Howard Fast, Más Allá del Tiempo.

 

Elodia Muñoz

Comunicadora Social.

 

La crucifixión es indudablemente uno de los castigos más brutales que el hombre ha diseñado en su larga historia de crueldad, y los romanos, campeones del perfeccionamiento en las cuestiones de matar. Howard Fast, (1914-2003), este escritor estadounidense, a través de sus obras nos da una gran lección sobre el carácter indómito y la crueldad a la que puede llegar un ser humano; sus novelas históricas, que son siempre apasionados cánticos a la libertad, muestran que fue un férreo defensor de los desposeídos de la tierra, acérrimo opositor a la opresión e injusticia, lo cual queda bien demostrado en sus obras.

 Espartaco, Camino a la Libertad y Berenice la Hija de Agripa, entre otras, relatan la frustrada revuelta de los esclavos contra Roma (73-71 a. C.). Los romanos sentenciaban a la cruz especialmente a esclavos y piratas, pues este castigo era tan humillante que los ciudadanos estaban exentos de sufrirlo, excepto en casos de traición. Famosa entre muchas fue la crucifixión en masa de 6.000 esclavos capturados después de la revolución de Espartaco, cuyas cruces y cuerpos adornaron la Vía Apia desde Roma a Capua, como advertencia de lo que podía suceder a rebeldes potenciales.

Por otro lado, Probablemente la crucifixión se originó en la costumbre de atar al sentenciado a un árbol como castigo. Más atroz todavía fue la práctica del empalamiento, muy utilizada en Babilonia y Asiria, y por la cual una lanza, o cualquier otro objeto longitudinal, era ensartado literalmente en el cuerpo de la víctima, lo que me hace recordar al escritor Larry Collinscon, en su obra Águilas Negras, aquel pasaje de Pablo Escobar, cortarle la lengua al traidor o bien, tomando a uno de sus hombres colgarlo al árbol, zarandearlo en el fuego y luego zambullirlo en el lago hasta dejarlo sin vida; asimismo, los once millones de víctimas en el Holocausto, con elementos torturadores aún utilizados en nuestros días.

Ahora bien, frente a semejante atrocidad y masacre, no puedo dejar de pensar en el dolor experimentado por Jesucristo, cosido a golpes de latigazos crueles, cuánto me duele, por él y por todos los que han muerto de esa manera. Tampoco puedo ignorar la capacidad del hombre para diseñar armas de última generación, tortura médica, experimentos seudocientíficos, hornos crematorios, cámara de gas, que han hecho sufrir y exterminar a sus propios hermanos, especialmente a los inocentes, no obstante, me pregunto: ¿Será que Dios se equivocó al crear al hombre?, nos creyó más nobles, justos y amorosos, por lo que creo estamos en deuda con él.

“Lo he escrito para que aquellos que lo lean —mis hijos y los hijos de otros— adquieran gracias a él fortaleza para afrontar nuestro turbulento futuro y puedan luchar contra la opresión y la injusticia”, nos dice Howard Fast.

 

Autora: Elodia Magdalena Muñoz Muñoz. Panamá, Panamá.

Comunicadora social.

elodia1141@gmail.com

 

 

 

 

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