EL ATENEO.

 

Son aproximadamente las 20 horas de cualquier día en no importa qué estación del año, pongamos las 21 en los meses más próximos al solsticio de primavera. Invariablemente, teniendo como tribuna un banco de la Plaza de España de La Palma (Huelva), al frente la bellísima y barroca fachada del templo parroquial y a la espalda el nuevo teatro y la antigua Casa del Señorío, haga frío o calor, incluso con alguna otoñal llovizna intermitente, un grupo de amigos tertulianos se disponen a iniciar su animado y habitual coloquio.

 

La Plaza ha sido y es el foro adecuado. En ella el tiempo se detiene, dialoga permanentemente con las esbeltas palmeras o la grácil figura de la Torre, minarete, especie de flecha veloz camino de espacios más elevados y eternos. Allí se ubica El Ateneo, reunión de gente para discutir o conversar, lugar apropiado para la crítica más o menos erudita. Dicotomía espacio/tiempo que nos hace evocar la reflexión de A. Einstein: “Yo nunca pienso en el futuro; llega demasiado a prisa”.

 

Cada tarde el tiempo parece revolotear alrededor del Ateneo. Flotan en el ambiente personajes del pasado, anécdotas sin fin, críticas de todo tipo sobre la actualidad más rabiosa, debates intensos de política o religión…; chistes, frases picantes, risas…, historia, arte, literatura…

 

Le preocupaba a Einstein la llegada del futuro por su rapidez en hacerse presente, ese instante fugaz que no existe en la práctica porque el tiempo transcurre veloz a través de un espacio llamado erróneamente infinito. En el Ateneo no se tienen en cuenta esas sutilezas. Se platica del pasado, del futuro se discute casi siempre sobre vaticinios políticos poco consistentes, quizá por la propia inconsistencia del pensamiento de nuestros políticos, pilotos poco adecuados para conducir la pesada embarcación de tan complejo país. ¿El presente….?, se va, ya no es, no está, fluye alocadamente, es imposible agarrarlo. ¿Relatividad?, o ¿relativismo?, ¡vaya una cuestión!, si la planteo en el Ateneo me machacan. En dicha “docta casa” se siguen más bien los ciclos vitales, climáticos o agrícolas, posiblemente mejor este al tratarse de una tertulia de personas impregnadas de esencias cerealistas y vitivinícolas, ocupaciones familiares ya caducas, ¡qué pena! Sin embargo, no importa, estos tertulianos son “talanteros”, ¡qué barbaridad!, por favor, lo suplico, permítaseme esta torpe licencia en aras de otras permisividades; prometo no volverla a utilizar ni pretendo en absoluto que se convierta en norma. Ya me veo a algún compañero tertuliano consultando la “lámpara de Aladino”. ¡Qué emoción! Sin darme cuenta he dado pie para un cálido debate lingüístico/semántico. Nadie tema, el dichoso término, lo reconozco, no tiene la menor defensa posible, por lo tanto renuncio a ello, entre otras cosas porque nunca sostendré tan desigual lucha, simplemente no he podido evitarlo, ha sido una tentación superior a mí. Renuncio, renuncio a darle a la dichosa teclita del ¡suprimir”.

 

Hay de todo en el Ateneo. Ex bodegueros, jubilados, profesionales liberales... Los ciclos a los que me refería marcan fundamentalmente la argumentación. ¡Ah! y la rabiosa actualidad. Cuando se acerca el “14 de Nisán”, en abril aproximada y regularmente, con permiso del número áureo o de la epacta, se comenta primordialmente de Semana Santa a través de vericuetos teológicos, artísticos, religiosos o simplemente tradicionales. En Mayo, “que por mayo era por mayo cuando estalla la calor…”, también nos estallan las Cruces de Mayo, el Rocío…, “Huelva, Sevilla y Cádiz las tres unías”, aunque “unías” ahora al resto de España entera, esto sí que es “derroche de romería”. Las calores veraniegas –Julio y Agosto- reducen considerablemente la tertulia, ya saben, por mor de la dichosa playa. ¡Hala!, vuelta a empezar en Septiembre, preotoñal y vendimiador, Real Feria, Enrique III, Elvira de Ayala; Fiesta de la Vendimia. Discusiones, elogios y fuertes críticas. No faltan comentarios a la práctica bodeguera, a la tradición olivarera y cerealista, al cuidado de las viñas.

 

Se habla de teatro, se recitan viejos poemas extraídos del arcano de la memoria, se resumen algunas novedades novelísticas, se intercambian libros.

 

¡Ah! y política, el resultado de las elecciones europeas. ¿Qué deparará el futuro a esta Europa por hacer, entre el quiero y no puedo y el aviso del pueblo para cambios en profundidad?

 

Y cuando aún no se habían diluido los ecos electorales, surge la apasionante noticia de la abdicación del Rey Juan Carlos. Para muchos españoles el rey ha sido una figura fundamental en la instalación y consolidación de la democracia en España, por su buen hacer y porque la corona es símbolo de estabilidad política en este país tan zarandeado por tantas circunstancias, muchas derivadas de una historia larga y compleja. Confiemos en el futuro representado por su sucesor Felipe VI. En un próximo artículo volveremos sobre este tema.

 

Autor: José Mª Dabrio Pérez. Huelva, Andalucía, España.

jmdabrio@gmail.com

 

 

 

Regresar.