A LA SOMBRA DE LA CEIBA X

 

 En el último número de nuestra ¡QUERIDA REVISTA!, esta sección ya esperada por pequeños y adultos, nos regaló la historia de Misuca y Sultán, dos animalitos, que en contra de todos los pronósticos, desarrollaron lazos de amistad poco frecuentes entre gatas y perros, para ser más precisos.

 Pero esa hermosa experiencia vivida, perdida en las brumas de los recuerdos no pudimos narrárselas en su totalidad, porque existe un tirano que se llama tiempo, que nos hace aplazar las cosas hermosas, entre otras muchas.

 Pero he regresado cruzando mares y montañas, para deslizarles en sus oídos lo que nos restara por regalarles.

 

Amistad

 

 Luego de los inesperados funerales del bueno y fiel Sultán, volví a casa, para ser testigo de un hecho, ejemplarizante para mí, estando seguro, que, también para ustedes resultará de idéntico modo.

 Transcurridos los minutos, que sumados constituyeron interminables horas para la inocente Misuca, que sólo disponía de su reloj biológico, para medir el lapso que media entre dos acontecimientos. El primero, la acostumbrada salida del camarada, y la inusual tardanza de su retorno.

 Así las cosas, en la misma medida en que entre ambos acontecimientos aumentaba la demora, la conducta de la gata se tornaba impredecible, por el profundo lazo instintivo establecido entre estos dos inocentes seres, que nos evidenciaran, que los sentimientos de afecto y amistad, no resultaban patrimonio exclusivo de los “AUTO TITULADOS SERES HUMANOS”, los que, a veces no lo somos tanto.

 

 Misuca, con su finísimo olfato hurgaba en cada rincón, lo hacía reiteradas veces por debajo de la puerta de entrada de la vivienda, pero para el desesperado animalito no se producía la única respuesta que para sus instintivos deseos era esperable, que no fuera otra cosa que el retorno a la casa común de su hermano de crianza.

 El tiempo avanza y la impaciencia se apodera de quien aguarda, sea quien fuere, no determinando mucho quien resulte paciente de la atormentadora espera.

 

 En vano intentábamos que Misuca respondiera a los llamados a la ingestión de los alimentos, que le fueron servidos a los horarios acostumbrados, pareciera que la ausencia del camarada resultara suficiente para que nada alcanzara significación ni fuerza suficiente, para modificar la actitud de la desdichada criatura. Llegada la noche, la inseparable hermana se situó sobre la tapa de la vitrola reflejando en su físico y su conducta la correspondiente a un real ejemplar de pantera importada directamente del continente africano.

 Y así permaneció tres días sin que descendiera ni para beber agua.

 Pero la realidad se impone y poco a poco, la dócil gatita fue dando paso al necesario consuelo, sin el que los seres vivos no subsistirían ante la pérdida de un ser querido, pero les podemos afirmar que en sus recuerdos, nunca se difuminó la hermosa imagen de aquel ¡dorado mastín pigmeo!

 Misuca sobrevivió durante muchos años, pues alcanzó los 17 años aunque sorda y casi ciega, pasando a integrarse a la leyenda el 11 de junio de 1974.

 Precisamente tres días atrás, se cumplieron 33 años de su muerte. Pareciera que, aún en mis oídos resuenan los alegres maullidos de Misuca al recibir a Sultán, luego de su retorno de sus habituales paseos mañaneros.

 

AUTOR: Alberto López Villarías. La Habana, Cuba.

villarias@infomed.sld.cu

 

 

 

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