Pueblo en bañador.

 

 

Sereno caminante,

Ahora que te veo reposando

De tu existencia andante

Aquí en este vallado,

Permite que te exponga mi dictado.

 

Trivial no te parezca

Que yo, sin conocerte en ningún modo,

Mi intuición obedezca,

Y piense a mi acomodo

Que el mismo afán nos unirá del todo.

 

No quiero detener

Por esto que me impulsa y me sostiene,

Tu marcha por doquier.

Pues lo breve conviene,

Diréte al punto

En que mi parla viene.

 

Un viaje pretendo

Sin presunción de exóticos lugares;

Ni la aventura vendo,

Pues todos estos mares

No me guardan secretos ni avatares.

 

Caminar por mi pueblo

Creo yo que es hermoso y emotivo,

Aunque pocos renuevos

Broten aquí cautivos.

Es cuestión de escrutar cada motivo.

 

Hallarás alicientes

En el trecho que juntos recorramos,

En medio de la gente

Con la que conversamos,

En la porción del día que vivamos.

 

Mantengo que la brisa,

Con sus sones, espumas y fragancias,

Su música, su sonrisa,

Sus nuevas circunstancias,

La impronta da al terruño en toda estancia.

 

Deseo involucrarte

En este peregrino apartamiento,

Y sea el estandarte

La libertad del viento

Para expresar mejor los sentimientos.

 

Verás almas desnudas

El firmamento inmóvil contemplando,

Y la soledad muda

De los brazos bregando,

El son de la cigarra acompasando.

 

Verás al carpintero,

Al pastor, al herrero, al artesano,

Forjando sobrio, austero

El espíritu castellano,

En este enclave histórico y arcano.

 

Oirás el balanceo

Del registro tonal de las esquilas,

el rudo traqueteo

De los carros de espigas,

El chirriar de aguadoras carretillas.

 

Ir por obligación

O por necesidad a cualquier parte

No aporta distinción

Ni experiencia bastante,

Ni recuerdo que vuelva a emocionarte.

 

La minucia, el detalle

No escaparán al fino observador.

Tu destreza no falle,

Que a mi patrio fervor

Le añadirás la parla en derredor.

 

Tal no lo suministra

Una huída veloz, vertiginosa

Allanando la pista

Por la vía ruidosa,

Sacudiendo a la ráfaga dolorosa.

 

En fin; nada te apremia,

Nada enturbia la paz, nada te abruma.

Ningún atajo abrevia

Esta preciada suma

De la exquisita fruta que hoy rezuma.

 

“Pueblo en bañador”:

Aquí tienes la guía, elaborada,

De humilde trovador

Sobre su tierra amada,

presintiendo su marcha fatigada..

 

Admírala conmigo,

Y padece y gózate con ella.

Mira crecer el trigo,

Contempla las estrellas,

Ámala tú también, sin comprenderla.

 

¿Por dónde comenzar?

¿Cuántas jornadas durará el viaje?

¿En dónde reposar?

¿Cómo es el equipaje?

Te lo dirán las gentes y el paisaje.

 

Te invito, pues, mañana

A degustar tan suculento plato.

Al son de la campana,

Sobre este viejo estrato,

Escribiremos nuestro gran relato.

 

 

Autor: Antonio Martín Figueroa. Zaragoza, España.

samarobriva52@gmail.com

 

 

 

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