¿Realmente existe la inclusión?

 

 

Cuando hablamos de inclusión en referencia a las personas con discapacidad, parece que sólo se trata de un asunto de leyes o de cambiar ciertas formas arquitectónicas. Pero, mientras más aprendemos de las circunstancias individuales y sociales, más nos convencemos de que la inclusión es mucho más, no sólo se refiere a lo edilicio o a lo legal, sino que fundamentalmente incluye a las nociones sociales y a las actitudes de las personas.

Otra barrera está implícita en la noción de igualdad que la sociedad pretende enarbolar en torno a la inclusión. ¿Puede haber igualdad sin equidad? Obviamente no, si no hay condiciones de crear equidad, tampoco podemos pedir a las personas con discapacidad competir en circunstancias de igualdad, mientras las barreras de la inclusión estén en las falsas creencias y en aquellos que son los iluminados, quienes deciden qué es lo que necesitan, como debe de darse, y hasta donde deben llegar las necesidades de las personas con discapacidad, no avanzaremos en este anhelo.

En otras ocasiones, la limitante está en la propia noción relacionada con la inclusión, aquella que se refiere a la igualdad de oportunidades, afirmándose que se es inclusivo por aparentemente dar un trato de igualdad a todos independientemente de su situación. Pero preguntamos, ¿puede haber igualdad de condiciones sin haber equidad? Creemos que no, no puede pedirse a las personas que compitan en igualdad de circunstancias si el terreno no está parejo, si no todos tienen las mismas situaciones que les permitan competir en condición de semejanza. Por ello vale preguntarse si la inclusión es realmente posible, o debemos conformarnos con aquello que piensan los demás que podemos alcanzar.

También expresamos que no, no debiera haber límites externos, y si queremos lograr que haya un mínimo de inclusión, debemos seguir esforzándonos por alcanzarla, aunque los obstáculos provengan de nuestra familia O de la misma estructura de la sociedad.

Por ahora es lo único que nos van dejando, luchar a brazo partido y por lo general individualmente.

Los gobernantes son parte de esa sociedad, de sus conceptos, prejuicios y formas de ver a las diversas discapacidades, se animan a firmar papeles, documentos, convenios internacionales, pero queda en tela de juicio su convencimiento, ya que a nivel de los países, parece que mucho se hubiese firmado sobre el agua.

Mientras no se entienda la necesidad del cambio de paradigmas, y que todas las políticas por la inclusión tienen que ser vistas como una inversión, y no como un gasto, no habrá cambios sustantivos.

El cambio no vendrá de fuera, no será consecuencia sólo de una intención afortunada externa a nosotros, el cambio sólo se dará si nos hacemos protagonistas de nuestra historia, no de la petición lastimosa o mendigante, sino de la acción personal y grupal en la que nos asumamos como eso, constructores de nuestro destino. Por último, mientras no fortalezcamos la identidad y representatividad de nuestras propias Asociaciones y Uniones, para que sean capaces de luchar y defender nuestros derechos, el camino a la inclusión, continuará siendo muy duro.

Como le gusta decir a un amigo, “mientras no cambiemos la cabecita”, la sociedad, los políticos y muchos de nosotros mismos, no se logrará una real y efectiva inclusión de las personas con discapacidad.

 

Autores:

Ps. Marco Antonio Bautista Santiago. Ciudad de México, México.

marcofono@gmail.com

Prof. Ángel Aguirre Patrone. Montevideo, Uruguay.

angelaguirre.50@gmail.com

 

Los autores se presentan                     

 

 

 

 Regresar.