Joven-estudiante: una categoría por definir…y entender.

En las últimas dos décadas, en México -como en la mayoría de los países de América Latina- la población juvenil se ha incorporado a la agenda de investigación e intervención en materia de política pública, en gran parte, por la oportunidad de desarrollo que ha generado la transición demográfica de los últimos años. Este interés en los jóvenes ha resaltado el valor de esta etapa en el crecimiento personal, emocional y laboral de las personas y al periodo entre los 15 a 18 años -edad normativa para estudiar la media superior- como uno de los más significativos, ya que acompañado de la formación de nuevas relaciones, la práctica de nuevas experiencias y la incorporación nuevos contextos, se presentan fenómenos como la maternidad a edad temprana, el trabajo mal remunerado, la falta de acceso a servicios de salud y la incorporación a grupos delincuenciales formando una tensión entre los jóvenes y las instituciones sociales -principalmente la familia, la escuela y el trabajo- generado una pérdida de sentido y un panorama de incertidumbre hacia el futuro.

Bajo este escenario de procesos de individuación y des-institucionalización (Tiramonti, 2006), los jóvenes en México y en buena parte de América Latina, arriban con una carga de componentes socioculturales a la escuela, de los cuales no se desprenden al ingresar a la misma, sino que son incorporados a la propia institución, lo que vuelve inviable continuar identificándolos solo bajo el arquetipo de estudiantes y por el contrario hace necesario entender que antes de ser estudiantes, son jóvenes, que se apropian de recursos materiales, culturales y sociales (Rockwell) para vivir y experimentar su condición de jóvenes aún dentro de la escuela.

Aunque esta relación pareciese evidente, buena parte de la investigación entre estudiantes y jóvenes en el país se ha marcado bajo líneas paralela pero no confluyentes, generándose dos tendencias de investigación, por un lado, aquella donde las investigaciones se enfocan en los estudiantes bajo su condición de educandos, en términos de su desempeño escolar y trayectoria educativa, y por otro, los estudios de jóvenes, identificándolos como formadores de cultura juvenil, integrantes de bandas y tribus-urbanas bajo un enfoque que los considera fuera del ámbito de la escuela y su organización, con lo que parecía que se estudian a dos grupos diferentes, cuando en la mayoría de las ocasiones consistía en el mismo sujeto siendo observado desde dos ópticas unilaterales.

Carlota Guzmán y Claudia L. Saucedo en el estado del conocimiento 1992-2002 del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), señalaron las diferencias entre estos enfoques así como la formación de una línea de trabajo que vinculaba y reconocía las prácticas socio-culturales de los jóvenes en la escuela, considerando al espacio escolar no solo como lugar de procesos de enseñanza-aprendizaje sino como un lugar de encuentro, de expresión y reconocimiento del “otro”, donde la escuela constituye un espacio de vida juvenil[1].

A partir de este punto, las investigaciones que antes delineaban las características sociodemográficas y escolares de los estudiantes, retomaron propuestas teórico-metodológicas de autores como Bourdeau, Foucault, Piaget, Passeron, Austin, Erickson, Shultz, Freud, Baudelot, Molinari, Garfinkel, entre otros, para comenzar a incorporar en sus agendas de investigación, tópicos como el valor de la formación de identidad, la apropiación de los recursos culturales, la formación de un sentido de pertenencia, las relaciones con los pares, amigos y parejas y el significado que los jóvenes le atribuyen a la media superior, sin embargo, aún queda un largo trecho de análisis que nos permita dar cuenta, no solo de la formación de identidad, pertenencia y construcción de redes en el espacio escolar, sino de la vida que sucede dentro de la escuela y las prácticas que ahí se generan, saber en qué medida los estudiantes se reconocen como sujetos autónomos y con poder de decisión, cuáles son las condiciones que motivan a los estudiantes para desarrollar su experiencia escolar a lado o en contra de la escuela, cómo se desarrollan los procesos de subjetivación y estrategia de los jóvenes para su trayectoria escolar, en qué medida la asimetría de recursos socioculturales de los jóvenes interviene en su trayectoria escolar y si la experiencia escolar y la juvenil se contraponen o complementan.

Ante estos temas, el trabajo de Dubet y Martuccelli (1996) y Dubet (2010, 2011) representa un enfoque para avanzar en comprender cómo es que viven su experiencia escolar los jóvenes a partir de un proceso donde combinan y jerarquizan tres lógicas de acción: integración, estrategia y subjetividad.

Así, el actor -en este caso, el joven-estudiante- “construye una experiencia que le pertenece, partiendo de las lógicas de la acción…que le vienen dadas desde las distintas dimensiones del sistema, que se separan a medida que la imagen clásica de la unidad funcional de la sociedad se pierde” (Dubet, 2011: 126) Bajo esta propuesta, el actor no puede reducirse a lo que Garfinkel denomina “idiota cultural” o a un individuo hipersocializado, sino a un sujeto que si bien ha sido socializado y hace suyos componentes de la comunidad en la que se desarrolla, cuenta con un carácter de autonomía que le permite distanciarse del papel que le ha sido programado. Más que en un proceso de sedimentación, es un modelo de prueba y error en el que la asimetría de recursos y condiciones orientan los tipos de experiencia a desarrollar. Bajo este planteamiento, los estudiantes, dejan de ser solo considerados por su condición de educandos y pasan a ser valorados también como jóvenes, así mismo, la escuela “ya no puede ser considerada como una institución que trasforma principios en roles, sino una sucesión de ajustes entre individuos, adultos o jóvenes, que construyen sus experiencias escolares” (Dubet y Martuccelli, 1996: 61)

Para el caso de los licitas en Francia[2], Dubet y Martuccelli (1996) identifican cuatro figuras de experiencias escolares en los estudiantes a partir del uso y control de las lógicas de acción: la subjetivación liceísta, la alienación liceísta, las formaciones paralelas y la subjetivación ¿contra la escuela?

La subjetivación liceísta, corresponde a una experiencia en y para la escuela, donde los estudiantes están interesados por construir una subjetividad cercana a la vida escolar, jerarquizando sus intereses, y teniendo comúnmente como primer objetivo el continuar su trayectoria escolar en la educación superior y para ello están dispuestos a sacrificar tiempo de ocio para sus estudios como una tarea diaria para alcanzar el éxito escolar, por lo que rechazan el discurso de herederos o de que se nace liceístas, sino que éste se construye. Bajo esta experiencia se encuentran jóvenes que marchan “solos” en sus estudios, son profesionales en el oficio del estudiante y encuentran en la vida juvenil una complementariedad a la vida escolar, con lo que les permita reafirmar una identidad personal, más allá de los referentes escolares.

La alienación liceísta, es la cara opuesta, consiste en una experiencia principalmente negativa, donde la escuela y su organización son coparticipes del fracaso escolar. Esta segunda figura se refiere a los individuos que no se alcanzan a percibir como sujetos de su experiencia en la escuela, aquellos que no logran combinar y controlar las lógicas de acción y peor aún, no se dan cuenta de que juegan en contra de ellos. Por una parte se tiene la interiorización del fracaso, que en términos generales refiere a la patologización del fracaso, donde los estudiantes están interesados por continuar en su trayectoria, pero el fracaso escolar es una realidad continua, por lo que se presentan dos vías, una donde el joven puede desprenderse de la escuela para incorporarse al campo laboral o comenzar a controlar mejor las lógicas de la acción para manejar su experiencia escolar. Una segunda categoría de esta figura es la del proyecto imposible, la cual remite a la complejidad que se genera entre los intereses del sujeto por determinada orientación o proyecto escolar y las limitantes que encuentra en el sistema escolar para llevarlas a cabo, aquí la rigidez de organización escolar juega un papel deliberante ya que genera un efecto negativo en la experiencia del joven, mermando su interés por los estudios y con ello comienza un proceso de alienación de su subjetividad en la escuela

El vacío escolar constituye la tercer forma de alienación, pero a diferencia de las otras dos donde el estudiante aún se encuentra con interés de continuar en su trayectoria escolar, en este caso, se presenta una ausencia de interés, el estudiante adopta una presencia casi fantasmal en el salón de clases, al cual asiste más por obligación o por compartir con sus pares, pero donde el proyecto de vida en y por la escuela se ve perdido, representa una “implosión” de la experiencia escolar.

Las formaciones paralelas, conforman experiencias al margen de la escuela, donde los jóvenes se consideran sujetos que buscan desarrollar otras actividades que no corresponden a las tareas fundamentales de la escuela, pero que asisten y prestan cierta atención a la misma, con el propósito de que puedan continuar desarrollando su experiencia en otros espacios en sus tiempos libres. El contar con un trabajo pequeño -de medio tiempo- o participar en movimientos de reivindicación –ciudadanía escolar- son actividades que los liceístas desarrollan como parte de la construcción de una subjetividad y tener una experiencia social más allá del mundo escolar.

La subjetivación en contra de la escuela, se enfoca en los liceos profesionales, los cuales carecen de salida a la educación superior y por lo tanto desde su diseño forman en los jóvenes un sentido de relegación y separación del resto del sistema educativo. Bajo esta figura se manifiesta una resistencia al orden escolar (rechazando su legitimidad), donde el profesor y el estudiante no presentan un interés/compromiso real por formar parte de la organización escolar, donde los estudiantes hacen como que estudian y los profesores como que enseñan. Los jóvenes desarrollan una experimenta cuasi-marginal en la escuela, a la cual asisten como una estrategia para aumentar las posibilidades de no quedarse desempleados en el futuro, aunque esto no quiere decir que no se presentan casos donde se genere un vínculo con la escuela, los cuales son más proclives que sucedan en las asignaturas de taller, donde los estudiantes tienen oportunidad de destacar y formar una relación con el docente más como compañero de trabajo que de profesor-alumno.

Esta propuesta representa una veta de análisis para el estudio de los fenómenos educativos en el caso mexicano, no solo para los estudiantes, sino también para los profesores, el cuerpo administrativo y los directores, ya que en el fondo, resalta la presencia de “tensiones” entre el rol y el sujeto, entre lo que se supone que haga el individuo y lo que éste realiza en la vida cotidiana, lo que en el tema de deserción puede responder a cómo es que viven su experiencia en la escuela, por qué jóvenes con condiciones similares -dentro y fuera de la escuela- tienen trayectorias diferentes, cómo jóvenes bajo condiciones adversas logran salir adelante mientras que otros en circunstancias favorables abandonan el proyecto escolar, o por qué los jóvenes desarrollan posturas alienadas o contra la escuela teniendo así “una experiencia en el colegio, pero sin él”. (Dubet y Martuccelli, 1998: 197)

Referencia.

Dubet, F. y D. Martuccelli (1996), En la escuela. Sociología de la experiencia escolar. Buenos Aires. Lozada

Dubet, F. (2010) Sociología de la experiencia. España. Complutense.

Dubet, F. (2011) La experiencia sociológica. España. Gedisa.

Guzmán, C. y Saucedo (2003) Estado del conocimiento 1992-2002. Actores. México. COMIE

 

Autor: Daniel Cuellar Martínez. Atizapán de Zaragoza, estado de México. México.

daniel_cue_17@hotmail.com

 

 

 

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[1] Los trabajos de Guerra, M. (2007); Palacios, R. (2007); Merino y Ramírez (2007); Guerrero, M. (2006), Díaz J. (2006) y Salcedo, C. (2006), así como la línea de investigación “Jóvenes y educación” del Departamento de Investigación Educativa del CNVESTAV forman parte de esta nueva propuesta de investigación.

[2] El liceo es el equivalente a la educación media superior en México ya que corresponde al último ciclo de estudios secundarios dividido en tres ramas: general, tecnológico y profesional.