“APOCALYPTO” DE MEL GIBSON: HISTORIA SIN HISTORIA.

 

 En el furor que ha desatado la película “Apocalypto” de Mel Gibson chocan diversas opiniones. Que van desde las muy indignadas, las de los especialistas y conocedores de la cultura “maya”, a quienes se les acusa de rasgarse las vestiduras inútilmente. Hasta las muy “tolerantes” por parte de quienes “no ven nada malo” en el filme y declaran que “no hay que exagerar, que los gringos siempre han sido así”.

 

Ambas posturas tienen su razón de ser. Sin embargo, si bien es cierto que el artista tiene que tener libertad absoluta para sus creaciones, también tiene la necesidad de recurrir a elementos de la realidad para estructurar el lugar donde ocurren los hechos, reales o imaginarios, que son el motivo de su labor. El verdadero creativo “inventa” universos complejos y completos y los transfigura para que parezcan reales o den el efecto de realismo o realidad. Tal es el caso del “Arte Fantástico” que ya hemos comentado cuando hablamos de “El Laberinto del Fauno”, que crea una ficción pero se apoya en una realidad muy concreta: la guerra civil española.

 

Si una obra se refiere a la realidad concreta y hace referencia a su esfera físico-histórica, existe, o debiera existir, un mínimo de congruencia de índole ética, para no incurrir en el descrédito y la deformación de la historia. En el caso de Apcalypto, Gibson incurre en una total deformación de la Historia, en medio de un marco de prepotencia mercantilista, que intenta disfrazar su vacío de contenido, con el derroche de recursos técnicos y la disculpa de hacer un producto “que divierte y entretiene”.

 

El cine refleja, como todo arte, emociones, ideas o ambas cosas. Emociones, sentimientos, pasiones: impulsos del hombre en su devenir, su quehacer, su vida, sus creaciones materiales, sus conquistas. Ideas, pensamientos: su historia, sus creaciones espirituales, abstractas, sus valores, sus ideales. Juntas, ideas y emociones, encarnarán su riqueza, su idiosincrasia, su ideología como grupo, como pueblo, como nación, como partícipe del mundo: su Universalidad. Ante esto es válido pedir un poco de certeza y fidelidad al tratar temas que “pretenden” involucrar tales contenidos. Pero no. Mel Gibson se la saca diciendo que el tema es “…el miedo…” Así, descontextualizado. Porque de todo lo que he podido sacar de sus declaraciones en entrevistas y explicaciones que a pretendido dar, no encuentra uno nada. “Yo hice mi tarea, que los demás hagan la suya” (La jornada 19 de enero).

 

Earl Shorris, escritor, editor, junto con Miguel León-Portilla, de In the language of kings: an anthology of Mesoamerican literature, pre-Columbian to the present (Norton). Y quien ha Recibido la National Humanities Medal y la Condecoración de la Orden del Aguila Azteca. Hace la más puntual crítica a la película (La Jornada, 11 de diciembre):

 

“La cultura no vende boletos. La violencia sí. Gibson hizo lo que él llama "una película de persecuciones". Así como vimos a su escocés destripado y su Jesús apaleado hasta ser una masa sangrienta, ahora veremos a un joven maya escapar corriendo por la selva, y al que le arrancan del pecho su corazón aún palpitante. La filosofía social de Jesús no encontró un lugar en la Pasión de Cristo, de Gibson, y la gloria de la cultura maya no puede figurar en una película de persecuciones. "¡Sangre! ¡Más sangre!", gritó Gibson durante la filmación”.

 

Y continúa diciéndonos: “Es necesario comprender el mundo maya tal como existe ahora para que uno entienda qué tan racista fue la acción cometida por Gibson al hacer esta nueva película. Quizá por haberse dado cuenta de lo que se le hizo a los mayas en la cinta, Gibson ha estado buscando aliados entre los latinos y los indígenas estadounidenses. Incluso llegó a decirle a la revista Time: "La exaltación del miedo que retratamos en esta película me recuerda un poco al presidente Bush y sus cuates". “La ironía más amarga del colonialismo”. Shorris concluye diciendo: “…El único significado profundo que uno puede extraer de la película es que hay una estrecha relación entre racismo y violencia”

 

Mel Gibson, es un cineasta más, dentro de una industria que forma parte de las empresas del siglo XX, del “libre mercado”, con todas las características del capitalismo salvaje, en el que anteponen la ganancia a cualquier otra consideración. Contrató, según él, especialistas y asesores a los que no hizo caso alguno, nunca tuvo la voluntad de hacerlo. Entonces ¿para que hacerla en la lengua maya? (lo mismo que “La pasión de Jesucristo” no tenia ningún sentido hacerla en Arameo). Solo podemos decir que a todas luces su intención fue únicamente “adornar” para “vestir” con “algo” su insulsez cinematográfica.

 

Porque, ya situándonos en el terreno del cine, a pesar de la gran producción y el derroche de recursos la película es bastante floja. La fotografía – y el cine es esencialmente fotografía- es un verdadero galimatías, repetición de tomas, encuadres forzados sin ninguna razón, eclecticismo de técnicas sin que, a mi juicio, se defina un efecto, pareciera una miscelánea de tomas como las que se estilan en los video-clips de música moderna. Por cierto, mucho la ambientación y el dramatismo mas se debe a la música que al encuadre visual, que no define atmósferas. En fin un desastre del lenguaje, tanto el de la lengua maya (según los expertos) como del lenguaje fílmico. ¿Divertida, entretenida? Pues si, el conformismo y la ignorancia del espectador pasivo, ya lo dijo Luis Buñuel, dan tranquilidad a los productores mercachifles de la industria Holywoodense que suelen ser engañabobos. O como decimos por acá, mas acremente, “apantalla-pen…tontos” (sic)

 

Autor: Rafael Fernández Pineda.

Cancún, Quintana Roo. México.

fernandezpr@hotmail.com

 

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