atreveteadecirno.html       

 

Aprender a poner límites sin sentirse mal, es una habilidad que todos deberíamos practicar. Cuántas veces nos hemos sacrificado  diciendo “sí”, cuando en realidad deseábamos decir “no”, esto  ocasionó que nuestra autoestima bajara, pues al atropellarnos a nosotros mismos, permitimos también a otros que nos pasen por encima. Si no empezamos por honrar nuestra palabra, nuestra opinión, nuestras desiciones, nuestros deseos, si no somos fieles con nosotros mismos, es imposible pretender que los demás nos tomen en serio, por lo tanto, la salud física, mental y espiritual, se afectan, volviendo al individuo altamente vulnerable, exponiéndolo a padecer cualquier tipo de enfermedad.

Al poner límites, se establecen barreras que nos protegen y salvaguardan nuestros derechos, no es conveniente ignorar sus múltiples beneficios, pues sólo así se puede  mantener la dignidad a salvo. Es sencillo identificar cuando están invalidando nuestros límites, poniéndose a prueba nuestra tolerancia y paciencia,  un exelente indicador lo es el cuerpo físico, el cual manifiesta múltiples señales imposibles de ignorar (dolor de estómago, jaqueca, sudoración, resequedad en la boca, presión arterial baja, sensación de mareo y náusea, taquicardia, etc.), , también se manifiestan desequilibrios  emocionales (sueño irregular, altibajos en el apetito, irritabilidad, ataques sorpresivos  de ira, llanto frecuente, Depreción, apatía, ansiedad, inestabilidad, etc.)   Que nos  gritan por dentro  “líbrame de ésta situación  que me  está  ahogando”. En algunas ocaciones, dentro de ciertas relaciones, ya sean laborales o personales, solemos ser más tolerantes y relajamos nuestros límites, esto es debido a ciertos intereses  ocultos que nos convienen  conservar como por ejemplo, por no perder un empleo o para retener una relación romántica, sin comprender que una persona que realmente ama a otra, jamás  la lastimará a propósito.

 

¿Cuáles son los motivos  que nos impiden decir “no?”

1. El primer motivo es el temor al rechazo, “¿qué van a decir los demás de mí; y si  después de negarme ya no me vuelven a invitar; y si me dejan de querer; y si me excluyen del grupo; qué van a pensar de mi por no complacerlos; etc.?” Esto  provoca una falsa culpabilidad  por cometer el error de no asumir nuestra verdadera identidad y en cambio, pretender ser  quienes no somos, nos minimizamos para que otros crezcan.

2. Otro motivo lo es la errónea creencia de que si decimos “no”, nos catalogarán como mal educados, tememos ser vistos como egoístas, sin razonar que al  ser fieles a nuestras propias convicciones, estamos demostrando ser personas confiables, que

se respetan a sí mismas y asimismo, respetan a los demás.

3. otro motivo lo implica el no saber cómo negarnos a  la proposición que alguien nos ofrece, para que hagamos algo, que lo acompañemos a algo, que lo sustituyamos en algo, que le prestemos algo, que hagamos algo en su lugar, etc., y al no saber cómo decir “no”, nos vemos  forzados a hacer  lo que no queremos hacer, complicándonos la existencia.

es cierto que a veces sentimos miedo a confrontar las reacciones de los demás, existen ciertas personas que nos intimidan más que  otras, nos imponen por su cargo o por la jerarquía  que ocupan en nuestra vida, sin embargo, debemos considerar que nosotros también contamos con derechos que merecen ser tomados en cuenta, así como los de ellos.

es recomendable poseer un amplio conocimiento de nosotros  mismos, estar conciente desde dónde estamos eligiendo, cuáles son los motivos secretos que nos  empujan a decir “sí” cuando realmente  deseamos decir “no”, qué se esconde detrás de nuestros temores, qué es lo que nos incapacita  y nos termina por paralizar para decir “no”, conocer cuáles son las habilidades  y limitaciones con que contamos, a qué nos podemos comprometer y a qué no, qué es lo que podemos prometer y cuándo  no es conveniente hacerlo, qué es lo que sí se quiere obtener y lo qué no dentro de una relación (los no-negociables), enfocar  cuáles son nuestras metas y objetivos por alcanzar. Entre más pronto entendamos fque nadie puede  querer a quien no se quiere, y nadie puede respetar a quien no se respeta a sí mismo, y que “entre más nos agachamos, más nos ven”; obtendremos el valor suficiente, para establecer límites, sin permitir que nada ni nadie los ignore pasándolos por alto, empezando por nosotros mismos.

Existen señales que indican  si tenemos  dificultad para  poner límites: a) Ell primero es  justificarse continuamente  al decir “no”, al dar rodeos presentando excusas que no se nos han solicitado, ésto hará evidente nuestra inseguridad y falta de convicción, el titubear y dudar, sólo complica las cosas, la gente no  nos respeta y daremos una triste imagen de  inestabilidad, de inmadurez y de falta de carácter.

b) otra señal es sentir culpa, por negarse a hacer algo o por manifestar desacuerdo, ésta señal es un claro indicador de incapacidad para decir “no”, de falta de seguridad y por ende, de desición. Los pensamientos torturantes que nos preceden después de expresar una negación, son  agobiantes, y por evitarlos, muchas veces terminamos accediendo  siendo traidores a nosotros mismos.

Hay ocaciones en que los pensamientos limitantes están más en nuestra imaginación que en la realidad, la cuestión es investigar ¿de dónde provienen éstos pensamientos?, quizás De creencias que nos inculcaron  cuando éramos niños, de tradiciones familiares, de costumbres, de ideologías étnicas, de raza o de sexo, de influencia de los medios de comunicación, de experiencias desagradables  del pasado, por padecer alguna de las heridas de la infancia (rechazo, abandono, injusticia, traición  y humillación), de  pretender quedar bien porque por ser como somos  no es suficiente, las interrogantes son innumerables.

Podemos empezar  por  negarnos a realizar cosas pequeñas, ir paso a paso, esto  nos permitirá adquirir más confianza y seguridad en nosotros mismos y  nos enseñará a sentir aprecio y admiración por ser quiénes somos. Por ello en nuestras relaciones personales es muy importante establecer límites,                                                    a conocer todo aquello en lo que estamos en desacuerdo y lo que sí queremos, y lo que bajo ninguna circunstancia, estamos dispuestos a permitir, a esto se le conoce como los no-negociables, por ejemplo: que se dirijan a nosotros con un lenguaje soez , vulgar y sarcástico; con agresiones físicas; con gritos e insultos, chantajes de familiares y amigos, recibir faltas de respeto como lo sería  faltar a dormir a la casa, llegar con amistades inapropiadas a horas inadecuadas, ser blanco de burlas en público, padecer impuntualidad constante, sufrir coqueteos  en nuestra presencia , ridiculizar nuestras fallas y defectos delante de otros, carecer de comunicación, permitir manipuleos y chantajes para satisfacer  requerimientos egoístas pasando  por encima de los nuestros, permitir que nos ignoren sin que importe nuestra opinión, consumo de  bebidas y sustancias embriagantes  que pongan en riesgo nuestra  integridad física y emocional, padecer infidelidad, etc.

Los límites SANOS nos protegen de inesperadas e injustas agresiones, así como de sufrir la mezquindad, del abuso, de la indiferencia, del mal trato, de la discriminación, de la arbitrariedad, y de la falta de consideración de personas que no saben ser amigas, de familiares encajosos que no nos aprecian, de compañeros de trabajo  que nos envidian, de jefes  egoístas y de gente toxica que van por la vida buscando en quién desquitar su amargura, en general, de todas aquellas situaciones en las que nos podemos ver involucrados sin que nosotros las hayamos provocado.

Es de vital importancia ejercer nuestra libertad para decir “no” sin sentirnos mal, expresándolo con autoridad, haciendo uso de la libre expresión. Nadie más que nosotros somos responsables de nuestra vida, de nuestra piel y de nuestras emociones, así como también de nuestra mente y de nuestro espíritu, nos pertenece, y por ende, somos los únicos que podemos determinar  cómo deben ser tratados. Siempre estaremos a tiempo de establecer los límites adecuados que nos permitan relacionarnos en armonía, así como también vivir de acuerdo con nuestros principios y valores, recordando que “Los demás nos tratan como les enseñamos a tratarnos”.

¿A cualquier edad  se puede empezar a poner límites? Para muchos, decir "no", se vuelve algo muy difícil y complejo, se cree que diciendo “Sí” todo el tiempo, se podrán experimentar mejores y más placenteras relaciones, sin enojos ni confrontaciones, y al evitar discutir, van a ser más apreciados y valorados, pretenden creer que su pareja va a ser siempre solidaria y comprensiva con ellos porque como en todo la complacen y nada le discuten, pero esto es una total  falacia, cometen un grave error, vivir con la tendencia a ceder en todo es una de las formas más sutiles y peligrosas de exponerse a padecer toda clase de improperios y abusos, sólo por el hecho de negarse a poner límites. El abrazar ésta clase de conductas, es sinónimo de estar de acuerdo en adaptarse a los intereses de los demás, abandonando los propios, con todo el daño a la autoestima que esto implica, y todo es por la falsa creencia de que es mejor callarse y aguantar “por llevar la fiesta en paz”.

Tampoco debemos decir siempre "no", debemos ser coherentes con nuestros puntos de vista, al recibir una proposición, es importante analizarla cuidadosamente, considerando los pros y los contras,  si nos conviene o no, si no se contrapuntea  con nuestros intereses y si podemos llevarla a cabo sin salir perjudicados, si es razonable y si está dentro de nuestras posibilidades.

¿Cómo se puede luchar contra el miedo a decir "no"? Ante todo, reconociendo que tenemos tendencia a mantener las apariencias generadas por un insaciable "ego”, que siempre está superditado “al qué dirán”, donde la opinión de otros pesa mucho más que la propia, por lo que, nuestros límites pasan a un segundo o quizá último lugar, para anteponer los de los demás. aceptemos la realidad de cuán liberador es ser honesto, de cuánta carga dañina nos quitamos de encima si tan sólo decimos "no" en el momento oportuno, si alguien nos insiste, y estamos convencidos de que ella  está equivocada, debemos ser sinceros y con asertividad exponerle nuestro opinión, y con tacto rechazar su oferta, si ella está de acuerdo o no, eso no debe  preocuparnos, debemos mantenernos firmes  en nuestra posición sin sentirnos responsables por no acceder a su ofrecimiento, continuemos siendo como hemos decidido ser, no cedamos ante cualquier clase de manipulación, conservemos nuestra identidad, sobre todo si existe la sospecha de que se quieren aprovechar de nosotros. El "no" es quizás una palabra desagradable, pero lo que está en juego no es la belleza del término, sino la plenitud de su significado.

“No permitiré que nadie camine con los pies sucios en mi mente”, Gandhi.

No somos insensibles ni poco empáticos al negarnos a que otros se acerquen a nosotros sólo para arrojar  en nuestra casa  su “basura emocional”, sin tomar en cuenta nuestras necesidades, tenemos todo el derecho a decir ”no”, si alguien siempre acude a nosotros para quejarse, lamentarse, hablar de los mismos problemas, de enfermedades, de limitaciones, de pobreza y escasez, es obvio que no le interesa escuchar nuestros consejos, y si persiste  día tras día en sus equivocadas actitudes,  pues nada tenemos qué ahcer ahí, sólo nos busca para desahogarse sin importarle cuánto nos contamina, continuemos nuestro camino y pasemos a lo siguiente, esto es una clara muestra de amor propio.

El sabio Mandamiento nos dice: “Ama  a tu prójimo, como a ti mismo”, no dice por encima de ti mismo, ni a pesar de ti mismo, así que brindando a  los demás  lo que primeramente nos debemos dar, es la mejor manera de construir relaciones sanas y exitosas, basadas en la consideración  y en el amor  genuino, porque al ser nosotros felices, cooperaremos a que otros también lo sean.

Autora : Tina Loaiza Gutiérrez, Naucalpan, Estado de México, México.

Consejera en Tanatología y en Logoterapia.

tinaloguti@outlook.com

 

Regresar.