Un sueño caribeño hecho realidad.

Tifloencuentro 2019

Riviera Maya

 

Mis apreciables lectores, les comparto esta sencilla pero significativa narración, de mi experiencia personal al asistir a este tifloencuentro en la Rivera Maya, es un sueño pero cuando lo visitas se convierte en realidad.

Les cuento: Por el mes de marzo, decidí ir al tifloencuentro de este año: La ribiera maya, parte del sureste de México, enclavado en la península de Yucatán, estado de Quintana Roo, lugar de ensueño, si conociera el paraíso este sería parte de él. En las aguas del caribe, me cuestionaba si sería asertivo volver, ya que el año pasado había ido, y tres veces años atrás, con los maestros jubilados y el volver, tal vez no sería ya novedoso; pero al leer y leer el programa me motivó y dije: me voy, seguramente habrá algo que me guste y no me arrepentiré, y comenzó la aventura.

Hice mi apartado, me inscribí, pagué y solo estaba en espera del día 5 de octubre para iniciar mi aventura personal.

Comenzaron los preparativos, maletas, encargos, presentes y mis cosas personales, cuando estuve tranquila, con todo empacado y consciente de mi tercer tifloencuentro, estaba ya arriba del avión , emocionada, con algunas expectativas, y muy dispuesta a experimentar y vivir mi aventura. Le llamo aventura, porque así es, documentando mi equipaje, soy totalmente responsable de mi, y mi persona, pedir la asistencia, la espera del abordaje al subir, es todo un pequeño reto, pero al fin reto a superar, por el asombro, la morbosidad de algunas personas, tal vez la admiración de otras. Al fin, somos observados en esos momentos, pasar los filtros, la documentación y la pregunta de rigor: ¿viaja sola?... Creo que ya me están gustando esos retos a vencer, en lugar de molestarme y querer pasar desapercibida, ya volando mis pensamientos encontrados, porque los sentimientos se agolpan y tratan de sobresalir, unos más que otros, pero siempre tratando que estos se rijan por mi mejor actitud para sacar el mejor provecho de mi aventura. Mientras volaba, algunos ratos algo ansiosa y otros tranquila e imaginándome como sería el llegar y encontrar a los asistentes, chicos que nos apoyarían en esta semana a disfrutar, porque, eso si, siempre lo vi con mi mejor actitud y ganas de gozar al máximo todo.

El viaje fue muy exacto, tanto al salir como al llegar, encontré muy rápido a los chicos responsables de recibirnos, la camioneta que nos trasladó al hotel y el recibimiento cálido y alegre de Ángela como toda una chica argentina, alegre, afectiva, y muy abierta a la interacción con todos nosotros. Al pasar saludé a Vicente, Rosa, Lucía, Carmen, Christop, Norma, que andaba algo inquieta por su habitación, realicé mi registro y Ángela me acompañó a la habitación, me entregó el programa y las indicaciones para irnos instalando y esperar la llegada de los demás participantes. La cita era a las 8 horas en el salón del hotel para la cena de bienvenida.

Así que ya descansadita, cambiada y perfumada, me fui poco a poco integrando con los demás participantes. El primer impacto de conocer algunos personalmente, el gusto de saludar a otros con los que ya nos conocíamos, buscar la mesa, con quienes íbamos a compartir ese gran momento, y así fueron pasando los minutos, donde nos presentábamos, saludábamos y nos íbamos soltando un poco con las personas que teníamos cerca para hacernos más alegre el momento. Así, iniciamos el evento; nos fuimos presentando uno a uno, diciendo nuestro nombre, de donde íbamos, de qué país y algo que nos gustara. Al final, cada uno decía lo que sentía o se le ocurría. Llegó mi turno y les cuento que me presenté, mi nombre y a mi país lo presenté como México lindo y querido porque quien viene a México, regresa porque se lo lleva en el corazón, lo cual fue recibido bien, por mi expresión. Compartí mesa con Martha, Socorro de Saltillo, México, Norma de Uruguay, y cuatro compañeras de Perú, Marcela, Martha, Silvia y Elsa. La comida fueron varios platillos de los cuales comí, cochinita pivil y papas al horno, no sé si era por la emoción, pero no recuerdo si estaban ricas, o no, solo comí y seguimos en la reunión con las aguas frescas y un vino para brindar.

Al final de las presentaciones, se repartió un presente para todos los participantes, con el motivo de que se llevaran algo significativo de México, y opté por un rehilete que llevé para cada uno de los compañeros ya que había pasado el mes de septiembre y para nosotros los mexicanos es el mes de la patria. Déjenme contarles, el rehilete fue muy original alusivo, como les decía yo al mes patrio, estaba hecho con los colores de la bandera, verde, blanco y rojo, en el blanco tenía el escudo nacional, el viva México, y la fecha

15 de septiembre, la independencia de México; en el verde tenía un zarape, un sombrero de charro, una botella de tequila y en el rojo venían las imágenes del cura Hidalgo, la corregidora allende y Morelos, de lo cual hice una pequeña descripción de estos símbolos patrios cerrando con la frase, México lindo y querido porque quien viene a México regresa, debido a que se llevan un pedacito en sus corazones, lo cual fue aplaudido y festejado por los asistentes; comentando por último, que el rehilete puede ser de ornato, o de distracción , jugar con el invitándolos a soplarle y darse cuenta como giraba con el viento, cosa que gustó, comentando que lo llevarían a casa como recuerdo del tifloencuentro. Y así se fue terminando y poco a poco nos fuimos retirando cada quien a sus habitaciones.

Dominguito lindo, 7:30 de la mañana desayunados y listos para subirnos al camión que nos llevaría a las pirámides de Chichén Itzá; en orden, bien organizados, entramos con los asistentes. El guía que se encargó de llevarnos a esos momentos de creación monumental, de los edificios calzadas, monumentos, y como fondo la imponente y majestuosa selva, fiel guardiana de Chichén Itzá recreando cada uno de nosotros, nuestra propia imaginación, por la narrativa del guía, que me transportaba a imaginarme a esos miles de mayas que vivían, caminaban y hacían sus quehaceres cotidianos en esos espacios donde estábamos escuchando la explicación del guía, y que, por momentos, me imaginaba en medio de esa ciudad tan adelantada a su época, llena de belleza, esplendor, y grandiosidad por sus habitantes los mayas, extraordinarios hombres de los orígenes de nuestro gran México. Caminamos, y caminamos, el sol estaba imponente ante nuestros ojos, pero ninguno se quejó, ni pensamos en abandonar la caminata, donde estuvimos en las orillas de la selva que cuida y pareciera vigilar estos monumentos testigos cayados de nuestra historia. El momento cumbre fue cuando estuvimos frente a la pirámide mayor de Chichén Itzá. Se nos entregó una réplica de la pirámide para ubicarnos y entender mejor la explicación, entonces se nos narra lo que sucede en el equinoccio de primavera, donde se muestra cuando el sol se posa en el centro de la pirámide, justamente a las doce del mediodía, por la escalinata comienza a bajar la sombra del Dios Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, historia que conozco , pero ahora que la describe el guía, y la reconstruyo en mi mente, me emociona, el no verlo, imaginarme y darme cuenta lo maravilloso que es este momento y no poder apreciarlo en su totalidad, lo disfruto y me asombro todavía escuchar el eco de los sonidos que realizaba el guía, darme cuenta de lo perfecto, exacto de sus conocimientos, de las construcciones , admiro la grandiosidad de estas ciudades prehispánicas. Terminada la explicación, nos acoplamos con las personas que nos apoyaron y, a su ritmo, cada uno de nosotros nos dirigimos a la entrada de las ruinas de la ciudad maya, para organizar el regreso al camión y dirigirnos a la ciudad de Valladolid, donde degustaríamos una exquisita comida integrada por varios platillos de nuestro sureste mexicano. Les cuento que compartí mesa con Aurora y Bary de España, Martha de Argentina, Diana, Martha, Socorro y Luís de México, compañeros y amigos del tifloencuentro pasado, de un grupo de skipe, y nuevas amigas a partir de este viaje. Yo pedí la sopa de lima, pues, ir al sureste y no comerla, no tiene disculpa alguna. A mi mesa llegó el tazón calentito con su caldo de jitomate con ese toque de sabor a lima, sus pedacitos de pollo, y sus tiritas de tortilla dorada, crujiente, sin faltar su rodajita de lima natural , bueno, eso es una delicia para el paladar, y como plato fuerte, pedí una orden de panuchos los cuales eran de cochinita, pollo y vegetales que me hicieron chuparme los dedos, pues han de saber que los tomé con mi mano para saborear y comerlos lentamente, no puedo más que decir riquísisisisisisimos, además, acompañada con una fresca, rica agua de Jamaica natural la cual tomé y volví a tomar, hasta que mi estómago dijo basta, y cada compañero comió según su paladar le indicó.

 Después de comer, disfrutar, charlar con los compañeros de mesa, vuelve la aventura el ir simplemente a unos cuantos pasos, a visitar el senote, y poder meterse a sus aguas, quienes lo desearan, acción que me entusiasmó, para lo cual tuve que bajar como unos 50 escalones o más, en forma muy rústica, pero simplemente el momento de sentir la vegetación, la humedad del senote, cambia el ambiente le da un poco de misticismo espiritual; les comento con tristeza que no pude sentir en mi cuerpo el abrazo de esas aguas, pues cuando estaba a punto de llegar mi turno, ya no había chalecos y estaban próximos a cerrar, situación que no limitó a algunos compañeros que se atrevieron a ingresar al senote sin chaleco, tomándose de una cuerda de apoyo, lo cual a mi me dio miedo, y no quise experimentar. Relajados, mojados, pero con el corazón vibrando de alegría, nos subimos al camión para emprender el regreso hacia el hotel , donde llegué cansadísima, lista para tomar un buen sueño reparador, y algunos otros se fueron a conocer, cenar en algún lugar de los tantos que tiene la Quinta avenida lugar donde nunca se cierra, no deja de ir y venir la gente y todo es fiesta y diversión, una verbena popular donde se mezclan las personas de todo el mundo.

El día martes, nos dirigimos a Cancún, lugar donde está la Universidad del Caribe, donde se realizó un debate sobre inclusión educativa. Charla que a mi parecer no fue debate. Fue charla informativa de los avances que como infraestructura se están realizando ya en algunos espacios, y la misma universidad, para que las personas con discapacidad tengan mejor accesibilidad en esos espacios, que si los vemos conforme a la necesidad de este sector, nos quedamos cortos. A mí, me hubiera gustado más, escuchar estadísticas de los países participantes, sobre discapacidades, como se aplican o están formados los planes de estudio a todos los niveles y haber podido tener ese debate, con el personal de la universidad, y nosotros los visitantes simplemente intercambiar información, pero eso es mi punto de vista, el saber como se maneja la discapacidad visual en cada país participante, y darnos cuenta como se está manejando en nuestro país, y en los demás, y ahí creo que hubiéramos tenido ese debate sobre educación inclusiva. Pero aún así, estuvo la charla amena, informativa. Después de una hora y 30 minutos más o menos, nos retiramos, dejándonos el camión cerca del mercado municipal, teniendo tiempo libre, para comer y hacer algunas compras en el mercado y sus alrededores, comida que disfruté, pues decidí comer un cóctel de camarones y una rica agua de Jamaica bien fría; nos juntamos un grupo formado por Mary Paz, de Chile, Luis Arturo de Nuevo Laredo, Martha y Soco de Saltillo, la chica guía de Cancún, y yo, del estado de México , que degustamos cada uno su platillo y disfrutándolo ampliamente. Después nos fuimos a buscar algunas prendas de manta, imanes y guayaberas, encontrando lo buscado y regresando con algunos pesos menos en la bolsa.

Llegando al camión se nos invitó a visitar una plaza, la más actual y moderna de Cancún, o ir a la playa; así que el mismo grupo, excepto Mary Paz, nos fuimos a la plaza, en cuanto bajamos, llovía, y el clima cambió de pronto, por lo que optamos por meternos a un Starbox a tomar un café calentito lo cual nos hizo entrar en calor, luego, pasada la lluvia, regresamos al camión para dirigirnos al hotel.

Yo regresé para descansar, mientras un grupo se fue a las trajineras de Xochimilco Cancún, a divertirse y disfrutar de la noche con música, canciones y alegría derramada por todos ellos.

Un nuevo día, un nuevo encuentro con las bellezas de este lindo estado de Quintana Roo México, ahora nos tocaba dirigirnos al Club de Playa Mía, en Cozumel. Fuimos en pequeños grupos de 8 o más compañeros, al muelle de Playa del Carmen, para tomar el ferry y llegar al club de playa, llamado Playa mía.

Les cuento cómo se dio el viaje en el ferry: todos se fueron a la parte superior, música y cotorreo en grande, sacaron fotos, algunos bailaron y se iba encendiendo, poco a poco, la chispa de la alegría por disfrutar de los momentos próximos a venir, durante todo el día. Llegamos emocionados, ávidos de agua y más agua. Comenzaré diciendo que ya nos estaban esperando con un riquísimo buffet, como para darles un poco de hambre, les comento, costillitas a la barviquiur , pollo pibil, pescado empanizado al coco, papas fritas, adobadas sopas frías, codito con jamón y piña, espaguetis en diferentes maneras, nugges de pollo, ensaladas de verduras crudas o cocidas, arroz blanco y rojo con o sin verdura, carnes de cerdo costillas, maciza en adobos y salsas agridulces, ensaladas verdes, etc., etc., bueno y de los postres ¿qué les digo?, flanes napolitanos, de leche, gelatinas de sabores, fruta picada en leche condensada, pasteles de varios sabores, aguas de sabor, refrescos y bebidas con su toque de alcohol. Comimos y bebimos como si no se hubiera desayunado antes, pues la mayoría lo habíamos realizado.

 Ahora el parque era todo nuestro, así que cada uno de los compañeros escogió su actividad o actividades a realizar. Les comento que yo fui a la alberca con Ángela y para organizarnos e irnos al yacusi, recuerdo que estuvimos con Marta y Soco de Saltillo, Norma Medrano, y Norma Toucedo de Uruguay, Rosa, Aurora y María de España, Mary Paz de Chile, Elsa y Ángela de Argentina. Platicamos cosas de mujeres, personales de algunos hombres, jajajaja, bromeamos en doble sentido, reímos, nos albureamos y disfrutamos muchísimo el agua. Luego, ya cansadas del yacusi, nos fuimos al mar, las guerritas de agua no se hicieron esperar, el caminar en la playa y hundirse hasta los tobillos no es común, pero es que la arena parece polvo por ser tan finita y suave. Ya instaladas en la playa, cada quien se fue subiendo a lo que le apetecía; yo fui a las bicicletas, lo que disfruté enormemente, bajándome de ahí, subí al kayak, actividad que no querían muchos hacer tal vez por respeto al mar, y en esos momentos todo era diversión, alegría y agua, más agua; en realidad todo era agua y agua; momentos en que interrumpió la voz de Ángela, diciendo: "muchachos hay que salir a comer porque van a cerrar el restaurante, y después vuelven otro rato al agua", idea que no fue del todo buena, pero varios ya tenían hambre después de tan menudo ejercicio, bueno, pues a comer... Me sirvieron un plato de pescado al coco, les cuento de chupete, costillitas a la barviquiur riquísimas, vegetales al vapor y un poco de arroz, lo cual me dejó bastante satisfecha mi ansiedad por comer, todo acompañado por una rica y poco espumeante coca-cola, les comento que las cocas, y los refrescos en general, tenían poco gas, pues al abrirlos su ruido era muy pequeño, silencioso casi y al probarlos ese burbujear que hace en el paladar era demasiado lento, esto es algo que noté en los refrescos de esa región.

Volviendo sobre la comida, cierro con un delicioso postre, flan napolitano, realmente, estuvo o me supo más rica que en el almuerzo, será por las actividades realizadas o por lo contenta que me sentía. Esta degustación la realizamos con una chica del grupo de apoyo, Soco y Martha. Al término de la misma, fuimos a los lockers, para sacar las cosas e irnos a las regaderas y vestidores para emprender el regreso, igualmente nos trasladamos en grupos pequeños para tomar el ferry y regresar a Playa del Carmen.

Se me estaba pasando contarles que tanto la ida, como el regreso de los ferrys nos tocó lluvia, el tener que caminar un buen tramo como de 150 o 200 metros y subir escaleras para abordar el ferry, fue muy rico, suave y asombroso, creo que nunca había caminado con tal tranquilidad bajo la lluvia; era una lluvia muy finita, suavecita y creo que hasta tibia cuando tocaba mi piel, algo nuevo también para mí.

sigamos, , a la llegada nos trasladamos del muelle al hotel, en pequeños grupos, para descansar un rato y luego, bajar al salón del hotel y realizar la degustación de lo que llevamos de nuestros países de origen, compartir con todos y terminar de pasar el día charlando , riendo y comentando las aventuras personales de cada quien; eso se los tendrá que contar cada protagonista, así que les invito a que pregunten, si es que conocen a alguno de los compañeros que estuvo en el tifloencuentro...

Nuevamente les hablo de comida: prepárense y ajusten los cinturones. Comenzaré diciendo que yo llevé una botella de tequila, no les puedo decir que cosa exactamente llevó cada persona, pero sí les puedo contar que hubo licores de México, Argentina, Perú, Ecuador, España, cerveza de Alemania, jamón serrano, aceitunas negras deliciosas, chorizo, turrones, pastas, de todos los chicos españoles, turrones, jamoncillos de leche, alfajores, chocolates, dulcecitos macizos, de Perú, Ecuador, Argentina, Guatemala, etc. Perdón si omito alguno, será porque no lo vi. Degustamos, comimos, tomamos, reímos, hasta sentirnos poco a poco cansados. Algunos de los compañeros al término del tiempo permitido por el hotel, se fueron a los barcitos cercanos a seguir festejando su gusto y alegría personal para renovarse en fuerzas y estar listos el día de mañana.

Un día más en el tifloencuentro, listos, desayunados, y con gran expectación al menos por mi parte, pues no conozco nada acerca de las ruinas de Muill, nos subimos al camión y primero muy platicadores, pero poco a poco se fue notando el silencio y descanso de los compañeros, transcurrida una hora y algunos minutos, llegamos a Yumil, lugar de paz, tranquilidad , serenidad; desde que bajé del camión, mi cuerpo respiró un remanso de paz en él. Estaba yo enclavada en el centro de una comunidad maya, de orígenes mayas, que tienen una cooperativa, y hacen turismo cuidando y protegiendo sus espacios , para conservar así sus tradiciones pues hablan su lengua nativa, por lo cual no supe su conversación, ahí se nota esa diferencia que marca a esos hombres y mujeres de esta comunidad.

Les decía, esta comunidad tiene una cooperativa, donde todos colaboran y se unen para hacer este turismo.

Sobre el recibimiento a los visitantes, les comento que se nos recibió con una rica agua fresca de Jamaica y creo que esta planta a de ser muy común en la región ya que es constante que se nos ofreciera siempre, claro que había de horchata y refrescos , pero será coincidencia pero las aguas fueron de Jamaica, y un platillo hecho a base de semillas de calabaza, calabazas sazonadas con cebollas, ajos, sal, llevando la mezcla a un punto de espesor, que a mi juicio parecían frijoles refritos, el cual se comía con pedacitos de tortilla dorada, lo que conocemos por acá en el centro del país como, topos, después de haber degustado este sencillo pero rico platillo, nos dirigimos al camión, para ir un poco más adelante para visitar las ruinas de una parte de esta ciudad maya, nos dividimos en dos grupos y caminamos por orillas de la selva lugar muy cuidado por los habitantes de Muill.

En el grupo que me tocó participar, nos acercamos con los guías y los chicos de apoyo y comenzamos la caminata por un sendero no muy amplio, donde nos explicaba el tipo de árbol, de planta, sus hojas, el fruto, las aves que principalmente habitan en esos espacios, nos mostraron las lianas, los bejucos, el nacimiento de dos árboles donde uno le va ganando espacio al otro, cosas de la naturaleza extraordinarias; oímos sonidos, cantos de las aves, los mosquitos nos picaron hasta darse gusto, conmigo se ensañaron, (es que soy muy sabrosa e hicieron su festín), perdón por la broma... Sigamos: hasta llegar a las pirámides de los espejos, las cuales, según nos dijo el guía, desde el espacio brillan y son puntos de referencia para localización, son ruinas no muy grandes, y están enclavadas en la selva. Me encantaría contarles más, pero fue muy pequeña la información. más adelante nos formamos en fila, pues ahora la caminata del senderismo se acortaba pues pasaríamos por un sendero más estrecho, que además es fangoso, pantanoso y por el tiempo de lluvias, teníamos que caminar por un camino de pequeñas tablas que forman el camino por donde debemos pisar para no sumirnos en el lodo y agua estancada. No niego que son momentos de tención pues tenemos que ir concentrados... Creo que la selva pensó: "estos chicos no se pueden ir sin algo chusco, para que me recuerden". Bueno, yo solo cuento de los que me di cuenta, Norma Medrano de repente, por ahí, metió su pie, luego Cristop casi mete los dos pies, pero Mirta, ella quería saber como estaba eso de caminar por debajo de las tablitas, y se le van los pies, las rodillas y las manos..., si no es que más cosas, eso solo ella lo sabe, lo cual, por momentos, causó una expectación momentánea. Recuperados del susto, seguimos caminando: fueron como 30 minutos de caminata , ya podemos decir que realizamos senderismo , nos sentíamos todos unos scouts de la selva; recuerden que andábamos en la orilla de la selva, ya algo cansados, tensionados por el control del caminar, llegamos a un pequeño embarcadero donde nos fuimos subiendo los grupos para ir a unos canales de agua dulce, que nos permitirían hacer la actividad de flotar en el agua; nos llevó la pequeña lancha hasta el lugar donde bajaríamos ya protegidos cada quien con su salvavidas, uno a uno, con los chicos guías de apoyo, para volver a tocar esa magia del lugar, dejarnos llevar por las sensaciones, hasta la emoción de sentir la inmensidad de la tierra, el paraíso, o tal vez la magia de la vida. En ese flotar, eso si aclaro, no me solté del salvavidas ni me dejó el chico guía, me dejé llevar por la corriente, pues el agua está moviéndose constantemente, pensaba para ser honesta y congruente conmigo misma, si sale un cocodrilo..., ellos al meterse en las aguas suelen hacer un ruido suave y estaba muy atenta a los ruidos, los cantos de las aves que por ahí andan, sonidos angelicales, nunca antes había puesto atención a ellos. ¡Cuánta tranquilidad te pueden transmitir esos trinos!, melodías cortas que calman hasta el alma inquieta como la mía; después de esos momentos me olvidé del cocodrilo, de si hubiera tal o cual animal en las aguas..., solo cerraba mis ojos, y todo lo que pasaba en mi mente eran momentos lindos, hermosos para mi, y en otros simplemente sentía todo el exterior vibrando fuera de mi, el agua, la inmensidad de la selva, mis compañeros que a lo lejos medio escuchaba sus voces, hasta que terminó esa magia, pero no el encanto, creo que entré en una sintonía de remanso y paz. Subimos a tierra firme para abordar la lancha que nos regresaría al mismo lugar, cuando llegamos por primera vez, nos estaba recibiendo Pepe, uno de los guías, el cual a las tres últimas que quedamos nos sugería que nos fuéramos caminando, ante lo cual yo le insistí diciendo: "no, no quiero caminar"...

 Él nos decía: "ya no puede entrar otra lancha más", dándonos explicaciones. Nosotras diciéndole: "no queremos caminar más". No sé cómo apareció Ángela y le dijo: "¿por qué no escucha a la gente?", lo cual me pareció genial, porque llegó la lancha y nos fuimos en ella. Tuve unos minutos más de volverme a meter en esa magia y disfrutar de sus delicias, navegamos por esos tramos tranquilos, a ratos con el motor a velocidad, a ratos con el motor apagado para cruzar zonas donde la naturaleza ha creado puentes con las raíces de los árboles entrelazadas. El bejuco es una planta que crece y realiza caprichosas formas que dan origen a estos puentes, que atravesamos agachados para poder cruzar y volví a sentir la grandiosidad y el misticismo, armonía y grandiosidad de este hermoso lugar, digno de los dioses. Transcurrida la navegación de unos 10 o 15 minutos, llegamos a donde ya nos estaba esperando el resto del grupo, para degustar una rica comida.

Bueno, yo no me fui limpia; les cuento, aquí entre nos:

Al acomodar la lancha para bajarnos me puse de pie, y esta topó con algo y perdí el equilibrio, me fui de lado, en mi caída pasé a mover a Martha de Argentina; no me explico como fue, pues ella se salió también de su lugar, pero mi mano quedó atrapada entre la silla y las caderas de Martha, lo cual creó una confusión en la lancha, pues no me podía levantar, tras el apoyo de Ángela, me puse de pie. ¡Qué pena tenía yo!, por mi caída, pues estábamos súper tranquilas y de repente pasa esto. Levantada y repuesta del susto, nos organizamos y llegamos con los demás compañeros, a degustar de la comida, consistente en: pescado pargo cocido al vapor y muy bien condimentado, o, pollo a la pivil, con deliciosas cervezas bien heladas, refrescos o agua de jamaica acompañadas de unas tortillas recién hechas a mano por las nativas del lugar, comida que saboreé acompañada en la mesa por una chica guía, Luis Arturo, Juan José, y David.

Después de tan riquísimo festín, visitamos la tienda de la cooperativa, sí, muy pequeña, donde especialmente la venta es la miel de abeja, desde la de repostería hasta la medicinal, algunas prendas de vestir típicas de la zona y nada más, conforme fuimos comprando nos fuimos encaminando al camión que ya estaba prendiendo motores para regresar, y finiquitar un día más de ensueño.

Tras un merecido descanso, con mi cuerpo recuperado de toda la carga emocional y física del día anterior, habiendo desayunado y con ganas de divertirme, ahora con cosas de la modernidad, nos fuimos a reino aventura, donde tendríamos esa aventura con los delfines, manatíes y lobos marinos.

Este día en especial iba con la pila muy alta con ganas de disfrutar tal vez lo que en otros momentos de mi vida no me di tiempo, no me di el gusto de hacerlo, quizás por miedo, no disfruté y este era el momento de vivir esta experiencia tan comentada con los amigos de vida.

Desde la llegada se siente la alegría, el gusto de las personas que van y vienen de un estanque a otro, con emociones y alegrías encontradas, pues me fui a mi loker que compartí con Marta y su mamá, dejé todas mis cosas y me dispuse a la aventura, como propone el nombre del lugar.

Les comentaré que ya para entrar al estanque de los delfines , fuimos bajando una a una, en mi grupo no estuvo ningún chico, solo mujeres, recuerdo, a Martha, Socorro, Rosa, Isabel; había cuatro compañeras más que no recuerdo sus nombres, si me leen, chicas, disculpas por favor.

El agua calentita, tibia, muy agradable. Se acercó el entrenador y nos presentó a los dos delfines, luego pasó con cada una de nosotras para tocar su cuerpo, después, nos explicó cómo nos daría una vuelta al estanque el delfín. Nosotras solo teníamos que tomarnos de sus aletas y listo. He de comentarles que el trabajo es entre dos entrenadores, el que está con nosotras y el que está con los delfines, él es quien manda en su momento al delfín para que trabaje con nosotras. Llegó mi turno y me preparé con las indicaciones del entrenador, sonó el silbato y solo me dijo: "lista". Sentí el cuerpo del delfín y me tomé perfectamente de sus aletas y me llevó alrededor del estanque, sensación que recuerdo y me emociona al instante, se me hace increíble haber tenido, vivido esa experiencia tan emocionante que me hace vibrar como una adolescente, experimentando sus primeras aventuras fuera de casa, sin la vigilancia de los papás.

Experimentado lo anterior, me sentí confiada, más segura en la actividad, y pensé: "lo que sigue puedo disfrutarlo más", nuevamente llegó mi turno, les comento que siempre estuve con mi chaleco salvavidas, me llevó el entrenador un poco retirado de la reja metálica donde todas estábamos paradas, sosteniéndome todo el tiempo del estómago para que flotara, me dijo: "ponga sus brazos laterales a sus hombros, en forma de una te, sus piernas ligeramente abiertas con los pies apuntando los dedos gordos hacia abajo". No sé en que momento me soltó, cuando sentí las cabecitas de los delfines en mis plantas de los pies empujándome cada vez con mayor fuerza. Se siente una sensación de libertad, confundida con alegría, emoción, asombro, satisfacción; me di a mis sensaciones, cuando me dieron el último empujón y me sacaron del agua, cayendo en lo profundo del estanque, claro que en instantes me sacaron los entrenadores, pero para mí fue larguísimo el tiempo en que lo hicieron. En esos momentos, de pronto me sentí rodeada de agua por todos lados, arriba y abajo, recuerdo que con mis brazos agitaba el agua tratando de buscar algo, entonces puse atención a mis pensamientos: "tienen que venir a rescatarme, calma y no desesperes", es lo único que pasó por mi mente. Cuando sentí el tirón de mi chaleco y no podía respirar, pues había tomado algo de agua, entonces me quitaron el chaleco y un entrenador me apretó el esternón, saqué un buche de agua y poco a poco me fui recuperando; unos minutos a la orilla del estanque y todo bien. Terminaron de pasar las compañeras y terminada la actividad, por mi mente pasaba: "no te sientas mal, todo está bien, tienes que tener buena actitud". Me dije: "adelante con lo que sigue"; y fui con las chicas del grupo, con los manatíes. Les cuento que en este estanque hay muchas hojas de lechuga flotando pues es alimento para los manatíes, también tienen dos ejemplares de ellos, me invitó el entrenador a darle de comer y acepté, entonces me hizo caminar unos pasos delante de donde estábamos y me dio la hoja de lechuga, la cual alcé un poco sobre el agua y el manatí saltó y se la comió. La actividad fue más rápida, pues no todos la hicieron; salimos de ahí, y se nos invitó a las regaderas para quitarnos el agua del estanque, el cual tenía algunos pedazos de lechuga que se van descomponiendo con el agua y se pegan al cuerpo. Después de refrescar la piel con agua limpia, el cuerpo lo agradece. Nos dirigimos al estanque de los lobos marinos, sobre esto les puedo contar poco, pero con gusto remuevo mis recuerdos y comienzo diciendo que llegamos a unas bancas de concreto, supongo que alrededor del estanque como para hacer los espectáculos con más gente, pero ahora éramos grupos pequeños, de 8 o 10 personas. Pasó el entrenador con el lobo marino y lo fuimos tocando, cuando llegó conmigo, lo regresaron al agua pues tenía que hidratar su piel, así que, al rato, volvieron ambos, terminando la actividad. Después fuimos una por una pasando para la siguiente. Les cuento mi experiencia personal, pasé y me hicieron sentar en una banca metálica, quedando mi cuerpo en una orilla, entonces, me dicen que sonría a la cámara y el lobo marino estaba parado al lado mío, con sus aletas me abrazó, me cantó, y me dio besitos en una mejilla. Esto que les cuento duró instantes, segundos en que ese animal de más de media tonelada estaba ahí, trabajando conmigo; todo fue muy rápido, pero ahora que lo escribo y recuerdo, pienso, como a veces no medimos la magnitud de los hechos y hacemos cosas increíbles, pero recuerden que al inicio les dije que es mi aventura, y las aventuras no se miden, ni se piensan, simplemente las vivimos y después las contamos.

Y en efecto, terminando con los lobos marinos nos fuimos al embarcadero y nos subimos a un barco pequeño, que nos llevaría cerca de la playa para nadar un rato. Ya sentados cada quien en sus respectivos lugares, se nos ofreció una bebida al gusto, por supuesto yo pedí mi coca cola bien fría; en minutos, llegamos al punto donde podíamos bajar al mar para nadar un rato e irnos a comer. Todos comenzamos a bajar; fui de las primeras, pero comencé a angustiarme, con el mar no se puede decir ahora sí, ahora no, él muestra su majestuosidad e impone su fuerza, ante esos hechos es cuando uno se siente débil, indefenso..., la naturaleza se siente en toda su esencia, el guía que iba conmigo me llevó hasta una cuerda de donde me podía sostener, pero como les comento, el agua movía mi cuerpo como papelito, me hacía para un lado y para otro, lo cual me angustió y le pedí al guía, que me apoyara para regresar al barco, pero cuando me pude agarrar de la escalera del barco, eso me dio la seguridad que el mar no me dejaba tener, y ahí, me estuve moviendo como yo quería y disfruté mucho el mar. Descubrí que Pablo no se había metido al mar, le comenté está rica, baja por las escaleras y no te sueltes, ya de rato pues me cansé, y le dije al chico: ¿quieres ir con los demás?, "yo me subo al barco". Él aceptó, y me dijo: "estoy pendiente". Al subir estaba Isabel, chica de España que no quiso meterse al agua, estuvimos charlando muy agradablemente, cuando regresó Pablo, quien se animó a meterse, claro, sin soltarse de las escaleras, eso lo digo yo, habría que preguntarle a él si así fue... Creo que eso fue bueno, no debemos sentirnos derrotados sin intentar... ¡bravo por Pablo y por mí, a los que no nos venció el mar! En esos momentos comenzó a llover, hecho que me gustó, pues donde estábamos sentados nos llegaba el agua, bañándonos casi totalmente, cosa que disfruté y no hice el intento de cambiarme de lugar, la lluvia se puso fuerte, pero así también, se fue, motivo por el cual todos llegaron al barco y regresamos al muelle. En el camino volvimos a degustar otra bebida refrescante al gusto de cada quien y como saben yo pedí coca... Se intercambiaron comentarios, risas y charlas entre los compañeros, llegando al muelle, nos fuimos a los lokers para bañarse algunos y otros solamente vestirse para irnos a disfrutar de una rica y merecida comida, después de tantas emociones inesperadas y no muy gratas, (lo digo por mi persona y cómo me fue con los delfines).

Pasemos a lo rico, agradable y delicioso, como la comida, una rica agua de Jamaica bien fría, acompañando un plato de sopa fría de codito con jamón y piña, al centro del plato, en las orillas, trocitos de lechuga romanita, aclaro la de los manatíes era orejona; del otro lado rodajas de jitomate en su punto bien aderezados; yo le pondría platillo mexicano a esa forma de servir la sopa, después, un pescado al coco, con papas fritas y ensalada de jitomate con rodajas de cebolla fresca, ¡un manjar para los dioses! De postre, un flan napolitano bien frío, riquísimo, para cerrar con broche de exquisitez la comida , con que deleitamos a nuestros paladares, Rosa, de España, Martha y Socorro, de México y conforme fuimos terminando, nos acercamos al autobús para regresar al hotel.

Por la tarde noche, ya descansada, nos fuimos a la quinta avenida para distraernos, ver tiendas, cosas, etc., caminamos y caminamos, hasta el muelle donde sale el ferry para Cozumel, y justo ahí, sí, justo ahí, encontramos el carrito ambulante que hace las marquesitas, sin pensarlo ya estábamos pidiendo cada quien la suya, la cual deleitó mi paladar de regreso al hotel, caminata que se me hizo cortita, por el disfrute de tan rica golosina.

Temprano, desayunada y dispuesta a ir de compras, o como decimos ahora de shopyng, nos fuimos a unos mercaditos, tiendas comerciales, y por último la quinta avenida, comprándome un par de blusas como recuerdo de mi estancia en tan bello lugar. El momento de cerrar nuestra actividad se estaba aproximando, descansada, arreglada para la cena de clausura del tifloencuentro, pues la cita era a las 7,30 en el lobby del hotel, menuda sorpresa, estando todos reunidos, el gerente hizo uso de la palabra, por lo que todos guardamos silencio, momento después, se escuchó la melodía “México en la piel“ cantada por Luis Miguel, canto que se escuchó en toda la recepción, entrando la música por los poros de la piel de todos los que estábamos ahí reunidos, o por lo menos en los míos sí que sucedió, momento que nos emocionó a más de dos. Después, nos dirigió unas palabras, de inquietud, retos, admiración y respeto, de todos los empleados hacia todos nosotros como personas con discapacidad, entregándonos unos llaveros, símbolo del hotel, como huéspedes distinguidos. Poco a poco, nos fuimos encaminando hacia el restaurante que estaba a unas cuadras del hotel, llegando por la quinta avenida que está atravesando la calle; comienza la avenida, todos con los guías, o apoyándonos entre nosotros mismos, nos encaminamos hacia el restaurante, para realizar la última actividad del tifloencuentro.

Les sigo contando, como fuimos llegando nos fueron ubicando en las mesas para degustar nuestra suculenta cena; en la mesa que estuve nos acompañamos: la maestra y su esposo, profesora de los chicos de turismo de la universidad Caribe, varios voluntarios, Socorro, Martha, De Saltillo, México, Diana de Ecuador, sus dos amigas Berny y Gabriela, acompañantes, y, por supuesto, yo; brindamos con un vino bien frío y delicioso. Ahora va el menú: sopa de lima, pero no tenía la lima, paradójico, pero así fue; como plato fuerte, había chamorro, o pescado al pastor, claro que yo pedí mi pescado al pastor, que estuvo de chuparse los dedos y hasta el plato, y como postre unas ricas crepas de nuez, entre risas, charlas y alegría en todas las mesas iba transcurriendo el tiempo, la cena y se acercaba más el adiós definitivo, al menos en estos momentos de plenitud... No quiero cerrar mi narración sin compartir mi cereza del pastel, les comparto que no sé quien, o quienes se confabularon, pero eso no me interesa, lo que importa es el resultado: es que me distinguieron con el nombramiento de “embajadora de México en el tifloencuentro", lo cual fue el mejor sabor de boca que me traje del encuentro; como muestra de ello queda un hermosísisisimo tarro cervecero, como prueba viviente de tan distinguido nombramiento, creo que se dieron cuenta de que amo la tierra que trabajé y a ella regresaré; que alimenta a mis recuerdos lindos y sobre todo al espíritu que me anima y acompaña en esta aventura que es mi vida personal.

Me despido, esperando haberles proporcionado unos minutos de entretenimiento y distracción, hasta la próxima, mis apreciables lectores.

 

Autora: Profra. Lic. Lda. Lucía Rosalva García Benhumea. Cuautitlán Izcalli, Estado de México, México.

rosalva.benhumea@gmail.com

 

 

 

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