Si, amigos este evento se anunció en agosto del 2016, el encuentro de Tiflolibros, el cual se veía muy lejano; sin embargo ahora les puedo comentar, como se desarrolló, se vivió,                      y lo experimenté, después de unos días de haber terminado.

 

Octavo tifloencuentro en Cali Colombia.

Del 12 al 19 de agosto y post-encuentro en Cartagena de Indias, del 19 al 22 de agosto del 2017.

 

Comenzaré con los preparativos, donde cada uno de los asistentes empezó a ver como realizar su inscripción, los pagos, con quien compartir la habitación, las preguntas a Ángela, las dudas e inquietudes, (a partir del mes de agosto del 2.016 hasta el mes de marzo del 2.017). se creó un grupo de whapSapp, donde nos comenzamos a tratar, conocer, y empezó a surgir la amistad en algunos, aún antes de conocerse personalmente; esto fue muy espontáneo y sincero, tal vez más libre en algunos y mas corto en otros, pero todos tratando de participar. Desde los correos personales, la información de los lugares a conocer, las palabras no comunes en nuestros vocabularios , para poder entender mejor a las personas cuando estuviésemos en el encuentro, hasta dos conferencias por Skipe, tratando de tener todo controlado para la llegada a Cali.

El conteo de los días, la llegada de los organizadores unos días antes que nosotros, el subirse a los aviones y contando sus rutas para llegar al lugar citado para el encuentro, llamado hotel Dan Cartton, en el centro de la ciudad de Cali; la llegada de los participantes, durante todo el día sábado 12, para dar inicio, por la noche, formalmente con una cena de bienvenida.

Haciendo una reunión previa a la cena, para presentarnos, saber quienes íbamos a ser compañeros de esta semana intensa de actividades, intercambios de experiencias, nuevos amigos, etc., donde faltaron tres compañeros, que se retrasaron y llegaron durante la noche.

Ahí estábamos personas de Argentina, Panamá, ecuador, Venezuela, Uruguay, México, España, Inglaterra, Alemania, todos hermanados en un gran abanico de armonía, gusto y felicidad de estar reunidos ahí.

La cena fue encabezada por Pablo Lecuona, presidente de Tiflolibros y sus colaboradores, el representante del INCI y autoridades de ConFANDI, institución para apoyo de la discapacidad en Colombia, donde recae mucho de lo realizado en el evento; además de Mauricio e Isabel, simplemente los grandes protagonistas de este encuentro.

Se nos dio la bienvenida por parte de Pablo Lecuona, las autoridades invitadas, se nos habló del INCI y de lo que se hace en COMFANDI, amenizando la reunión un grupo de músicos formado por mujeres y hombres, compenetrándose en los ritmos caribeños. Entre risas y charlas de todos los presentes, fuimos conociéndonos en nuestras mesas, identificándonos, a la vez que hacíamos intercambios de algunos souvenirs que llevamos de nuestros países de origen.

Se nos atendió excelentemente bien, la cena estuvo de lujo: ceviche de champiñones muy rico, con el plato fuerte de carne de cerdo con puré y papas fritas, y postre de dulce de zarzamora. Aquí quiero detenerme un poco para hacer un comentario sobre la comida: el ceviche lo conozco y como lo expresé estuvo rico, la carne de la misma manera, al igual que la papa, solo que estaba sazonada y cocida en aceite, cosa no muy común por acá; pero lo que me deslumbró fue, el puré hecho a base de plátano macho, dándole un toque de dulce y salado a la vez, agridulce, delicioso en su punto, no conocía esa forma de degustar el plátano macho. A lo largo de los días, me fui dando cuenta que la papa, como así también el plátano son base de la alimentación diaria de los colombianos, al menos en Cali, donde descubrí este extraordinario puré, que trataré de hacerlo por acá. Además, no comen con pan, no se acompaña la comida ni con pan, ni tortilla. Otra de las cosas que me asombró, fue el postre hecho a base de tostadas saladas, o los tan socorridos totopos en su platito colocados y bañados con la salsa de leche dulce y zarzamora, lo cual es una delicia al paladar. Bueno, aprendí a incorporar nuevas formas de preparar los alimentos, cosa que me encantó.

Por último, nos animamos, nos motivamos, comenzamos a bailar, cantar en las mesas, hacer trencitos y reír, disfrutando al máximo de la velada, la rica cena y la música, que fue un halago a nuestros oídos, con los ritmos caribeños.

 El domingo tuvimos una conferencia, abierta al público en general con las personas ciegas de Cali, familiares, amigos, instituciones, escuelas, personas que tienen que ver con la discapacidad visual, donde la participación del colectivo de Cali, fue muy activa, al igual que de los que conformábamos el tifloencuentro, donde se nos dio espacio, micrófono para expresar nuestras inquietudes, experiencias y vivencias propias , para mejor compenetración de las incógnitas que se iban dando a medida que avanzaba la conferencia; temas que nos tuvieron muy atentos y participativos en el evento.

 Tuvimos una noche de talentos, donde el programa fue desarrollado por los mismos compañeros, que cantaron, bailaron, tocaron algunos instrumentos, otros se acompañaron con sus propias pistas y efectos para hacer mas lucida su presentación; evento que también estuvo abierto al público y que nos distrajo, y mostró todo lo que se puede hacer cuando la persona tiene ganas y disposición de colaborar. El compañero Jaime, de Ecuador, se popularizó, tocando el piano todas las noches después de cenar, haciendo unas extraordinarias veladas y grandes charlas alrededor de su música.

 Tuvimos una visita guiada al centro de Comfandi, para ver las instalaciones, los servicios y materiales de apoyo a las personas con ceguera, donde pudimos darnos cuenta de las ventajas de asistir a esos servicios para el colectivo; también en uno de los pisos del inmueble, se nos impartió una clase de salsa, donde algunos compañeros, se fueron sentando, por no aguantar el movimiento del cuerpo, (yo sí aguanté la clase completa). Disfrutamos, gozamos y nos divertimos mucho todos los asistentes.

 Después de descansar un rato, llegaron para llevarnos a las “Chivas rumberas“, otra cosa desconocida para mí, cuando escuché de las chivas, me imaginé un lugar para ir a bailar y tomar cerveza; bueno, no andaba tan perdida, efectivamente es para ir a bailar salsa, merengue, vallenato, tropical , cumbias; es en un camión que va rodando en las calles de Cali, y tocando la música , y todos los asistentes bailan y se mueven al ritmo del camión. Es una atracción para el turismo, lo cual se me hizo muy original. Nos contaban que esos camiones se usaban para transportar a los animales de un lado a otro de la ciudad, y así se les nombraba, las chivas, hasta que a alguien se le ocurrió darle esta función, otro giro para el turismo, es un gran atractivo para turistas y lugareños, que también se divierten yendo a bailar en las chivas rumberas.

Este momento, lo disfrutamos y gozamos hasta que nos cansamos de tanto bailar, cantar y tomar algunas bebidas refrescantes y animadoras para seguir sintiéndonos contentos en el baile que estábamos realizando. Fue toda una aventura, pues hasta los perros guía de tres compañeras andaban en medio, tranquilos y trabajando con sus dueñas.

 Otra de las actividades realizadas fue la visita a un centro naturista (Áshram Paraíso - parapente) donde se hizo meditación, se escucharon leyendas y mitos de Cali, una caminata por el bosque. Lo más fuerte aquí fue la subida al parapente, actividad que no pude realizar por no haberme anotado a tiempo, pues desde un día antes se nos invitó, pero no estaba muy convencida... Los compañeros que la realizaron, bajaron emocionados, alegres y con el gusto de haber sentido el sonido del viento, el roce del aire helado que se respira en las alturas, y haberse dado cuenta de la inmensidad de la naturaleza. Transcribo lo dicho por un compañero, Christop, de Alemania: “sentí el sonido de cómo me hablaba el viento y me tocaba el aire; es maravillosa esa sensación”. Me dijo: “sabes, el viento tiene un sonido que me habla, si escuchas, tú también lo descubrirás”.

 Por supuesto, la comida fue a base de vegetales, nada de carne, lo cual no gustó a varios, pero al final, degustaron lo servido, lo consumieron. Tiempo después, se realizó un taller de barro donde todos plasmamos nuestra creatividad haciendo piezas de barro con arcilla y creando figuras imaginadas por cada uno de nosotros. En este lugar mágico se respiraba esa tranquilidad, espiritualidad que se siente en el ambiente que armoniza todo lo que nos rodea.

 El Valle del Cauca: algo que me tenía muy emocionada, pues ya Mauricio nos había hablado de lo hermoso y fascinante que es. Yo conocí los Valles, su inmensidad, su verdor y esos espacios libres, para correr y correr, sin ver el fin; imágenes que estaba reproduciendo en mi mente al paso de esos lugares que íbamos recorriendo. Nos comentaban de la existencia de la cabaña donde se escribió la novela de María y Efraín, uno de los primeros libros que leí y me dejó un gran sabor de boca; en esos años en que comenzamos a tener las primeras ilusiones amorosas, todas deseamos encontrar un hombre como Efraín, que no mire más que por nuestros ojos. Fue un viaje de casi dos horas por carretera, a medida que íbamos llegando, el clima iba cambiando, pues nos dirigíamos a un lugar alto, cerca de montañas, lo cual se hacía sentir conforme nos acercábamos. Por fin llegamos a Recuca, un sitio donde se cultiva el café, donde recorrimos los espacios destinados a su cuidado; nos explicaron paso a paso su cultivo, desde que se siembra hasta que se cosecha. Después el tratamiento para procesarlo y llevarlo a nuestras casas, como lo conocemos en grano, molido, soluble... Por supuesto cuando llegamos buimos recibidos con una rica tacita de café, rico, calentito y acompañado de unos dulcecitos de café, como granitos, que son una delicia. En esta visita se nos fue el día explorando, conociendo, comiendo, con las risas de una dramatización que hizo el animador, guía del lugar, con varios de los compañeros, la cual se realizó entre bromas y risas de todos, acompañados con otra tacita de café. Algunos compramos café y dulces para llevar a casa y felices nos dispusimos a marcharnos, pues el frío nos comenzaba a calar a varios. Salimos contentos y asombrados de todo lo que implica tomarnos solamente una tacita de café calentito.

 Hubo otra visita a dos centros turísticos de diversiones, uno Calima y el otro, Pance. En el primero, desde la llegada sentí frío, pues está enclavado cerca de las montañas y con mucha vegetación, ahí pudimos subirnos a un pequeño barco que navega por el río Calima, y todos los que llevábamos nuestro pasaporte fuimos registrados en la bitácora del barco, para llevar el conteo de las millas de navegación, muchos de los compañeros del tifloencuentro quedaron como constancia del recorrido en esas aguas heladas de la región del Cauca. Algunos compañeros después del almuerzo se fueron a la pileta o alberca, en donde yo no quise meterme, pues era demasiado fría el agua; además corría el aire frío, así que cuando salimos de la alberca corrimos a pedir un cafecito bien calentito.

Por el contrario en el segundo parque que visitamos, Pance, hicimos un recorrido por los sonidos, sabores, texturas y olores que nos recrearon la forma de cómo nos relacionamos con el mundo, especialmente las personas ciegas. Las albercas tenían el agua tibia y otras, diría yo, calentita, rica y con juegos inflables grandes, que nos permitieron jugar, zambullirnos, chocar con uno y otro, brincar de las alturas del castillo, meternos por un lado y salir por otro; jugar y jugar con el agua, según el deseo de cada quien; ir y venir por la orilla de la alberca. Sentir las caricias del agua tibia sobre la piel es una sensación muy relajante, al menos para mí... Realizamos juegos, distracciones, o simplemente podíamos descansar bajo la sombra de un gran árbol o palmera que nos diera su refrescante sombra.

 También se realizaron actividades como competencias, juegos en grupo, actividades que mientras unos navegábamos, otros competían o se realizaban juegos organizados por las personas que nos atendieron y nos dieron la bienvenida a estos lugares hermosos, llenos de vegetación, agua y espacios amplios para caminar y caminar. Almorzamos y nos divertimos mucho.

Yo noté la diferencia del clima en Calima, fue airoso y algo frío, en cambio en Pance fue cálido y agradable al cuerpo.

 El viernes fuimos por la mañana a un lugar llamado Loma de la Cruz, para comprar detalles, souvenirs para llevar a nuestras casas y Acudir a donde quisiéramos, pues la tarde era libre, para asistir, por la noche, a la cena de clausura. Momentos en que sentimos varios cierta tristeza, porque habíamos simpatizado algunos, otros hicieron más fuerte su amistad, otros nos habíamos sentido totalmente en familia, etc., pero la realidad era que ahí terminaba el encuentro de Tiflolibros y casi la mitad de los compañeros regresarían a sus hogares.

 Pero aún nos faltaba el post-encuentro, donde se iría la otra mitad del grupo; entre los cuales me encontraba yo. Hicimos maletas y nos fuimos para Cartagena de Indias, lugar de ensueño, con sitios enigmáticos, mucha historia de raíces de sus primeros indígenas, que poseían esas tierras; la colonización, con la conquista de España, y la nueva Colombia, que es ahora. Zonas arboladas, monumentos, paisajes emblemáticos que le dan vida a Cartagena, sin dejar de resaltar lo que le da renombre, sus esmeraldas: como las buscan, encuentran, trabajan y llegan a nosotros montadas en un hermoso anillo, collar o aretes, para vernos más hermosas. Bueno, las esmeraldas tienen que lucir en algo bello, como nosotras las mujeres... Esas playas, sus aguas tibias y silenciosas, que cuando estás en ellas, pareciera que te acarician, te abrazan, en armonía, paz y tranquilidad, que te lleva a sentirte parte esencial del universo, y el universo como parte tuya.

 He de comentar que frente al Hotel teníamos playa de arenas negras con mucha presencia de conchas de mar, pues picaba al contacto con los pies, la percibí solitaria, sin visitantes. Soplaba un aire fresco y muy agradable al atardecer, pero la playa me pareció muy desangelada, sin chiste, tal vez me faltó que alguien me describiese más el panorama.

 Para ir a la playa, nos instalamos en un barco donde todos emocionados y algo expectantes, nos colocamos los chalecos salvavidas para dirigirnos a las islas del Rosario. Cuando inició la marcha la embarcación fue una cosa muy intensa, porque parecía que la barca se levantaba de las aguas y saltábamos en el aire, de hecho, estábamos en mar abierto, pues íbamos rumbo a las islas en donde pasaríamos el día, en la playa, la alberca y comiendo.

 Ahí nadamos, contamos chistes, hicimos grupitos y armamos guerritas de agua, reímos y reímos hasta agotar el aire de nuestros pulmones, hasta que debimos hacer un alto en esos juegos tan divertidos para todos; en la playa, con toda la inmensidad del mar para nosotros, sintiéndonos libres, gozando de esa quietud que nos transmitían esas aguas tibias, mansas, bañando nuestros cuerpos felices de esa vivencia.

 Después, nos deleitamos con una sabrosa comida a base de filete de pescado, arroz y ensalada verde, que estaba para chuparse los dedos, con una rica bebida refrescante, y apenas terminamos, brincamos para la alberca de agua de mar, nos dimos un delicioso masaje con esas ricas aguas, platicamos más tranquilamente y gozamos de esos momentos, que por lo menos a mí, me llevaron a una quietud espiritual de aceptación y armonía; para regresar en la embarcación y dejar atrás esas intensas emociones vividas, llegando al hotel a dormir, ya que al otro día temprano, comenzaríamos a salir, entregar las habitaciones y tomar rumbo para el aeropuerto, regresando felizmente a nuestras casas.

 Ahora, en estos momentos que recuerdo y escribo mis vivencias, comienzo a saborearme ¿cómo será el próximo?... Les cuento, es mi segundo tifloencuentro, y ya estoy esperando el siguiente...

 

Autora: Profa. Lic. Lucía Rosalva García Benhumea. Cuautitlán Izcalli, Estado de México, México.

rosalva.benhumea@gmail.com

 

 

 

 

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