PRIMER POEMA DEL VIAJE

 

Errar en los códigos

que atravesaste soñando como ángel,

no justifica tu piedad por los años baldíos.

 

¿Cuántas veces al pie de la frontera

se hizo tu piel el doble que te habita?

Aquel deseo fue eclipsándose,

traicionado y traidor —como mal mercader—

que sólo obtuvo pérdidas y un hilo de misterio.

 

Andar por la llanura desolada

es una endurecida libertad,

y aunque no arribes a la entrada del templo,

vive la plenitud

que al levantarte ofrecen estos amaneceres.

 

 

 

No se deslizan tus pecados al fondo,

la salvación vuelve con la memoria

de los que morirán en tu recuerdo;

pero no reconozcas al marcharte

cuánto pudiste hacer y quedaste en lo oscuro,

pero no reconozcas haber perdido

si el paisaje no está vedado ante tus ojos.

 

 

 

 

YO VIVÍA EN EL CENTRO DE UN LAGO

 

Yo vivía en el centro de un lago.

En un extremo lloraban los vencidos,

en la otra margen se iba fundando el alba.

 

Mentían los presagios.

La vida, de secreto a secreto,

nunca exhibe la misma máscara.

 

Vivía en el centro de un lago

y me ahogaba antes de que amaneciera,

por eso hablo siempre en espejismos

y ya no pertenezco a ningún puerto.

 

Me hundía en las muchachas

y su penumbra para llegar a Dios,

aunque las hojas hiriesen sus vitrales.

 

Viví la fiebre de sus aguas,

una isla erigí después del miedo,

sólo a los inocentes les abriré la puerta.

 

Autor: Agustín Labrada Aguilera. Chetumal, Quintana Roo. México.

agustinlabrada@hotmail.com

 

 

 

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