La autora se presenta.

 

Si tuviera que definirme en una sola palabra, diría que soy una “buscadora”. Curiosa de alma y de corazón inquieto, desde muy chica me percibí a mí misma como una pequeña pensadora, reflexiva, observadora de mí misma y de lo que me pasaba.

Mi infancia transcurrió entre los juegos normales de cualquier niño, con sus hermanos menores y primos de su misma edad, corriendo, armando y desarmando juegos y juguetes, inventando historias y divirtiéndonos mucho juntos en la casa de los abuelos.

Por el lado de mi mamá recibí el gusto por las artes, sobre todo el dibujo y la pintura, que fueron mi pasión y la aspiración profesional con la que comenzaba a soñar. Más tarde también se fueron despertando el gusto por la lectura, la escritura, y la facilidad aficionada aún por el canto. Por parte de mi papá, mis tías nos promovieron el juego con arcilla y cerámica fría que nos traían desde su trabajo, y con la que nos pasábamos largas horas modelando, disfrutando y ensuciándonos…

Más no fue para mí una etapa que haya pasado con sosiego, ya que desde mis primeros meses de nacida, apareció una enfermedad que me marcaría existencialmente: el retinoblastoma bilateral (tumores malignos en ambas retinas), que representó una gran lucha para mí y mi familia hasta mis 8 años de edad.

Entre tratamientos ortodoxos y no tanto, visitas periódicas a los médicos que me atendían en Buenos Aires, los altibajos de la enfermedad, se sucedieron los cuadernos y manuales escolares, el nacimiento de mis hermanos, los cumpleaños de amiguitos de la escuela y primos, los paseos familiares y demás momentos vitales que se entretejen misteriosamente en la historia personal.

Cuando el cáncer avanzó hasta un punto en que corría riesgo mi vida, hubo que intervenirme por medio de una operación por la que ya no volví a ver. Perdí mis ojos, y con ellos la vista. Pero salvé la vida…

Y si bien mi familia fue un gran sostén que me ayudó a vivir con bastante naturalidad este cambio sin dramatizarlo, la impronta de este hecho marcó todo mi ser.

El tiempo de la pubertad y la adolescencia fueron muy difíciles para mí. Comenzaba a tomar conciencia de que algo en mí había cambiado, yo era diferente a la Ornella de antes, y también a los demás. A los dolores habituales de esta etapa en la que uno se va descubriendo y definiendo a sí mismo, se sumaba el tener que elaborar una personalidad de alguien que veía, pero ya no ve, de alguien que miraba, y ya no. Largos y dolorosos años de confusión interior transcurrieron buscándome a mí misma, quién era yo ahora sin ver, sin mirar.

El desafío que representaba descubrirme como mujer, con un cuerpo y emociones que no sólo significan dolor, el mundo de posibilidades y valoración de mis sentimientos, deseos y necesidades, sueños, temores y esperanzas, se fue abriendo paso lenta y trabajosamente, de la mano de la búsqueda espiritual y el conocimiento acompañado de mí misma.

Casi a tientas, fui intuyendo no sin costo, el despertar de mi vocación profesional, que se fue perfilando hacia la música, el canto, el servicio y las herramientas de acompañamiento espiritual y terapéutico.

Actualmente, a la par de mi desempeño laboral desde el canto coral, busco de la mano de mi esposo y mi familia que se inicia, un modo concreto de gestar espacios de bienestar y de bien vivir, integrando la vida interior y el arte como una forma de contribuir al ser pleno de cada persona que la vida me invite a encontrar.

Quizás, generar el encuentro, con uno mismo, con los demás, con la Vida, es el deseo que mueve hoy mi existencia.

Después de todo, el que busca alguna vez tiene que encontrar, ¿verdad?

 

Autora: Ornella vanina Pasqualetti Manzano. Buenos Aires, Argentina.

ornellaamdg@gmail.com

 

 

 

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