Buenos Aires, Argentina, a 12 de
diciembre de 2009.
Estimada gente de Esperanza:
A punto de finalizar este año y como
suele suceder, uno hace balances de los momentos vividos. Así se carga en la balanza
lo muy bueno, lo bueno y todo lo demás para sopesar el saldo positivo. En el
mío, tengo mucho para rescatar y en él se encuentra mi relación con la Revista
Esperanza. Claro está que eso es sólo el título porque lo valioso está detrás,
en las personas que la gestionan, las que trabajan silenciosamente, las que
relacionan gente de todos los rincones del mundo sin distinciones. Gracias a
ello quienes estamos subscriptos, quienes recibimos cada ejemplar, tenemos la
posibilidad de disfrutar de su contenido en un abanico de matices.
En lo personal agradezco enormemente que
me permitan participar y el publicarme trabajos literarios de mi autoría. Como
aficionado a la pluma me resulta significativa la repercusión que provoca su
difusión a través de Esperanza. Esto he podido comprobarlo al recibir correos
de lugares un tanto insólitos para mí, como ser Holanda, Australia e Italia,
felicitándome o haciendo comentarios sobre los textos de referencia.
En consecuencia me resulta un gran
incentivo para proseguir escribiendo, cosa que comencé a hacer a partir de mi
ceguera, desde hace unos diez años.
Hasta la fecha he recogido varios
premios literarios, humildes por cierto, entre ellos del Rotary Internacional y
publicaciones en varios libros de antologías. Pero lo curioso e importante para
mí es que los cuentos premiados siempre fueron publicados, previamente, en la
Revista Esperanza como un presagio de buena suerte, lo que me obliga a
ratificar de corazón mi sincero agradecimiento.
Cabe agregar que no soy un caso aislado,
pues lo mismo le sucede a personas de mi amistad que manifiestan el estímulo
que provoca su publicación para continuar en el camino de la literatura, en
contra posición a lo que muchos hacemos con ciertos temores, con tendencia a
ocultar los escritos. Pero sin dudas que esperanza revierte esto último.
Aprovecho, entonces, para dejar una
frase que me pertenece y que refleja el contenido de mis simples trabajos
literarios:
“Cuando la pluma se agita en manos de un escritor, siempre se
remueve algún polvillo de su alma”.
Como un aditivo más, la gran familia que
nuclea y crece bajo el entorno de Esperanza, genera una linda amistad que, si
bien se establece en forma virtual, llega a ser significativa, profunda y
sincera en la mayoría de los casos.
Y como un eco pleno de redundancia, pero
con creces, permítanme gritar a viva voz: ¡Muchas gracias gente de Esperanza!
Edgardo González.