Hablemos de discapacidad

 

El pasado día 3 de diciembre del año que ha finalizado, el 2013, se celebró el día internacional del discapacitado. La celebración, evidentemente, ha sido testimonial. Entiendo que no hay nada que celebrar ni conmemorar; pero la sociedad, gusta de instituir eventos que no tienen ninguna significación. Ni los propios discapacitados, se han enterado del suceso.

 El gobierno español, supongo que a petición o a propuesta del CERMI, que es algo así como el Comité Español de Representantes de Minusválidos, ha destinado cuarenta millones de euros, cincuenta y cinco millones de dólares, aproximadamente, para la subvención de proyectos, que desarrollen discapacitados o instituciones que tengan a su cargo asistencia a la discapacidad.

 Hubo algún discursito, y pienso que todas son palabras huecas. Prácticamente, los medios de comunicación social de todo el mundo, al menos hasta donde yo he podido oír, no se han hecho ningún eco del acontecimiento o del acontecimientito.

 Para quien no lo sepa, las personas que tienen alguna deficiencia o defecto, en su inmensa mayoría, están condenadas a la pobreza y al más absoluto aislamiento. Aquellos que hemos tenido o tenemos acceso al trabajo, a la educación, a la cultura, a la tecnología, etc., somos una minoría y unos auténticos privilegiados. Tener una deficiencia o defecto, no puede implicar pobreza, soledad, incultura o analfabetismo. La sociedad tiene el deber y la obligación de integrar en su seno, a través de los poderes públicos y del poder financiero, a aquellos miembros que por circunstancias diversas viven al margen de la propia sociedad, y que pueden ser y de hecho son válidos y útiles. Hemos sido impedidos, inválidos, minusválidos, handy capados, y ahora, discapacitados. ¿Cuándo seremos capacitados, capaces?

 Como ciego, y según la sociedad, “DISCAPACITADO”, pido desde aquí, mi derecho de ciudadano no de primera, porque todos debemos ser ciudadanos de primera, y sí en plenitud de facultades civiles, laborales y culturales. Es un derecho irrenunciable que tengo yo, y todos los miembros del mundo mundial que tienen una merma física, psíquica y sensorial. Pido autogestión para resolver nuestra problemática y subvención a los poderes públicos y al poder financiero, que son los que tienen la obligación de destinar una mínima parte de su pecunio a paliar el gran problema social que representa lo que ellos llaman “discapacidad”. Aunque lo parezca, esto no es un alegato, y sí una consideración personal, que me atrevo, ¿Por qué no? A plasmar gráficamente. No basta con que los defectuosos vivan con las limosnas o ayudas de la caridad pública o de la mendicidad en las calles, o recluidos en residencias o en el hogar familiar. Queremos vivir con nuestro defecto adquirido o congénito, pero vivir con dignidad. Queremos ser capaces, ¡Porque somos capaces!

 

Autor: Hilario Alonso Sáez-Bravo. Madrid, España.

hilario-conchi@hotmail.com

 

 

 

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