CUANDO EL CINE LLEGÓ A MÉXICO

 

Ficha técnica.

Título: Cuando el Cine Llegó a México

Producción: Universidad Nacional Autónoma de México

Elenco: Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Justo Sierra.

 

Sinopsis:

Gracias al Archivo de la Filmoteca de la UNAM llega a nosotros un documento audiovisual titulado "Cuando el cine llegó a México". Es una historia que no inicia en México, sino en Francia allá en diciembre de 1985.

 

Una novedosa máquina vino a revolucionar al planeta entero. Se trataba de un invento diseñado por los hermanos Louis y August Lumière, cuyo nombre era el cinematógrafo. La primera exhibición ocurrió en el Grand Café de París, y el programa incluía algunas tomas que los propios Lumière habían captado con su aparato.

 

En Europa la fama del cinematógrafo se expandió como reguero de pólvora. El 5 de agosto apareció una de las primeras notas publicada en México sobre el cine. Esta decía: "Próximamente quedará establecida en esta ciudad este aparato óptico, del cual tanto ha hablado la prensa europea. En Madrid acaba de llamar mucho la atención, siendo visitado por la Infanta Isabel y lo mejor de aquella sociedad. En Francia funcionó en el Elíseo, en medio de los elogios del Presidente Faure".

 

Correspondió al general Porfirio Díaz, presidente del país, convertirse en el primer espectador en México de esta maravilla. La noche del 6 de agosto de 1896, acompañado de su familia y de algunos amigos, Díaz presenció una función privada a cargo de los representantes de los Lumière, Bernard y Gabriel Vayre. La primera función pública ocurrió el domingo 16 de agosto de 1896 en la calle de Plateros 9, en un local habilitado en el entresuelo de la Droguería Plateros, que ocupaba en ese tiempo, curiosamente, la Bolsa Mexicana de Valores. El éxito fue rotundo. En seguida se instauraron varias sesiones diarias para dar a conocer al público la novedad del día, como se le solía llamar al cinematógrafo. Paralelamente, la competencia de los Lumière, es decir, el Vitascope de Edison, realizó varias exhibiciones en la capital y en Guadalajara, aunque sin cosechar el mismo furor que había logrado el cinematógrafo.

 

Los enviados de Lumiére no solo exhibieron las películas que traían de Francia; sino que también filmaron y proyectaron las que pueden considerarse como los primeros cortos de un cine hecho en México: Escena en los baños de Pane, Alumnos del colegio militar, Doña Carmen Romero Rubio de Díaz en carruaje, Duelo a pistola en el bosque de Chapultepec, entre otras. A don Porfirio le gustó tanto que más adelante se erigiría en una de las primeras figuras captadas por el cinematógrafo. Los señores Bernard y Vayre lo retrataron en varias de sus películas: El general Díaz despidiéndose de sus ministros, El general Díaz paseando a caballo en el bosque de Chapultepec, El general Díaz recorriendo el zócalo, etcétera.

 

La bienvenida que Díaz le brindó al cinematógrafo se inscribía dentro de la ecuación orden y progreso, uno de los lemas favoritos que su régimen acuñó. La tecnología era bien recibida, sobre todo si se trataba de invenciones provenientes de Francia, el modelo de nación al que el gobierno porfirista aspiraba (es por ello, quizá, que un año antes, en 1895, no se recibió con el mismo encanto al kinetoscopio de Edison). El orden y progreso porfirista tenía un significado y un significante mucho más complejo y turbio de lo que a simple vista se leía: el orden se refería a mantener las garantías de seguridad para que las minoritarias clases poderosas siguieran siendo poderosas, a costa de una mayoría pauperrizada. Díaz había conseguido, al cabo de los años que llevaba en el poder, pacificar al México bronco que se había desangrado a lo largo del siglo pasado, a causa de las luchas entre los liberales y los conservadores. El progreso era la coartada para convencer a los incrédulos que se trabaja para un fin común: el desarrollo del país.

 

Con la producción de vistas con temas mexicanos, a cargo de los enviados de Lumière, se había iniciado ya el cine en México, y así, durante los primeros años, muchos empresarios llevaron el cinematógrafo itinerante a todos los recovecos del país. Algunas de estas sesiones eran complementadas con variedades en vivo en las que participaban bailarinas y cantantes. Las películas que se exhibían eran aquéllas que los productores europeos y estadunidenses abastecían desde sus países pues en México no se contaba todavía con película virgen ni ingredientes químicos para revelar y copiar, ni los aparatos para tomar y exhibir películas salvo, claro, los pocos proyectores importados por los representantes extranjeros. Sin embargo, cuando a México pudieron llegar estos equipos que permitieron estimular la producción de vistas con temas mexicanos, tampoco fue posible romper la dependencia con los fabricantes extranjeros, pues éstos tuvieron el cuidado de controlar el revelado y el copiado de películas.

 

En esa primera etapa, la limitada producción de vistas en México giraba en torno a sucesos reales, una especie de cine-verdad limitado a los acontecimientos que expresaban la realidad porfiriana, pues nunca pretendieron ofrecer testimonios del disgusto prerrevolucionario que se estaba fermentando en el fondo de la sociedad. Básicamente eran dos tipos de documentales los que dominaban el quehacer de los cinematografistas: uno se abocaba a captar la vida cotidiana de la ciudad, sobre todo en el ámbito de la aristocracia de la época; el otro se ocupaba de cubrir sucesos especiales, como los protocolos oficiales del presidente Díaz, o los estragos causados por una catástrofe natural.

 

Durante aquella primera etapa del cine trashumante, destacaron algunos precursores del cine nacional, entre ellos Salvador Toscano y Enrique Rosas. Toscano abrió en 1898 la primera sala pública de exhibición en México, llamada El Cinematógrafo Lumiere, y el mismo año inició el rodaje de Don Juan Tenorio, una de las primeras cintas mexicanas de argumento. Posteriormente abriría el legendario Salón Rojo. Su extensa trayectoria culminó con la película Memorias de un mexicano, un enorme testimonio sobre la revolución que su hija Carmen editó hasta 1949.

 

Fuente: Los Inicios del Cine Mexicano de Hugo Lara.

Publicado por CCE Tzolkin para Centro Cultural Tzolk'in el 8/03/2010 02:14:00 PM

 

Autor: Rafael Fernández Pineda. Cancún, Quintana Roo. México.

fernandezpr@hotmail.com

                  

 

 

Regresar.