El carnaval.

 

Cádiz bullía de animación y el gentío llenaba las calles. Allí se encontraba Elsa invitada a los Carnavales, por Puri, una amiga del colegio, alegre como unas castañuelas. Era morena y menudita, de ojos negrísimos y mirada intensa. Salir a la calle con ella era una aventura. Poco remilgada, su temperamento podía lanzarla a situaciones inesperadas, como la de aquel domingo de Carnaval.

La experimentada Puri improvisó unos disfraces traperos, que por lo disparatado de las prendas que los componen vienen a ser los más graciosos. Puri vestía un delantal de cocina sobre un pantalón de pijama, un mantoncillo rojo con flecos, una peluca con calva en el centro y una enorme nariz postiza que se encendía con una pila. Elsa llevaba una minifalda de encaje a través de la que se le veían las bragas moradas, unos altísimos zapatos de tacón y una peluca con trenzas rematada por un lazo de mariposa. Un estuche botiquín atado con una cuerda, le cruzaba el pecho en bandolera. Puri preparó una excitante bebida, que tomaban entre risas mientras se disfrazaban. Con ese atuendo y la combinación alcohólica que habían ingerido, se incorporaron al río humano que fluía por las calles.

Las charangas recorrían la ciudad con sus estridentes músicas, al son de las que bailaban los transeúntes más marchosos durante unos minutos y luego seguían su camino. El desenfado de Puri y el atuendo de Elsa, provocaban la risa de unos, los comentarios atrevidos de otros. Las dos amigas se dejaban llevar. Ellas no iban a ninguna parte, nadie las esperaba, no habían hecho ningún plan. Arrastrados por La cadenciosa música charanguera también iban dos muchachos simpáticos, bien parecidos, que asediaban con sus bromas a las dos amigas. Fernando, alto, bien parecido, la mirada sagaz y la mente clara, dirigía sus atenciones a puri, que las recibía con alborozo, mientras Eliseo, olvidando los complejos de su baja estatura y la leve cojera que lo aquejaba, se insinuaba abiertamente a Elsa, con bromas picantes, dentro del tono alegre y distendido del momento. Ellas correspondían picaronas y un mundo de expectativas se abría en las mentes de los dos muchachos. Se alargaba la conversación y Puri iba uniendo puntas y cabos y comprendió que el más alto, era el marido de una prima lejana, que vivía en un pueblo cercano. No había ningún peligro, eran de confianza. Pasarían una noche entretenida, siempre bajo el anonimato del disfraz, y luego se divertiría contándoselo a su prima. Así, podían aceptar sus invitaciones y galanterías, que estos no les "pasarían factura.

Divertidas contestaban a las insinuaciones de sus acompañantes. La fusión de licores que ingerían, además del que tomaron antes de salir, iban surtiendo efecto en el ánimo de las jóvenes. La Naturaleza, que en esas fechas empieza a despertar del letargo invernal, también surte sus efectos en el cuerpo humano, y las dos parejas, que ahora dialogaban por separado, amparados por la escasa luz del salón donde descansaban con un wisky en la mano, iban tomando confianza y prodigándose pequeñas caricias ,que subían de tono por momentos.

Fernando propuso dar un paseo hasta la playa, que la noche era cálida y la luna llena. Fue una buena idea, la luna ascendía, los deseos también. Podíamos ir a mi cortijo que está cerca -dijo Eliseo, para que probarais el vino de mi cosecha. Ellas cruzaron miradas de complicidad en las que se dijeron las venturas y desventuras que de aquella visita podían derivarse, Puri asintió gustosa y Elsa se encogió de hombros pensativa, pero aceptando al fin.

Acomodados en el coche de Fernando, Eliseo informaba que el tal cortijo solo era un cuartucho para herramientas de labranza, pero que allí tenía una botella de vino para las ocasiones.

 

Con los deseos reprimidos que cada cual llevaba dentro, tampoco el vino hizo falta. Tenían suficiente para que ambas parejas buscaran un acomodo discreto y se dieran a conocer, desvaneciendo las ilusiones de ellas, y ellos gozaran con lo poco que la naturaleza les había otorgado para esos fines.

Ya clareaba el día cuando silenciosos y cansados, la enorme nariz de cartón de Puri,,,,, colgando sobre el pecho a modo de collar, las altas sandalias de Elsa, dentro del botiquín y el lazo del pelo en la mano, volvían a la ciudad en el coche que conducía Fernando, mientras Eliseo roncaba en el asiento del copiloto.

 

Autora: Brígida Rivas Ordóñez. Alicante, España

davasor@gmail.com

 

 

 

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