Si amas

 

No es fácil dejar marchar lo que se ama, aunque a nuestro lado no quiera estar, ¿o sí?

 

Si amas algo déjalo libre

 

 Deja que es tarde. Déjalo estar.

 Me pides otra oportunidad y ¿no crees que, algunas cosas, es mejor dejarlas como están?

 Me sentí bien al volverte a oír; tu voz cálida, abrigadora, de lana sin tejer que se hacía toquilla cuando, por aprender a vocalizar, me leías en voz alta:

 --Amar con la mente abierta cual ojo de luz por donde absorber las mejores emociones, capaces de cubrir las carencias que genera la soledad. Ama conscientemente, sin pasiones cegadoras, sin compasiones mediatizadoras, sin compulsiones invalidantes.

 Me encantaba escucharte, en tu voz yo veía todos los tonos del fuego que tu aliento oscurecía o avivaba con magia de artificio. Tu voz que se me escatimaba en el encuentro de los cuerpos, porque ellos ya decían suficiente. Mi pecho cosido a tu espalda escuchaba el parloteo de la temperatura de tu piel que enviaba mensajes a mis pezones, verbo ausente, que yo ignoraba porque siguieras insistiendo.

 Las yemas de mis dedos comenzaban un monólogo en tu cara diciéndole a tu frente: fuera arrugas, que las cubra todo lo bonito del día, y tus ojos, que miraban hacia adentro transportaban por la curva de tus pestañas, la ternura, la sensualidad, buenas estrategas en comunicación, iniciando el diálogo del placer exento de términos equívocos.

 Besaba tu cuello, tu nuca y te transmitía deseo de tu beso. Tú desoías mi ansiedad que reclamaba contacto, tu mano, palabra precisa, aliviadora, que con asimétrica intensidad sabe de entretener la impaciencia de mi carne por tu piel de otoño cuando el placer la estremecía, por tu piel de sol de agosto cuando el ardor la tomaba, y yo iba con mi lengua refrescando cada poro, prendiendo fuego con mis labios, trasladando a mi sexo el precioso jugo que le transformaba en dulce desgarro del gozo, siempre nuevo, jamás repetido ni aprendido, que después de ti ya no, ya nunca tuve, ya no fue.

 Qué claros tengo los recuerdos, qué nítidas las sensaciones y qué firme la decisión de no volverte a encontrar. Fuiste tantas cosas que hoy me cuesta creer que no seas nada, algo más que mi cariño se ha marchado; como diría Neruda:

 "Cuánto te quise, es cierto, pero ya no te quiero. Es tan corto el amor y es tan largo el olvido"...

 Pero si bien en mi alma permanece la certidumbre de que eres mentira, manipulación, cálculo, falsedad, mi vientre guarda, todavía, emociones que sólo el amor puede ofrecer.

 

 

  Si amas

 

No es fácil dejar marchar lo que se ama, aunque a nuestro lado no quiera estar, ¿o sí?

 

Si amas algo déjalo libre

 

 Deja que es tarde. Déjalo estar.

 Me pides otra oportunidad y ¿no crees que, algunas cosas, es mejor dejarlas como están?

 Me sentí bien al volverte a oír; tu voz cálida, abrigadora, de lana sin tejer que se hacía toquilla cuando, por aprender a vocalizar, me leías en voz alta:

 --Amar con la mente abierta cual ojo de luz por donde absorber las mejores emociones, capaces de cubrir las carencias que genera la soledad. Ama conscientemente, sin pasiones cegadoras, sin compasiones mediatizadoras, sin compulsiones invalidantes.

 Me encantaba escucharte, en tu voz yo veía todos los tonos del fuego que tu aliento oscurecía o avivaba con magia de artificio. Tu voz que se me escatimaba en el encuentro de los cuerpos, porque ellos ya decían suficiente. Mi pecho cosido a tu espalda escuchaba el parloteo de la temperatura de tu piel que enviaba mensajes a mis pezones, verbo ausente, que yo ignoraba porque siguieras insistiendo.

 Las yemas de mis dedos comenzaban un monólogo en tu cara diciéndole a tu frente: fuera arrugas, que las cubra todo lo bonito del día, y tus ojos, que miraban hacia adentro transportaban por la curva de tus pestañas, la ternura, la sensualidad, buenas estrategas en comunicación, iniciando el diálogo del placer exento de términos equívocos.

 Besaba tu cuello, tu nuca y te transmitía deseo de tu beso. Tú desoías mi ansiedad que reclamaba contacto, tu mano, palabra precisa, aliviadora, que con asimétrica intensidad sabe de entretener la impaciencia de mi carne por tu piel de otoño cuando el placer la estremecía, por tu piel de sol de agosto cuando el ardor la tomaba, y yo iba con mi lengua refrescando cada poro, prendiendo fuego con mis labios, trasladando a mi sexo el precioso jugo que le transformaba en dulce desgarro del gozo, siempre nuevo, jamás repetido ni aprendido, que después de ti ya no, ya nunca tuve, ya no fue.

 Qué claros tengo los recuerdos, qué nítidas las sensaciones y qué firme la decisión de no volverte a encontrar. Fuiste tantas cosas que hoy me cuesta creer que no seas nada, algo más que mi cariño se ha marchado; como diría Neruda:

 "Cuánto te quise, es cierto, pero ya no te quiero. Es tan corto el amor y es tan largo el olvido"...

 Pero si bien en mi alma permanece la certidumbre de que eres mentira, manipulación, cálculo, falsedad, mi vientre guarda, todavía, emociones que sólo el amor puede ofrecer.

 

 

Autora: ángeles Sánchez Herrero.  Madrid, España.

montondepaja@gmail.com

 

 

 

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