CINE POLÍTICO: ENFOQUES, HISTORIA E IDEOLOGÍAS (I)

 

El nacimiento de una nación (1915) de D.W. Griffith, El acorazado Potemkin (1925) de S.M. Eisenstein, pasando por las emblemáticas Roma, ciudad abierta (1945) de Roberto Rossellini, La batalla de Argelia (1966) y Queimada (1969) de Gilo Pontecorvo o Rojos y blancos (1967) del húngaro Miklos Jancsó, a las discutidas Z (1968) de Konstantin Costa-Gavras, Danton (1982) de Agnes Wajda, Novecento (1976) de Bernardo Bertolucci, y JFK (1991) de Oliver Stone. La poética filmografía de Teo Angelopoulos, la radical de J.L. Godard, la cuidada de Kenet Loach o la genial y repulsiva de Pier Paolo Pasolini. Entre el documento y el artificio del Nuevo Cine Alemán, las cinematografías del Tercer Mundo, el Cinema Novo brasileño de Glaubert Rocha, la producción cubana, o la argentina de los Grupos Cine Liberación (F. Solanas, O. Getino) y Cine de las Bases del desaparecido político Raymundo Gleyzer. La estética de la Movida en el cine español después de Franco, son algunas de las puntas del iceberg más representativas de esta inmensa cartografía que constituye el cuerpo inabarcable del denominado “cine político”. Y que según el crítico norteamericano Hayden While debería ser llamado “Historiofotía”, definida como la representación de la historia y de nuestras ideas políticas en torno a ella a través de imágenes visuales y de un discurso fílmico. Desde esta mirada el cine político, sería el complemento ideal de la “historiografía”, y al respecto, debería ser tomado más en serio su testimonio ahora que los historiadores tienen la oportunidad de utilizar imágenes ellos mismos. Tal como lo hace en México Enrique Krauze, con su serie “Siglo XX” de su propia editorial “Clío”. Muestra de una intención objetivadora de la historia, con el apoyo y dentro del marco del régimen oficial de nuestro gobierno.

 

Esto no es nada nuevo. Se da en todos los ámbitos ideológicos y sistemas sociales políticos y económicos. Cualidad innata del cine. Arte que nace adulto, como acostumbro refrendarlo.

 

Ya en los años 20, la vanguardia soviética apuesta por la capacidad movilizadora del cine. Las películas deben estar al servicio de la causa revolucionaria y han de contribuir a la educación política de las masas. Esta misma perspectiva es la del cine proletario alemán de la República de Weimar, impulsado por sindicatos y partidos de izquierda. En la Francia de los años 30 también hay películas con la misma concepción de propiciar el cambio social. En Estados Unidos, el cine político de Frank Capra trata de preservar los valores democráticos y las libertades cívicas.

 

El cine italiano, como un efecto del neorrealismo (real conjunción de ética y estética), desde los inicios de los 60’s, lleva a cabo una importante denuncia de la corrupción política, las actividades mafiosas y los problemas sociales (emigración, vivienda, paros, delincuencia) de ese momento.

 

Es esta década de los 60 la época privilegiada para el cine político, tanto en países industrializados como en el Tercer Mundo que emerge con fuerza desde la lucha anticolonial (Argelia) y contra la pobreza secular (Latinoamérica).

 

 Sin embargo, es la pasión política del Mayo Francés del 68, en especial directores como Godard, Karmitz, Rivette y Resnais, el verdadero motor del nuevo cine político: entendido éste como una indagación en las luchas obreras con espíritu de vanguardia en el modo de contar.

 

Dentro de esta amplia cinematografía se destaca el nombre más emblemático y significativo del cine político mundial, el griego-francés Costa-Gavras, que tiene en su haber relatos de denuncia de lo que fue la dictadura de los coroneles en Grecia (Z), del estalinismo checo (La confesión), de la violencia de estado en Estado de sitio (1973) y de la perversa ingerencia ideológica del clero en la política en Amen (2005)

 

En la actualidad, por lo general, el cine político tiende y se ha deslizado hacia la lucha por los derechos humanos, las denuncias ambiguas. No se trata tanto de hacer análisis estructurales acerca del sistema político existente cuanto de miradas concretas sobre realidades inmediatas.

 

Por cine político se puede entender, el grupo de películas que reflejan situaciones y conflictos representativos de una época y un espacio concreto. En contraposición al cine concebido sólo como espectáculo de entretenimiento, de historias tranquilizadoras y de final feliz (que fue a lo que se opusieron, concretamente, los Neorrealistas italianos). Este cine exige la toma de postura del espectador que, de ningún modo puede permanecer indiferente ante imágenes habitualmente provocadoras. En el cine político la mirada sobre la realidad posee un fuerte compromiso ético y una empatía con los personajes que soportan distintas situaciones de injusticia, de desprecio y marginación, por ello el político es un cine que no renuncia al mensaje, lo que suele producir ciertos rechazos entre cinéfilos y críticos que consideran que el cine no debe instrumentalizarse al servicio de ninguna causa. Postura que no deja de ser también una posición política, como la tan mentada frase postmoderna del fin de la historia o la de la muerte de las ideologías.

 

Pero esto da margen a una discusión más amplia y un análisis meticuloso, no al simple recuento de la filmografía, que de si es interesante y bastante amplia. Para lo cual intentaremos tomar lo más significativo de los contenidos y las tendencias regionales. Hasta la próxima.

 

Autor: Rafael Fernández Pineda. Cancún, Quintana Roo. México.

fernandezpr@hotmail.com

 

Regresar.