La solidaridad en la agenda del mundo.

 

El auténtico desarrollo humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto al individuo, pero también debe prestar atención al mundo natural y tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado. Por lo tanto, la capacidad de transformar la realidad que tiene el hombre debe desarrollarse sobre la base de la donación originaria de las cosas por parte de Dios.

Nací en el distrito de Capira, y guardo en mi memoria lugares cuyo recuerdo me hacen mucho bien, los caudalosos ríos, hermosos paisajes, sueño con un futuro apacible y planifico un retorno a este pueblo que me vio crecer, para cultivar rosales, cuidar una pajarera y disfrutar la sombra de los frondosos árboles de otros tiempos sobre una hamaca en compañía de mis seres amados, mi ordenador y mis inseparables libros.

Ahora en medio de un sofocante calor, la mutación de mosquitos, el abrumador bullicio citadino, extracción de arena, propio de las megaciudades, me detengo en seco preguntándome si al concluir mis años activos, todavía conseguiremos agua dulce, de qué alimentos dispondremos y qué partes de Panamá y del resto del mundo serán todavía habitables e incluso si de cierta manera se irá cumpliendo lo narrado en la película: “Cuando el destino nos alcance”, del director estadounidense Richard Fleischer, el film es todo un clásico de culto de ciencia-ficción, sin embargo, nos presenta una visión apocalíptica y aterradora de lo que nos espera si ahora no aplicamos los controles necesarios. El film revela una generación, (2022), las que no conoció que en un pasado existieron los mares, ríos, pájaros, donde la producción de alimentos naturales se ha extinguido por el efecto invernadero.

La razón de este escrito es la reflexión a la última encíclica del papa Francisco, sobre el deterioro ambiental global y su llamado de atención, despertar conciencias en torno a la problemática ecológica, presentándola como una crisis mundial, que es una consecuencia dramática de la actividad descontrolada del ser humano, resultante, de la explotación inconsiderada de la naturaleza, donde corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación.

Pero basta un periplo por el interior de la geografía nacional, confirmaríamos con pesar el retroceso de un escenario catastrófico. La sequía que nos vapulea, las inundaciones, tala de árboles, minería a cielo abierto, la contaminación de la vena azuerense, los agrotóxicos, los cambios de temperatura son muestra fehaciente de que la acción humana y el interés inmediato han dosificado la destrucción de la que el papa Francisco ha nombrado como “Nuestra Casa Común”.

No me considero fanática, romántica e irracional, ni pretendo volver a la época de las cavernas, sí me opongo a lo que los tecnócratas han renombrado como el nuevo modelo de crecimiento económico, lo que no les da licencia para cauterizar sus conciencias y violentar e irrespetar el medioambiente. El papa Francisco nos propone el desafío urgente de proteger nuestra casa común, incluye su preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común, puntualiza.

Resulta preocupante el antropocentrismo desviado y la actitud egoísta e irresponsable de los emporios de poder sostener la negación ante la visible problemática ecológica, por lo que no me cuesta reconocer los porqués de esa actitud de indiferencia, tal como lo mantiene Estados Unidos al enmascarar el problema, rechazando sistemáticamente el Protocolo de Kioto, aprobado en 1997; sin embargo, emprendamos un sistema fundado en la solidaridad y la igualdad, solo así podremos llevar adelante la reconversión hacia fuentes de energía limpia y renovable, una forma de producción que respete los ciclos naturales, y un estilo de vida que no esté cimentado en el lucro y el consumismo desmedido.

Necesitamos del concurso de todos, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades y así fomentar la sensibilidad y compromiso ecológico con el jardín del mundo.

 

Autora: Elodia Magdalena Muñoz Muñoz. Panamá, Panamá.

Comunicadora social.

elodia.magda@gmail.com

 

 

 

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