La evaluación docente. Los inconvenientes de cumplir la Ley en tiempo pero no en forma

 

Si bien, desde que se planteó la Reforma Educativa en el año 2012, es necesario reconocer que la figura docente debe ser considerada como eje de un cambio en lo educativo, también es necesario entender que este cambio no puede darse sin las implicaciones organizacionales y, principalmente, políticas (en términos de lucha de intereses), entre los distintos actores que conforman el marco educativo de México.

Integrado por más de 1.2 millones de docentes en los niveles de educación básica (educación preescolar, primaria y secundaria) y educación media y superior, la figura del profesorado es el emblema de los trabajos que se hacen cotidianamente al interior de las escuelas, en el proceso de enseñanza-aprendizaje, sin embargo, hay, alrededor de lo que sucede en las aulas, un sin número de condiciones y circunstancias que terminan por incidir en lo que sucede dentro de ellas. Condiciones de marginación, inequidad social y marginación, son parte del ambiente que permea alrededor de la escuela, sin embargo, otra condición, que es difícil de cuantificar pero fácil de observar tal como lo es el componente político y político-electoral, esto si uno observa las portadas de periódicos nacionales que en sus ocho columnas muestran la vida y “gracia” de un subsecretario de educación, en plena carrera de las elecciones del 2018.

Y es a partir de las condiciones políticas y el juego de intereses que se manejan alrededor de los procesos de educación, los que influyen, presionan y apresuran la puesta en marcha de la evaluación de los docentes en México.

La evaluación docente, necesaria para ir purificando la podredumbre que se presentaba al interior del sindicato más no del magisterio, es necesaria y obligatoria si se tiene el objetivo de recuperar la rectoría de la educación, siendo la evaluación un medio para depurar las filas del magisterio y favorecer a los docentes que están interesados en mejorar y fortalecer sus capacidades de trabajo frente a grupo.

Hasta aquí la imagen suele ser clara, sin embargo, al llegar al componente de lo punitivo, debido a que a que si un profesor llega a presentar un resultado de no idóneo o desempeño Tipo “C” en el examen de desempeño en tres ocasiones seguidas, será removido de las actividades docentes, es decir de su trabajo frente a grupo, que puedan ser las evaluaciones es donde la imagen se vuelve opaca y con poca luz, ya que el componente político, de juego de intereses de poder por parte del Secretario de Educación en clara carrera presidencial, ha presionado para que la evaluación se lleve acorde a la ley y sus tiempos, aún y cuando esto implique llevar la fuerza pública a las sedes de aplicación de los exámenes.

Dadas las presiones para salir en tiempo, y con ello presentar una imagen de control y “buena gestión”, la evaluación docente ha contado con un sin número de detractores que van desde las manifestaciones de profesores interesados en mejorar sus condiciones y capacidades de trabajo, “profesores” de la SNTE interesados en beneficios sindicales y laborales, profesores que se encuentran entre ambas tipologías, así como académicos, especialistas y analistas del sector educativo. Dentro de las principales críticas a la evaluación docente se encuentran la falta de espacios de diálogo con los principales referidos, los docentes, el déficit de los procesos de asesoría a los profesores, las implicaciones administrativo-laborales y la continua presencia de inconsistencias entre los instrumentos de evaluación, las guías de estudio, los tiempos para responder los exámenes y las fallas técnicas y logísticas de las propias jornadas de evaluación.

Al ser la evaluación docente un nuevo e inexplorado proceso para los actores que están al frente de la evaluación, Secretaría de Educación Pública, la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente (CNSPD), el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (CENEVAL), contratado por la Coordinación Nacional del SPD para la construcción de los exámenes, es posible que se presenten, como ya lo han hecho, distintos incidentes y áreas de mejora, las cuales sin duda hay que atender para ir mejorando sobre el camino, esperando que este andar sea corto y poco sinuoso, lo cual es natural para cualquier proceso de esta magnitud, sin embargo, lo que no es natural y que ha generado gran descontento, es el hecho de que esta evaluación ha comenzado a ser reconocida públicamente, por parte de los actores involucrados, como una evaluación con importantes limitantes que influyen tanto en la credibilidad del propio proceso, como a las trayectorias laborales de los docentes.

Siendo este aspecto de primer importancia ya que si los mecanismos de evaluación no cumplen con las condiciones técnicas y organizativas, y éstas se encuentran concatenadas a estabilidad del trabajo frente a grupo de los profesores, es mejor tomar un paso atrás, analizar, investigar y abrir el dialogo para volver a plantear lo que requiera ser rediseñado, antes de continuar con un proceso incompleto, el cual aunque cumple con los tiempos que la Ley determina, aún hay trabajo por hacer para cumplir con las formas que demanda una empresa de esta trascendencia.

 

Autor: Mtro. Daniel Cuellar Martínez. Atizapán de Zaragoza, estado de México. México.

daniel_cue_17@hotmail.com

 

 

 

 

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