Poemas de Bylly Collins.

Traducidos por  Rossy Toledo.

 

Ser niño

 

 

Solo en el sótano,

a veces bajaba un ojo

al nivel de la estrecha vía del tren

 

para ver la locomotora resoplando

jalando los vagones por la curva

y luego pujar hacia mí con su ojo resplandeciente

 

¿Qué había en esos momentos

antes de levantar mi cabeza y dejar que el tren

pasara balanceándose bajo mis narices?

 

Recuerdo que no me importaba mucho

el pasto falso o los edificios

que formaban parte del pueblo miniatura.

 

Me daba lo mismo la estación y su guarda,

las barreras de cruce y las luces parpadeantes,

el vagón de leche, los maderos tamaño lápices,

 

los hombres y las mujeres de metal,

la torre de agua colgante

y el espejo redondo que la hacía de estanque.

 

Lo único que me importaba era enceguecer

una y otra vez por esa luz tambaleante

cuando el tren corría veloz por su curso oval.

 

O aun mejor, cerrar los ojos,

quedarme ahí en los estrechos rieles fríos

y dejar que el tren hiciera un túnel por mi

 

como atraviesa por la montaña

pintada color de roca,

y que después no hubiera nada

 

más que un largo silbido en la oscuridad—

ni sótano, ni niño

ni una tarde de verano eterna.

 

* *

 

*

Desprovisto

 

Me gustó escucharte esta tarde en el almuerzo

mientras hablabas de los muertos,

los afortunados muertos los llamaste,

hablando de su liberación de la renta y los muebles,

 

no más picaportes ni palas para la nieve,

ni ventanas ni un campo más allá,

no más boleto de tren en el bolsillo interior,

no más boletos, no más trenes, no más bolsillos.

 

No más abejas correteándote por el jardín,

no más corretear tu sombrero por la esquina,

no luna brillante en el agua tenue

no más pecho frío bajo una bata abierta.

 

Más como una zona vacía que las almas atraviesan

un lugar vaporoso

al final de un túnel oscuro,

una región silenciosa de no ser por

 

un aleteo ocasional—

y, quise agregar

mientras el sol deslumbra en tu copa levantada,

el sonido de los recién llegados sollozando.

 

 

·        * * *

 

 

Sin aliento

 

 

A algunos les gustan las montañas, a otros la orilla del mar,

dice Jean-Paul Belmondo

a la cámara en la primera escena.

 

A algunos les gusta dormir boca arriba,

a otros sobre su estomago,

yo estoy aquí en mi cama pensando—

 

algunos parecen victimas de homicidio

tendidos en sus espaldas toda la noche,

otros flotan boca abajo en aguas obscuras.

 

También hay otros como yo

que prefieren dormir de costado,

las rodillas pegadas al pecho,

 

la cabeza descansando en el brazo chueco

y un puño suave tocando la barba,

que es la forma en la que me gustaría ser enterrado,

 

acurrucado en un ataúd

en un pijama de algodón recién lavado,

una almohada de plumas bajo mi pesada cabeza.

 

Después de una vida de observación

y vigilancia nerviosa,

estaré más que listo para dormir,

 

por lo que, olvídense del traje oscuro,

la ridícula corbata

y las pálidas manos flácidas sobre el pecho.

 

Bájenme en mi sueño,

cobijado conmigo mismo

como el feto más viejo sobre la tierra,

 

y mientras las vacas miran sobre la barda de piedra

del cementerio, déjenme descansar aquí

en mi pequeño cuarto de tierra,

 

mis pestañas glaseadas de hielo,

las raíces de los árboles acercándose,

ya sin sueños que me espanten.

 

 

Autor: Billy Collins. Florida, Estados Unidos.

billycoll@mindspring.com

*Datos del Autor.

 

 

 

 

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