ESPERANCITA,
Esperancita la quinceañera
Por
Francisco Bautista Pérez
Siete años cumplía Esperancita en octubre de
2009, cuando ciertas botellas viajeras navegaban por el Caribe, y una vez llegadas
a su destino (1), daban la pauta al inicio de una nueva aventura, esta vez en
el campo literario. Se iniciaba así una promisoria relación entre una gran
revista mexicana, bien posesionada en foros internacionales a través de
Internet y este redactor; una publicación electrónica que, por añadidura, había
sido inspirada en el noble propósito de llevar justo un mensaje de esperanza a
personas invidentes de México y del mundo.
Esperancita, metafóricamente, era como una
niña que crecía rodeada del amor de los suyos, pero también de quienes una vez
que la conocían, se hacían la solemne promesa de estar siempre a su lado para
darle protección, brindarle conocimientos y allanarle una fructífera
trayectoria. “Pueden estar seguros, ---decíamos en aquella oportunidad a su
editor Bulmaro Landa y a su auxiliar Verónica Aguilar---, que mientras Dios lo
permita, con mucho gusto les será enviado un trabajo inédito, y ya se piensa en
la siguiente colaboración” (2).
Hoy Esperanza, nuestra pequeña Esperancita, está
cumpliendo quince años. Y siendo ella tan mexicana, nada mejor que cantarle Las
mañanitas, la entrañable melodía del maestro Manuel M. Ponce, seguida del
Cielito Lindo, de Quirino Mendoza, de modo que todo mundo se contagie y
comparta la alegría de tan feliz celebración (3)
Es
tiempo de que Esperanza se engalane para acudir al “Tedeum” o misa de
agradecimiento, a celebrarse en alguna sobria capilla colonial del rumbo de
Tlalnepantla, adornada con macetones colmados de azucenas, alcatraces, y rosas
blancas traídas desde Xochimilco; cultivadas en una chinampa cercana a
Tulyehualco, el pueblo que vio nacer al autor del Cielito Lindo, quien por
cierto era hijo del organista de la parroquia del lugar y desde muy pequeño
aprendió a tocar este instrumento.
Hacia el mediodía, alguien de la familia
propuso que fueran a pasear por
Se
hallaban, en primer término Clara Sofía Santana, la escritora, poetiza, pintora
y férrea defensora del medio ambiente, residente de Paraná, a orillas del río
del mismo nombre, en la provincia argentina de Entre Ríos; junto a ella el
escritor, poeta y ensayista cancunense, nacido en Campeche, Félix Alfredo
Justiniano Ferraez; la española Enriqueta Adriana Pérez, de Serón y Almería,
poseedora de una vasta cultura universal, charlando alegremente con otro
trotamundos, el capitán de Aeroméxico, Adalberto del Catillo Mercado, ella y él
de gran calidad humana como bien saben los lectores de Esperanza que han leído
sus poemas, cuentos y ensayos en años recientes. Y dos chetumaleños que no
podían faltar: la maestra Ana María Medina Pérez y el doctor Ángel Alpuche
Peraza, cuyas canciones, poemas y escritos siguen poniendo en alto el nombre de
Quintana Roo (4).
El
improvisado banquete no era exactamente como nos cuenta Manuel Payno, (5) pero
se le parecía: “Unos se sentaron junto a las almuerceras y comenzaron con un
placer que les salía de los poros del cuerpo a mascar los tacos de chorizo y
carnitas; otros a sopear el mole verde con las quesadillas acabadas de freír…
(así hasta) el otro extremo de la pulquería, donde había una almuercera que
tenía a punto las chalupitas de chile verde y un rimero de tortillas blancas y
delgadas que desprendían el oloroso vapor del maíz”. Por lo que toca al
mobiliario y la vajilla, estos no eran nada ostentosos, pero si harto
pintorescos: Jorongos y petates se usaban como asiento, y en la mesa “unas
servilletas bordadas de lomillo, una cazuelita en medio, con sal y chilitos
verdes, unos platos de loza poblana y sus
correspondientes vasos verdes, largos, profundos y torneados en forma de
espiral, servicio de vidrio muy popular debido a la industria típica de
Puebla”. “Todo el ancho de la pared, ocupado con grandes tinas llenas de pulque
espumoso, pintadas de amarillo, de colorado y de verde con grandes letreros que
sabían de memoria las criadas y mozos del barrio, aunque no supieran leer”. (6)
Concluido el improvisado agasajo, todos se
dispusieron a tomar un reposo, dando tiempo a la llegada del gran momento.
Esperanza, la bien amada Esperanza sería presentada esa noche a la ciudad y al
mundo, con todo el bagaje de simbolismos contenido en una de las celebraciones
de mayor arraigo en la cultura mexicana. A las palabras de su presentación en
sociedad, seguirían el baile y el banquete, preparados con esmero para hacer
del evento un suceso inolvidable; una ocasión ideal para desear a la
quinceañera una vida que continúe al lado de los presentes, que los supere, y
siga adelante llevando siempre un mensaje de paz, fe y esperanza; virtudes
estas, de las que está tan necesitado el mundo moderno.
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Notas: (1) En esa misma fecha puede
leerse el artículo “Aventuras marinas”, que narra fascinantes historias
lanzadas al mar dentro de botellas flotantes, una de las cuales arribó a Puerto
Morelos, Quintana Roo, el año de 1926. El presente texto se lanza ahora a
través de Internet, esperando que arribe felizmente a diversos puertos; tal vez
flagelados por los huracanes Harvey, Katia, Irma, José, Max y Norma. O por el
sismo apocalíptico que se cebó con los nobles hermanos de Chiapas y Guerrero.
(2) Se refiere a uno de los primeros
trabajos de este redactor, publicados en “Esperanza” en septiembre de 2009.
Desde entonces, sólo en una ocasión ha estado ausente, y esto, a causa de los
“hackers” internacionales que robaron sus archivos y pedían un alto recate por
ellos.
(3) Como también se cantó el Cielito
Lindo en
(4) A todos ellos FBP les ratifica su
sincero agradecimiento por su participación en esta noble cruzada editorial.
(5) Manuel Payno (1810-1894) escribió la
novela “Los bandidos de Río Frío” durante su segunda estancia en Europa, siendo
parte del cuerpo diplomático del Consulado de México en Santander.
Originalmente fue publicada por entregas en Barcelona y como libro, incluye un
prólogo del autor, fechado en Madrid, en agosto de 1888.
(6) Dice Payno en una de sus acotaciones:
“que el pulque se hacía con azúcar y tuna colorada (higos chumbos como los
llaman en España). Se producen las tunas en Andalucía, pero nunca tan
azucaradas, grandes y de variedad de colores y aún de sabor como en México.
Autor:
Francisco Bautista Pérez. Chetumal, Quintana Roo, México.
Historiador del Estado