Esta vez decidí ir a buscarle al departamento.
No contestó a mi llamada de permiso para entrar, no obstante, pasé; por encima
de sus manos en las que apoyaba su cara, asomaban sus ojos. Dos lágrimas hacían
opaca su mirada, transparentemente opaca, porque yo pude ver su angustia, su
soledad. A modo de saludo me dijo:
Dos. Dos lágrimas. El único número par que es
primo.
Y ¿sabes cuál es la representación matemática
del vacío? Los números negativos. Ellos reflejan todo lo que sentimos que nos
falta: ilusión, ternura, paz.
El alma se achica a causa del menos-menos y
alrededor se aloja la pérdida, el desamor, el vacío. Inoportunamente aparecen
los quebrados desintegrando estructuras (dos quintos de dolor, tres cuartos de
temor), que efectúan una operación tan absurda como es la extracción de una
raíz: cálculo cósmico de nuestra vida. Toda una locura, pues el resultado son
los números irracionales que no se pueden escribir, son los no numerables y son
infinitos.
La inteligencia normal no puede concebirlo y
acude a los números enteros; éstos más los quebrados nos dan los números
racionales. Un poco de calma hace que el campo de las emociones se recupere
jugando al escondite con la soledad, por si distraída, no dejara de contar,
restando inquietudes, reduciendo a máximo común divisor la ansiedad que,
obstinada, plantea la ecuación:
¿Quién soy yo?
números irracionales más números racionales, igual: números reales
"x", difícil encuentro con la conciencia.
Yo intento llegar a esto último pero, mi
deformación como profesor de matemáticas, me alerta del círculo sin
"pi" en el que estoy inmerso y del que tengo que hallar la solución
solo.
Vete.
Déjame.
Autora:
ángeles Sánchez Herrero. Madrid, España.