ENTRE DOS NOCHES

         Dos noches limitan tu vida, la primera tú naciste de mis entrañas, El dolor atenazaba mi vientre, con sus espasmos y convulsiones, hasta que por fin… se hizo el milagro de tu nacimiento, y viniste a este mundo, para alegría de toda la familia. La segunda, 33 años más tarde… moriste destrozada, y con ello, murió parte de mi, y me quedé un poco más sola y mi alma quedó vacía.

La primera noche, transcurrió en un hospital, entre convulsiones de dolor, para darte la vida... la segunda... en otro hospital, para conocer tu muerte. En ambas ocasiones, fui en taxi, una con la canastilla, con tu ropita de recién nacida... otra, con el luto en mi corazón, presintiendo que ya habías muerto.

         La primera noche, después de tanto sufrimiento, yo te vi, envuelta en blancos pañales, como un angelito, que había venido a alegrar mi vida, la segunda, luego de confirmarme tu muerte, yo te vi en tu ataúd, envuelta en tu blanco sudario, como una virgen, que te ibas para destrozar mis ilusiones.

         La primera noche, los amigos y familiares vinieron a vernos a ti y a mí, para felicitarnos. Todos sonreían… la segunda, vinieron al tanatorio, para darme sus condolencias por tu muerte, todos lloraban.

         Y entre esas dos noches, pasaron tantas cosas… yo te vi crecer, día a día, como crecen las flores, cada vez más bonitas… fuiste una niña buena y dulce, yo te enseñé a hablar, y también tus primeras letras, jugaba contigo, como si yo fuera otra niña más…Luego, aprendiste las cosas de la vida, realizaste bien tus estudios, y en tu adolescencia, te revelaste, contra las advertencias de tus padres, pero aún no sabías volar… poco a poco, fuiste aprendiendo, hasta convertirte en mujer… y llegó el día de tu ausencia de nuestro hogar… y formaste una familia, y con tu esposo, soñaste con tener hijos, y los tuviste… y desde entonces, fuiste una esposa y madre responsable y feliz… y todos lo éramos contigo… Pero aquella maldita noche… tú ibas por la calle, con prisa para llegar a tu casa, y ver a tus hijitos… y al cruzar una amplia avenida… no te fijaste, en que venía como un rayo, un vehículo, que al ver tu presencia… hizo sonar el cláxon, pero ya era tarde… tú te asustaste, y al retroceder hasta la acera… él se abalanzó sobre ti, y… ¡Dios mío! El impacto fue tan brutal… que te desplazó más de diez metros… y allí quedaste inconsciente, hasta que una ambulancia vino a recogerte. Y llegaste con vida al hospital

Desde allí, nos avisaron diciendo que habías tenido un accidente… y tu padre y yo, corrimos en un taxi, y en el camino… yo sentía en mi pecho un dolor agudo, en todo mi cuerpo, como si fueran las convulsiones del parto, mis entrañas se conmovieron, como la noche en que tú naciste… pero esta vez, era por tu muerte, pues yo la presentía, por las palabras vagas de los médicos, que nos hicieron esperar, diciendo piadosamente… que te estaban examinando para ver tus posibles lesiones,

… pero mientras te examinaban los doctores tu corazón falló… y todo acabó para ti.

Y nos llamaron… y nos dijeron que no habían podido hacer nada para salvarte la vida… y yo pregunté… ¿es que ha muerto? Y una doctora muy joven vino a mí, y poniéndome su mano en el hombro… me dijo… Si, señora.

Y todo se ensombreció a mi alrededor… y el mundo se vino abajo. Entre sollozos y lágrimas… el esposo desconsolado, gritaba, ¡Ha muerto! ¡No es posible!

Y la estancia del hospital, fría y luminosa… se convirtió, en un mar de lágrimas, y todos nos abrazábamos llorando, y diciendo… ¡No puede ser! ¡Eso no es cierto!

Pero sí… era verdad… dejaste dos niños sin madre… unos padres sin hija… un hermano sin hermana… y un viudo cargado de responsabilidad, pues ha de hacer lo que tú no puedes, porque la muerte te arrebató de este mundo, sin poder educar a tus hijos, ni ser el consuelo de tus padres en su ancianidad… ni ayudar a tu hermano… y ya no puedes compartir las tareas familiares con tu esposo… Y a todos, nos has dejado huérfanos… solos y tristes, esperando reunirnos algún día contigo, en la eternidad.

BLANCA PALOMA

Blanca paloma, volabas en la altura,

perseguida por halcón peregrino,

cuan trágico, trocaron tu destino,

las garras de la muerte en desventura.

Tus poyuelos, quedan abandonados,

pues han perdido una madre buena,

mas otras madres, vencerán su pena,

protegiendo a tus hijos tan amados.

Y cuando aprendan a salir del nido,

y a volar como tú, en las alturas,

recordarán la madre que han perdido,

pues, honda huella dejaste en este mundo,

quienes te amamos, no te olvidaremos,

perseverando en nuestro amor profundo.

Autor: Puri Águila.

Barcelona, España.

puriaguila@telefonica.net

        

 

Regresar.