Flor del Desierto.

 

Hemos creído oportuno este artículo y reconocer el compromiso moral que el planeta le adeuda al pueblo africano, determinado por la indiferencia y supina preocupación que como latinos demostramos frente a la ablación femenina, puede deberse y me incluyo, a pensar que es una costumbre ancestral que sucede en latitudes muy distantes del continente.

Hoy comparto con mis lectores el sin sabor que me dejó el filme Flor del Desierto, producida por Sherry Hormann, así como el libro Vírgenes del Paraíso, de la norteamericana, Bárbara Wood, ambos contenidos giran en torno a factores religiosos, convencionalismo y tabúes, manipulando esencialmente a las mujeres, engendrándoles miedo y temor, cabe aclarar que no es Dios el que propicia estas aberraciones, más obedece a los intereses de los representantes o líderes espirituales de los diversos credos que poblan la tierra y como muy bien expresa Waries Dirie, nacida en el seno de una familia nómada musulmana somalí, protagonista de esta película, la que no se suma a esta atrocidad será expulsada de la aldea, ya sabemos lo que le depara a toda mujer sola y rechazada por su propia familia y abandonada a su suerte en pleno desierto africano, Waries, decidió huir, ya que la ofrecían en matrimonio a su tío cuarenta años mayor que ella, donde lo que menos se considera es el parecer de la prometida, constituyendo el detonante para abandonar su familia y nación por una vida en libertad.

Hormann y Wood, centran la trama, sobre la violencia e injusticia que se construye sobre la base de una crítica hacia los rituales, las costumbres religiosas de algunos países, como la castidad obligada o la mutilación genital femenina; pero que termina constituyéndose como un cuento de hadas que no deja a un lado la dureza del mundo actual.

Waries, en su espeluznante historia nos revela el momento en que contaba con tres años de edad y fue obligada por su madre a cumplir con la ablación, lo que consiste en mutilarles el clítoris y coser los labios exteriores dejando sólo una abertura pequeña para que orinen y menstrúen. Entre su inocencia, gritos y llanto de dolor, fue cercenada, exponiéndose a la muerte, de la que no sobrevivieron sus dos hermanas, estremeciéndome hasta los tuétanos de mis huesos.

De hecho, va mi repulsa y crítica severa, a toda aquella práctica dañina que vaya en contra de la sabiduría de la naturaleza, el seccionarle un órgano a un infante indistintamente del sexo, revela la barbarie, monstruosidad y atrocidad a la que puede llegar el ser humano por razones presuntamente higiénicas, culturales y religiosas; por supuesto mal entendidas, puesto que nadie se rebana un dedo por suciedad física o moral.

Ahora bien, si revisamos la historia de la humanidad, encontramos que ha estado jalonada por hechos en los que el hombre a protagonizado y continúa ejecutando la crueldad y la barbarie, visible en nuestros días como lo es el sicariato, decapitación, muerte por encargo entre otras; hoy ante la revolución tecnológica y el renombrado siglo del conocimiento, lastimosamente todavía en el hombre prevalece el instinto animal ante su razón y que inflige su poder o fuerza sobre el más vulnerable.

 Recomiendo leerse la novela histórica En el Nombre de la Rosa del escritor italiano, Umberto Eco, narra el entorno religioso del siglo xiv y el proceso inquisitivo, donde hombres y mujeres eran calcinados públicamente, frente al júbilo de los parroquianos, brutalidad que nos devela el poder de la religión, la baja condición del ser humano y la idiosincrasia de los pueblos.

Waries Dirie, la flor que eligió ser libre pese a todos los obstáculos del desierto, se convirtió en sujeto de su propia historia, reconocida escritora, incursionó en el mundo del modelaje, superando discriminación y prejuicios, la mujer valerosa, activista decidió luchar en los movimientos en contra de la Mutilación Genital Femenina.

Autora: Elodia Magdalena Muñoz Muñoz. Panamá, Panamá.

Comunicadora social.

elodia_0262@yahoo.es

 

 

 

Regresar.