lo de la intervención eran patrañas”. Los senadores, acuerdan firmar un acta al respecto “manifestando a la nación que habían hecho un esfuerzo por remediar la situación”. Ese día fue de intensos combates; durante la media noche se escuchó por el rumbo de La Ciudadela un intenso cañoneo que alarmó a la población. La ciudad presentaba un aspecto fantástico por las fogatas que se hicieron en las calles para incinerar la basura que se había acumulado en esos días.

 

Domingo 16 de febrero de 1913.

 

La ciudad se despierta con la grata noticia de que había sido concertado un armisticio de 24 horas, que empezó a contarse a las 2 AM y terminaría el lunes a la misma hora. La población sale de sus hogares en busca de provisiones y quienes se encontraban en sitios conflictivos buscan refugios en otras zonas. Muchos pudieron apreciar por primera vez los enormes destrozos ocasionados por los combates. Cerca de las 2 de la tarde fuego de cañones y fusilería siembran pánico al romperse la tregua. Esto se debió a que “habiendo tenido una reunión en la Embajada Americana, sobre el armisticio, no se concertó si se podían introducir víveres para los defensores de La Ciudadela”, por lo que acordaron dar por terminada la suspensión de hostilidades. Así se lo comunicaron a los beligerantes. Ese día se inicia la persecución contra los comprometidos en el Golpe, por lo que incluso el licenciado de la Barra se ve obligado a refugiarse en la legación inglesa.

 

Lunes 17 de febrero de 1913.

 

El jefe del Ejecutivo recibe un cablegrama de la Casa Blanca, mediante el cual el Presidente Taft le manifiesta que “Por el texto de su mensaje... se desprende que ha sido mal informado respecto a la política de los EEUU hacia México” y que “las medidas navales o de cualquier otra índole que hasta aquí se han tomado... son de precaución natural”. En consecuencia considera que los informes que tiene “relativos a que ya se han dado órdenes para desembarcar fuerzas, son inexactos”, manifestándole sin embargo que “una situación muy peligrosa, crea en este país un pesimismo extremo”.

 

Martes 18 de febrero de 1913.

 

Muy temprano corren rumores de un nuevo armisticio que terminaría a las 2 PM, sin embargo se escucha la acción de cañones y metralla. A las 10 AM empieza desde La Ciudadela un intenso fuego sobre Palacio Nacional, cayendo en el curso de una hora, “en lugares inmediatos a la residencia del Ejecutivo” cerca de 40 granadas. A partir de las 11 hasta las 2 PM el fuego bélico se va haciendo cada vez más débil. Mientras eso pasaba, a la 1.30 PM, es detenido Gustavo Madero y, en Palacio Nacional, el coronel Jiménez Riveroll, intenta detener y fusilar a Madero, siendo impedido por el coronel Garmendia, asistente del Presidente, quien en rápido movimiento ajusticia al infidente militar. Momentos después aparece el General Blanquet quién en lugar de proteger al Presidente consuma la traición al detener a Madero, Pino Suárez y otros miembros del gabinete. A las 3 PM un automóvil que llega a la Alameda de Santa María esparce la noticia que se propaga rápidamente: “Madero está preso”. Verificadas las detenciones del Presidente, así como del Vicepresidente y algunos de sus acompañantes, el General Huerta asumía el mando supremo de la República, haciendo publicar un manifiesto al respecto. Acto seguido dirigió un mensaje a la Embajada Americana manifestando que “había asumido el mando” y pidiendo al mismo tiempo que se “comunicara esto al Presidente de EEUU, al Cuerpo Diplomático y a los rebeldes de La Ciudadela”.

 

Miércoles 19 de febrero de 1913.

 

La ciudad se despierta con la noticia del fusilamiento en La Ciudadela de Gustavo Madero y del Intendente de Palacio Adolfo Basso, de quien se decía que accionó la metralla que mató al General Reyes en la entrada de Palacio. La Cámara de Diputado se reúne con dificultades y se declara en sesión permanente, nombrando una comisión que “se apersone con los señores Madero y Pino Suárez y logre convencerlos de que presenten su renuncia”. A las 8.45 PM regresan los comisionados acompañados del ministro de Relaciones licenciado Lascuráin que era el portador de las renuncias. Presentadas al Pleno fue aceptada por 127 y rechazada por siete, siendo declarado “de acuerdo a lo dispuesto la Constitución” Presidente Interino al licenciado Pedro Lascuráin, cerrándose la sesión de la Cámara. Acto seguido se abrió una nueva sesión en donde se daba a conocer que el Presidente Interino había designado al General Huerta ministro de Gobernación. Media hora después el licenciado Lascuráin presentó su renuncia como Presidente, la cual fue aceptada por 122 votos, nombrándose al General Huerta “conforme a la Constitución”, Presidente Interino. Madero y Pino Suárez permanecerán detenidos en la Intendencia de Palacio y el 22 de febrero cuando eran trasladados a la Penitenciaría, bajo el pretexto de un “asalto de sus partidarios” serán asesinados. En respuesta al Golpe de Estado y a este crimen se inicia la Revolución Constitucionalista.

 

IX

 

LA DICTADURA DE VICTORIANO HUERTA

 

Victoriano Huerta nació en Colotlán, Jalisco, el 22 de diciembre de 1850, según consta en el libro de registro de bautismos de la notaría parroquial de esta ciudad. Sus padres fueron Jesús Huerta (mestizo) y Refugio Márquez (huichola).

En su tierra natal hizo sus primeros estudios con muy buenas calificaciones; en la escuela rural a la que asistía tenía como director, al cura que lo había bautizado.

Siendo muy joven se alistó con las fuerzas del general Donato Guerra quien lo contrató como su secretario particular y alentó a Huerta para ingresar al Colegio Militar de Chapultepec en la Ciudad de México y seguir la carrera militar y para que fuera admitido en el Colegio Militar, donde obtuvo notas sobresalientes.

Al graduarse fue comisionado al Cuerpo de Ingenieros y se desempeñó en labores topográficas en la región de Puebla y el Estado de Veracruz, donde conoció a Emilia Aguilar, con quien contrajo matrimonio a finales de 1880. Sirvió en batallones, ascendió por escalafón hasta coronel en 1894 y recibió el mando Tercero de Infantería.

En diciembre de 1900 combatió a los yaquis en Sonora y en 1902 a los mayas en Yucatán y Quintana Roo, donde mostró sus habilidades por la crueldad y la forma de obtener ascensos. Durante su estancia en el sureste desarrolló cataratas, una enfermedad que lo hostigaría la mayor parte de su vida. A su regreso, Huerta recibió el grado de general brigadier, la Medalla al Mérito Militar y fue nombrado miembro de la Suprema Corte Militar de la Nación.

En 1907 pidió permiso por razones de salud y, estuvo en Monterrey como jefe de Obras Públicas dos años y medio, aplicando sus conocimientos de ingeniería civil en el trazado de las calles.

En 1909 Huerta decidió regresar a la Ciudad de México y comenzar a impartir clases de matemáticas.

Al estallar la revolución maderista, Huerta solicitó su reincorporación al ejército y tras la renuncia de Porfirio Díaz, Huerta fue el encargado de escoltar el convoy presidencial de éste al puerto de Veracruz, cosa que a Don Porfirio no le agradó del todo, pues nunca confió plenamente en él.

Huerta permaneció fiel al ejército durante el gobierno interino de Francisco León de la Barra, pero participó en algunas acciones de represión ejército zapatista. Al asumir Madero la presidencia ordenó su dimisión de las fuerzas armadas, pero cambió de opinión.

En 1912 estuvo a punto de fusilar a Pancho Villa, pero el Presidente Madero intervino y Villa sólo estuvo preso algunos días en la Ciudad de México, logrando escapar de la misma.

Derrotando Huerta a los orozquistas en Conejos, Rellano, La Cruz y Bachimba gana mayor confianza de Madero.

Al inicio de la Decena Trágica Huerta declinó las ofertas de los golpistas por temor a sólo ser utilizado. Al ser rechazada la toma de Palacio Nacional por la firme actitud de los Generales Ángel García Peña y Lauro Villar, así como del Intendente del Palacio, Capitán de Navío Adolfo Bassó Méndez, muriendo el General Reyes, acompaña al presidente Madero en su marcha a Palacio quien lo volvió a poner al mando del ejército.

A los pocos días, Huerta se unió en secreto a los sublevados pero fue descubierto por el hermano de Madero, don Gustavo, quien lo arrestó y lo acusó frente al presidente. Madero no creyó las versiones y lo puso en libertad, sólo para enterarse dos días después que Huerta lo había traicionado (en la llamada decena trágica) aliado con Aureliano Blanquet, jefe del 29º Batallón y se autonombraba Jefe del Ejecutivo, obligándolo a renunciar.

Huerta y Félix Díaz, aliados con Henry Lane Wilson, embajador de Estados Unidos en México, habían suscrito el Pacto de la Embajada, también conocido como Pacto de La Ciudadela. Tras una efímera presidencia provisional de 45 minutos por parte de Pedro Lascurain, Huerta asumió el poder en medio de una simulada renuncia “constitucional”, cuando en realidad Huerta y los golpistas violaban el artículo 9 de la Constitución de 1857 (que establecía como el noveno en vigor) que “No se considerará ilegal, y no podrá ser disuelta una asamblea o reunión que tenga por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún acto a una autoridad, si no se profieren injurias contra ésta, ni se hiciere uso de violencias o amenazas para intimidarla u obligarla a resolver en el sentido que se desee”, pues lo convertía en usurpador al haber forzado las renuncias de Madero y Pino Suárez y luego sus asesinatos.

El “gobierno” de Victoriano Huerta se caracterizó por la represión, violencia y crímenes; así como por el despilfarro, la anarquía y la subordinación a los intereses de los terratenientes, la permanente violación de la Constitución que lo llevó incluso a disolver el Congreso.

La dictadura de Victoriano Huerta, presionado por el “Plan de Guadalupe” que encabezó don Venustiano Carranza, como Jefe del Ejército Constitucionalista, la firme lucha de los revolucionarios así como las complicaciones de las relaciones con los EEU, y su intervención en México, complicó la situación de Huerta.

En el mundo ya se sentían aires de un gran conflicto internacional (lo que sería la Primera Guerra Mundial); los Norteamericanos temían a la influencia de las potencias europeas en México, por lo que bajo el pretexto del incidente de Tampico, más de cuarenta y cuatro barcos de guerra estadounidenses llegaron a Veracruz el 21 de abril de 1914 y las tropas desembarcaron a las once de la mañana del mismo día. La intervención, que duró siete meses, en el fondo buscaba acrecentar el poderío de Estados Unidos sobre los países americanos.

Las fuerzas militares del comandante militar general Gustavo Adolfo Mass se habían retirado y la heroica defensa del puerto fue asumida por los alumnos de la Escuela Naval y el pueblo veracruzano, siendo José Azueta, Virgilio Uribe, Eduardo de la Colina, Ricardo Ochoa y Jorge Alacio Pérez, algunos de los nombres de los patriotas muertos en defensa del puerto de Veracruz. Fue hasta noviembre de ese año que las fuerzas constitucionalistas del general Heriberto Jara recuperaron la ciudad.

La cada vez más difícil situación, llevó a Victoriano Huerta a la decisión de renunciar a la Presidencia de la República el 8 de julio de 1914.

Durante la semana siguiente, Huerta y su esposa doña Emilia hicieron preparativos para su destierro en Europa. El documento de su renuncia a cargo de la Presidencia de la República fue presentado al Congreso el 15 de julio del citado año.

Victoriano Huerta, abandonó México, se trasladó a España y al año siguiente se desplazó a Estados Unidos, donde fue detenido bajo la acusación de fomentar la rebelión en México. Falleció el 13 de enero de 1916.

 

X

 

VENUSTIANO CARRANZA Y LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA

 

Luego de consumar la asonada contra el gobierno encabezado por don Francisco I. Madero, el General Victoriano Huerta, envió un ignominioso telegrama al presidente de los EEUU anunciándole que había derrocado el gobierno maderista. Otro tanto hizo con los gobernadores de las distintas entidades mexicanas. Don Venustiano Carranza encabezó el desconocimiento del usurpador.

Venustiano Carranza Garza nació el 29 de diciembre de 1859 en Cuatro Ciénegas, Coahuila. Fue hijo del matrimonio formado por el coronel Jesús Carranza y doña María de Jesús Garza. Realizó estudios en el Ateneo Fuente de Saltillo y en la Escuela Preparatoria de la Ciudad de México. Inició su carrera política como presidente municipal de su pueblo natal, cargo que desempeñó en dos ocasiones, más tarde fue senador y gobernador interino de Coahuila. Cuando estalló la Revolución Mexicana de 1910 se adhirió al antirreeleccionismo y ocupó, al año siguiente, la cartera de Guerra en el gabinete provisional que don Francisco I. Madero instaló en Ciudad Juárez, Chihuahua. En ese mismo año fue electo gobernador constitucional de Coahuila, cuyas funciones desempeñó hasta 1913.

El 26 de marzo de ese año se levantó en armas y, por medio del Plan de Guadalupe que desconoció al usurpador Victoriano Huerta y a su gobierno como respuesta a los arteros asesinatos del presidente Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez. Carranza se autodesignó Primer Jefe del Ejército que lucharía por el restablecimiento del orden constitucional, y una vez alcanzado dicho orden, ocuparía la Presidencia de la República, de manera provisional, para convocar a elecciones. Durante ese año se vio obligado a participar en varios combates y a adoptar medidas en favor de la Revolución. En abril de 1914 estableció su gobierno en la capital de Chihuahua, entidad dominada por Francisco Villa. En el mismo mes, la situación del país se agravó a consecuencia del desembarco de infantes de la marina estadounidense en el Golfo de México. Ante el avance de las fuerzas revolucionarias, Huerta dejó la Presidencia el 15 de julio, quedando como Presidente Interino el abogado Francisco Carvajal, quien se desempeñaba como Secretario de Relaciones Exteriores durante el régimen huertista.

El 20 de agosto de 1914 Carranza llegó a la Ciudad de México, donde fungió como encargado del Poder Ejecutivo, nombrando subsecretarios y oficiales mayores para reorganizar la administración pública. En septiembre reunió a los generales y gobernadores revolucionarios, convención que inició sus sesiones en la Ciudad de México, la que posteriormente se trasladó a Aguascalientes y en donde se nombró presidente provisional de la República a Eulalio Gutiérrez, por considerarlo un hombre neutral, por encima de querellas facciosas.

Pronto surgieron diferencias, por lo que Carranza desconoció al gobierno convencionista apoyado por los generales Emiliano Zapata y Francisco Villa, quienes ocuparon militarmente la capital. Carranza a la vez, instaló su gobierno en Veracruz, sitio que las tropas estadounidenses habían desalojado unas horas antes de su llegada y en donde expidió varias leyes y decretos de orientación revolucionaria en materia agraria, laboral, fiscal y civil. Asimismo, nombró al general Álvaro Obregón comandante en jefe del ejército, quien emprendió una campaña bélica que en seis meses le permitió dominar el centro del país y los principales enclaves ferroviarios.

En 1916, Carranza ordenó la emisión de quinientos millones de pesos infalsificables para remediar los problemas financieros derivados de las cuantiosas emisiones hechas durante el conflicto. El 16 de septiembre de ese año convocó a elecciones para integrar el Congreso Constituyente, el cual quedó instalado el primero de diciembre. En este mes también expidió un ordenamiento para que los bancos garantizaran debidamente el papel moneda puesto en circulación.

El 31 de enero de 1917 asistió a la clausura del Congreso de Querétaro y el 5 de febrero fue promulgada una nueva Constitución. Al día siguiente convocó a comicios para elegir presidente, senadores y diputados federales. El Partido Liberal Constitucionalista sostuvo la candidatura de Carranza, quien resultó triunfador y tomó posesión como Presidente Constitucional de la República.

Su objetivo principal fue el restablecimiento completo de la paz en el país mediante el cumplimiento de varias tareas: procedió a reorganizar el ejército (a fin de disminuir el número de efectivos), y llevó a cabo un reparto agrario que buscaba la normalización de las actividades económicas y garantizara el abasto en las ciudades. Durante su gestión se emprendieron algunas obras públicas como la construcción de presas, caminos y vías férreas, lo que permitió contrarrestar el desempleo. Durante esos años, el país tuvo un cierto auge en el volumen de sus exportaciones y, por consiguiente, un aumento relativo en la recaudación fiscal, gravámenes que permitieron mayor capacidad de maniobra a la administración pública. En política exterior, Carranza enfrentó la invasión al territorio nacional, así como fuertes presiones del gobierno estadounidense, motivadas principalmente por la legislación petrolera. En la Primera Guerra Mundial, el gobierno de Carranza se declaró al país neutral.

En 1920, Carranza propuso como su sucesor en la Presidencia de la República a Ignacio Bonillas, elección que no resultó del agrado de quienes sostenían la candidatura de Álvaro Obregón. Como consecuencia del Plan de Agua Prieta, Carranza tuvo que salir de la capital y, el 21 de mayo de ese año, durante el trayecto a Veracruz, en Tlaxcalantongo, Puebla, fue asesinado por elementos al mando del general Rodolfo Herrero.

 

LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA

 

Al recibir la notificación del General Huerta, el gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza, se reunió con los integrantes del Vigésimo Segundo Congreso Constitucional del Estado, quienes expidieron el decreto número 1495, de fecha 19 de febrero de 1913, mediante el cual se desconoció el régimen usurpador del Poder Ejecutivo de la República y se autorizó la formación de un ejército defensor del orden Constitucional.

El mismo día 19, el gobernador de Coahuila y el Congreso del estado expidieron el decreto en el que se desconocía la legitimidad de Victoriano Huerta como Presidente del país y que a pie de la letra dice:

“Venustiano Carranza, Gobernador Constitucional del Estado Independiente, Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza, a sus habitantes sabed: Que el Congreso del mismo, ha decretado lo siguiente:

Artículo 1º.- Se desconoce al General Victoriano Huerta en su carácter de Jefe del Poder Ejecutivo de la República, que dice él, le fue conferido por el Senado, y se desconocen también todos los actos y disposiciones que dicte con ese carácter.

Artículo 2º.- Se conceden facultades extraordinarias al Ejecutivo del Estado en todos los ramos de la Administración Pública, para que suprima los que crea convenientes y proceda a armar fuerzas para coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional de la República.

Económico.- Excítese a los Gobiernos de los demás Estados y a los Jefes de las Fuerzas Federales Rurales y Auxiliares de la Federación, para que secunden la actitud del Gobierno del Estado.

Dado en el Salón de Sesiones del Honorable Congreso del Estado, en Saltillo, Coahuila, a los diecinueve días del mes de febrero de mil novecientos trece. Diputado Presidente, Atilano Barrera, (Rúbrica); Diputado Secretario, Jesús Sánchez Herrera, (Rúbrica); Diputado Secretario, Gabriel Calzada, (Rúbrica). Imprímase, comuníquese y obsérvese. Saltillo, Coahuila, a 19 de Febrero de 1913. Venustiano Carranza, (Rúbrica)”, desconociendo de esa manera la legitimidad de Victoriano Huerta como Presidente del país.

 

Para respaldar su enfrentamiento con Huerta y el Ejército Federal, Carranza contaba con una pequeña fuerza distribuida en el estado, bajo las órdenes de los coroneles Pablo González, Francisco Coss, Jesús Carranza, Lucio Blanco, Cesáreo Castro, Alfredo Ricaut y otros jefes.

 

XI

 

LA INTERVENCIÓN NORTEAMERICANA DE 1914

 

El 12 de abril de 1914, en Tampico, Tamaulipas, que había adquirido importancia a causa del petróleo, era para el Ejército Constitucionalista, una plaza de importancia estratégica y moral, por lo que repetidas veces fue atacada para rescatarla del dominio federal huertista. Para esas fechas se encontraba anclado frente al puerto el cañonero estadounidense “Dolphin”.

Desde principios de abril el Ejército sitiaba el puerto atacando tremendamente, a lo cual los federales resistían. En el fragor del combate, de pronto, del cañonero se desprende una lancha y los marinos ocupantes desembarcan, siendo estos detenidos inmediatamente por las fuerzas huertistas al mando del coronel Hinojosa quien cumpliendo con su deber los condujo al Cuartel General. Este hecho se conoce como “incidente con los tripulantes del Dolphin en Tampico”, que sería el pretexto para la intervención norteamericana de 1914.

El almirante Mayo, comandante del “Dolphin” exigió la inmediata liberación de sus marinos y el General Ignacio Morelos Zaragoza comandante de la plaza accedió a ello y presentó excusas. Mayo exigió al jefe mexicano que en desagravio los cañones mexicanos hicieran un saludo a la bandera estadounidense, lo que en códigos militares es una humillación para quien se ve obligado a ello. El General Morelos declaró que lo consultaría con su gobierno.

Victoriano Huerta aparentando indignación ofrece castigo al coronel Hinojosa a cambio de que se retire la exigencia del saludo. Por su parte Woodrow Wilson, presidente de EEUU, insistió en el saludo a su bandera y agrega que Tampico sea considerado puerto neutral. Huerta por intermedio de su Secretario de Relaciones Exteriores, don José López Portillo y Rojas, propone un saludo simultáneo a las dos banderas, cosa que Wilson naturalmente no acepta.

Nueve días después el 21 de abril de 1914 se encuentran frente al Puerto de Veracruz los buques de guerra Missisipi, Florida, Utah, Texas, Connecticut, Virginia, Rhode Island, Minnesota, Washington, Nebraska, Vermont, Delaware, Netus, Dolphin, Michigan, Louisiana, Georgia, Galcoa, Chester, Praire, Hasvillie, Sacramento, Rochester, San Francisco, Memphis, Melpomene, Summer, Corpus, Celtic, Savanah, San Marcos, Hanckok, Bulford, Hilpatrik, Mexico, Esperanza, Morro castle, Ciclops, Proteos, y los buques hospitales Solace, Eagle y Mayflower.

Sin ninguna declaración de guerra a las 11.20 horas desembarcaron en el muelle los infantes de marina estadounidenses e inician su marcha hacia el centro de la ciudad, ocupando los sitios estratégicos. El Ejército Federal con su comandante militar de la plaza, General Gustavo Mass, recibió órdenes de replegarse hasta Tejería.

El director de la Escuela Naval, Capitán Rafael Carreón encabezó la resistencia junto con más de 200 estudiantes de la misma, entre ellos el Teniente José Azueta, el cadete Virgilio Uribe que con un grupo de jóvenes, con el fuego de una ametralladora mantuvieron a raya a los invasores yanquis. La población luchó con verdadero heroísmo; un joven sacerdote, Enrique Mondragón, convocó a sus feligreses a unirse a la defensa de la ciudad y la soberanía, marchando a las líneas de fuego, y con las pocas armas que consiguieron, también cerraron el paso a los agresores.

La cañonería filibustera arremetió contra El fuerte de San Juan de Ulloa neutralizando a los pocos cañones que ahí existían. La resistencia extendida en toda la población actuó de diversas maneras: como francotiradores, guerrilleros, en barricadas, azoteas; en fin con heroísmo verdadero, sin embargo poco a poco fueron vencidos por la superioridad técnica y militar de los yanquis.

El 27 de abril se izó la bandera norteamericana en Veracruz; el 30 el General Feston recibió la ciudad del mando militar norteamericano y el 2 de mayo fue designado Gobernador Militar de Veracruz.

Ante la formidable máquina de guerra yanqui el Contralmirante (de esa plaza) Manuel Azueta Perillos, al no tener elementos con qué combatir recibió también órdenes de retroceder hasta Tejería, no sin antes volar el puente San Francisco para obstruir el avance de los yanquis si continuaban rumbo a la capital.

La Ciudad de México hervía de indignación, la nueva intervención norteamericana reavivaba pasiones por las agresiones sufridas por México, que incluía el despojo de parte de su territorio y las indemnizaciones onerosas impuestas por los ideólogos de “El destino manifiesto”, agitaban los sentimientos patrióticos de los mexicanos que llamaban a combatir al invasor.

Huerta reaccionó vivamente viendo su última oportunidad ante el avance inexorable de los constitucionalistas y el cada vez más lejano reconocimiento a su gobierno por Estados Unidos, convocó a Carranza a la concordia para combatir al enemigo extranjero, a lo cual Carranza respondió con dos mensajes, uno para el gobierno de Estados Unidos protestando airadamente por el atentado y otra para los jefes revolucionarios exhortándolos a repeler al enemigo extranjero y a seguir combatiendo al usurpador Huerta. Antes como hoy la prensa dependiente desvirtuó las opiniones declarando que todos los revolucionarios se plegarían al gobierno federal. Parte del pueblo cayó en la trampa, trabajadores humildes, estudiantes desorientados deseosos de luchar contra el yanqui invasor acudían en tropel a reclutarse en los cuarteles para verse de pronto (infamia del dictador) enviados al interior de la república a luchar contra Francisco Villa y Álvaro Obregón. Cuando el pueblo se da cuenta de la maniobra, cesan las presentaciones voluntarias, Huerta recurre a la leva.

Mientras tanto, con todo y la ocupación militar estadounidense la Revolución Mexicana proseguía. El 15 de julio es vencido Huerta y huye al extranjero, casi un mes después el 13 de agosto Carvajal, su interino, hace lo mismo y las fuerzas constitucionalistas después de los Tratados de Teoloyucan ocupan la Ciudad de México dos días después. Carranza entra triunfante el día 20 y asume el poder ejecutivo.

Después de una ocupación militar de siete meses, el 23 de noviembre las fuerzas militares de Estados Unidos entregan el puerto de Veracruz; el gobernador del estado Cándido Aguilar lo recibe en nombre de Carranza. Un día después Carranza se instala en el puerto y lo declara capital de la república.

 

XII

 

EL PLAN DE GUADALUPE

 

Luego de desconocer el gobierno del estado Coahuila al usurpador Victoriano Huerta, Carranza y sus fuerzas organizadas hasta entonces marcharon por diversas plazas de ese estado. Por la mañana del 26 de marzo de 1913, en una modesta casa de adobe que hacía las veces de oficina de raya de la hacienda, sobre una mesa de encino, don Venustiano Carranza, su secretario particular, Alfredo Breceda, y los jefes más destacados redactaron el plan que formalizaba la lucha y delineaba sus principios. Se hicieron las correcciones necesarias y en medio de un imponente silencio, en improvisada fila, pasó a firmarlo cada uno de ellos.

La Revolución Constitucionalista adquirió así un programa mínimo que proveyó al levantamiento de una justificación política y de un proyecto. El Plan de Guadalupe nombró a Carranza Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo. El Plan de Guadalupe, era un Manifiesto a la Nación que al pie de la letra decía:

Considerando que el General Victoriano Huerta, á quien el Presidente Constitucional D. Francisco I. Madero, había confiado la defensa de las instituciones y legalidad de su Gobierno, al unirse a los enemigos rebelados en armas en contra de ese mismo Gobierno, para restaurar la última dictadura, cometió el delito de traición para escalar el poder, aprehendiendo a los C. C. Presidente y Vice-presidente, así como a sus Ministros, exigiéndoles por medios violentos las renuncias de sus puestos, lo cual está comprobado por los mensajes que el mismo General Huerta dirigió á los Gobernadores de los Estados comunicándoles tener presos á los Supremos Magistrados de la Nación y su Gabinete.

Considerando que los Poderes Legislativo y Judicial han reconocido y amparado en contra de las leyes y preceptos constitucionales al General Victoriano Huerta y sus ilegales y antipatrióticos procedimientos, y

Considerando, por último, que algunos Gobiernos de los Estados de la Unión han reconocido al Gobierno ilegítimo impuesto por la parte del Ejército que consumó la traición mandado por el mismo General Huerta á pesar de haber violado la Soberanía de esos Estados, cuyos Gobernantes debieron ser los primeros en desconocerlo, los subscritos, Jefes y Oficiales con mando de fuerzas Constitucionalistas, hemos acordado y sostendremos con las armas el siguiente:

Plan:

1º Se desconoce al General Victoriano Huerta como Presidente de la República.

2º Se desconocen también á los Poderes Legislativo y Judicial de la Federación.

3º Se desconocen á los Gobiernos de los Estados que aún reconozcan á los Poderes Federales que forman la actual Administración, treinta días después de la publicación de este Plan.

4º Para la organización del Ejército encargado de hacer cumplir nuestros propósitos, nombramos como Primer Jefe del Ejército que se denominará “Constitucionalista” al ciudadano Venustiano Carranza, Gobernador Constitucional del Estado de Coahuila.

5º Al ocupar el Ejército Constitucionalista la ciudad de México se encargará interinamente del Poder Ejecutivo el ciudadano Venustiano Carranza, primer Jefe del Ejército, o quien lo hubiere substituido en el mando.

6º El Presidente Interino de la República convocará elecciones generales, tan luego como se haya consolidado la paz, entregando el Poder al ciudadano que hubiere sido electo.

7º El ciudadano que funja como primer Jefe del Ejército Constitucionalista en los Estados cuyos Gobiernos hubieren reconocido al de Huerta asumirá el cargo de Gobernador Provisional y convocará á elecciones locales, después que hayan tomado posesión de sus cargos los ciudadanos que hubiesen sido electos para desempeñar los altos Poderes de la Federación, como lo previene la base anterior.

Firmado en la Hacienda de Guadalupe, Coahuila, á los 26 días de Marzo de 1913.

Teniente Coronel Jefe del Estado Mayor, J. Treviño, Teniente Coronel del 1er. Regimiento “Libres del Norte” Lucio Blanco. Teniente Coronel del 2° Regimiento “Libres del Norte” Francisco Sánchez Herrera. Teniente Coronel del 23 Regimiento, Agustín Milton, Mayor Jefe de Carabineros de Coahuila, Cayetano Ramos. Mayor del Regimiento “Morelos” Alfredo Ricant. 1er. Cuerpo Regional Mayor Pedro Vázquez.

Mayor Juan Castro. Mayor Médico Dr. Ríos Zertuche. Jefe de la Guardia, Mayor Aldo Baroni. 1er. Cuerpo Regional Teniente Coronel Cesareo Castro. Teniente Coronel A. Ortos. 38 Regimiento mayor Alberto Palacios. Capitán 1° Santos Dávila Arizpe. Capitán 1° Ramón Caracas. Capitán 1° S. Garza Linares. Capitán 1° Felipe Menchaca. Capitán 1° Alfredo Breceda. Capitán 1° Guadalupe Sánchez. Capitán 1° Gustavo Elizondo. Capitán 1° F. Méndez Castro. Capitán 1° T. J Múgica.

Capitán 1° T. Cantú. Capitán 1° Doctor E. M: Saldaña Galván. Capitán 2° Nemesio Calvillo. Capitán 2° Armando Garza Linares. Capitán 2° Canuto Fernández, Capitán 2° Juan Francisco Gutiérrez, Capitán 2° Manuel Charles, Capitán, 2° Rómulo Zertuche, Teniente H. T. Pérez, Teniente Antonio Vila, Capitán 2° Carlos Ozuna, Teniente Manuel M., González, Capitán 2° José Cabrera, Teniente B. Blanco, Teniente Jesús R. Cantú. Teniente José de la Garza, Teniente Francisco A. Flores, Teniente Jesús González Morín, Teniente José E. Castro, Teniente Alejandro Garza, teniente F. J. Destenave, Teniente José N. Gómez.

Teniente Pedro A. López, Teniente Baltasar M. González, Teniente Benjamín Garza, Teniente Cenovio León, Teniente Venancio López, Teniente Petronila A. López, Teniente Ruperto Boone, Teniente Ramón J. Pérez, Teniente Lucio Dávila, Subteniente Álvaro Rábago, Subteniente Luis Reyes, Subteniente Luz Menchaca, Subteniente Rafael Limón, Subteniente Reyes Castañeda, Subteniente Francisco Ibar, Subteniente Francisco Aguirre, Subteniente Pablo Aguilar.

Subteniente A. Cantú, Subteniente A. Torres, Subteniente A. Amezcua, Subteniente Luis Martínez, Subteniente Salomé Hernández.

Los que suscribimos Jefes y Oficiales de guarnición en esta plaza, nos adherimos y secundan en todas sus partes el Plan firmado en la Hacienda de Guadalupe, Coah., el 26 de los corrientes.

Piedras Negras, Coah., Marzo 27 de 1913. Jefe de las Armas, Gabriel Calzada, jefe de las armas de Allende, A. Barrera; Jefe del Cuerpo Carabineros de Río Grande, Mayor R. E. Muzquiz, Mayor del Cuerpo de A. del D. Río Grande, Mayor Dolores Torres, Capitán 1° Manuel B. Botello, Capitán 2° I Zamarripa, Capitán 2° Julián Cárdenas, Capitán 1° del Batallón Leales de Coahuila Feliciano Mendoza, Teniente J. Flores Santos, Teniente Adolfo Treviño, Subteniente Juan G. González, Capitán 2° Federico Garduño, Subteniente A. Lozano Treviño.

Los Jefes y oficiales en el campo de operaciones de Monclova se adhieren y secundan el Plan firmado el día de ayer en la Hda. de Guadalupe. Mayor Teodoro Elizondo, Capitán 1° Ramón Arévalo, Capitán 2° Francisco Garza Linares, Capitán 2° F. G. Galarza. Capitán 2° Miguel Ruiz.

El primer choque armado con el ejército federal ocurrió en Candela, Coahuila, donde los revolucionarios obtuvieron un triunfo. Tres días después hubieron de enfrentar en Monclova a las fuerzas federales de Joaquín Mass. Ante la abrumadora superioridad del enemigo, el general Pablo González, se retiró a la hacienda de Hermanas, donde estableció su cuartel general. Días más tarde, Carranza iniciaba desde Cuatro Ciénegas la larga travesía que lo llevó a reunirse con Álvaro Obregón, Benjamín Hill y Manuel M. Diéguez, en Sonora.

Mientras que don Venustiano cruzaba el desierto, el General González se retiraba a la hacienda de Hermanas. La distancia entre los dos cuarteles generales enemigos era de tan sólo 40 kilómetros. Sin embargo, la inmovilidad de los federales en Monclova, ocupados en reparar las líneas ferroviarias, dio tiempo al general González de reorganizar sus fuerzas y pertrecharlas con armamento y municiones que había recibido de Piedras Negras.

El batallón de Zapadores de Francisco L. Urquizo fue enviado a Sabinas, Coahuila. Las fuerzas del Coronel Francisco Murguía y del Teniente Coronel Fortunato Maycotte se estacionaron en El Puerto del Carmen, cercano a San Buenaventura.

Además, el General González envió al Teniente Coronel Teodoro Elizondo a cubrir el Cañón de San Antonio, a fin de obstaculizar el enlace del ejército federal al mando del Coronel Mass con la columna de Rubio Navarrete, acantonada en Lampazos.

Por su parte, los escuadrones de caballería carrancista de Elías Uribe, Alfredo Ricaut, Ramírez Quintanilla, Ildefonso Vázquez y Atilano Barrera permanecían en la hacienda de Hermanas bajo las órdenes directas del General Pablo González. Francisco Murguía, Eulalio Gutiérrez y Francisco Coss, entre otros, hostilizaban al enemigo con guerrillas, cuya arma más efectiva era la sorpresa.

La Revolución Constitucionalista se fue fortaleciendo de tal manera que el gobierno norteamericano buscó y encontró el pretexto para intervenir en México en 1914, empero el pueblo y las fuerzas revolucionarias ofrecieron una heroica resistencia; en esas condiciones y la revolución incontenible el usurpador Victoriano Huerta renuncia el 15 de julio de 1914 a la Presidencia de la República.

 

XIII

 

LA TOMA DE ZACATECAS Y LA CONVENCIÓN DE AGUASCALIENTES

 

Durante la Revolución Mexicana la ciudad de Zacatecas fue escenario de una de las batallas más importantes que libró la División del Norte, dirigida por el general Francisco Villa, en contra del Ejército Federal (junio de 1914), lo cual aceleró la caída del usurpador Victoriano Huerta.

 

ZACATECAS Y LA DIALÉCTICA DE LA REVOLUCIÓN

 

La toma de Zacatecas marca un hito en el proceso de la Revolución y el desarrollo de las contradicciones entre los grupos revolucionarios sobre el Estado que se configuraría después del asunto épico.

Madero, alejado de las masas populares, pero sin complacer completamente las aspiraciones de los grandes hacendados y la burguesía nacional fue abriendo a las contradicciones que liquidaría su gobierno mediante el cuartelazo de la Ciudadela.

Al asaltar Victoriano Huerta el Poder Ejecutivo, don Venustiano Carranza encabeza la lucha contra la usurpación la cual se hizo posible violándose el artículo de la Constitución de 1857 (que es el mismo que se mantiene en la de 1917), por lo que después de firmado el Plan de Guadalupe encabezará la llamada Revolución Constitucionalista.

Carranza mantenía una ideología liberal autoritaria; en el fondo buscaba consolidar su poder, liquidar a los grupos armados opositores, someter a las masas, restablecer la paz social y reestructurar el gobierno y el país. La revolución que encabezaba se encontraban representados los bandos de hacendados y la corriente maderista más afín a las aspiraciones de la burguesía nacional. Estas corrientes entran en contradicción después de la Toma de Zacatecas.

En el movimiento de Villa participó una base amplia que desde campesinos pobres, rancheros medios, artesanos y su conjunto se visualizaba la presencia de la pequeña burguesía revolucionaria en ascenso, que luego de los triunfos villistas principalmente en San Pedro de las Colonias, Paredón y Saltillo, comprendieron que la toma de Zacatecas abriría el paso a la inevitable derrota de Huerta y la caída de su dictadura.

Carranza se opone a la toma de Zacatecas y destituye a Villa como jefe de la División del Norte, sin embargo los jefes de la misma apoyaron al Centauro y marcharon a Zacatecas iniciándose el largo combate que culminó el 23 de junio de 1914 con la caída de la ciudad y un mes después, en julio de 1914, con la renuncia y salida del país del usurpador Victoriano Huerta.

Los resultados políticos de esta batalla profundizaron las contradicciones y enfrentamientos entre grupos revolucionarios marcaron la necesidad de una nueva Constitución, que abriera paso al desarrollo del nuevo proyecto del Estado mexicano.

 

LA CONVENCIÓN DE AGUASCALIENTES

 

Luego de la derrota y renuncia de Huerta Carranza convoca a la “Gran Convención de Jefes militares con mando de fuerzas y gobernadores de los Estados” en la ciudad de México, para definir la nueva situación del país y del Estado mexicano, a la cual se negaron a concurrir un grupo importante revolucionarios, principalmente Villa y Zapata, por lo que la cita se trasladó a Aguascalientes.

La Convención de Aguascalientes inició sus sesiones el 10 de octubre de 1914. Se declaró soberana, desconoció tanto a Carranza como a Villa y decidió nombrar a un presidente provisional. Carranza se negó a aceptar los decretos de la convención y salió de la capital rumbo a Veracruz. El presidente provisional electo por la convención se llamaba Eulalio Gutiérrez; el jefe de sus fuerzas armadas, Francisco Villa. Su secretario de Educación, José Vasconcelos.

Concluida la Convención emitió el siguiente manifiesto a la nación:

“La Convención del 10 de octubre de 1914 se ha reunido con el objeto de unificar el criterio revolucionario, para determinar las bases y orientación del nuevo Gobierno de la República inspiradas en la opinión de la mayoría de sus ciudadanos armados, para que ese Gobierno realice los ideales de la Revolución y las instituciones democráticas, pues de este modo cumplimos con el compromiso solemne contraído con la Nación, de sustituir a la tiranía por un gobierno que satisfaga las necesidades públicas actuales”.

“Y esa misma Convención se ha declarado soberana, para hacer efectivas y obligatorias sus resoluciones para todos los jefes del ejército, evitándose de esta manera la dictadura que podría resultar de permitir a cualquiera de ellos que tratara de imponer aisladamente su voluntad y su opinión al resto de los ciudadanos de la República”.

“Somos el Poder Supremo nacional porque hemos sido el Supremo Poder de la Revolución. Nuestro movimiento armado no triunfó de la reacción debido al esfuerzo de uno solo de sus jefes, sino en virtud del concurso que hemos prestado todos para ello”.

“Y del mismo modo que obedecimos a una sola idea y estuvimos animados de una sola aspiración de redención y de progreso para lanzarnos contra la dictadura, de esa misma manera e impulsados por los mismos sentimientos, nos hemos reunido en esta Convención, ya no para derrocar y para destruir, sino para organizar y construir al nuevo Gobierno Republicano en el cual se han de sintetizar todos nuestros ideales y todas nuestras tendencias”.

“Esta Convención es soberana, porque en ella están sintetizadas la fuerza y el pensamiento de la Revolución”.

“Para nosotros deben concluir los tiranos y para la Convención es una necesidad primordial hacer efectiva la paz en la República”.

“Constituidos así en Asamblea para ser escuchados, y en Poder Supremo de la Nación para ser obedecidos, podremos acabar para siempre con las ambiciones individuales de poder, con las intrigas de gabinete y con la inmoral y antipatriótica labor del incondicionalismo”.

“La República entera ha cifrado todas sus esperanzas de mejoramiento social y político en esta Convención, y para satisfacer sus anhelos, debemos hacer respetar nuestras resoluciones, no precisamente porque contamos con la fuerza de las armas para ello, sino porque nos apoya la inquebrantable fuerza de la opinión pública”.

“Se ha pretendido relegarnos a un papel secundario con el pretexto de que somos o debemos ser la representación genuina de un hombre; siendo así que constituimos la base democrática del futuro gobierno, en nuestro carácter de Asamblea Preconstituyente”.

“Conscientes, pues, del papel histórico que desempeñamos en este instante, y asumiendo la responsabilidad de la suerte de la República, hemos elegido al presidente provisional de ella, y declaramos que estamos resueltos a sostenerlo, a pesar de todos los obstáculos, contra todas las rebeldías y sobre todas las ambiciones de aquellos que inspirados sólo en intereses mezquinos no se resuelvan a colaborar en la nueva organización del Gobierno Nacional emanado de la Revolución”.

“MEXICANOS: La primera Asamblea Preconstituyente emanada del movimiento revolucionario que derrocó a las dictaduras que acaban de pasar, os demanda vuestra colaboración unánime en la cual están vinculadas los destinos nacionales, y debéis estar ciertos de que al proceder así, habéis merecido el bien de la Patria”.

“Aguascalientes, 6 de noviembre de 1914. Presidente, Antonio l. Villarreal. Primer vicepresidente, J. Isabel Robles. Segundo vicepresidente, Pánfilo Natera. Secretario, Mateo Almanza. Secretario, V. Alessio Robles. Siguen nombres de generales y de representantes de generales y de la comisión del Ejército Libertador”.

 

XIV

 

LA TOMA DE MÉXICO Y LA BATALLA DE CELAYA

 

El desarrollo de la lucha contra Victoriano Huerta profundizó las contradicciones políticas y sociales de las fuerzas revolucionarias en el país, que se empezaron a dividir antes de que llegara el triunfo final, tanto por las diferencias (de las demandas y enfoques de los problemas), como por las rivalidades personales de los tres jefes principales: Villa, Carranza y Zapata.

Entre Villa y Carranza, hubo varios acuerdos para no romper lazos, luchar contra Huerta y cumplir ciertos propósitos de la revolución, sin embargo, después de la toma de Zacatecas, se hacía evidente en la correlación de fuerzas, que dejaba claro para la nueva etapa que para realizar transformaciones en el Estado mexicano, no se tendría éxito si no se llamaba a una constituyente que reformara la Carta Magna de 1857 para abrir una nueva época en México.

Al triunfo de los constitucionalistas sobre la dictadura de Huerta, Venustiano Carranza propuso una reunión en la ciudad de México de los representantes de las fuerzas revolucionarias, pero no todos estuvieron de acuerdo, principalmente los villistas y zapatistas.

Obregón habló con Villa para llegar a acuerdos en cuanto al Estado, los procesos transitorios en la toma de poder, formulación del plan de gobierno, y otros puntos más, pero no se concretó la colaboración, el 23 de septiembre rompen las conversaciones. Los zapatistas, por su parte, pedían entre otras cosas a don Venustiano Carranza como primer jefe que renunciara o que compartiera sus reivindicaciones, cuestión que rechazó el 5 de septiembre de 1914.

Después se realizó la Convención de Aguascalientes donde se presentó Villa y firmó acuerdos, reanudó la relación con Obregón, invitó a Zapata a participar en la convención, pero este mandó solo un grupo de observadores, donde a propósito se adoptó en parte el Plan de Ayala, sin eventualmente dar concesiones a los zapatistas.

Nuevamente tuvieron problemas los carrancistas, villistas y zapatistas, pero más en la referencia al poder de facto, en que pedían exclusión de unos y otros, aunque se trataba de mediar por parte de grupos de la Convención, ante las diferentes posturas. Villa y Zapata hacen alianzas, toman la capital el 3 de diciembre de 1914. Carranza establece su gobierno provisional en Veracruz el 26 de noviembre, y llama a que combatieran a Zapata y a Villa.

Desde agosto de 1914, en la correlación de fuerzas, es Villa quien en septiembre tenía dominado Chihuahua con 40,000 hombres en su División del Norte y a finales de septiembre empezó a avanzar hacia el centro, capturando Torreón, Durango, Estación de Guadalupe, Aguascalientes, Lagos, León, Silao, Irapuato, Celaya y Querétaro hasta unirse y firmar el 4 de diciembre de 1914 el Pacto de Xochimilco con los zapatistas. Este grupo estuvo fuertemente posesionado en la revolución.

Como resultado, Venustiano Carranza y Obregón rompieron con la Convención. Villa tomó la ciudad de México, a nombre del gobierno de la Convención, junto con su aliado Emiliano Zapata, en diciembre de 1914. Tuvo entonces lugar el Pacto de Xochimilco, en el que Pancho Villa aceptó el Plan de Ayala en lo relativo al problema de la tierra y en el que convenían llevar a la presidencia a un civil identificado con la Revolución. Las fuerzas de la División del Norte y por el Ejército Libertador del Sur en las distintas ocasiones que ocuparon la ciudad de México, entre diciembre de 1914 y junio de 1915.

Por otra parte, a fines de noviembre de 1914 don Venustiano Carranza establece su gobierno en Veracruz y ahí residirá hasta octubre de 1915. El 24 de diciembre de 1914 las últimas unidades leales a Carranza abandonaron la capital, que esa misma noche fue ocupada por los zapatistas. La enorme ciudad parecía desierta, casi muerta. Los habitantes, que habían sido atemorizados, permanecían en sus casas. Los periódicos de la víspera habían aparecido orlados de negro, señal de luto que anticipaba la entrada de Villa y Zapata, el advenimiento de la violencia, el saqueo y el hambre. Las fuerzas de estos, por el contrario, se comportaron con indiscutible disciplina.

A principios de enero de 1915, Obregón, cuya base de operaciones se hallaba en Veracruz, pasó a la ofensiva, quebró la resistencia de las tropas zapatistas y se acercó a la capital.

Villa resolvió, el 19 de enero, abandonar la capital, con la intención de detenerse en la zona Torreón-Zacatecas, cerca de su base permanente, y allí preparar la batalla decisiva. Las tropas de Obregón entraron en la capital, mientras en los suburbios del sur aún permanecían algunas unidades de Zapata.

El General Emiliano Zapata, se había retirado a las inexpugnables montañas de Morelos, mientras que don Venustiano todavía se hallaba en Veracruz. Mientras la División del Norte estuviera en acción, el “primer jefe” no se atrevería a regresar a la ciudad de México.

Los convencionistas, que en varias oportunidades entraron a la capital, finalmente tuvieron que abandonar definitivamente la ciudad en junio de 1915 y refugiarse en Morelos donde, particularmente los zapatistas, continuarían resistiendo por varios años más. La ciudad de México sería ocupada, una vez más y ahora en forma definitiva, por los triunfadores.

Para triunfar sobre las fuerzas de Villa Carranza ordenó a Obregón enfrentarlo y derrotarlo.

Celaya se encuentra geográficamente en punto estratégico hacia el norte y el centro, ya que ahí se encuentra ubicado el cruce del ferrocarril del Centro (Guadalajara – México) y el ferrocarril del Pacífico, en donde los ejércitos se desplazaron también por este medio, así como abastecían armas y provisiones.

Obregón avanzó hasta Celaya en los desligamientos de fuerza entre ellos, para tomarla el 3 de abril, valiéndose del ferrocarril central. El propósito de Obregón era atraer a Villa y para ello atrincheró a unos 10,000 hombres en zanjas y canales de drenaje, dejando afuera de la ciudad a las reservas de caballería.

La lucha se emprende y la primera fase de los enfrentamientos ocurrió los días 6 y 7 de abril de 1915, en los cuales Obregón supo defender su posición ante las embestidas de los villistas.

“El primer ataque a Celaya fue el 7 de abril, unos 20, 0000 villistas penetraron hasta el centro de la ciudad, pero las reservas de caballería que habían quedado fuera de ella acabaron por replegarse a Irapuato”. Estos tuvieron que replegarse a Salamanca, para planear y lanzar el contraataque. La fase decisiva comenzó el 13 de abril, cuando Obregón aprovechando las debilidades de la estrategia de Villa enfrentó a sus fuerzas.

“En el segundo ataque (13 de abril) el número de villistas aumentó más del doble, ya que retiraron tropas de otros frentes de batalla, con la misma táctica Obregón los volvió a rechazar, pero ahora obligándolos a huir desastrosa y atropelladamente y dejando el campo sembrado de cadáveres…Francisco Villa y los carrancistas al mando de obregón y Francisco Murguía se volvieron a enfrentar el 5 de junio en las batallas de Trinidad y León, que dieron como resultado la derrota definitiva de la División del Norte”.

El 15 de abril, la victoria correspondió a las tropas de Obregón, tras lo cual Villa se vio obligado a replegarse en León, Guanajuato. Después de esta batalla, hubo otras entre los mismos bandos en Trinidad, León, Santa Ana del Conde y Aguascalientes, pero Villa ya no volvería a operar al frente de la División del Norte.

 

Autores: Casa de la cultura de Cancún, con la coordinación de Raúl Espinosa Gamboa y la colaboración de Edith Marlene Orta Carrizales y la Fundación “José Lima Zuno”. Cancún. Quintana Roo. México.

casadelaculturadecancun@yahoo.com.mx

 

 

 

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