Paradojas de la vida.

 

Soy persona mayor de 18 años, llegando a las 4 décadas, recibida como técnica En administración de empresas, auxiliar quinésica, técnica Universitaria en minoridad y familia. Y finalizando la licenciatura en trabajo social.

Docente auxiliar de cátedra en la Universidad, mentora, y directora por más de 3 años del programa de integración para personas con discapacidad en el ciclo de estudios superiores de la UNLZ. Casada por más de 10 años, sin hijos biológicos porque la vida no me ha respondido en tiempo y forma. Vivimos con mi esposo en nuestro propio hogar de manera autónoma, independiente. somos ciudadanos responsables de todas nuestras obligaciones ciudadanas.

 Contamos con amigos, familia, conocidos y como siempre, personas que es mejor olvidar o dejar partir….

La vida nos enfrenta a miles de circunstancias complejas a las que hacemos frente en todas las adversidades. Nos arreglamos solos, no dependemos de nadie.

Nuestras familias, amigos y otras personas cercanas a nuestro núcleo familiar se pasan comentando lo “maravillosos”, “capaces”, “aptos”, “increíbles” y múltiples elogios que hacen referencia a nuestra forma de vivir, de actuar, por lo operativos, resolutivos que somos, aún con las discapacidades visuales de ambos.

Quien nos conoce sabe a lo que hago referencia y, de seguro, puede confirmar lo que expongo…. y podrán dar muchos más detalles sobre nuestras personas, acciones e independencia.

Pero bien dijo Einstein: “Es más fácil romper un átomo que un prejuicio”.

¿Por qué digo lo que digo?...

Pues bien, son múltiples las circunstancias contextuales que ratifican lo dicho. Para que el lector comprenda más, y no se quede tal vez sin poder reflexionar sobre su propia actitud, les contaré algunas anécdotas, no menos dolorosas y que ¡hieren el alma!

Reconocemos todos tus logros y lo maravilloso que se mueven, lo increíble de cómo tienen su casita, pero -no, no, mirá, el departamento de la costa no, no te lo puedo alquilar-. -“Mirá si se te incendia"-. -“O si te roban”-. -“Es por escaleras”-.

Pero, pucha, no recordás cuando cenaste en nuestra casa y nosotros preparamos la comida, si me viste prender la cocina, calentar el agua, cebar mate, cocinar, preparar postre, lavar platos, cacharros... -¿Acaso te olvidaste?-.

¿Escaleras?..., -pero si tengo discapacidad visual, no motriz-, mis piernas responden. Recordás cuantas veces me elogiaste por andar con sandalias de taco alto, subir y bajar escaleras, llegar al destino que fuese de forma independiente y sin tu ayuda... ¿Es que ya te olvidaste?

¿Si me roban?..., vos me contaste cuantas veces te afanaron en la calle, entraron a tu casa y yo, gracias a mis cuidados, en lo que va de mi vida no tengo esa experiencia. Sí, sí, sí, claro, no, no estoy libre, pero me parece que tengo menos posibilidades que vos, ¿no?...

¿Que se incendie la casa?..., bueno, esos son accidentes, pero la verdad creo que los accidentes son inevitables y me atrevo a contarte que conozco personas que no poseen discapacidad y que a ellos sí se les incendió la casa, por descuido o lo que fuese; de todas maneras no deja de ser un accidente. Pese a ello, no me ha sucedido.

He cuidado niños y cambiado pañales, he jugado con ellos y les he preparado su vianda, almuerzo, los he acompañado en sus aprendizajes, implementé diversas estrategias de aprendizajes de tablas de multiplicar y dividir, juegos, enseñé a escribir y a leer..., pero, son los señores Capaces, videntes, los que abandonan, descuidan o maltratan a esas pequeñitas personas que tanto amor tienen para dar. Y no, no somos nosotros, un matrimonio ciego, que por no haber logrado concebir biológicamente, -ni a través de tratamientos de reproducción asistida-, los que no somos capaces de poder adoptar o ser voluntarios en un hogar de niños. Los mismos espacios, colmados de profesionales que solicitan personas que ayuden y que tengan mucho amor para dar, son los mismos que te niegan la posibilidad.

¡Pucha che!, por qué no aclaran, digo, para que no generemos falsas expectativas, que el amor de las personas con discapacidad visual, como la nuestra, no puede intervenir. Me interpelo: ¿Será que no saben que podemos amar igual?

¿Acaso, nuestro amor, caricias, escucha, atención vale menos que la de los convencionales?

Pero, ¿es que somos tan hipócritas, e ineficaces que no podemos superar barreras y prejuicios?

Desmenucemos, analicemos, reflexionemos.

Prejuicios- pre {previo, antelación} juicio {consideración de valor sobre algo o alguien}

Prejuicio: previo valor que con antelación se ubica ante la realidad que no puedo interpretar por fuera de esta propia concepción.

Por regla general, el prejuicio, obstruye y limita las posibilidades, oportunidades de crecer, aprender y ser junto a otro.

Si, si, esa “otredad tan diferente y a la vez tan igual a cada uno de nosotros”.

 

Se considera que no somos “aptos” para criar a un niño o niña porque la “mirada es constituyente de la subjetividad humana”. Digo, y qué hay de aquellos padres biológicos que aún con visión, no logran “ver, ni reconocer“ a sus hijos y necesidades de estos.

Ellos también son "ciegos”, aunque del alma, pero para esta sociedad y los profesionales actuales, ¡ellos si son capaces, aún cuando sean los desamorados, o los que llevan a los niños a situaciones de riesgo, vulnerando todos sus derechos y dignidad!

 

Pero, mi amor y cuidados, por ser persona ciega, son de menor valía, porque parece que solo la mirada nos constituye en humanos. ¡Caramba!. ¡Qué ciega está esta sociedad actual que no puede ver más allá!

 

¡Qué paradoja es la vida, cuanto del mirar sin ver nos rodea!

Cuanto de tristeza hay, cuánto de furia me invade...

Pero seguiré adelante, como el junco que se dobla pero no se rompe,

Vestiré mis mejores atuendos, simples, sencillos y limpios...

Sin joyas, ni brillantes que lucir...

En mi humildad soy rica, y aunque así sea, ¡seguiré brillando en la oscuridad!

 

¡A esta mujer, la hiciste tú!

Tú fuiste mi maestro en el arte de amar, fuiste mi maestro para superarme cada día más; cada obstáculo un desafío a superar...

Pero vos...

¡Cuándo dejarás ese prejuicio que te envuelve en las brumas de la ignorancia creyendo que el otro ”no es capaz!”

Te invito, te ruego, te motivo a que sólo lo intentes...

Cambia un cuerito de una canilla sin mirar.

Camina en tacos altos sin ver por dónde vas.

Maquíllate sin mirarte al espejo.

Cocina sin mirar, pica cebolla, zanahoria, morrón sin condimentar con tu sangre la verdura.

Encendé la cocina sin husmear.

Cebate un mate sin chorrear. Limpia tu casa, barre, trapea, desinfecta.

Enchufa a cargar tu celular sin mirar.

Simples, simples actos de la cotidianeidad… Pero sin trampa.

¡No mires, no abras los ojos y veremos quién es más capaz!

 

Autora: Natalia Olazabal

olanatali@gmail.com

 

 

 

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