A mi modo de ver
Comienzo por afirmar que, aunque acaso lo parezca, no pretendo con
estas disquisiciones plantear queja alguna acerca de mi situación existencial de
ciego total desde el nacimiento; entre otros motivos, porque de nada iba a
servirme.
Trato solamente de, a través de algunos efectos que la lengua nos
permite, reflejar algo escondido en mi subconsciente; pero como sucede a menudo
con recuerdos o remembranzas surgidos de unas palabras leídas o escuchadas en
cierta ocasión.
Voy a referirme, muy concretamente, al vocablo Ver, o mejor dicho, a
la sílaba Ver incrustada en varios vocablos de uso corriente, que para mí
pueden tener connotaciones muy distintas.
En estos que voy a destacar, o bien la sílaba está en el comienzo, o
bien es la tónica en esos términos; pero en todo caso, para mí la considero
como muy relevante para su significado global.
Vereda
Siendo que el sufijo añadido a Ver parece indicar una extensión, por
ejemplo, de árboles, a mí se me presenta, además de como un camino o sendero
rodeado de naturaleza, también como una dimensión muy amplia del sentido de la
vista.
Mas comprendiendo mi deficiente configuración del posible paisaje,
preciso de una compañía que me ayude a conformar en mi mente cuanto pueda
decirme a mí esta arcadia amena y placentera.
Y acierte a describirme el campo, el arroyo, el valle, con sus
especies arbóreas, sus jardines primaverales…
De este modo, podré configurar un paisaje para mí solo, influido quizá
por la lectura y el afecto por las Églogas de Garcilaso, por los campos
castellanos de Machado, por el desapego de la vida retirada de Fray Luis.
O sea, que una vereda sería para mí un camino por el que debo
transitar en compañía, y que ofrece a la vista todo un cúmulo de sensaciones
naturales de las que yo no soy capaz de disfrutar.
En consecuencia, es una palabra muy hermosa, muy eufónica, muy
diáfana, que me gusta utilizar en mis poemas y relatos.
VERTICAL
Aquí tenemos algo para mí poco atractivo. Partiendo de la sílaba
paradigmática, que nos ha elevado a una altura considerable, seguimos
ascendiendo para caer a las profundidades que sugiere la acentuación final
aguda.
Trato de escrutar mi auténtico papel, sobre esta cabalgadura por el
monte. Pero como no consigo pistas acerca de la distancia que me separa del
suelo, el pánico me atenaza.
Tal me ocurre al imaginarme ante un precipicio, sea físicamente cierto
o en sentido figurado. El Vértigo me inclina definitivamente hacia las simas
del mundo desconocido y terrible.
Nunca me ha gustado subir a los carruseles de feria, porque no sé si
me llevan por arriba o por el suelo.
Recuerdo también la primera vez que subí a un avión. Acababa de
sentarme y pensaba ya que andaba yo surcando los cielos sobre el mar
Mediterráneo.
Lo vertical tiene para mí, en mi subconsciente, ciertas connotaciones
de inseguridad, de riesgo, de catástrofe, porque el planteamiento es desde las
alturas desconocidas hasta dar de bruces en el suelo.
Esta expresión de caer de bruces me repiquetea muchas veces como
recuerdo infantil, por habérsela escuchado a mi madre advirtiéndome de algún
peligro amenazante.
Así que Vertical no me resulta hermoso vocablo, sino algo temeroso.
VERGÜENZA
Dice un refrán que: Quien tiene vergüenza, ni come ni almuerza.
Es un sentimiento muy arraigado EN MÍ desde la infancia.
Creo que proviene, también en este caso, de la inseguridad de acertar
en mi comportamiento social.
Sobre todo, de ignorar si mis gestos, mi actuación, son comprendidos
por las personas que tengo a mi lado
Porque ellos me están viendo, me están observando, me están
examinando, al menos eso creo yo.
Y sin embargo, Ver lo que se dice Ver, yo no les veo.
Y así resulta que tampoco puedo apreciar ni suponer sus gestos, sus
formas de actuar, su mirada.
Siempre he considerado a la vergüenza muy próxima a la timidez, al
rubor; y de este modo, me he encasillado entre las personas con este carácter.
Pero en el fondo, es indudable la presencia de su primera sílaba como
fundamental para el significado de este vocablo que tanto me ha marcado.
VERICUETO
Sitio alto y accidentado por el que es difícil andar.
Creo que las palabras Accidentado y Difícil son las más relevantes.
Para afrontar algo difícil y accidentado se necesita energía, coraje,
decisión; pero sobre todo, examinar, reconocer, escrutar el terreno por donde
tenemos que pisar; o sea, verlo
Si añadimos el concepto de laberinto, mi situación sería aún más
complicada, porque no hallaría la salida; me encontraría en un extravío
permanente.
Para caminar por vericuetos, aunque sean tres letras en diferente
sílaba átona, se precisa Ver,
Y los vericuetos, aunque con frecuencia se buscan, más a menudo surgen
para estropear los momentos dichosos.
Prefiero la Vereda, porque quizá me permita caminar recto, bordeando
vegetación más o menos exuberante, pero que a través de sus fragancias o de los
sonidos del viento, sabré que me acompaña.
El Vericueto me resulta duro, áspero, tosco, con esas dos consonantes
oclusivas sordas que arropan el acento y que añaden mayor misterio a la
ausencia de la vista.
VERSALLES
Para mí, este nombre propio responde, desde mi infancia, a un paseo
que hay en mi pueblo.
Siempre lo recuerdo con bancos, arbolado, una fuente y una churrería
que ponen los domingos a la entrada.
Mis padres me llevaban y me decían que era la zona más cuidada y
bonita.
Incluso algo aristocrática, pensaba yo.
Luego me hablaron de los Jardines de Versalles, en Francia. ¿Pero cómo
describirlos? ¿Cómo representarme yo en mi mente todo ese aluvión de
sensaciones paisajísticas?
Ver; y no ver.
Este problema de describir paisajes o colores lo he tenido siempre; porque
a menudo, sobre todo cuando cometía un error de bulto, me achacaban eso del
aprendizaje verbal.
¿Y si yo no lo veía, cómo podía describirlo con una mínima pulcritud y
realidad?
Y, aunque me sobra una L gráfica, me muevo en eso de Ver y después
salir; es decir, Salir sin haber visto. Ya sabemos: Ver y Sales.
UNIVERSO
¿Podría ser el pensamiento que cada uno tiene respecto de lo que ve?
Según eso, el mío carece de una pata fundamental. Porque aquí, además,
acentuamos la aportación del sentido de la vista, que por algo es el primero de
los sentidos según aparecen relacionados en todos los textos.
Un cierto consuelo me embarga al pensar que, ni todo lo que se ve es
verdad ni lo que la vista no percibe deja de existir.
Somos muy limitados, aunque estudiemos las galaxias y aseveremos que
hay muchos años-luz de distancia entre tal o cual sistema.
Es preferible, al menos para mí y en estas cavilaciones, quedarme con
mi propio universo, aunque sea aún mucho más limitado y nada descriptivo.
Pero ello no quita que, también aquí, la sílaba antedicha sigue
destacando sobre el resto del término.
Como se ve, estas disquisiciones dan para mucho más; pero es
conveniente no exasperar al sentido de la vista, no vaya a ser que se canse.
Autor: Antonio
Martín Figueroa. Zaragoza, España.
samarobriva52@gmail.com