Todavía
existe la solidaridad en los seres humanos.
Hoy, 15 de Agosto del 2017, cuando se
cumplen 17 años de una de las tragedias que enlutó a muchas familias en el Perú,
quiero dedicar este texto a Liliana, Alejandro, José, Carlos y Joselito,
quienes arriesgaron sus vidas para salvar la mía.
En este momento, cierro los ojos y viajo en
el tiempo hasta el 15 de Agosto del 2007. Eran casi las 9 de la mañana, y yo
estaba lista para irme a trabajar. Utilizaba el servicio de Aló Taxi para que
me lleven a la empresa. Por circunstancias del destino, el móvil que me iba a
trasladar llegó tarde. Como siempre, muy responsable con mi trabajo, decidí
quedarme un poco más de las 6 de la tarde, con el fin de recuperar el tiempo
perdido.
A las 6.40, hora en que ocurrió el sismo,
el cual fue el más largo que había sentido, ya que duró 3 minutos y 30
segundos, me encontraba en mi escritorio, con mis cosas, esperando que mi papá
me recoja. Lo primero que hice al sentir el movimiento, fue el quedarme sentada
en mi sitio hasta esperar que pasé. Sin embargo, como el movimiento era cada
vez más fuerte, decidí pararme e ir caminando hasta la zona de seguridad.
Déjenme decirles que no pude dar ningún paso, ya que apenas me paré, Liliana se
puso al frente mío y me dijo en voz alta: - ¡Cálmate Johanna, aquí estamos
contigo! No pasó ni un segundo ante de que terminara de decir la frase, cuando
me percaté de que se había formado una cadena humana a alrededor mío.
Tenía gente a los costados y atrás mío para
que no me pudiera mover. Después me enteraría, que lo que ellos quisieron
evitar, era que yo intentara bajar las escaleras.
Al segundo de formar la cadena, me llevaron
caminando hasta la zona de seguridad de la Oficina. Luego, para que me sintiese
segura, me hicieron tocar las columnas que había. En ese momento, a pesar de
los nervios que tenía, me quedé un poco más tranquila, ya que sentí que estaba
acompañada. Lo único que les dije fue que por favor no me dejaran sola. Todo
marchaba bien hasta que, cuando pensamos que el movimiento iba a pasar, vino el
segundo remezón, el cual fue mucho más fuerte, tanto que casi se cae un fluorescente
y casi nos quedamos sin luz en la oficina. Fue entonces cuando se decidió
evacuar. Cuando escuché que íbamos a bajar las escaleras, mis piernas empezaron
a temblar, ya que por un momento pensé que me iría al cielo sin ver nunca más a
mi familia. Como se dieron cuenta de eso, Liliana me dijo con voz muy fuerte
pero decidida: - ¡Agárrate fuerte y vamos abajo! ¡Tranquila que estamos
contigo!
Empezamos a bajar las escaleras hasta
llegar al primer piso. Cabe destacar que yo trabajaba en el tercer piso de la
compañía. Una vez en la calle, sentí que volvía a nacer. Era como si el cielo
me diera una segunda oportunidad de vivir, de seguir cumpliendo la misión para
la que vine a este mundo. Cuando ya estuve a salvo, Alejandro me dijo: - “No te
preocupes Johanna, que, si morimos, morimos todos juntos”. En ese momento, los
abracé muy fuerte y lo único que les dije fue que todos éramos un equipo y me
acordé de esa frase de: “Todos para uno y uno para todos”.
Cuando pasó el peligro y volví a la
Oficina, lo primero que pensé fue en subir a recoger mis cosas, las cuales
había dejado en mi escritorio. La verdad es que lo que quería rescatar, era una
caja de tofis de la Ibérica que le había encargado a Liliana para regalársela a
mi hermana Giuliana. Liliana me dijo que me olvidara de mis cosas. Los chicos
subieron a la oficina para continuar con sus labores, y yo me quedé en el
segundo piso esperando a mi papá. Cuando llegó, nos abrazamos muy fuerte, y yo
le comenté lo que mis compañeros de trabajo habían hecho para salvar mi vida.
No obstante, recuerdo que le dije: - “Papá, por favor sube a mi oficina y
recoge mis cosas”.
Cuando mi papá subió, ocurrió la primera
réplica del terremoto. En ese momento, se percató de que los chicos dejaron
aflorar las emociones que habían contenido mientras estuvieron conmigo. Sucede
que lo que ellos buscaron en el momento del sismo, es que yo estuviese
tranquila, aunque fui fuerte y me dije que tenía que colaborar.
Cuando llegué a mi casa, no podía creer lo
que había vivido, me parecía increíble el estar nuevamente junto a mi familia y
abrazarlos.
Muchas veces nos preguntamos el por qué la
vida permite que nos ocurran cosas. Con el tiempo entendí, que, si Dios quiso
que llegase tarde a la Oficina, era para que pudiese vivir esta experiencia y
poderla contar después de 17 años, ya que cuando ocurren una de estas cosas, a
menudo nos queda un trauma. También muchas veces nos marcan momentos adversos
que tenemos en la vida. No obstante, cuando se me viene la imagen del sismo,
inmediatamente viene, como una película, que mis ángeles, porque así considero
a quienes estuvieron conmigo, no pensaron en ellos, sino en mí, quien según
creían, era un ser vulnerable.
Antes de culminar este relato, quiero hacer
una promesa:
Desde hoy, cada 15 de Agosto a las 6.40
elevaré mis ojos al cielo, y rezaré por ustedes, mis queridos y recordados
amigos, ya que con ustedes aprendí que aunque el mundo se vuelve cada vez más
indiferente, existe todavía solidaridad en la humanidad.
Autora: Johanna Ugarelli Reinafarje. Lima,
Perú.
johanna.ugarelli@rimac.com