ARREBOL EN FLOR

 

Cuento

 

Zaida, a sus diez febriles años de edad, camina ligera exhalando célicas sonrisas junto a su papá como en otras veces, van por leña con seis asémilas a cuesta muy de mañana. Para hacer liviano el viaje el padre narra cuentos y leyendas y hasta conversan sobre temas vinculantes a la vida real; corren y saltan cual dos infantes por momentos, mostrando a la luz del sol que es la vista de DIOS, la plena transparencia de la confianza y respeto que había entre ellos, tanto que la niña siente el deseo de expresarle, así:

-¡Oh papito bueno, mi corazón te ama tanto, que no hallo frases apropiadas para expresártelo! eres un padre tierno y espectacular, que hasta mis amigas me envidian y yo, me siento complacida y orgullosa de ti.

El padre, al oír con atención las enternecedoras palabras de su hija predilecta, muy conmovido y con lágrimas en los ojos, exclama:

-¡Hija mía, mi hermoso tesoro! No te digo que te adoro, porque sólo DIOS se merece tal idolatría, también te amo con la intensidad que el alma prodiga, eres la dulzura y la alegría de nuestro hogar, de seguro que serás nuestro consuelo cuando peinemos canas, tu madre y yo.

Una vez llegado al lugar elegido para hacerse de leñas, el padre se puso a talar arbustos secos, mientras que voluntariosa zaida hacía las cargas para las asémilas, la tarea fue ardua y agotadora. Siendo ya el mediodía, el sol arrecia con fuerza sobre la estancia, la jornada llega a su término con satisfacción, la sed y el hambre hace de los leñadores que deciden merendar. Pero como la infatigable Zaida padece un calor sofocante,

Al ver una laguna cercana le pide a su papá, que le enseñe a nadar y él acepta gustoso como siempre; después de retirarse las prendas del cuerpo, se hacen al apacible agua de la laguna, permitiendo el padre que las manos de la niña se apoyen sobre su espalda, así se pasean por el perímetro de la laguna tranquila, Zaida que había captado la lección con prontitud, decide practicarla retando a su papá, a una competencia libre. De pronto, el varón advierte la presencia de un gato negro sentado en una esquina, cuyos ojos irradiaban fuego y una mirada morbosa, razón por la que anima a su niña a suspender la natación a lo que ella accede serena.

Una vez fuera, se acuestan sobre la hierba que se halla bajo el frondoso ramaje de un árbol.

Zaida laxada se duerme y su padre permanece vigilante al sospechar algún peligro; como antes en las provincias de nuestra serranía las damas no usaban trusa, Zaida está echada desnuda y su papá la cubre con una manta, instante en que sufre un extraño vértigo, se torna nuboso su pensamiento, lucha consigo mismo, la turbación enajena su ecuanimidad, de repente, en vez de su hija ve a una mujer tendida a su merced, la lujuria aumenta su tentación, mecánicamente hurga en el cuerpo de la niña destapándola, los pétalos angelicales de sus labios los estruja con reiterados besos, luego cual bestia que lame a su vástago, él lo hace ansioso desde su pecho hasta detenerse en su órgano genital, probando la pureza virginal de una niña inocente que aún duerme ajena; cuando iba a poseerla con desmesurada intención, una mano invisible de entre los brazos pérfidos de su padre la arrebató, poniéndola a salvo. Ya despierta Zaida ve a su papá con el rostro sombrío acosándola, ella procura escabullirse muy angustiada, él la persigue cual lobo que no se resigna perder a su presa; Cuando estuvo por cogerla ya en el borde de la laguna, se arroja sobre una ola espumosa que la sumerge en el acto en su gélido regazo. Luego de un instante, se siente liberado el hombre y al recordar que su hija se hundió, desesperado quiso lanzarse también, pagar su culpa y al voltearse a la izquierda vuelve a ver al gato riéndose, deseó vengarse al comprender lo sucedido, Escucha la voz del muy bribón que le dice:

-¡Tranquilo no pasó nada, sólo buscaba un gozo; pero se mató!

El momento se tornó incierto, el cielo se puso nublo como si fuera a llover, de pronto, surgió una nube celeste y se ubicó muy próximo a ellos, emanando de su lumínica irradiación un relámpago que impactó en el espíritu errante, arrojándole contra la peña hasta desaparecerlo, y al hombre, una estela de fulgor violácio roza su rostro apesadumbrado, dejándole tranquila la conciencia; más sin embargo él se inca de rodillas para implorar perdón. Acto seguido, en la líquida superficie de la mansa laguna, se forma burbujas multicolores que permite salir de entre sus rosarios, En pausado vuelo a una paloma blanca que trémula surca el aire, recreándose libre por la estancia y antes de acudir al llamado de la nube celeste, pasa junto a su padre mirándole a los ojos con inmensa ternura y acariciándole el rostro con sus alitas, desplazándose luego hacia la nube que aguardaba apacible, y antes de producirse el roce, un arco luminoso tocó su espalda, mientras exclamaba diciendo:

-¡Dios mío, gracias por todo! Virgen María, cuida de mis padres por favor.

El padre que atónito apreciaba el suceso, contempló complacido de cómo su hija bien amada, era transformada por un haz de luz en florecillas luminosas y después esparcida en la azulada faz del cielo, que hoy conocemos como arrebol en flor y que lo vemos en cada atardecer del estío y de florida primavera, o simplemente en el ámbito sideral del Parnaso, místico paraíso de las musas y fantasías, sortilegio inagotable de ensueños de los poetas y músicos.

 

Autor: Mauro romero Teodoro. Lima, Perú.

maximotrujillocor@yahoo.es

 

 

 

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