Sobre
pedales
Unos minutos
preparando la musculatura y subo a la bicicleta para cumplir con mi
entrenamiento diario. Ésta tiene asiento ancho, cómodo, con amortiguación, no
me quedará doliendo el trasero.
Comienzo de a
poco sobre terreno horizontal.
Pienso en las
últimas noticias que pasaron por la televisión y le doy más fuerte, con más
ganas.
Acelero porque
estoy por comenzar la subida, Elijo una ruta asfaltada para no tener que
esquivar piedras o pozos.
Hay una tuerca
mariposa que regula la tensión del plato y el piñón, la giro hacia la derecha y
ya estoy subiendo, se nota un poco más pesada.
Se corta la
electricidad y sigo pedaleando, todavía entra luz natural por las ventanas de
todas las casas, pedaleo en silencio.
Después de la
subida comienza la bajada, Giro la mariposa en otro sentido y pedaleo más
fuerte, esquivo autos, ómnibus y camiones, acelero porque me ayuda la fuerza de
gravedad cuando voy cuesta abajo.
Después del
puente y la curva grande, llego a la recta del camino al aeropuerto, voy
demasiado rápido… tan rápido que atravieso el edificio, subo por la rampa de
taxis que esperan pasajeros y bajo por el otro lado. Estoy en plena pista de
aterrizaje, esquivo a los aviones con sus motores en marcha, no sé si llegan o
están por despegar, no importa, debo esquivarlos para no chocar con ellos.
Hoy llega uno de
mis hermanos, si me ve en la pista va a decir que estoy loco, que no debería
pedalear tan fuerte entre tanto ruido de turbinas.
Si le digo que
fui a buscarlo para trasladarlo a casa, se reiría, además no hay lugar para los
dos y lo que es peor, no podría llevar su equipaje. Mejor le digo que se vaya
en taxi, o en el micro urbano que es más barato.
Sigo pedaleando
y ya estoy volviendo. Son quince kilómetros hasta el centro de la ciudad y
otros cuatro hasta mi casa, disfruto de la velocidad en la ruta y luego en la
costanera. Pero… mi barrio, está allá arriba, así que debo girar otra vez la
mariposa; no importa, me paro sobre los pedales y presiono con todas mis
fuerzas.
Esquivo autos,
motos y peatones que se cruzan… Tengo suerte, no me ladran los perros, son
muchos los que persiguen a los ciclistas para morderles los tobillos; siempre
me pregunto si nos corren para divertirse o es que nos tienen bronca.
Ya estoy
llegando a casa y descubro que todavía me faltan cuarenta minutos para
completar las dos horas que le prometí a mi médico.
Entonces elijo
otro recorrido, estoy de nuevo en terreno horizontal, recorro las calles de mi
barrio, sin tanto tránsito de vehículos, peatones, ni perros. Salgo a la ruta
para pedalear con un ritmo más parejo. Me corre la transpiración por todo el
cuerpo.
Al girar la
mariposa, siento que subo otra vez, voy por la ladera de un cerro, tiene
bosques muy variados y senderos zigzagueantes muy divertidos; continúo la
subida sintiendo que muy pronto… llegaré a la cumbre. Sé que desde ahí, se
disfruta un paisaje maravilloso, lagos, montañas y bosques, pero no le dedico
ni medio segundo, giro la mariposa y… estoy otra vez cuesta abajo… Para volver,
prefiero el camino de los autos, por eso acelero, acelero y acelero.
Vuelve la
electricidad y la televisión muestra noticias sobre la guerra, dejo que se
maten mientras sigo pedaleando.
Aún me quedan
varios minutos y tengo el cuerpo caliente, estoy algo cansado, pero completaré
las dos horas. Elijo el cerro por donde esquiamos en invierno, aprovecho que
todavía no tiene nieve y decido entonces, subir por una de las calles
construidas en su ladera. Giro la mariposa hacia la derecha y empiezo… Me paro
rítmicamente sobre cada pedal, bajando un pie y el otro, esforzándome como si
algo o alguien me persiguiera. En la cima, desenrosco hacia la izquierda y
comienzo el descenso vertiginoso.
Sé que Al
terminar me espera una ducha reparadora. El reloj del manubrio, marca con
exactitud la cantidad de kilómetros, la velocidad y las calorías consumidas,
más tarde lo estudiaré para compararlo con recorridos anteriores.
De a poco voy
enlenteciendo el ritmo, mientras mi esposa me mira desde su sillón y, señalando
el televisor, pregunta si puede cambiar de canal.
Le respondo que
sí… que yo ya terminé y voy a la ducha.
Estoy
maravillado, al ver que puedo disfrutar de este buen invento llamado… bicicleta
fija.
Autor: Mario Gastón Isla. Bariloche, Argentina.
marioisla@bariloche.com.ar