Apuntando, más o menos.
Estoy
de vacaciones de verano.
En
septiembre cambio de colegio
Me
salgo al callejón. Tomo una banqueta que nos trajeron del taller de
carpintería.
Me
siento ante la mesa de madera. Es una mesa que hasta hace poco nos ha acogido en
la cocina, donde hemos comido habitualmente en ella.
Pero
la han reemplazado por una nueva.
Me
proveo del material de escritura braille y comienzo a escribir lo que puede
resultar una novela.
Mi
tía me ha suministrado un buen fajo de papel cuché, por si me sirve para tomar
apuntes.
Escucho
el trino de los pajarillos.
En
el patio vecino están regando las plantas, están jugando los niños.
Me
detengo a degustar canturreando con ellos las canciones de los chiquillos de
una guardería próxima.
Pero
yo voy a lo mío.
Y
ahora ha pasado medio siglo. Estoy en el salón de mi casa. Cada vez que se me
ocurre una idea, rescato el braille hablado.
No
necesito papel ni buscar la regleta y el punzón.
Además,
puedo corregir al momento los errores.
Me
resulta más cómodo.
Por
ejemplo, en una conversación telefónica que acabo de tener, me han recordado
esto:
Con
la luna te envío flores
Con
el sol mando cantares.
Y
con la luz de este día,
Muchísimas
felicidades.
Luego
resulta que estás leyendo un libro y encuentras una frase que, por lo que sea
que no aciertas a descubrir, pues te hace pensar. Y la anotas:
El
hombre teme al tiempo, pero el tiempo teme a las pirámides
O
en un momento dado en que escuchas la radio, te resulta curiosa esta frase. Y
también la recoges para que un día, no sabes cuándo, te vuelvas a topar con
ella y, acaso, la envíes a la papelera. Pero aquí está:
Frase
con los tres toreros, para indicar que alguien se vaya: Puerta, Camino y
Mondeño
(Es
una terna de toreros de hace muchos años: Diego Puerta, Paco Camino y Juan
García Jiménez “Mondeño”)
Y
tal vez estás merendando. Y alguien cerca de ti, te salta eso de “A palabras
necias, oídos sordos”.
Y
tú recuerdas que, en el cole, alguien te dijo lo mismo, pero en otro lenguaje.
Y
tomas de nuevo el braille hablado, dejando el bocata de mortadela sobre la
mesa, y te quedas tranquilo apuntándolo, por si al cabo de unos segundos, te
has olvidado de la frase:
A
vocablos emitidos por laringes inconscientes, trompas de Eustaquio en estado de
letargo.
O
esta otra, también en lenguaje un poquitín pedante: Cosas que pasan: Eventos
consuetudinarios que acontecen en la rúa
“Cien
años de soledad”. Lo has leído cuando estudiabas, pero no te percataste del
lugar de nacimiento del autor, García Márquez: Aracataca. Y tiene cinco Aes
Como
Conculcación tiene cuatro Ces.
Como
Chihuahua, tres haches.
Y
Entenebrecerse, con seis Es
Corroborar:
Cuatro Erres
Bandoneón:
tres enes
Mismísimos:
tres emes y tres eses
Palabra
con cinco Íes: Dificilísimo.
Palabra
con cinco Oes: Odontólogo
Trasplantar:
8 consonantes y 3 vocales
Palabra
con diez letras y ninguna repetida: Simultáneo
Es
un domingo por la tarde, aunque en estos años podría ser cualquier día de la semana;
pero hoy es domingo.
Retransmiten
un partido de mi equipo favorito.
Y
entonces recuerdo que, de adolescente, me sabía la alineación en lenguaje
Sistema Miguel.
No
me preguntéis de dónde viene esta denominación, pero así jugábamos con él en
los recreos.
Y
voy y me dedico a escribir la alineación en mi anotador.
Como
esto da para mucho, salvo error u omisión, apunto como era eso del Sistema
Miguel, para que tal vez alguien lo recuerde:
Lenguaje
de Sistema Miguel: La A se cambia por la U. La E por la O. La I no cambia. La B
por la J. La C por la G. La D por la T. La F por la P. La L por la R. La M por
la N. La Ñ por la Che. La Q por la Y. La S por la Z. La V por la LL
Por
ejemplo: Yo me llamaría Umdemie
En
una revista, me asalta lo singular de estas dos palabras que leo, por el ritmo
y la repetición de las vocales:
La
colaboradora.
Escuchaba música mientras hacía
ejercicios de gimnasia. Al oír esta canción, me paré en seco.
Estaba ya un poco fatigado y
aproveché para mis anotaciones.
Tuve que pulsar la tecla del
retroceso para aprenderme el estribillo:
Te llamas Rodríguez por parte
de padre.
Te llamas Fernández por parte
de madre.
Tu nombre es María, María del
Carmen.
María del Carmen Rodríguez
Fernández
Mi prima, al notar mi estado de
salud, me enseña esta frase que me parece curiosa. Y la escribo: Estrofa con
monosílabos: el té con sal me dio tal tos que me fue mal, y en más de un mes no
vi ni el sol
Descubro sin saber cómo, la
importancia de una consonante:
Amasar, Amansar
Boquear, Bloquear
Cazador, Calzador
Escotar, Escoltar
Escupir, Esculpir
Espada, Espalda
Paramento, Parlamento
Retratarse, Retractarse
Satén, Sartén
Oigo una conversación donde se
contraponen las palabras Valor y Calor.
Recuerdo entonces que la C y la
V están juntas en el teclado, igual que la R y la T,
Y no me resisto a buscar
situaciones que pueden producirse usando palabras de este tenor:
Calidez:
Validez
Caviar:
Vaciar
Cavilar.
Vacilar
Celador:
Velador
De
Ciento a Viento
Tiránico:
Titánico
Vecina,
Cecina
Volar,
Colar
Voz,
Coz
Galán.
Gañán
Gastos:
Fastos
Incierto:
Invierto
Insulto:
Indulto
Incitado:
Invitado
Incidente.
Invidente
Secreto.
Decreto
Signo.
Digno
Arroz.
Atroz
En alguna otra intervención en la
Revista, me refería a los anagramas, o sea, palabras con las mismas letras de
la propuesta, pero colocadas en distinto orden.
Y también a las palabras que,
por su sonido, a mí me resultaban Bellas.
Podíamos añadir frases
discordantes que a veces se escuchan:
La espalda de Damocles.
Nadar en la Ambulancia.
Zapear el temporal…
O parejas de gemelas como:
Anestesia y Sinestesia.
En fin; sirvan estos ejemplos
como posibles entretenimientos que comparto y que, además, mantienen la
capacidad de observación.
Yo soy de los convencidos de
que, cuando tienes que asimilar algo o retenerlo, lo mejor es escribirlo y, si
aún tienes tiempo, corregirlo pasando a limpio tus apuntes.
Hoy en día, disponemos de
mejores medios para practicar esto con rapidez y seguridad. No tenemos que
rescatar el papel y los materiales de escritura, sentarnos a la mesa, colocar
el papel y escribir sin errores.
La cosa es más cómoda.
Así que, animo a apuntarlo
todo. La vida nos brindará momentos para discernir lo verdaderamente
interesante y deshacernos de lo que ya no lo sea.
Autor: Antonio Martín
Figueroa. Zaragoza, España.