Ficha técnica:
País y año: Francia, 1971
Director: Louis Malle
Guionista: Louis Malle
Actores: Lea
Massari, Benoît Ferreux, Daniel Gélin, Michael Lonsdale, AveNinchi, Fabien
Ferreux, Gila von Weitershausen,
Producción: Vincent Malle, Claude Nedjar
Fotografía: Ricardo Aronovich
Montaje: Suzanne Baron
Sinopsis:
Laurent
Chevalier, (Benoît Ferreux) un chico de 14 años, crece en la década de 1950, Su
padre, (Daniel Gélin) un ginecólogo conservador; y su madre Clara, (Lea
Massari), italiana, que trata a sus tres hijos más como una hermana que una
madre. Ellos descubren el mundo yendo a bares y bebiendo alcohol. Cuando
Laurent es diagnosticado con fibrilación cardiaca, Clara le acompaña a unas
termas para su recuperación. Allí, Clara se encuentra con su amante. Laurent se
muestra interesado por chicas de su edad en el balneario, pero en realidad, en
el transcurso del tiempo se desarrolla entre Laurent y su madre una relación
cada vez más íntima.
Comentario:
Louis Malle
(Thumeries, Francia,1932 - Beverly Hills, 1995); Proveniente de una familia de
industriales del azúcar (es nieto de Henri Béghin, fundador de la marca de
azúcar Beghin-Say). Creció en un ambiente acomodado y pasó por distintos
internados católicos (entre ellos el que evocará en su película “Adiós,
muchachos”). A los 14 años, se inicia, autodidacta, con la cámara de 8mm de su
padre. Después estudió Ciencias Políticas en la Sorbona. De esa época data su
determinación de convertirse en cineasta. Fue de todo un poco: camarógrafo,
guionista, documentalista director, creador de notables películas y
documentales.
Un amigo suyo
que formaba parte del equipo de filmación en el barco Calipso de Jacques-Yves
Cousteau, tuvo que cederle a Louis su puesto, en 1955, como asistente de
dirección y camarógrafo, es ahí donde realiza el documental “El mundo del
silencio”, por el cual recibió la Palma de Oro en el Festival de Cannes, junto
con Jacques-Yves Cousteau. Iniciando así, con pie derecho, su notable carrera.
Sus siguientes
proyectos, películas y documentales, obtendrán menos consenso y serán abordados
desde un plano crítico. En esa época se desarrolló el movimiento de la Nouvelle
vague, a la que Malle nunca perteneció, ya que desarrolló su propio camino en
paralelo, solo, según sus propias motivaciones.
Dirigió su
primer largometraje a los 25 años, “Ascensor para el cadalso”, (1957) con
Jeanne Moreau en la que muestra su pasión por el jazz (con una banda musical
original de Miles Davis). Luego realizó “Los amantes” (1958), también con
Jeanne Moreau y en la que ataca a la burguesía. Más adelante se decidió a
adaptar uno de los relatos más difíciles de Raymond Queneau, “Zazie en el
metro”, (1960), película ligera y entusiasta; “Fuego fatuo (1963), trataba
sobre la depresión y el suicidio. En 1968 se alejó de Francia y de la ficción
para rodar “Calcuta”, un documental sobre la vida de los campesinos de la
India.
Al regreso de
su viaje, rodó la película que veremos hoy, la cual provocó gran polémica: “El
soplo al corazón” (1971). El filme evoca la relación incestuosa (aunque
romántica) entre una madre y su hijo; tema del que se habla además sin hacer
ningún tipo de juicio moral, lo que será habitual en este director, no hay ni
inocentes ni culpables, la vida es mucho más compleja. El espectador debe
forjarse su propia opinión, el director no se la debe imponer.
Tres años más
tarde, la controversia se creó por otro tema. En “Lacombe Lucien” (1974), que
describe el lento avance de un joven ocioso hacia el colaboracionismo. Tampoco
en este caso formula ningún tipo de juicio, no describe al colaboracionista
como si fuera un monstruo, sólo es humano y por ello se equivoca. La prensa y
la crítica lo acusaron de todos los males, calificaron de innoble la película y
le echaron en cara el que no haya vivido la guerra con la suficiente dureza. En
el punto más álgido de la polémica, decidió emigrar a los Estados Unidos.
Ya había
rodado un documental en aquel país algunos años antes “Humain trop humain”, en
1973, en el que seguía la vida de los trabajadores estadounidenses pobres,
experiencia que repitió en 1985 en “God's Country”. En Hollywood filmó entre
otras películas “La pequeña” (1978) con la joven Brooke Shields y sobre todo
“Atlantic City” (1980), con Burt Lancaster y Susan Sarandon, donde relata las
desventuras de un delincuente retirado y de una amiga ocasional, en la llamada,
ciudad de la perdición.
Cuando regresó
a Francia en 1987 volvió a tratar el tema que le había hecho marcharse: la
ocupación nazi en Francia, en un filme que será el punto más alto de su
carrera, “Adiós, muchachos” (1987). En un colegio católico, durante la
ocupación, un muchacho burgués descubre que uno de sus compañeros es judío. En
esta película, Louis Malle narra sus recuerdos de la guerra. La historia, en parte
autobiográfica, ya que él fue testigo de una situación similar durante su
infancia. Malle declaró que ese tema le había perseguido desde siempre y que de
hecho, esta historia trágica es la que le había llevado al cine. La película
retoma también algunos elementos de películas anteriores; de Lacombe Lucien
toma al colaboracionista contra su voluntad; de El soplo en el corazón, la
intensa relación entre madre e hijo. Tampoco aquí emite ningún juicio de valor
sobre nadie, no hay ni buenos ni malos, sólo un cierto fatalismo. La película
fue un éxito y ganó diversos premios.
La película de
hoy es una joya un tanto olvidada, pero reúne muchos valores artísticos; La
música incluye composiciones de Charlie Parker y su orquesta, con protagonismo
del saxo y acompañamiento de viento, piano y percusión; La fotografía, de
Ricardo Aronovich, desarrolla una narración visual muy cuidada, de colores
suaves, con predominio de las luces doradas y los fondos crema, y con una
cámara que muestra las inquietudes y los deseos de Rizzo, espoleadas por el
ejemplo de sus hermanos. No se excluyen algunas imágenes de desnudos
explícitos, oportunas y tratadas con discreción y respeto. El guión explora el
mundo de la adolescencia en el momento delicado en el que descubre el sexo y se
posiciona ante él. La dirección crea una historia personal cautivadora, que
invita a la reflexión sosegada y serena.
Autor:
Rafael Fernández Pineda. Cancún,
Quintana Roo, México.