MI LENTE

"DECÁLOGO" DE KRISTOF KIESLOWSKI: ": CINE EN TIEMPO DE CRISIS POLÍTICA

Por: Rafael Fernández Pineda

Fernándezpr@hotmail.com

Humberto Macías*, en su largo ensayo sobre las diez películas que conforman "Decálogo", comenta que en 1989, cuando el Decálogo era visto por primera vez en Nueva York, un periodista de arte le pidió a Kristof Kieslowski que nombrara las diez palabras con que se quedaría si todo el resto de palabras fueran arrancadas de los filmes. Él dijo: amor, odio, soledad, miedo, coincidencia, dolor, ansiedad, Dios, responsabilidad e inocencia. Esas 10 cualidades representan los ladrillos de su cine, y de su "Decálogo".

El primer destinatario del Decálogo, el televidente polaco de 1988-89, se encontraba inmerso en varios procesos sociales como:

- el movimiento democratizador encabezado por Solidaridad y el Comité de Defensa de los Trabajadores (KOR por sus siglas en polaco)

- un fortalecimiento de la participación pública religiosa. No sólo del clero, sino de las personas comunes, pero en dimensión social trascendente.

- los cuales estaban enfrentados por las medidas desesperadas del gobierno de Jaruzelski tratando de conservar el control del país.

Era un tiempo de crisis donde se juntaban deseos, miedos, valores, decisiones, éxitos, resistencias, fracasos y cambios sociales. El caos y el desorden regían en Polonia. Había mucha tensión y falta de esperanza, junto con un miedo, muy natural, de que las cosas se pusieran todavía peor. (Cualquier parecido con el México previo a elecciones es mera coincidencia). Kieslowski agregaba que en esa época notaba, a nivel hemisférico, un desconcierto general. No se refería a la política (que de hecho estaba cambiando mucho y llevaría a la muy simbólica caída del muro de Berlín), sino a la vida cotidiana de la gente común:

"Sentía indiferencia mutua detrás de las sonrisas amables. Tenía también la impresión sobrecogedora, de que cada vez con más frecuencia observaba personas que realmente no sabían el porqué de su existencia, de su vida."

Por eso cuando el escritor Krzysztof Piesiewics (con quien realizaría el Guión de las diez historias) le sugirió la idea de filmar una película sobre los Diez Mandamientos le pareció extraña, aún terrible, pero la tomó en serio.

Así relata Kieslowski las razones por las que decidió realizar "El Decálogo":

"…la idea de Piesiewics era hacer un intento para regresar a los valores fundamentales destruidos por el comunismo".

"…por la misma razón que estuve interesado en los valores de libertad, igualdad y fraternidad para hacer la trilogía Blanco, Azul y Rojo, (tres de sus mejores y más conocidas películas) es… que yo estaba interesado en el Decálogo: En diez frases, los diez mandamientos expresan lo esencial de la vida."

Para Kieslowski era el proyecto mas importante de todo lo que había filmado hasta entonces y se propuso ser cuidadoso para proyectar sus preocupaciones y dejar claro el contenido de su pensamiento. Por ejemplo trató de desterrar la política de las historias (lo cual es casi imposible), no sólo por sus personales resistencias al caso, sino también para que no perdiera su vigencia tan pronto terminara el conflicto Walessa-Jaruzelski. También trató de evitar escenas gratuitamente desagradables (en cuanto que no aportaran directamente a la historia), como son cuadros folkloristas, cupones de racionamiento y la pobreza generalizada en Polonia. Kieslowski dijo que quería dirigirse especialmente a los individuos, intentar un diálogo personal, no con "la sociedad".

Los Diez Mandamientos no son un código legal o ético solamente, sino mucho más. En la tradición judía, representan la alianza de Dios con su pueblo. Él los ha sacado de Egipto, los ha hecho su pueblo, les ha dado la libertad y prometido una buena tierra. Para ayudarles a conservar esa libertad hasta el día feliz en que tomen posesión de su país, también les dio sus Diez Palabras. No era una condición para alcanzar el favor de Dios, sino para aprovechar lo que ya les había dado gratis. Los tiempos críticos del desierto debieron haber causado muchos conflictos entre los clanes que vivían el éxodo. Cualquier lucha egoísta entre ellos ponía en riesgo la supervivencia de todos. Que algunos dominaran a otros echaba por tierra la libertad que Dios les había otorgado a todos. Las Diez Palabras eran pues una guía para el desierto. Para que no se arrebataran la libertad que ya les había otorgado su Dios. Después habrían de venir más tiempos difíciles, críticos, más desiertos. Por ello la formulación de las Diez Palabras fue cambiando según tiempos y situaciones de la fe tradicional. Las Diez Palabras son una invitación para que lo que ha liberado Dios, no lo esclavice el hombre

Kieslowski reflexiona sobre el sentido de los valores detrás de las Diez Palabras, en cuanto son patrimonio de la cultura occidental y por estar especialmente presentes en Polonia, tradicionalmente católica. Busca la concreción de estos valores para los individuos inmersos en ese momento crítico del país (1988) y con sus ficciones trasmite su reflexión. Es decir hace actuales esos valores, los hace presentes en su momento social, como hicieron en su oportunidad los escrituristas del antiguo Israel. Las Diez Palabras tienen entre sus líneas un sentido de la vida y la libertad, sobre todo en épocas críticas. Es lo que Kieslowski intentará dialogar con su público. Inicia un diálogo sobre la realidad contemporánea, la propia condición humana y los valores personales, dentro de nuestra cultura occidental judeocristiana, para al fin de cuentas preguntarnos a nosotros mismos sobre el sentido de la vida.

Las diez películas desarrollan los Diez Mandamientos como símbolo temático, visual y ético. Donde la vida de los habitantes del mundo transcurre entre la falta de fe (o la fe obligada por la tradición) y la obsesión por desconocer y silenciar los pequeños y cotidianos pecados. Sin palabras, los actos fluyen y se atrofia la capacidad de reconocer qué acto construye el bien y qué acto, el mal. En la turbulencia de las asfixiantes miserias, el hombre está sujetado a códigos morales obsoletos y a una vida mortalmente carente de generosidad, de proyectos propios.

Las prohibiciones, los pecados y los castigos, provocan temerosas y mezquinas respuestas. La dignidad humana con frecuencia será suplantada por la angustia, que destroza la dialéctica entre la sociedad y el individuo; la primera, actuará como vigilante omnipresente cuya principal maldad no es la de castigar, sino la de impedir la acción creativa, la de "reprimir" los impulsos, sobre todo la libertad del espíritu; por lo tanto, el individuo, será un permanente fugitivo cuya máxima culpa no es desobedecer, sino renunciar a la dignidad y vivir en penitencia por haber perdido la capacidad de arrepentirse (de aceptar sus errores y superar los obstáculos) y purificarse, (hacer el cambio cualitativo en si mismo para alcanzar el bien) recomenzando una nueva vida. Para lo cual necesariamente hay que hacer un replanteamiento en lo general y buscar nuevas metas en lo particular; para alcanzar la redención (muere lo viejo, nace lo nuevo). Tareas que se visualizan irrealizables por la imposibilidad de eludir la vorágine a que obliga la vida moderna, los convencionalismos y el egoísmo.

Con toda su complejidad filosófica, el planteamiento total se torna complicadamente ideológico, pero surge de una necesidad moral. La de replantear la ética a la luz de la crisis que sufre la sociedad en su conjunto y que sin embargo solo encuentra respuesta en el interior del individuo. Como toda idea, la cuestión religiosa trasciende la esfera del creyente porque sus derivaciones tienen alcances universales en cuanto revelan al ciudadano común, en el mundo de lo cotidiano. El catolicismo del creyente no es contingente, como no lo son ninguno de los problemas a que se enfrenta. Kieslowski lo enfrenta con gran responsabilidad y lo magnífico es que lo hace desde su posición de artista creativo, crítico de una realidad que lo atormenta, con una gran lucidez, sin mermar su emotividad, eludiendo la indefinición de los "fantasmas", concretizando objetivamente los fenómenos de la existencia real… y la espiritual.

Magnífica es sin duda la realización de esta singular obra cinematográfica que desafortunadamente ya no se trasmite por televisión, para la cual fue creada. Ahora solo es posible rentar las diez películas, de una hora de duración, en video centros o estar al pendiente de su proyección en cine clubes, como el de la Casa de la Cultura de Cancún que exhibió dos de estas historias en el mes de mayo.

*Humberto Macías: Ingeniero Químico y Licenciado En Filosofía con especialidad en ciencias sociales. Autor de diversos ensayos sobre estética y una tesis sobre el "Decálogo" de donde se toman las citas de Kieslowski que aparecen en este artículo.

 

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