Siete de marzo.
Ese
día hace un año, me visitaron una exalumna y su mamá, quienes hacía varios años
que no sabía de ellas. La chica me informó que estudiaba el quinto semestre de
sicología y, como parte de su práctica; atendía a una alumna ciega con cierta
problemática de conducta y de rechazo al braille.
La visita fue temprano por la
tarde y el resto del día pasó sin novedad digna de contarse. Sin embargo, a las
22:00 horas, tuve necesidad de ir a una de las habitaciones de mi casa, la
cual, conozco muy bien, pues en ella he vivido por varias décadas. Antes de
cruzar la puerta, ¡Pas! golpeo mi ojo derecho directamente con el filo del
marco.
En 1986 también había sufrido
un accidente al golpear ese mismo ojo con una saliente de una plataforma de un
carro de carga estacionado en la calle.
Unos días antes, se me rompió
mi bastón de fibra de vidrio, y éste, al quedar más corto de lo recomendable,
no cumplió con la protección requerida.
En ambos sucesos el dolor fue
atroz, pues desde hacía mucho tiempo padezco glaucoma.
En uno de los libros de Vicent Peal, indica que cuando nos accidentamos, es porque de
alguna u otra manera, nos estamos castigando por alguna acción indebida.
Desde luego, que no me vasta
con saber que los accidentes no nacen, sino se hacen.
Tampoco es menester discutir
con el señor Vicent; pero, algo tenía que hacer para disminuir la probabilidad
de un nuevo accidente.
He aquí lo que decidí y luego
luego puse en práctica.
1. Antes de llegar al umbral de
la puerta, poner las manos frente a mí para ubicar bien el marco de la puerta.
2. Junto a la pared hacia la
derecha coloqué un tapete, el cual, me indica la cercanía del inminente
obstáculo.
Fui al día siguiente al médico, quien me recetó un antibiótico y un desinflamatorio. Ambas medicinas me aliviaron el dolor, como por arte de magia. Pero, me arruinaron el estómago al irritarlo en demasía. Dejé de tomar los medicamentos, mas los dolores volvieron inmediatamente. Alguien me recomendó ingerir té de hierbabuena para mejorar el malestar estomacal. Para mi ojo maltratado una amiga me recomendó fomentos con agua tibia de una cocción de hierba del manso. (Anemopsis es un género monotípico de hierba que pertenece a la familia Saururaceae. Su única especie: Anemopsis californica, es originaria de Norteamérica. –Dato técnico tomado de Wikipedia).
Yo, estaba bastante escéptico en cuanto a la eficacia de este último remedio. Pero, poco a poco fui hallando alivio. Olvidaba decir, que mamá apreciaba mucho esa planta, pues decía que era muy útil y sin duda, milagrosa. Y hoy, al sentirme muy bien, he querido compartir con ustedes esta historia ocurrida el año pasado.
Autor: José R. Romero González.
Mexicali, Baja California, México.