Mi lente
CINE MEXICANO: INDUSTRIA
OLVIDADA II
"En 1995 solamente se
produjeron dos largometrajes con apoyo del Instituto Mexicano de Cinematografía
(IMCINE), contra 16 en 1991. Los criterios de selección han cambiado y el apoyo
financiero es menor al de hace algunos años." (María Novaro, directora de
cine, 1996).
Las últimas producciones de
los cincuenta como: La Cucaracha (1958) de Ismael Rodríguez, Nazarín (1958) de
Luis Buñuel, Macario (1959) de Roberto Gavaldón y La sombra del caudillo (1960)
de Julio Bracho, son de lo mas rescatable como ejemplo del mejor cine
industrial mexicano, de lo que fue un cine disfrutable (el cine es ante todo un
espectáculo) y de calidad. Pero también fue el que reveló síntomas de
agotamiento atrofia y discapacidad, el que iniciaba el declive de una época que
alcanzó sus cimas y se inscribiría en profunda crisis.
La década de los sesenta
significó una etapa de transición para el cine mexicano. El cine industrial se
estancó, surgió la televisión y Hollywood recuperó la primacía entre el público
de clase media y alta. Aún con todo esto, muchas de las cintas producidas en
esa turbulenta década se destacan por sus propuestas estéticas y por la
búsqueda de nuevas formas de expresión cinematográfica, Luis Buñuel provee de
un impulso inicial hacia la búsqueda de
un cine moderno y de actualidad, realiza dentro del cine mexicano El ángel exterminador (1962) y Simón del
Desierto (1964).
Intentos serios de renovación
surgen con filmes bien realizados como: El gallo de oro (1964) de Roberto
Gavaldón, con una historia de Juan Rulfo intenta dar otra dimensión al cine de
charros, predomina el “estrellismo” de los intérpretes y los “vicios” de nuestra manera de producir, López Tarso y
Lucha Villa ganan sendos “Arieles”; Es “Viento negro” (1964) de Servando
González, un magnífico intento por abordar el tema político laboral, la
demagogia política deja sentir su influencia, el experimento queda como tal, no
hay continuidad ni seguidores; Con “Tiempo de morir” (1965) Arturo Ripstein retoma el “Western”
adaptándolo al campo mexicano, los hermanos Almada le sacarán jugo a su
propuesta sin comprometerse mucho; Quizá, Los caifanes (1966) de Juan Ibáñez,
sea la cinta mas lograda de la época y la fotografía mas cercana a la realidad
que vivía el país por aquellos años. Un cine que buscaba innovar y no sabía
como desprenderse de los lastres que lo ataban: el monopolio de la distribución
y la exhibición, la censura oficial, la producción enfocada a “lo comercial”.
El grito (1968) de Leobardo
López Aretche y El Topo (1969) de Alexandro Jodorowsky son un hito y señal de
rebeldía, como cine independiente, alejados del sistema se exhiben casi
clandestinamente. “El grito” denuncia la matanza del 2 de octubre, por razones
obvias solo es conocida en un pequeño círculo. “El Topo” recorre cine clubes y
alcanza cierta notoriedad por su extremo afán experimental. Ambas películas son
realizadas por cineastas novatos poco preparados para la empresa que emprenden,
pero su valor documental es histórico. Demuestran que se pueden hacer cosas
diferentes.
La década de los 70’s inicia
con buenos augurios, se da impulso al Banco Cinematográfico pero la producción
decae en calidad, priva la corrupción y el despilfarro. Se busca la ganancia
fácil y no se invierte en tecnología. Los estudios Churubusco y Clasa film se
desmoronan sin que los empresarios del cine hagan nada por rescatarlos, dejan
al Estado “su” responsabilidad. El sexenio de José López Portillo da la
puntilla. Malos manejos quiebran el Banco y nadie entrega cuentas. Es famosa la
frase de Margarita López Portillo, hermana del presidente, según la escritora
Margarita Michelena, amiga suya, ella comentó: “…si nadie entrega cuentas en
este país, por qué tendría yo que hacerlo…”
La crisis llegó a su punto
más deplorable durante los años de 1977 a 1988. Desmantelado el aparato
estatal, la producción privada se limitó a la confección de cintas de bajo
presupuesto e ínfima calidad. Por ello es importante reconocer a aquellos
directores como Jaime Humberto Hermosillo, José Estrada, Felipe Cazals, Arturo
Ripstein y otros que trataron de hacer un cine digno en medio de tan árido
paisaje.
El cine, como medio de
expresión artística, refleja el estado de la sociedad que lo produce. Un cine
mexicano en ascenso significaba un buen síntoma del estado general de nuestro
país. El desconcierto y la desilusión han sido estados de ánimo recurrentes en
la población mexicana durante los últimos años. De la euforia se ha pasado al
reencuentro con tormentosos fantasmas aparentemente exorcizados: pobreza,
desempleo, inflación, retroceso, marginación e inseguridad. El cine mexicano ha
resentido todas las crisis. Principalmente la reducción de los presupuestos,
porque producir cine siempre ha sido costoso. Algunos empresarios buscaron
hacer negocio en la crisis y arriesgaron sus capitales. El recientemente
fallecido Valentín Trujillo y los hermanos Almada lograron sobrevivir gracias a
su leal y noble público que conquistaron por su propia personalidad.
La reducción del
financiamiento al cine se extendió a las entidades privadas del “Show Bisness”
que habían comenzado a variar sus esquemas de producción para apoyar a filmes
de buena calidad. Fundada en 1978 como filial de la poderosa empresa de medios
de comunicación denominada Televisa -y con un prestigio poco menos que
inexistente- Televicine inició en 1994 una política destinada a producir cine
de mayor calidad, con mayores recursos, sin por ello eliminar los proyectos económicamente
rentables como la serie titulada La Risa en Vacaciones, iniciada en 1989. De
esta política han surgido títulos como Sin remitente (1995) de Carlos Carrera,
Salón México (1995) de José Luis García Agraz, Entre Pancho Villa y una mujer
desnuda (1995) de Sabina Berman e Isabelle Tardán, y Sobrenatural (1995) de
Daniel Gruener, los cuáles alcanzaron éxito entre el público y la crítica. A
pesar de lo anterior, Televicine cambió de administración y esto afectó las
políticas establecidas anteriormente. La razón al parecer ha sido un ajuste a
las políticas neoliberales de la globalización. Los Trust y los monopolios se
apropian de la economía, la dominan y manejan a su conveniencia e intereses.
los Estados libres se defienden de acuerdo a sus posibilidades económicas y
políticas; en el caso contrario son absorbidos y muchas veces arrasados.
EL TALENTO EMIGRANTE
El éxito internacional de
las películas mexicanas se ha convertido paradójicamente en un "arma de
dos filos" para el futuro de la cinematografía nacional. Luego de Como
agua para chocolate (1992), su director Alfonso Arau inició una exitosa carrera
como realizador en la industria hollywoodense. La misma situación se repite con
Alfonso Cuarón, director de Sólo con tu pareja (1991) y con el cine-fotógrafo
Emmanuel Lubezki, quienes han tratado de combinar, con grandes dificultades,
sus carreras en ambas naciones. El caso más antiguo de esta ola emigrante lo
representa Luis Mandoki, director de la medianamente exitosa Motel (1983),
quien desde 1987 ha desarrollado su carrera en los Estados Unidos. ¿Cuánto
tiempo llevará a las transnacionales dominar el mercado de la industria del
cine de México? …hay mucho que decir, pero pocos recursos para hacerle frente
al “fenómeno”. Lo peor es que no existe un plan alternativo.
Es como caer en el olvido. O
como reza la película de Rulfo “Del olvido al no me acuerdo”.
Autor: Rafael Fernández
Pineda.
Cancún, Quintana Roo.
México.
fernandezpr@hotmail.com