ADIÓS, DIABLO.
La natural crudeza del Atlántico Sur no fue suficiente para detener la operación y bajo el indicativo "Dogo" partió desde el continente una escuadrilla
de aviones Douglas de la Fuerza Aérea Argentina, al mando del Capitán "Láser" Arancibia y su numeral 2, Teniente "Diablo" Chamorro y el Teniente "Puma"
Soler como numeral 3, cuyo objetivo era bombardear el estrecho de San Carlos intentando neutralizar el desembarco británico. La navegación y el nerviosismo
en vuelo, se vivió mientras el cielo y el mar eran apenas un silencio azul. Más adelante descendieron hasta volar rasante junto a las olas para eludir
los radares. Mientras, sudaban heroísmo y ansiedad por alcanzar los blancos pues el clima bélico había enfurecido ante el avance inglés pisando la turba
malvinense. Al sobrevolar las islas buscando coordenadas, siguieron pegados a la tierra para sorprender y evitar el inminente derribo. Desde un claro entre
los cerros divisaron antenas de las naves que abrieron fuego defensivo. El Jefe de Escuadrilla ordenó el ataque:
- ¡Dogo dos, suya la izquierda; Dogo tres, la derecha; mía la del centro!
Los pilotos hicieron un viraje irrumpiendo con agresión. De inmediato vieron los proyectiles de sus cañones perforando navíos y nubes de humo al estallar
las bombas, mientras las fragatas con armas de todo tipo convertían el espacio aéreo en un infierno. Iniciaron el escape reportándose:
- ¡Dogo uno, saliendo!
- ¡Numeral dos, saliendo!
- ¡Dogo tres, afuera!
- ¡Bravo! ¡Viva la Patria! -Gritaron con júbilo-.
Atravesando una cortina de balas y salitre enfilaron rumbo al Este, y desde el radar los alertaron que estaban siendo interceptados por aviones ingleses,
los que comenzaron a hostigarlos. El Diablo con reflejos agudizados por la adrenalina observó que un misil buscaba el avión del Láser y lo salvó avisándole
que hiciera un brusco viraje. No quedaba una munición para combatir y la situación se tornó aún más difícil. De repente la vibración de un estallido desintegró
el avión del Puma Soler, al mismo tiempo que Láser nervioso informaba que su máquina fue averiada, perdía líquido hidráulico y se quedaba sin control.
Simultáneamente brotó una llamarada del ala izquierda y jamás se tuvo otra noticia del Capitán Arancibia. Sólo quedaba el numeral Dogo 2, el Diablo Chamorro",
aferrado a la palanca de comando con el amargo sabor a pólvora en sus lágrimas. Se estaba congelando y por los tanques perforados derramaba combustible.
Mediante su transmisor dañado intentó avisar la emergencia pidiendo ayuda, pero ya nadie lo escuchaba, al punto tal que en la Base Aérea oficialmente se
informó que la Escuadrilla Dogo no regresaría. Ante la soledad y como una paradoja, el Diablo se encomendó a Dios. El combustible se esfumaba al tiempo
que se agitaba en oleajes el inmenso sepulcro marino. Sabía que de eyectarse a tal distancia nunca sería rescatado. Espontáneamente captó un insólito llamado
radial a "Chrístians" o algo parecido, y sin poder creerlo, inició un diálogo:
- ¡Dogo dos en emergencia llamando a cualquiera, responda por favor!
- Atento Dogo dos, ¿me escucha? ¡Aquí Tanque-5-7-1!
El Diablo contestó con desesperación estimando que se trataba de un avión cisterna que podría reabastecerlo.
- ¡Tanque-5-7-1 soy Dogo dos, urgente déme su posición, me restan cuatro minutos de combustible!
- ¡Tranquilo Dogo, estoy detrás suyo, prepárese para acoplar su lanza y recargar!
Una ágil maniobra y en pocos segundos el Diablo estaba recibiendo desde un avión Hércules blanco de dos motores, el fluido vital. Con el pulgar en alto
saludaba a los heroicos aviadores que lo habían salvado penetrando en la zona de alto riesgo. Eufórico empleaba la radio que había comenzado a funcionar
por milagro:
- ¡Por favor, no me desconecten porque no llego a tierra!
- Calma "Old Chrístians", lo llevaremos hasta el aterrizaje en su Base, ¿okey?
- ¡Gracias, muchas gracias! Aclaro que yo no soy Chrístians, yo soy el Teniente Chamorro, apodado el Diablo, ¿y ustedes?
- Bueno, soy el Comandante Ferradas y mi copiloto es el Teniente Lagurara.
- ¡Ha sido un verdadero placer conocerlos, jamás me olvidaré de ustedes!
La travesía con el avión caza amamantando de la nave nodriza continuó hasta la aproximación de la pista, aterrizando entre la niebla del crepúsculo, y el
Teniente se despidió:
- ¡Tanque-5-7-1, que Dios los bendiga, creo que la guerra para mí ya terminó!
- ¡Adiós, Diablo! Nosotros nos retiramos a descansar.
Los suboficiales del Grupo Técnico que se encontraban alistando aviones para las próximas misiones, se paralizaron al ver al Douglas de la Escuadrilla Dogo.
Fue sorpresa y desconcierto porque nadie comprendía cómo pudo regresar. Tenía enormes impactos, los tanques perforados y el timón hecho pedazos. Posteriormente,
en la Sala de Pilotos el Diablo Chamorro detalló lo sucedido a los Oficiales del Estado Mayor, a fin de evaluar la operación.
Ese día, 30 de mayo de 1982 había sido muy duro, pero en este caso especial reiteraban preguntas, hacían comentarios y cada vez entendían menos, pues con
los daños que sufrió el avión del Diablo era imposible que volara, pero regresó. Los aviones tanques reabastecedores nunca se acercaron al área indicada
por el Teniente pues los hubiesen derribado de inmediato, y menos un Hércules blanco de dos motores porque tienen cuatro y están mimetizados, tampoco existe
la matrícula 5-7-1, y lo más extraño es que toda la Fuerza Aérea ignoraba quienes eran los misteriosos salvadores, aquellos pilotos Ferradas y Lagurara.
La incertidumbre invadió el ambiente hasta que un antiguo Suboficial del Escuadrón, exhibiendo un libro en la mano comentó que creía haber descubierto
algo y comenzó a relatar fragmentos del texto: "Hace diez años, el 12 de octubre de 1972, partió de Carrasco-Uruguay un avión Fairchild, blanco y de dos
motores, matrícula 5-7-1 que pertenecía a la Fuerza Aérea Uruguaya, transportando a Chile a un equipo de rugby llamado Old Chrístians. El piloto era el
coronel Ferradas y su copiloto el teniente Lagurara." Y cerrando el libro, agregó: "Once semanas después de sufrir una tragedia fueron encontrados en la
cordillera de los Andes, Dieciséis sobrevivientes. Y los demás pasajeros, al igual que sus pilotos fueron su alimento vital."
Autor: Edgardo González.
Buenos Aires, Argentina.